PROTOCOLO XI:
El programa de la nueva Constitución.- Algunos pormenores del golpe de Estado proyectado.- Los Gentiles, rebaño de borregos.- La Francmasonería secreta y sus logias de apariencia.
El Consejo de Estado tiene por objeto hacer destacar el poder del gobierno: bajo la apariencia de un cuerpo legislativo, será en realidad un comité de redacción de las leyes y de los decretos del gobierno.
He aquí el Programa de la nueva Constitución que preparamos: Crearemos la Ley, el derecho y el tribunal...
bajo la forma de proposiciones al Cuerpo Legislativo
por medio de decretos presidenciales, por actas del Senado y por resoluciones del Consejo de Estado, bajo la forma de órdenes ministeriales
en caso de que se juzgue oportuno, por medio del golpe de estado
Una vez que de manera aproximada dejamos establecido este modus vivendi, tratemos algo más detalladamente de las medidas que nos servirán para acabar la transformación del Estado en el sentido de que ya hemos hablado. Pretendo hablar de la libertad de la prensa, del derecho de asociación, de la libertad de conciencia, del principio electivo, y de otras muchas cosas que deberán desaparecer del repertorio humano, o al menos alterarse radicalmente, tan luego como la nueva Constitución se haya promulgado.
Entonces será cuando nos sea posible promulgar todas nuestras leyes al mismo tiempo.
Después, cualquier cambio sensible sería perjudicial por esta razón: si la modificación se opera en el sentido de la severidad y del rigor, puede causar la desesperación provocada por el temor de nuevos cambios en el mismo sentido; si, por el contrario, es en el sentido de mayores complacencias, se dirá que hemos reconocido nuestros errores, y esto debilitará el prestigio de la infalibilidad de nuestro gobierno, o bien se dirá que hemos tenido temor y nos vimos obligados a hacer concesiones, que nadie nos agradecerá ni a nadie obligarán con nosotros. Ambas cosas perjudican el prestigio de la nueva Constitución.
Queremos que desde el día de su promulgación, cuando los pueblos estén aún estupefactos por el golpe de estado que hemos de dar, cuando estén aún invadidos por el terror y perplejos, en ese preciso momento reconozcan que somos tan fuertes, tan invulnerables, tan poderosos, que no contaremos con ellos para nada; que no solamente no atenderemos sus opiniones y pareceres, sino que estamos dispuestos y a punto de reprimir toda expresión, toda manifestación de estos deseos y de estas opiniones, con una autoridad indiscutible; que de un solo golpe nos hemos adueñado de todo lo que nos era necesario y que en ningún caso estamos dispuestos a compartir nuestro poder con ellos...
Entonces cerrarán los ojos y dejarán venir los acontecimientos...
Los Gentiles son un rebaño de carneros y nosotros somos para ellos los lobos. Y ¿ya sabéis lo que sucede a los corderos cuando el lobo llega a penetrar en el redil? Cerrarán aún los ojos, sobre todo, por las promesas que les haremos de volverles todas las libertades que les hemos arrebatado, cuando los enemigos de la paz se hayan calmado y los partidos queden reducidos a la impotencia. ¡Por supuesto que los Gentiles podrán esperar sentados la vuelta del pasado!...
¿Para qué habíamos de inventar e inspirar a los Gentiles toda esta política sin darles los medios de conocerla a fondo, sino para poder emprender en secreto lo que nuestra raza dispersa no podía intentar directa y abiertamente?. Esto nos ha servido de base para nuestra organización de la Francmasonería secreta, que no es conocida y cuyos designios ni aun siquiera sospechan los imbéciles Gentiles, alistados por nosotros en el ejército visible de las logias para distraer las miradas de los hermanos.
Dios nos ha dado a nosotros, su pueblo elegido, la dispersión, y en esta debilidad de nuestra raza radica nuestra fuerza que hoy nos conduce al solio de un reino universal.
Poco es lo que nos falta edificar sobre estos cimientos.
PROTOCOLO XII:
Interpretación masónica de la palabra Libertad.- Porvenir de la prensa en el reinado de los FrancMasones.- El control de la prensa. Argucias de corresponsales.- Lo que es el progreso para los Francmasones.- Su solidaridad en la prensa moderna.- Exageración de las exigencias sociales.- Infalibilidad del nuevo régimen.
La palabra Libertad, que se puede definir de distintas maneras, nosotros la definiremos así: Libertad es el derecho que cada uno tiene de hacer lo que permite la ley. Tal interpretación de esta palabra en estos tiempos hará que toda la libertad esté en nuestras manos, porque las leyes destruirán o crearán lo que nos agrade, conforme al programa expuesto más arriba.
Con la prensa obraremos de la manera siguiente: ¿Qué papel desempeña la prensa en la actualidad?. Ella sirve para encender las pasiones o mantener el egoísmo de los partidos. La prensa es banal, injusta, aduladora, y los hombres, en su gran mayoría, no comprenden bien para qué sirve. Nosotros la domaremos y la enfrenaremos con fuertes riendas, y otro tanto haremos con las demás obras impresas, porque ¿de qué nos serviría desembarazarnos de la prensa y del periódico si hemos de ser el blanco de los ataques del libro y del folleto?
Transformaremos la publicidad, que bastante caro nos ha costado hasta ahora, censurando los periódicos y convirtiéndolos en una fuente de ingresos para el Estado.
Crearemos un impuesto especial para la prensa. Al fundarse un periódico, o al establecerse una imprenta, exigiremos una participación. Con esta medida quedará garantizado nuestro gobierno de todo ataque por parte de la prensa. En ocasiones, aun sin mérito para ello, impondremos multas.
Estampillas, participaciones y multas producirán un buen ingreso al Estado.
Es verdad que los periódicos de los partidos podrían soportar estas pérdidas pecuniarias, pero los suprimiremos a la segunda vez que nos ataquen. Nadie osará tocar impunemente la aureola de nuestra infalibilidad gubernamental. El pretexto para suprimir un periódico podrá ser, por ejemplo, que el órgano en cuestión agita los ánimos sin razón ni motivo. Fijaos bien, os ruego, en que entre aquellos periódicos que nos atacarán, habrá algunos creados por nosotros mismos; pero éstos dirigirán sus tiros exclusivamente a aquellos puntos en los que nosotros deseamos algún cambio.
Nada se dará a conocer a las sociedades fuera de nuestro control. Ya desde ahora hemos obtenido este resultado por el hecho de que todas las noticias se reciben por nuestras agencias, en las que esas noticias de todo el mundo vienen a centralizarse. Estas agencias entonces serán exclusivamente nuestras y no publicarán sino lo que nosotros les ordenemos.
Si ya desde ahora nos hemos podido adueñar de las inteligencias en las sociedades cristianas, a tal grado que casi todos los hombres ven los acontecimientos mundiales solamente a través de las lentes de color que ponemos delante de los ojos; si desde ahora no hay ya para nosotros cerradura que nos impida apoderarnos de lo que los Gentiles torpemente llaman Secreto de estado, ¿qué será cuando seamos los dueños reconocidos como tales del mundo, en la persona de nuestro rey universal?.
Cualquiera que desee ser editor, librero, bibliotecario, publicista o impresor, tendrá la obligación de obtener un diploma o credencial que, en caso de que su dueño llegara a hacerse reo de cualquier delito, será inmediatamente recogida. Con estas medidas, el instrumento del pensamiento y de las ideas vendrá a ser un medio educativo en manos de nuestro gobierno, que no permitirá a las masas populares fantasear acerca de los beneficios del progreso. ¿Quién de nosotros ignora que estos beneficios ilusorios conducen a absurdos desvaríos?.
Estos desvaríos han dado origen a las relaciones anárquicas de los hombres entre sí y con el poder, porque el progreso ha traído las ideas de toda clase de libertades desenfrenadas-Todos aquellos a quienes damos el nombre de libera les son anarquistas, si no de hecho, a lo menos de pensamiento. Todos y cada uno de ellos van persiguiendo la libertad y caen en la anarquía, protestando por el simple placer de protestar.
Volvamos a la prensa. La abrumaremos, lo mismo que a los demás impresos, con impuestos en sellos o estampillas a tanto por hoja, y con fianzas: los libros que tengan menos de treinta hojas, pagarán doble impuesto. A éstos, los registraremos en la categoría de folletos; por una parte, a fin de reducir el número de revistas, que son el veneno más peligroso, y por otra, porque esta medida obligará a los escritores a producir obras extensas que serán poco leídas, principalmente por su alto precio. Por el contrario, lo que nosotros editemos para el bien moral, dentro de las tendencias que estableceremos, se venderá barato y será leído por todos.
Los impuestos acallarán el vano deseo de escribir, y el temor del castigo someterá a los literatos bajo nuestra autoridad. Si hay personas que intenten escribir contra nosotros, no se encontrará quien quiera imprimir sus obras. Antes de aceptar alguna para su impresión, el editor o impresor tendrá que dirigirse a las autoridades para obtener el permiso respectivo.
De este modo nosotros conoceremos anticipadamente los lazos que se nos tiendan y los destruiremos con las explicaciones previas que hagan el caso. La literatura y el periodismo son dos fuerzas educadoras de la mayor importancia; por esto nuestro gobierno será el propietario del mayor número de periódicos. Por esta misma razón, también, la influencia nociva de la prensa privada será neutralizada y adquiriremos una influencia moral enorme. Si autorizamos diez periódicos privados, fundaremos treinta de los nuestros.
Todos los periódicos editados por nosotros serán aparentemente de tendencias y opiniones las más opuestas, lo que despertará la confianza en ellos y les atraerá a nuestros adversarios sin recelos ; caerán en el lazo y resultarán inofensivos.
Los órganos de carácter oficial estarán en primera línea. Vigilarán siempre nuestros intereses y esta razón hace que su influencia sea casi nula.
En la segunda fila estarán los oficiosos, cuyo papel será atraer a los indiferentes y a los tibios.
En tercera fila colocaremos a nuestra pretendida oposición.
Un órgano, cuando menos, será el antípoda de nuestras ideas. Nuestros contrarios tomarán en este pseudo opositor por un aliado suyo y nos descubrirá su juego. Representarán nuestros periódicos todas las tendencias: las aristocráticas unos, las republicanas otros, igualmente las revolucionarias y aun las anarquistas; pero esto, naturalmente se entiende, mientras esté en vigor la Constitución.
Como el dios Vishnu de cien manos, cada una de ellas acelerará el cambio de la sociedad; esas manos guiarán la opinión en el sentido que convenga a nuestros intereses, porque un hombre que vive en un medio demasiado agitado, pierde la facultad de razonar y se abandona fácilmente a la sugestión. Los imbéciles que creerán repetir la opinión del periódico de su partido, no harán otra cosa que repetir y expresar nuestra opinión o aquello que nos agrade. Se harán la ilusión de seguir las opiniones del periódico de su partido, y en realidad seguirán la bandera que nosotros enarbolaremos para que vayan tras ella.
Para dirigir en este sentido nuestro ejército de periodistas desarrollaremos un cuidado especial en la organización de esta obra. Bajo el nombre de Oficina central de la prensa organizaremos reuniones literarias en las que nuestros agentes, sin dejarlo conocer, darán la palabra de orden y las señales.
Discutiendo y objetando nuestras iniciativas de una manera superficial, y sin llegar al fondo de las cuestiones, nuestros órganos entablarán polémica con los periódicos oficiales para proporcionarnos el medio de hacer declaraciones más francas sobre puntos en los que no hayamos podido ser más explícitos en nuestras primeras declaraciones oficiales.
Estos ataques tendrán, además, otro fin muy importante: nuestros súbditos se creerán con las necesarias garantías para poder hablar libremente y esto, por otra parte, dará a nuestros agentes ocasión para afirmar que los órganos que se declaran contra nosotros no hacen otra cosa que charlar, supuesto que no pueden presentar razones de peso para refutar seriamente nuestras medidas y disposiciones. Estos procedimientos inadvertidos por la opinión pública, pero seguros, nos atraerán seguramente la atención y la confianza del público.
Merced a ellos encenderemos o calmaremos los ánimos en las cuestiones políticas; los persuadiremos o los desconcertaremos publicando unas veces la verdad, otras la mentira; ya confirmando los hechos o rectificándolos, según la impresión que sea necesario provocar en el público, pero siempre tanteando el terreno antes de asentar en él el pie-Venceremos a nuestros adversarios infaliblemente, porque ellos no tendrán a su disposición periódicos en los que puedan emitir sus ideas hasta llegar al fin de una polémica, en virtud de las providencias tomadas por nosotros, de las que ya antes tratamos.
En cambio, nosotros no tendremos necesidad de refutarlos seriamente. En nuestros periódicos oficiales refutaremos enérgicamente los artículos que, como globos exploradores, lanzaremos en nuestros órganos clasificados en la tercera categoría, cuando sea necesario.
Ya desde ahora, en las filas del periodismo francés, por lo menos, existe una solidaridad Francmasónica. Todos los órganos de la prensa están ligados entre sí por el secreto profesional: a semejanza de los antiguos augures, ninguno de sus miembros dejará escapar el secreto de sus conocimientos, a menos que reciba la orden de quien puede dársela.
Ningún periodista se resolverá a traicionar este secreto, porque nadie es admitido a este gremio si no tiene en su vida pasada alguna tacha vergonzosa e infamante; y estas notas infamantes, al punto que se cometa la traición, serían reveladas. Mientras que esas infamias ocultas son el secreto de algunos, la aureola del periodista atrae la opinión de la mayoría del pueblo, que los sigue con entusiasmo.
Nuestros cálculos y proyectos se extienden no sólo a las grandes capitales, sino también a las provincias. Es necesario que también en ellas excitemos esperanzas y aspiraciones opuestas a las que excitemos en la capital, a la que inspiraremos las esperanzas y aspiraciones espontáneas de las provincias. Claro es que la fuente de unas y de otras será siempre la misma, es decir, nosotros.
Mientras no tengamos por completo el poder en nuestras manos, muchas veces tendremos necesidad de que las capitales sean arrolladas por la opinión de las provincias, esto es, de las mayorías manejadas por nuestros agentes.
Es preciso que las capitales, en el momento psicológico, no discutan los acontecimientos por el solo hecho de haberlos aceptado la mayoría de las provincias. Al entrar en el nuevo régimen que preparará nuestro reinado, no podemos admitir que la prensa haga pública la criminalidad: precisa hacer creer que el nuevo régimen tiene a todos de tal manera satisfechos, que aun los crímenes han desaparecido.
Los casos que puedan poner de manifiesto esa criminalidad, quedarán ignorados de todos, si no es de sus víctimas, de sus autores y de los testigos accidentales.
PROTOCOLO XIII:
La necesidad del pan de cada día (el "Yugo del Pan").- Las cuestiones políticas.-Las cuestiones industriales.- Las casas públicas.- La verdad es una.- Los grandes problemas.-
La necesidad del pan de cada día hace a los Goim (los Gentiles) callar, y los convierte en nuestros humildes servidores. Los agentes, sacados de entre ellos por nuestra prensa, discutirán bajo nuestras órdenes todo aquello que nos sería molesto publicar directamente en documentos oficiales, y nosotros, entretanto, aprovechando el ruido provocado por estas discusiones, tomaremos las medidas que juzguemos convenientes y las presentaremos al público como un hecho consumado.
Nadie tendrá el atrevimiento de reclamar la anulación de lo que se haya decidido, tanto más que esto será presentado como un progreso. La prensa, por otra parte, llamará la atención hacia otras nuevas cuestiones; ya hemos acostumbrado a los hombres a esto, como sabéis, a buscar siempre novedades.
Algunos imbéciles, creyéndose instrumentos del DESTINO, se lanzarán sobre estas nuevas cuestiones, en las que no entienden palabra de lo que intentan discutir.
Las cuestiones políticas no son asequibles a nadie, sino a los que han creado la misma política y desde hace siglos la vienen dirigiendo. Por aquí veréis que sondeando la opinión de las multitudes no hacemos más que facilitar la realización de nuestros designios y podéis notar que simulamos buscar la aprobación no de nuestras acciones, sino de nuestras palabras pronunciadas en tal o cual ocasión.
Continuamente estamos proclamando que en todas nuestras providencias y disposiciones no tenemos más norte ni más guía que la esperanza unida a la certeza de ser útiles al bien común. Para distraer a los hombres demasiado inquietos de las cuestiones políticas les pondremos delante las pretendidas nuevas cuestiones industriales. Que desahoguen sus furias sobre estos nuevos temas.
Las masas consentirán en permanecer inactivas y en descansar de su pretendida actividad política (a que nosotros mismos las hemos acostumbrado para luchar por medio de sus intermediarios con los gobiernos de los Gentiles) bajo la condición de tener nueva ocupación; nosotros les señalaremos casi la misma dirección política. Con el objeto de que no lleguen a nada por medio de la reflexión, les distraeremos de pensar en cosas serias por medio de las diversiones, de los juegos, de los pasatiempos, de las satisfacciones de las pasiones, de las casas públicas...
Muy pronto propondremos por medio de la prensa concursos de arte, de belleza, de deportes..., de todo. Estas futilezas alejarán definitivamente los ánimos de ciertas cuestiones en las que nos sería molesto entrar en lucha con ellas.
Los hombres cada día pierden más la costumbre de pensar por sí mismos y acabarán por hablar haciendo coro a nuestras ideas, porque seremos los únicos que fijemos rumbos al pensamiento..., por mediación de personas tales que, ya se comprende, no se creerá que somos solidarios de ellas.
El papel de los utopistas liberales acabará definitivamente cuando nuestro gobierno sea reconocido. Hasta entonces nos prestarán un buen servicio.
Por eso todavía ahora seguimos impulsando y estimulando a las inteligencias a inventar toda clase de teorías fantásticas, nuevas y que dan en llamar progresistas, porque hemos trastornado la cabeza a esos imbéciles Gentiles con éxito completo por medio de esa palabreja: PROGRESO, y no existe entre ellos uno solo que vea que tras de esta palabra se oculta un error en todos los casos en que se trate de inventos materiales, pues LA VERDAD ES UNA Y NO SABE NI PUEDE PROGRESAR EL PROGRESO, COMO UNA IDEA FALSA, SIRVE PARA OSCURECER LA VERDAD A FIN DE QUE NADIE LA CONOZCA FUERA DE NOSOTROS, LOS ELEGIDOS POR DIOS, LOS DEPOSITARIOS DE LA VERDAD.
Cuando llegue nuestro reinado, nuestros oradores disertarán acerca de los grandes problemas que han conmovido a la humanidad para traerla finalmente bajo nuestro dominio.
¿Quién podrá entonces poner en duda que todos esos grandes problemas fueron planteados por nosotros, siguiendo un plan político que nadie pudo adivinar ni sospechar siquiera en el transcurso de tantos siglos?.
PROTOCOLO XIV:
La Religión del porvenir.- La esclavitud futura.- Imposibilidad de conocer los misterios la Religión del porvenir.- La Pornografía y el porvenir de la palabra impresa.
Al advenimiento de nuestro reinado no reconoceremos la existencia de ninguna religión fuera de la de nuestro Dios único, con el que nuestros destinos están ligados íntimamente, porque somos el Pueblo Escogido, por el cual este mismo destino está unido a los de todo el mundo. Por esto tenemos que destruir todas las creencias. Si éstas han podido dar origen al Ateísmo contemporáneo, este estado transitorio no perjudica nuestros objetivos, sino que servirá de ejemplo a las generaciones que oirán nuestras predicaciones sobre la Religión Mosaica, cuyo sistema estoico y perfectamente concebido nos ha dado por resultado la conquista de todos los pueblos de la tierra.
Haremos ver así su verdad mística en la que podemos decir descansa toda su fuerza educadora. Publicaremos entonces en todas las ocasiones artículos en los que haremos comparación de nuestro benéfico gobierno con los del pasado. Los errores de los gobiernos de los Gentiles serán pintados con los más vivos colores. Tanto horror y repugnancia hacia ellos provocaremos, que los pueblos preferirán el descanso de la esclavitud a los famosos derechos de la Libertad que por tanto tiempo los trajeron atormentados y los privaron hasta de los medios necesarios de subsistencia; que los hicieron ser explotados por una turba de aventureros, sin poder siquiera saber qué era lo que hacían...
Los cambios inútiles de gobierno, a los que continuamente empujábamos a los Gentiles, mientras minábamos sus instituciones, dejarán de tal manera cansados a los pueblos en esta época, que más querrán soportar cualquier cosa de nuestra parte que correr de nuevo el riesgo de nuevas agitaciones.
Haremos notar especialmente los errores de los gobernantes que figuran en la historia, que sin haber producido un verdadero bien a la humanidad, torturaron durante tantos siglos a los pueblos para correr en pos de ilusorios bienes sociales, sin darse cuenta de que sus proyectos en vez de mejorar las relaciones de la vida humana las empeoraban.
Nuestros filósofos discutirán todas las deficiencias de las creencias cristianas; pero nadie jamás podrá discutir nuestra religión desde su verdadero punto de vista, porque nadie la conocerá en su fondo, a excepción de nuestros sabios, que nunca ni por nada osarán revelar sus secretos. En los pueblos que se tienen por adelantados, crearemos una literatura obscena, lúbrica, abominable. La fomentaremos todavía por algún tiempo antes de nuestra llegada al poder, para hacer resaltar el contraste entre nuestros discursos y programas y aquellas torpezas y obscenidades.
Nuestros sabios, educados para gobernar a los Gentiles, compondrán discursos, memorias, proyectos que nos darán el necesario influjo sobre las inteligencias y nos permitirán encauzar sus actividades hacia las ideas y conocimientos que queramos imponerles.
PROTOCOLO XV:
Golpe de estado mundial en un solo día.- Las sentencias de muerte.- La futura suerte de los Francmasones.- Carácter místico del poder.-Multiplicación de las logias masónicas.- El gobierno central de los sabios.- Al asunto Azeff.- La Francmasonería, guía de todas las sociedades secretas.- Importancia del éxito público.- El colectivismo.- Las víctimas.- Sentencias de muerte de los Francmasones.- Desprestigio de las leyes y de la autoridad.- La predestinación.- Brevedad y claridad de las leyes del futuro reino.- Obediencia a la autoridad.- Medidas contra el abuso del poder.- Crueldad en los castigos.- Límite de edad para los jueces.- El liberalismo de los jueces y del poder.- El dinero del mundo.- Absolutismo de la Masonería.- Derecho de Casación.- Aspecto patriarcal del futuro gobierno.-Deificación del mismo.- El derecho del más fuerte, derecho único. - El rey de Israel, patriarca del Mundo.
Cuando al fin comencemos a reinar con la ayuda de golpes de estado preparados en todas partes para el mismo día, después de la confesión definitiva de la nulidad de todos los gobiernos existentes (y para que esto llegue pasará todavía algún tiempo, tal vez un siglo), impediremos que se conspire contra nosotros. Para ello condenaremos a muerte a todos aquellos que acojan nuestro advenimiento al poder con las armas en la mano.
Toda creación de una nueva sociedad secreta, sea la que fuere, será castigada con la pena de muerte. Las que existen ahora y que nos son conocidas, quedarán igualmente abolidas, no obstante que nos han servido y tienen aún que servirnos, y serán desterradas a los continentes más lejanos de Europa. Esta es la conducta que habremos de seguir con los Francmasones Gentiles que saben demasiado; a los que perdonemos por cualquier razón, los mantendremos bajo un perpetuo terror del destierro.
Promulgaremos una ley, según la cual, todos los antiguos miembros de sociedades secretas deberán abandonar a Europa, centro de nuestro gobierno. Las resoluciones de nuestro gobierno serán definitivas y sin que quepa apelación contra ellas. En las sociedades cristianas en las que hemos sembrado tan profundas raíces de discusiones y protestas, no se puede restablecer el orden, sino por medidas muy severas y que manifiesten un poder inflexible; es inútil tomar en cuenta el número de víctimas que caigan en vista del bien que de tales castigos ha de resultar.
El deber de todo gobierno que tiene conciencia de su personalidad y de su ser es no solamente gozar de los privilegios, sino cumplir los deberes que como gobierno tiene y procurar el bien común, aunque sea a costa de enormes sacrificios. Para que un gobierno sea verdaderamente fuerte, inconmovible, es necesario que haga brillar el prestigio de su poder, lo que no se obtiene sino por la inflexibilidad majestuosa de su fuerza, que ha de llevar consigo las señales de la inviolabilidad mística de la elección divina.
Tal era hasta hace poco tiempo la autocracia rusa, que constituía nuestro único enemigo serio en el mundo con el Pontificado de la Iglesia Católica. Recordad el ejemplo de Italia inundada de sangre, que no tocó, sin embargo, un solo cabello de la cabeza de Sila que tanta de esa sangre había derramado. Sila, a los ojos del pueblo, era como un Dios por su poder; y, a su audaz regreso a Italia, ese pueblo martirizado por él, lo deificó, lo hizo intocable... Así el pueblo no se atreve a tocar a quien ha sabido hipnotizarlo por su valor y su fuerza de voluntad.
Mientras llega el tiempo de nuestra dominación, crearemos y multiplicaremos las logias masónicas en todos los países del mundo, atraeremos a ellas a todos los que son y pueden ser agentes aptos. Estas logias formarán nuestro principal centro de enseñanzas y el medio mejor de nuestra influencia y difusión de nuestras actividades. Concentraremos todas esas logias en un gobierno solamente conocido por nuestros sabios. Las logias tendrán su representante, detrás del cual quedará oculto el gobierno de que hablamos, y ese representante será el que dé la palabra de orden y el programa. Formaremos en esas logias el núcleo de todos los elementos revolucionarios y liberales.
En su composición caben como elementos todas las clases sociales. Los proyectos políticos más secretos nos serán conocidos y caerán bajo nuestra dirección aun antes que aparezcan. En el número de miembros de esas logias estarán casi todos los agentes de policía nacional e internacional (como sucedió en el asunto Azeff), pues sus servicios son insustituibles para nosotros; la policía puede no solamente tomar providencias contra los recalcitrantes, sino también encubrir y solapar nuestros actos, crear pretextos de descontento, etc.. Los que ingresan en las sociedades secretas, de ordinario son los ambiciosos, los aventureros, y en general, hombres ligeros en su mayor parte, con los cuales no tendremos dificultad para ponernos de acuerdo para la realización de nuestros proyectos.
Si se producen desórdenes, esto será indicio de que tenemos necesidad de provocarlos para destruir una solidaridad excesiva. Si surge algún complot en su seno, al que hay que señalar como verdadero autor no hay que ir a buscarlo sino entre nuestros más fieles servidores. Es natural que sea alguno de nosotros, pues nadie más que nosotros manejamos los asuntos de la masonería, porque sabemos a dónde vamos, conocemos el objetivo final de toda acción, mientras que los Gentiles nada saben, ni aun del resultado inmediato; ordinariamente se contentan con un éxito momentáneo de amor propio en la ejecución de sus planes, sin fijarse siquiera en que esos planes no se deben a su iniciativa, sino que les fueron sugeridos por nosotros.
Los Gentiles entran en las logias por curiosidad, o si no, con la esperanza de que ello les sirva para poder obtener un puesto en el banquete del presupuesto público; algunos, para tener oportunidad de poder expresar públicamente sus sueños irrealizables que no pasan de desvaríos; están sedientos de la emoción que produce el éxito, y acarrean los aplausos, cosas de que nunca nos mostramos parcos ni avaros. También les proporcionamos éxitos, para aprovecharnos de la satisfacción que sienten de sí mismos, la que a la vez nos proporciona la facilidad de que estos hombres acepten nuestras sugestiones sin recelo ni precaución alguna y enteramente convencidos de que expresan sus propias ideas y de que son incapaces de apropiarse las de otros...
No podéis imaginaros cómo se puede llevar a los Gentiles más inteligentes hasta la más inconsciente simplicidad a condición de dejarlos satisfechos de sí mismos y al mismo tiempo, cuan fácil es desanimarlos con el más insignificante fracaso, aunque no sea sino negándoles el aplauso, y lo fácil que es someterlos a la más servil obediencia a fin de obtener un nuevo éxito...
Mientras los nuestros tienen en poco el éxito con tal que logren realizar sus designios, los Gentiles están prontos a sacrificar todos sus proyectos a cambio de un éxito ruidoso. Esta psicología nos facilita notablemente el trabajo de dirigirlos. Tigres en apariencia, tienen almas de cordero y sus cabezas están completamente vacías.
Les hemos dado como distintivo bufonesco el sueño o desvarío de la absorción de la individualidad humana por la unidad simbólica del colectivismo; y ellos no han comprendido, ni comprenderán en mucho tiempo, que esta bufonada es una violación evidente de la más importante de las leyes de la naturaleza, que creó después del primer día de la creación, cada ser distinto de los demás, precisamente para que su distinción afirmara su individualidad.
El que nosotros hayamos podido inducirlos a aceptar ciegamente esta necedad ¿no prueba con evidencia palpable hasta qué punto su inteligencia es inferior a la nuestra? Esta circunstancia es la principal garantía de nuestros éxitos. ¡Con qué claridad vieron las cosas nuestros sabios al decir que para llegar a nuestro fin no debíamos detenernos ante los medios ni contar el número de víctimas sacrificadas!
¡NOSOTROS NO HEMOS CONTADO A LOS IMBÉCILES GENTILES Y AUNQUE HAYAMOS SACRIFICADO A MUCHOS DE LOS NUESTROS, HEMOS DADO SOBRE ESTA TIERRA A NUESTRO PUEBLO UN PODER QUE JAMÁS SE HABRÍA ATREVIDO A SOÑAR!
Las víctimas, relativamente pocas de los nuestros, lo han salvado de su ruina. La muerte es el fin inevitable de todos. Mejor es acelerar el fin de aquellos que ponen obstáculos a nuestra obra, que no el de nosotros que somos los que a esa obra hemos dado el ser.
A los Francmasones les damos muerte de manera que nadie, excepto sus hermanos, ni aun las mismas víctimas, pueden sospechar de su condenación; todos mueren, cuando es necesario, como de una enfermedad natural... Sabiendo esto, ni la hermandad misma se atreve a protestar. Estas medidas han desterrado y extirpado de la masonería todo germen de protesta.
A pesar de que a los Gentiles predicamos el liberalismo, a nuestro pueblo y a nuestros agentes los tenemos bajo una obediencia absoluta. Gracias a nuestra influencia, la ejecución de las leyes de los Gentiles ha quedado reducida al mínimum. El prestigio de la ley está minado por las interpretaciones liberales que nosotros hemos introducido. En las causas y cuestiones políticas v de principios, los tribunales deciden como nosotros les ordenamos; ven las cosas a la luz que nosotros les presentamos. Para todo esto nos servimos, como intermediarios, de personas con las que nadie cree que tenemos nada de común; nos servimos de la opinión, de la prensa y de otros medios.
Los senadores mismos y la administración superior aceptan ciegamente nuestros consejos. La inteligencia netamente animal de los Gentiles es incapaz de análisis y observación, y más todavía, de prever hasta dónde puede llegar una cierta manera de presentar las cuestiones. En esta diferencia de aptitudes que hay entre nosotros y los Gentiles para pensar, se puede ver claramente el sello de nuestra elección y la marca de nuestra humanidad.
La inteligencia de los Gentiles es instintiva, animal. Ellos ven, mas no prevén ni inventan (excepto cosas materiales). Por aquí se ve claramente que la naturaleza misma nos tiene destinados a dirigir y gobernar el mundo. Llegado el tiempo que gobernemos abiertamente y que mostremos al pueblo los beneficios de nuestro gobierno, compraremos todas las legislaciones: nuestras leyes serán breves, claras, sólidas, sin comentarios y tales que todos las pueden conocer. La nota sobresaliente de ellas será la obediencia a las autoridades llevada a un grado sumo.
Entonces desaparecerán todos los abusos como consecuencia de la responsabilidad de todos, hasta el último, ante la autoridad superior del representante del poder. Los abusos de autoridad de los funcionarios inferiores serán castigados con tal severidad, que a nadie le quedarán deseos de ensayar sus propias fuerzas.
Seguiremos con ojo vigilante cada acto de la administración de que depende el mecanismo de la máquina de gobierno, pues el libertinaje en el gobierno produce el libertinaje en todas las clases. Todo caso de ilegalidad y todo abuso será castigado de manera ejemplar. El encubrimiento, la complicidad solidaria entre los funcionarios, desaparecerán con los primeros ejemplos de un castigo riguroso.
El prestigio de nuestro gobierno exige castigos eficaces, es decir, crueles, por la menor infracción de las leyes, pues toda infracción es un atentado al alto prestigio de la autoridad. El que resulte condenado será indefectiblemente castigado por su delito; será como el soldado caído en el campo de batalla gubernativo, por la autoridad, los principios y las leyes que no toleran que los intereses privados especulen con los cargos públicos, ni aun tratándose de los que guían el carro de la Sociedad.
Nuestros jueces sabrán que si buscan el elogio de una imprudente blandura, violan la ley de la Justicia que ha sido instituida para ordenar a los hombres por medio del castigo de los delitos, y no para que el juez haga ostentación de la bondad de su alma.
Es permitido hacer esas manifestaciones de bondad y de estas cualidades en la vida privada, pero no en el campo de la vida pública, que es como la base y fundamento de la educación de la vida humana. Nuestro personal judicial no prestará servicios pasados los cincuenta años de edad, pues los ancianos son más obstinados en sostener sus opiniones preconcebidas y están menos dispuestos a obedecer las nuevas ordenanzas, y en segundo lugar, porque esto nos permitirá más fácilmente renovar el personal, que así nos será más sumiso: quien quiera conservar su empleo, deberá obedecer ciegamente para merecer este favor.
Generalmente, nuestros jueces serán escogidos exclusivamente por nosotros entre aquellos que comprendan que su papel es el de castigar y aplicar leyes; no el de hacer ostentación de liberalismo con detrimento del Estado, como lo hacen al presente los Gentiles. Los cambios de personal servirán también para afirmar la solidaridad de los colegas y los tendrán a todos más estrechamente ligados a los intereses del gobierno del que depende su suerte. La nueva generación de jueces será educada de tal manera que considerará inadmisibles los abusos que puedan atacar el orden establecido en las relaciones de nuestros súbditos entre sí.
Hoy, los jueces Gentiles, no teniendo una idea exacta de su deber, se manifiestan indulgentes con todos los crímenes, porque los actuales gobernantes, al nombrar para este cargo a los jueces, no tienen cuidado de inspirarles el sentimiento de ese deber y la conciencia de la labor que su cargo exige.
Así como los animales hacen salir a su prole en busca de la presa, los Gentiles confían a sus súbditos estos puestos proporcionándoles una buena renta, sin preocuparse de hacerles comprender el fin para que tales cargos han sido establecidos. Por eso los gobiernos se destruyen a sí mismos con sus propias fuerzas y con los actos de su administración. Saquemos, pues, del resultado ya conocido de estos actos una lección más para nuestro gobierno.
Desterraremos el liberalismo de todos los cargos importantes de nuestra administración; de esto dependerá la educación de nuestros subordinados con relación al orden social. A esos cargos serán admitidos solamente los que hayan sido educados para ellos por nosotros. Se nos podrá objetar que el retiro de los funcionarios ocasionará fuertes gastos al Erario. Respondemos desde luego que previamente se les proporcionará un empleo particular para compensarlos del que se les quita en la administración pública; y en segundo lugar, que estando en manos de nuestro gobierno todo el dinero del mundo, éste no teme los gastos excesivos.
Nuestro absolutismo será consecuente en todo. Por esta razón nuestra poderosa voluntad será respetada y ejecutada sin objeción alguna siempre que ordenemos. No tendrá ella en cuenta murmuraciones ni descontentos; cualquier rebeldía será reprimida con castigos ejemplares. El derecho de casación quedará abolido, sin que nadie, sino nosotros, los gobernantes, pueda recurrir a él, porque no debemos permitir que nazca en el pueblo la idea de que haya podido dictarse una sentencia injusta por jueces que han sido nombrados por nosotros. Si algo de esto llegase alguna vez a suceder, nosotros mismos casaremos la sentencia; pero aplicando al mismo tiempo al juez un castigo tan ejemplar, por no haber sabido comprender su deber y su cargo, que semejantes casos no se repetirán.
Una vez más insisto en que nosotros tendremos conocimiento de todos los pasos de nuestra administración, que basta vigilar para que el pueblo esté contento de nosotros, porque hay derecho de exigir a un buen gobierno buenos funcionarios. Nuestro gobierno tendrá, por su parte, cierta semejanza con una tutela patriarcal o paternal. Nuestro pueblo y nuestros súbditos verán en él un padre que conoce a fondo todas las necesidades, todos los actos, todas las relaciones de sus súbditos entre sí y con el gobierno.
Con esto, los súbditos se penetrarán de tal manera del pensamiento de que es imposible evadir esta tutela y dirección, si quieren gozar de paz y de tranquilidad, que reconocerán la autocracia de nuestro gobierno con un respeto que toque en adoración, principalmente cuando se convenzan de que nuestros funcionarios no deben al pueblo el cargo que desempeñan y en desempeñarlo no hacen más que cumplir ciegamente las leyes.
Quedarán contentos nuestros súbditos de que hayamos reglamentado todo en su vida social, como lo hacen los padres prudentes que quieren educar a sus hijos en el sentimiento del deber y de la obediencia. Pues, los pueblos con relación a nuestra política, y sus secretos, son hijos menores eternamente, como ahora lo son los actuales gobiernos.
Como veis, yo establezco como base de nuestro despotismo el derecho y el deber: el derecho de exigir el cumplimiento del deber, es el primer deber de un gobierno, que es un padre para sus súbditos. El tiene el derecho del más fuerte, y debe usar de él para dirigir a la humanidad hacia el orden establecido por la naturaleza, hacia la obediencia. En el mundo todo obedece, excepto el hombre, a lo menos a las circunstancias, o a su propia naturaleza, o al más fuerte en todo caso.
Seamos, pues, EL MAS FUERTE en atención al bien.
Debemos saber sacrificar sin vacilaciones a los individuos aislados, violadores del orden establecido, porque hay una gran fuerza educadora en el castigo ejemplar del mal. Si el rey de Israel pone sobre su frente la corona que le ofrecerá Europa, él será el patriarca del mundo. Las víctimas necesariamente sacrificadas por él para que pudiera llegar a este trono, no igualarán jamás en número, a los sacrificados durante tantos siglos de locura y de grandezas por la rivalidad de los príncipes y gobiernos Gentiles.
Nuestro rey estará en contacto constante con el pueblo; le dirigirá la palabra desde la tribuna, y la ya citada oficina central de noticias difundirá simultáneamente su palabra por todo el mundo.
PROTOCOLO XVI:
Las universidades inofensivas.- El Clasicismo sustituido.- La educación y la profesión.- Reclame de la autoridad del gobierno en las escuelas.-Abolición de la enseñanza libre.- Las nuevas teorías.- La independencia del pensamiento.- Enseñanza por imágenes.
Con el fin de destruir todas las fuerzas colectivas, excepto las nuestras, suprimiremos las universidades, primera etapa del colectivismo, y fundaremos otras con un espíritu nuevo. Sus jefes y profesores serán preparados secretamente en su labor, por programas de acción secretos y minuciosos, sin poder apartarse de ellos en ningún punto. Serán nombrados con especial prudencia y en todo dependerán del gobierno. Excluiremos de la enseñanza el Derecho Cívico, así como todo lo demás que tenga relación con las cuestiones políticas.
Estas materias serán enseñadas a unas cuantas decenas de individuos seleccionados en virtud de sus aptitudes sobresalientes. Las universidades no deben dejar salir de sus aulas a esos picos de oro forjadores de constituciones como si compusieran comedias o tragedias y que se ocupan en cuestiones políticas de las que ni sus padres comprendieron jamás una palabra. El falso conocimiento que tienen los hombres de esta materia, las más veces ha dado origen a los utopistas y a los malos ciudadanos: a vuestra vista está lo que la educación general de hoy ha hecho de los Gentiles.
Hemos tenido necesidad de inyectar en su educación todos esos principios que tan brillantemente nos han servido para debilitar su orden social. Pero una vez que nos hayamos adueñado del poder, proscribiremos de la educación todas las materias de enseñanza que pueden traer el desorden, y haremos de los jóvenes, niños obedientes a las autoridades y amantes de los que gobiernan, como un apoyo y una esperanza de paz y de tranquilidad.
Reemplazaremos el Clasicismo, haciendo otro tanto con el estudio de la historia antigua que presenta más ejemplos malos que buenos para el estudio del programa del porvenir. Borraremos de la memoria de los hombres todos los acontecimientos de los siglos pasados que no nos son gratos, no conservando sino los que dan a conocer las faltas de los gobiernos Gentiles.
La vida práctica, el orden social natural, las relaciones de los hombres entre sí, la obligación de evitar los malos ejemplos del egoísmo, que siembran la semilla del mal, y otras cuestiones semejantes de carácter pedagógico quedarán en la primera línea del programa del porvenir, en la enseñanza de cada profesión, que según ella sea, será distinto, y que no generalizará la enseñanza bajo cualquier pretexto.
Esta forma de plantear la cuestión tiene una importancia particular. Cada clase social debe ser educada dentro de los límites precisos, de conformidad con el destino y el trabajo que le son propios. Los genios potentes siempre han sabido y sabrán deslizarse entre las otras clases; pero dejar entrar en clase extraña a los que pueden considerarse como valores negativos, permitirles usurpar el lugar que correspondería a otros por el nacimiento y la profesión al igual que a esos mismos genios excepcionales, es una verdadera locura.
Vosotros sabéis qué consecuencias ha tenido para los Gentiles este absurdo manifiesto. Para que el gobierno tenga el lugar que le corresponde en los corazones y el ánimo de sus súbditos, es necesario que mientras dure se le enseñe al pueblo en las escuelas y en las plazas públicas la importancia del gobierno y cuáles son sus deberes, y en qué cosas su actividad puede contribuir al bienestar del mismo pueblo. Aboliremos toda enseñanza libre.
Los estudiantes tendrán el derecho de unirse con sus padres en los establecimientos escolares, como se acostumbra hacerlo en los clubs y en los días de fiesta, los profesores darán conferencias, de las llamadas libres, acerca de las relaciones de los hombres entre sí; sobre las leyes de la imitación; sobre los malos resultados de la competencia ilimitada; en fin, sobre filosofía de las nuevas teorías que el mundo todavía no conoce.
Haremos de estas teorías un dogma y nos serviremos de ellas para atraer a los hombres a nuestra fe.
Al terminar la exposición de nuestro programa de acción en el presente y en lo futuro, os expondré las bases de esas teorías. En una palabra, sabiendo por la experiencia de muchos siglos, que los hombres viven y se dirigen por las ideas; que éstas no les son inculcadas sino por la educación impartida con igual resultado a todas las edades con procedimientos diferentes, entiéndase bien: nosotros adoptaremos y nos asimilaremos en provecho nuestro los últimos resplandores o destellos del pensamiento independiente que desde tiempo atrás venimos dirigiendo hacia las materias e ideas que nos son necesarias.
El sistema de represión del pensamiento ya está en vigor en el método llamado Enseñanza por medio de la imagen, que debe transformar a los Gentiles en animales dóciles, que no piensen, que necesiten la representación por las imágenes para comprenderlas...
En Francia, uno de nuestros mejores agentes, Bourgeois, ha divulgado el nuevo programa de educación por medio de la imagen.
PROTOCOLO XVII:
El Foro.- Influencia de los sacerdotes Gentiles.- La libertad de conciencia.- El rey de los Judíos, Patriarca y Pontífice.- Medios de lucha entre la Iglesia existente.- Problemas de la prensa contemporánea.- Organización de la policía.- La policía voluntaria.- El espionaje conforme al modelo judío.- Los abusos del poder.
El Foro ha producido hombres crueles, fríos, testarudos, sin principios, que se colocan siempre en un terreno impersonal netamente legal. Se proponen a todo trance la defensa y no el bien social. De ordinario no rehúsan defensa alguna tratando de obtener la más alta recompensa por su labor y aferrándose a las argucias de la jurisprudencia: esto es, lo que ha desmoralizado a los tribunales. Por todo esto, permitiendo esta profesión dentro de ciertos límites, haremos a sus miembros funcionarios ejecutivos.
A los abogados, lo mismo que a los jueces, se les privará del derecho de comunicarse con los litigantes: recibirán las causas del tribunal; las estudiarán según las memorias y los documentos de los relatos judiciales, defendiendo a sus clientes conforme a los interrogatorios del tribunal, una vez que esté terminado el esclarecimiento de los hechos. Los honorarios que percibirán serán independientes de la calidad de la defensa. De esta manera tendremos un defensa honesta e imparcial, dirigida no por el interés, sino por la convicción.
Esto suprimirá también la corrupción actual de los asesores, a los que no consentiremos más que en el caso que aquel que pague sea el que gane una causa. Hemos tenido buen cuidado de desacreditar la clase de los sacerdotes Gentiles y de desorganizar por este medio su ministerio, que mucho podría en la actualidad perjudicarnos.
Su influencia sobre los pueblos decrece más cada día. La libertad de conciencia está hoy proclamada en todas partes. Por lo tanto, sólo algunos años tendremos que esperar para ver la ruina completa de la religión Cristiana; lograremos aún más fácilmente la completa extinción de las demás religiones; pero es demasiado pronto para hablar de ello.
Al clericalismo y a los clericales los meteremos dentro de marcos tan estrechos, que su influencia será casi nula en relación con la que tuvieron en épocas pasadas. Pero, cuando los pueblos se echen encima de ellos asumiremos el papel de defensores para evitar el derramamiento de sangre. Por esta línea curva, penetraremos dentro de la fortaleza, y por nada la abandonaremos hasta arruinarla completamente.
El rey de los judíos será el verdadero papa del universo, el patriarca de la Iglesia internacional. Pero mientras no hayamos educado a la juventud en las nuevas creencias de transición, y después en las nuestras, no tocaremos de una manera manifiesta a las iglesias cristianas existentes; pero lucharemos contra ellas por medio de la crítica, provocando las disensiones.
En general, nuestra prensa contemporánea revelará los negocios de estado, las religiones, la ineptitud de los Gentiles, todo ello en términos los más indecentes para infamarlos de todas maneras, COMO EXCLUSIVAMENTE SABE HACERLO EL GENIO DE NUESTRA RAZA.
Nuestro reinado será la apología del reinado de Vichnou, que es su símbolo: de nuestras cien manos cada una tendrá un resorte de la máquina social. Todo lo veremos sin la ayuda de la policía oficial, que tal como la hemos formado, en la actualidad no deja a los gobiernos Gentiles que vean todo lo que sería necesario.
Conforme a nuestro programa un grupo de terceras personas vigilará a los demás, y esto no por otro móvil que el sentimiento del deber y por servir al Estado voluntariamente. Entonces no se considerará deshonroso servir de espía y delator, sino algo digno de alabanza y premio; pero las delaciones mal fundadas serán cruelmente castigadas, para que no haya abusos en este sentido. Nuestros agentes serán sacados lo mismo de las altas clases sociales que de las bajas; de la burocracia que se divierte; de entre los editores, libreros, impresores, dependientes de comercio, obreros, cocheros, lacayos, etc.
Esta policía desprovista de derechos, sin autorización para obrar por sí misma, y por lo tanto, sin poderes, no hará otra cosa sino servir de testigo y presentar sus denuncias: la comprobación de las denuncias y las aprehensiones dependerán de un grupo de Directores de los asuntos policíacos, las aprehensiones serán efectuadas por el cuerpo de gendarmes y por la policía municipal. El que no presente su informe o denuncia de lo que haya visto u oído, sobre cuestiones políticas, será considerado igualmente como culpable del delito de encubridor o como cómplice, lo mismo que si hubiera cometido ambos delitos.
Del mismo modo que hoy nuestros hermanos están obligados bajo su responsabilidad, a denunciar ante la comunidad a los renegados o a toda persona que emprenda cualquier acción contraria a esa misma comunidad, así en nuestro reino universal será obligatorio para todos nuestros súbditos servir al Estado en esa misma forma. Esta organización destruirá los abusos de la fuerza, de la corrupción y todo aquello que nuestros consejos y nuestras teorías de los derechos del hombre han introducido en las costumbres de los Gentiles.
Pero ¿cómo si no hubiéramos podido obtener que se multiplicaran los motivos de desorden en sus gobiernos? ¿Por qué otros medios más aptos? Ciertamente, uno de los más importantes son los agentes a cuyo cargo está la conservación y el restablecimiento del orden.
A éstos hay que dejarlos en condiciones de que puedan manifestar y desarrollar sus malas inclinaciones y caprichos, de que abusen, en fin, de sus poderes, y al primer Jefe, aún de que pueda aceptar de vez en cuando sus vasos de vino.
PROTOCOLO XVIII:
Medidas de seguridad.- Vigilancia sobre los conspiradores.- Una guardia invisible es la ruina del poder.- La guardia del rey de los Judíos.- El prestigio místico del poder.- Prisión a la primera sospecha.
Cuando sea necesario aumentar las medidas de precaución por medio de la policía (que tanto desprestigian a los gobiernos), simularemos desórdenes y manifestaciones de descontento valiéndonos para ello de buenos oradores.
Las personas que efectivamente alimenten sentimientos contrarios a nosotros, se unirán a aquellos que van desempeñando el papel que nosotros les hemos encomendado. Esto nos dará pie para autorizar pesquisas, cacheos y vigilancias especiales, para las que nos valdremos, como agentes, de los servidores que hayamos entresacado de la policía de los Gentiles. Como la mayoría de los conspiradores lo son por amor al arte, y por fanfarronada, no les causa remos daño alguno mientras no lleguen a vías de hecho; lo único que haremos será tenerlos bien vigilados.
No hay que olvidar que el prestigio del poder se menoscaba si con frecuencia se descubren conspiraciones; esto implica una confesión de la impotencia del gobierno, o lo que es todavía peor, de la injusticia de su propia causa. Vosotros no ignoráis que el prestigio de los reyes y gobernantes Gentiles lo hemos destruido nosotros por medio de frecuentes atentados cometidos por nuestros agentes, que no son sino estúpidos borregos de nuestro rebaño; es cosa agradable impulsar al crimen por medio de unas cuantas fraséenlas de sabor liberal, con un tinte político.
Obligaremos a los gobernantes a reconocer su impotencia por las medidas de seguridad que se verán obligados a tomar manifiestamente, y por este medio, aminoraremos el prestigio.
Nuestro gobierno será custodiado por una guardia secreta, que casi nadie advertirá, porque no admitimos ni siquiera la idea de que pueda existir un partido o facción contrarios, que no esté en condiciones de combatir y que tuviera que cuidarse de ellos. Si admitimos esta idea, como lo hacen todavía los Gentiles, habríamos firmado una sentencia de muerte, si no la del soberano mismo, la de su dinastía en un porvenir no lejano.
Según las apariencias rigurosamente observadas, nuestro gobierno no se servirá del poder sino para bien del pueblo, y no para provecho personal ni de su dinastía. Así, guardando esta conducta honrada y decorosa, su poder será honrado y respetado y defendido por sus mismos súbditos; se le adorará bajo la idea de que el bienestar de cada uno de los súbditos depende del orden y de la economía social...
Cuidar al rey de una manera manifiesta y visible sería reconocer la debilidad de la organización del gobierno. Nuestro rey, cuando se encuentre en medio de sus súbditos, estará siempre rodeado de una multitud de hombres y mujeres que parecerán curiosos que ocupan las primeras filas cerca de él, por mera casualidad, y que detendrán las filas de los demás, como para evitar el desorden.
Esto será un ejemplo de moderación. Si entre la multitud hubiere algún pretendiente que se empeñe en hacer llegar al soberano su petición, esforzándose por abrirse paso a través del pueblo, los que se encuentren en las primeras filas deberán tomar la solicitud del peticionario de sus manos y a su vista hacerlo llegar a las del soberano, para que todos sepan que llegó a su destino y para que al mismo tiempo comprendan que hay un control, algo que impide que cualquiera pueda llegar hasta él.
Con la institución de una guardia oficial desaparece el prestigio místico del poder. Cualquier hombre dotado de cierta audacia se cree dueño del poder, el faccioso no desconoce su fuerza y acecha la ocasión de acometer cualquier atentado contra el poder. Cosa muy distinta decimos a los Gentiles en nuestro discurso.
Pero bien vemos cuáles han sido las consecuencias de las precauciones manifiestas y visibles. Arrestaremos a los criminales a la primera sospecha más o menos fundada: el temor de padecer un error, no debe ser motivo para darles facilidades de huida a individuos sospechosos de un delito o de un crimen político, crímenes y delitos para los que no tendremos consideración y debemos ser despiadados.
Si se puede, forzando un poco el sentido de las cosas, aceptar el examen de motivos en los crímenes ordinarios, no puede haber excusa ninguna para tolerar que alguien se ocupe en cuestiones políticas que nadie, fuera del gobierno, puede entender.
Ni aun todos los gobiernos actuales son capaces de entender la verdadera política.
PROTOCOLO XIX:
El derecho de petición y de iniciativa.- Los Partidos.- Los crímenes políticos juzgados por los tribunales.- Publicidad para los crímenes políticos.
Si no admitimos que nadie se ocupe directamente en política, en cambio, estimularemos todo informe o toda iniciativa que invite al gobierno a mejorar la condición del pueblo; lo que nos dará oportunidad de ver los defectos o fantasías e ilusiones de nuestros súbditos, a los que responderemos o con la ejecución del proyecto de que se trate, o con una refutación sensata que ponga de manifiesto la capacidad de sus autores.
Los partidos no son otra cosa que el ladrido de un perrito contra un elefante.
Para un gobierno bien organizado, no desde el punto de vista policial, sino social, el perrillo ladra al elefante porque ignora el lugar que le corresponde y su valor. Basta demostrar con un buen ejemplo la importancia de cada uno, para que los perrillos dejen de ladrar y se dediquen a menear el rabo tan pronto como ven a los elefantes.
Para despojar al crimen político del prestigio y la aureola del valor, llevaremos a los acusados por estos delitos al banquillo de los delincuentes vulgares, lo mismo que se lleva al ladrón, al asesino y a cualquier criminal despreciable. Entonces la opinión pública confundirá en su interior esta categoría de criminales políticos en la ignominia y vergüenza de los demás, y los castigará con igual menosprecio y repugnancia.
Nos hemos propuesto, y creo que lo conseguiremos, impedir a los Gentiles el que puedan ellos combatir los crímenes políticos de esta manera. Con este propósito, por medio de la prensa, en discursos públicos y por los manuales de historia escritos conforme a nuestras miras, hemos hecho LA PUBLICIDAD DEL MARTIRIO, lo que será aceptado por los facciosos a causa del bien común.
Tal reclamo ha aumentado los contingentes de liberales y a miles de Gentiles los ha alistado en nuestro ejército.
PROTOCOLO XX:
El programa financiero. - El impuesto progresivo.- Percepción progresiva por sellos o estampillas.- Depósito de papeles, valores y estancamiento del dinero. - Inspección.- Abolición de la representación.- Estancamiento de capitales.- Emisión de dinero.- El cambio del oro.- El cambio del costo del trabajo o de jornal.- Los presupuestos.- Los empréstitos del Estado.- La serie de papel a uno por ciento de interés.- Los papeles industriales.- Los gobernantes de los Gentiles.-Los favoritos.- Los agentes de los Franc-Masones.
Hablaremos hoy del programa financiero, que he reservado para final de mi informe como el punto más difícil, culminante y decisivo de nuestros planes. Al tratar este punto, os recordaré lo que ya se dijo en otra ocasión: que el conjunto de nuestros actos se resuelve por una cuestión de cifras.
Llegado el tiempo de nuestra dominación, nuestro gobierno, por su propia seguridad y conservación, evitará a toda costa sobrecargar a las masas populares con impuestos y no olvidará que su papel es el de padre y protector del pueblo. Pero, como la organización de un gobierno tiene un costo elevado, es necesario encontrar los medios adecuados para sostenerlo.
Para esto es preciso ir buscando con todo cuidado el equilibrio financiero. En nuestro gobierno el rey tendrá el goce aparente de la propiedad legal de todo cuanto hay en su Estado (lo que es fácil ejecutar) y podrá, por lo tanto, recurrir a la confiscación de cualquier suma de dinero que juzgue necesaria para regularizar la circulación de moneda en su Estado. Por donde se ve que las contribuciones deberán consistir principalmente en un impuesto progresivo sobre la propiedad. De esta suerte, los impuestos serán aumentados sin molestia y sin arruinar, en una proporción de tanto por ciento en relación a la propiedad, y a lo que cada cual posea.
Los ricos tendrán que comprender que su deber es poner a la disposición del Estado una parte de sus sobrantes, ya que él les da garantías y seguridades sobre el resto y el derecho de una ganancia honesta, y digo ganancia honesta, porque el control de la propiedad suprimirá todo robo legal. Esta reforma social debe venir de arriba y su tiempo ha llegado ya, pues se necesita como garantía de paz.
La contribución que se exige a un pobre diablo es una semilla de revolución y es perjudicial para el Estado que pierde un provecho de consideración por ir en pos de ruines ingresos y beneficios. Sin tener esto en cuenta, todavía hay algo más: el impuesto a los capitalistas disminuirá el acrecentamiento de riquezas en manos de particulares, en las que han estado concentradas actualmente por nosotros, para contrarrestar la fuerza de los gobiernos de los Gentiles, a saber, las finanzas del Estado.
Un impuesto progresivo producirá una renta mejor que el impuesto proporcional de la actualidad, que no nos sirve sino para provocar agitaciones y descontento entre los pueblos Gentiles. La fuerza que debe servir de base a nuestro rey ha de ser el equilibrio y estabilidad de la paz.
Es necesario que los capitalistas sacrifiquen una pequeña parte de sus rentas para asegurar el funcionamiento de la máquina del gobierno. Las necesidades del Estado, ellos son los que deben cubrirlas, pues sus riquezas les permiten hacerlo sin grave molestia. Esta medida destruirá el odio del pobre contra el rico, en el que aquél verá una fuerza financiera Útil al Estado, sostén de la paz y prosperidad, porque no podrá menos de ver que es el rico el que sufraga los gastos necesarios para obtener estos bienes.
Para que los contribuyentes de la clase pensante no reciban mayor disgusto por estos impuestos, se les dará cuenta del destino de esas sumas, exceptuando las que se distribuyan para las necesidades del trono y de las instituciones administrativas. La persona reinante no tendrá propiedad personal, puesto que todo lo que es del reino es de él, y habría una contradicción entre una y otra cosa: los recursos personales anularían el derecho de propiedad sobre las posesiones de todos.
Los parientes de la persona real, excepto sus herederos, a quienes sostendrá el Estado, deben colocarse como servidores del mismo o trabajar para adquirir el derecho de propiedad: el privilegio de pertenecer a la familia real no debe servirles de pretexto para saquear el Tesoro público.
La adquisición de una propiedad, la aceptación de una herencia, serán gravadas con un derecho progresivo de sellos o estampillas. La transmisión de una propiedad en dinero o de otra manera no declarada necesariamente nominal, será afectada de un impuesto de tanto por ciento, a cargo del anterior propietario desde el día de la transmisión hasta el día en que el fraude sea descubierto. Los títulos de traslación de dominio deberán ser presentados cada semana al fisco del lugar donde radique la propiedad, con la designación del nombre y apellidos de la familia y de los domicilios del nuevo y antiguo propietario.
Este registro no se exigirá sino cuando se trate de excedentes de una determinada cantidad: los gastos ordinarios de compraventa de artículos necesarios, no serán gravados más que con un derecho mínimo por cada unidad.
¡Calculad cuánto sobrepasarán los productos de estas impuestos a las actuales rentas de los estados Gentiles!. La caja de fondo del Estado deberá guardar cierto capital de reserva, y todo el sobrante de este capital deberá ser puesto en circulación. Con las reservas se organizarán trabajos públicos.
Como éstos son pagados de los recursos del Estado, de allí provendrá que la clase obrera se sentirá fuertemente adherida a los intereses del Estado y a las personas reinantes. Una parte de esas reservas también se destinará al pago de primas por inventos y producción de artículos.
Entonces, sobre esas cantidades fijadas y determinadas, ya no es necesario guardar una sola moneda en las cajas del Estado, pues el dinero se ha hecho para circular y todo estancamiento de dinero repercute en forma perjudicial sobre el funcionamiento del mecanismo del Estado; la falta de lubricación puede entorpecer la marcha normal de ese mecanismo. La situación de una parte del dinero en valores en papel ha producido justamente tal estancamiento.
Las consecuencias de este hecho se han dejado sentir bastante.
Tendremos también un tribunal de cuentas, en el que el gobierno, en cualquier tiempo, tendrá a su disposición el estado detallado de los ingresos y pagos de la nación, excepto el correspondiente al mes en curso no terminado y el del mes precedente, no expedido aún. El único individuo que no tiene interés en saquear las cajas del Estado es su dueño, el gobernante. Por esto su control hará imposibles las pérdidas, las filtraciones y los desfalcos.
La representación que roba un tiempo precioso a los gobernantes en recepciones y otros actos que exige la etiqueta, será suprimida, para que tenga tiempo para otros asuntos a fin de reflexionar sobre ellos y dominarlos. Su poder no quedará a merced de los favoritos que rodean el trono para darle mayor pompa y esplendor, pero que atienden más a sus propios intereses que a los del Estado. Las crisis económicas entre los Gentiles han sido promovidas por nosotros con el único fin de retirar la moneda de la circulación.
Capitales enormes quedaban estancados sustrayendo la plata y el oro de los Estados, que se veían obligados a dirigirse a estos mismos que sustraían esos capitales para obtener oro y plata. Estos empréstitos gravaban las finanzas de las naciones por el pago de los intereses, los que esclavizaban al capital.
La concentración de la industria en manos de los capitalistas que han dado muerte a la pequeña industria ha absorbido todas las fuerzas del pueblo y al mismo tiempo las del Estado. La emisión de moneda actualmente no está en general en proporción con el consumo por cabeza, y no puede, por lo mismo, satisfacer todas las necesidades de los obreros. La emisión de moneda debe estar en relación con el aumento de población, y es necesario que se tome en consideración a los niños, que consumen y cuestan desde que nacen.
La revisión de la acuñación de moneda es una cuestión esencial para el mundo entero. Vosotros sabéis que el patrón oro fue perjudicial para los Estados que lo adoptaron, pues éste no puede dar abasto al consumo o gasto de moneda de plata, mucho menos, cuando nosotros retiramos de la circulación la mayor cantidad posible de oro. Debemos introducir una moneda creada sobre el trabajo, que sea de papel o de madera.
Haremos una emisión de plata de acuerdo con las necesidades normales de cada individuo, aumentando esta cantidad a cada nacimiento y disminuyéndola a cada defunción. Todo departamento, todo distrito llevará sus cuentas con este objeto. Y para que no haya demoras en este envío de moneda argentífera para las necesidades del Estado, las cantidades y la fecha de su remisión deberán fijarse por medio de un decreto del gobierno, con lo que quedará anulada la protección del Ministerio de Hacienda, que no podrá favorecer a una región con perjuicio de otras.
Estas reformas que proyectamos, las presentaremos de manera que no provoquen alarma. Demostraremos la necesidad que hay de ellas como consecuencia del fango en que han caído los desórdenes de los Gentiles en materia hacendaría.
El primer desorden, diremos, consiste en que empiezan por establecer un simple presupuesto que va aumentando año por año; por esta sencilla razón se formula el presupuesto hasta la mitad del año; después se pide un presupuesto reformado que en tres meses es derrochado y todo acaba con un presupuesto de liquidación, y como el presupuesto del año siguiente es votado con arreglo al total del presupuesto general, y el déficit normal anual es de 50 por 100, el presupuesto anual se triplica cada diez años.
Merced a estos procedimientos aceptados por la inconsciencia de los Estados Gentiles, sus cajas se encuentran siempre vacías. Los empréstitos subsiguientes devoran el resto y llevan esos gobiernos a la bancarrota. Todo empréstito demuestra la debilidad del Estado y la incomprensión de sus derechos. Los empréstitos, como la espada de Damocles, están amenazando sobre la cabeza de los gobiernos, que en vez de tomar los que son únicamente necesarios de entre sus propios súbditos, mediante un impuesto provisional, acuden como mendigos con la mano extendida a implorar limosna a nuestros banqueros.
Los empréstitos exteriores son las sanguijuelas que nunca pueden ya despegarse del cuerpo del Estado y que están chupando, si no caen por sí solas o si el Estado no las arroja radicalmente. Pero los Estados Gentiles, lejos de arrancárselas, siguen aplicándoselas, aunque tengan que perecer a consecuencia de estas sangrías voluntarias.
En realidad, ¿qué es por otra parte lo que representa un empréstito, especialmente si éste es exterior? El empréstito es la emisión de letras de cambio del gobierno conteniendo una obligación a cierto interés proporcional al monto del capital por el que se hace el empréstito. Si el empréstito está tasado al 50 por 100, en veinte años el Estado ha pagado sin utilidad ninguna un interés igual al empréstito; en cuarenta años, una suma doble; a los setenta, una triple, y la deuda queda siempre sin amortizar.
Por aquí se verá que bajo la forma de un empréstito individual, el Estado toma hasta los últimos céntimos del pobre, invirtiéndolos en pagar a los ricos extranjeros de los que ha tomado prestado el dinero, en vez de ir acumulando sus riquezas para sus necesidades, sin pagar intereses. Si los empréstitos son interiores, los Gentiles no hacen otra cosa que traspasar el dinero de la bolsa del pobre a la caja de los ricos. Pero una vez que nosotros nos hemos ganado a las personas que nos eran necesarias para hacer que los empréstitos se traspasaran al exterior, todas las riquezas de los Estados pasaron a nuestras capas y todos los Gentiles quedaron reducidos a pagarnos este tributo de vasallaje.
Si la ligereza de los gobernantes Gentiles, en lo relativo a los negocios de Estado, si la corrupción de los ministros, o la ignorancia en materia hacendaría de otros gobiernos han abrumado a sus pueblos de deudas que no pueden reembolsar a nuestras cajas, debéis saber que esto también nos ha costado mucho dinero y grandes esfuerzos...
Nosotros no permitiremos el estancamiento de la moneda, y así no habrá obligaciones sobre el Estado a excepción de una serie de obligaciones al 1 por 100, a fin de que el pago de intereses no entregue el poder del Estado a las sanguijuelas que lo chupan. El derecho de emisión de valores quedará reservado exclusivamente a las compañías industriales que pagarán sin dificultad los intereses con sus utilidades; mientras que el Estado no saca ningún provecho del dinero que se le presta, aunque el préstamo sea para gastar y no para hacer inversión alguna con él.
Los papeles industriales serán comprados por el mismo gobierno, transformándose así de recaudador de impuestos en prestamista por cálculo. Esta providencia hará cesar el estancamiento del dinero, el parasitismo y la prensa que nos eran útiles, mientras los Gentiles eran independientes; pero que no son deseables una vez establecido nuestro gobierno.
¡Es evidente qué escasos de reflexión son los cerebros puramente animales de los Gentiles! Nos tomaban empréstitos con interés, sin reflexionar que debieran haber tomado ese dinero, aun con mayor interés, de las cajas de sus Estados para pagarnos a nosotros. ¿Qué cosa había más fácil que tomar el dinero que necesitaban de sus contribuyentes? Esto demuestra la absoluta superioridad de nuestra inteligencia que supo presentarles el negocio de los empréstitos bajo el aspecto de que eran ventajosos para ellos.
Los cálculos que nosotros presentamos, esclarecidos a su tiempo con la enseñanza de la experiencia de muchos siglos, que los estados Gentiles nos han dado en la materia, se distinguirán por su claridad y certeza, y demostrarán a todos hasta la evidencia la utilidad de nuestras reformas e innovaciones. Pondrán fin a los abusos, merced a los que hemos tenido bajo nuestro poder a los Gentiles, abusos que ya no podrán admitirse en nuestro gobierno.
Estableceremos también nuestro sistema de contabilidad, por el que ni el más insignificante funcionario podrá distraer de su objeto la más pequeña suma, sin que ello sea advertido, ni aun darle siquiera otro destino del que tiene indicado siempre en nuestro plan de acción.
Es imposible gobernar sin un plan definido. Hasta los héroes, que siguen un camino determinado pero sin ciertas reservas, al fin perecen en él. Los gobernantes Gentiles, a los que en otras ocasiones hemos aconsejado que se distrajeran de los negocios de Estado, por medio de las recepciones diplomáticas y de etiqueta y demás diversiones, no eran más que biombos y pantallas tras de los cuales actuaba nuestro gobierno.
Los informes de los favoritos que los reemplazaban en el despacho de los negocios les eran suministrados por nuestros agentes y dejaban siempre satisfechas sus obtusas inteligencias con las promesas para el porvenir de economías y mejoramientos. Pero ,economías ¿de qué?, ¿de nuevos empréstitos?. Esto hubieran podido preguntar y no lo preguntaban a aquellos que leían nuestras cuentas y nuestros proyectos.
Bien sabéis hasta dónde los ha conducido semejante apatía y a qué desbarajuste económico han llegado, a cambio de la admirable actividad de sus pueblos.
PROTOCOLO XXI:
Los empréstitos interiores.- .El pasivo y los impuestos.- Las conversiones.- Cajas de ahorro y la renta.- Impresión de la Bolsa de valores públicos.- Tasación de valores industriales.
Agregaremos a lo que tratamos en la reunión precedente una explicación detallada de los empréstitos interiores. Sobre el empréstito interior nada nos queda por decir, sino que ellos llenaron nuestras arcas con el dinero de las naciones cristianas; pero para nuestro gobierno ya no habrá ningún extranjero, supuesto que todo el mundo será nuestro dominio, y por lo tanto, nada habrá que sea extraño a nuestro gobierno.
La corrupción de los administradores y la desidia de los gobernantes las hemos aprovechado para recibir sumas dobles, triples y aun mayores, prestando a los gobiernos Gentiles más de lo que sus Estados necesitan. ¿Quién podría decir cosa igual respecto de nosotros? Por esto voy a exponer detalladamente el punto relativo a los empréstitos interiores.
Cuando se lanza un empréstito, los Estados abren una suscripción para la compra de las obligaciones o bonos del mismo. Para que estas obligaciones estén al alcance de todas las fortunas, se emiten cupones de 100 a 1.000 monedas; al mismo tiempo se hace una rebaja a los primeros suscriptores. Al día siguiente hay un alza de precio artificial, motivada, según dicen, por el exceso de demanda de los bonos, pues todo el mundo se echa a buscarlos.
Pocos días después se corre la voz de que las cajas del tesoro están atestadas de dinero y no se sabe ya dónde guardarlo (¿por qué, pues, seguir tomándolo?). La suscripción excede muchas veces la emisión del empréstito: ¡tan grande es la confianza que hay en las letras de cambio del gobierno! Pero cuando la comedia ha terminado, nos encontramos delante de un pasivo que acaba de contraerse, pasivo demasiado gravoso.
Para el pago de los intereses es necesario recurrir a nuevos empréstitos que no absorben sino que aumentan la deuda principal. Una vez agotado el crédito, se necesita recurrir a nuevos impuestos, y éstos sirven no para cubrir el empréstito, es decir la deuda contraída, sino sólo para pagar los intereses del mismo. Resultando que estos impuestos son un pasivo empleado en cubrir el pasivo anterior...
Viene después el tiempo de las conversiones que disminuyen solamente el pago de (o mejor dicho el monto) los intereses, pero sin amortizar la deuda, conversiones que, además, no pueden hacerse sin el consentimiento de los que cubrieron el empréstito, o sea los prestamistas. Al anunciarse una conversión, se ofrece devolver el dinero a los que no estén dispuestos a aceptarla. Si todos expresan su deseo de recobrar su dinero, el gobierno queda preso en sus propias redes y se encuentra imposibilitado de cumplir su oferta.
Afortunadamente, los súbditos de los gobiernos Gentiles, poco versados en negocios financieros, siempre han optado por sufrir la pérdida consiguiente a la baja de interés mejor que correr el riesgo de nuevas inversiones de su dinero, con lo que muchas veces han dado a los gobiernos las facilidades necesarias para poder descargarse de un pasivo de muchos millones.
En la actualidad, con las deudas exteriores, los Gentiles no piensan en hacer nada semejante, sabiendo, como saben, que nosotros exigiremos todo nuestro dinero. Así una bancarrota manifiesta demostrará a las naciones la falta absoluta de unión entre los intereses de los pueblos y los gobiernos.
Reclamo toda vuestra atención sobre este hecho y los que a continuación mencionaré. Hoy todos los empréstitos interiores están consolidados por las deudas llamadas flotantes, esto es, por deudas cuyo pago es más o menos cercano. Estas deudas están constituidas por el dinero colocado en las cajas de ahorro y en las cajas de reserva. Como estos fondos quedan por largo tiempo en manos de los gobiernos, se evaporan en el pago de intereses de los empréstitos exteriores, y en su lugar entra en las cajas una suma equivalente de depósito de la renta. Estos últimos son los que tapan los agujeros de las cajas del Estado entre los Gentiles.
Cuando nosotros lleguemos al poder, ocupando el trono del mundo, todos estos agujeros en la hacienda y las finanzas quedarán cubiertos, sin que quede de ellos ni el recuerdo, pues no es cosa que convenga a nuestros intereses; suprimiremos igualmente las Bolsas de Fondos Públicos, pues no consentiremos que el prestigio de nuestro poder se resienta por la fluctuación de precios de nuestros valores. Estos serán declarados por ley al precio de su valor completo sin fluctuación posible (el alza trae consigo la baja y así es como desde el principio de nuestra campaña hemos jugado nosotros con los valores de los Gentiles).
Sustituiremos las Bolsas por grandes establecimientos de crédito especial cuyo objeto será tasar o cotizar los valores industriales según las miras del gobierno. Estos establecimientos estarán en condiciones de lanzar sobre el mercado quinientos millones de valores industriales por día. De esta manera todas las empresas industriales quedarán bajo nuestra dependencia.
¡Ya podéis imaginar el poder que conquistaremos por este medio!.
PROTOCOLO XXII:
El secreto del porvenir.- El mal secular base del bien futuro.- La aureola del poder y su adoración mística.
Con todo lo que hasta hoy llevo expuesto me he esforzado para mostraros el secreto de los acontecimientos pasados y presentes: ellos anuncian un porvenir próximo ya a realizarse. Os mostré el secreto de nuestras relaciones con los Gentiles y el de nuestras operaciones financieras. Poco queda que decir sobre este particular.
Tenemos en nuestras manos la más grande fuerza moderna: el oro; podemos en dos días retirar nuestros depósitos en la proporción y cantidad que sea de nuestro agrado. ¿Será, pues, necesario todavía demostrar que nuestro gobierno está predestinado por Dios? Lo que no podremos probar por medio de esta enorme riqueza es que todo el mal que nos hemos visto obligados a causar durante tantos siglos ha servido finalmente al verdadero bien, a poner todo en orden... ¡He aquí la confusión de nociones de bien y de mal! El orden se restablecerá, en parte, por medio de la violencia, pero se restablecerá al fin.
Sabemos probar que somos bienhechores de la humanidad; nosotros que hemos hecho al mundo torturado el verdadero bien de darle la libertad al individuo, que podrá gozar de descanso; la paz, la dignidad en las relaciones, a condición, entiéndase bien, de observar las leyes establecidas por nosotros.
Explicaremos de paso que la libertad no es el libertinaje ni el derecho a la licencia; ni tampoco consiste la dignidad ni la fuerza, en el derecho de cada uno a proclamar principios subversivos y destructores, como el derecho de libertad de conciencia, de igualdad y otros semejantes, ni en modo alguno tampoco el derecho del individuo consiste en excitarse a sí mismo o excitar a otros haciendo alarde de talentos oratorios en asambleas tumultuosas.
La verdadera libertad consiste en la inviolabilidad de la persona que observa honrada y exactamente todas las leyes de la vida en común; la dignidad en la conciencia de sus derechos y juntamente de sus deberes y de los derechos de que carece, y no sólo en el desarrollo ilusorio y fantástico del tema de su YO.
Nuestro poder será glorioso porque será pujante; porque gobernará y dirigirá y no irá remolcado, por decirlo así, por líderes y oradores de los que a gritos lanzan palabras huecas y carentes de sentido que enfáticamente llaman grandes principios, y que no son otra cosa en realidad sino utopías.
Nuestro poder será el arbitro del orden, que es el único que hace la felicidad de los pueblos, y de los hombres.
PROTOCOLO XXIII:
Reducción de la producción de artículos de lujo.- La pequeña industria.- La huelga.- Prohibición de la embriaguez.- Condenación a muerte de la sociedad antigua y su resurrección en su nueva forma.- El elegido de Dios.
Para que los pueblos se acostumbren a la obediencia es necesario que se acostumbren a la modestia y disminuir, por consiguiente, los objetos de lujo disminuyendo su producción. Restableceremos la pequeña industria que dará el golpe a los capitales particulares de los fabricantes. Esto es aún necesario, porque los grandes industriales dirigen todavía, muchas veces sin saberlo, es cierto, el espíritu de las masas contra el gobierno.
Un pueblo que fomenta las pequeñas industrias no sabe de huelgas; sino que vive apegado al orden establecido, y por lo mismo, también a la fuerza del poder. La huelga es algo muy perjudicial para un gobierno. Para nosotros su papel terminará tan pronto como el poder esté en nuestras manos. La embriaguez será igualmente prohibida por la ley y castigada como un crimen de lesa humanidad, pues los hombres que se embriagan se transforman en brutos bajo la influencia del alcohol.
Los súbditos, lo repito una vez más, no obedecen ciegamente sino a una mano firme, completamente independiente de ellos en la que ven una espada para defenderlos y una defensa contra las calamidades sociales.
¿Qué necesidad tienen los súbditos de ver en su soberano un alma angelical? Lo que importa que vean en él es la personificación de la fuerza y del poder.
El soberano que sustituya a los Gobiernos actuales que han venido arrastrando su existencia en medio de sociedades desmoralizadas por nosotros y que han arruinado aun el mismo poder de origen divino, y en cuyo seno.
Por todos lados se levanta el fuego de la anarquía; este soberano, antes que nada, tendrá que extinguir esta llama devoradora. He aquí la razón que le obligará a condenar a muerte esas sociedades: tendrá que ahogarlas en sangre para hacerlas luego resucitar bajo la forma de un ejército bien organizado que sepa luchar y combatir conscientemente contra toda infección que pudiera invadir el organismo del Estado.
Este elegido de Dios es nombrado de lo alto para sujetar las fuerzas locas y desatinadas movidas por el instinto, no por la razón, por la bestialidad y no por la parte noble de la humanidad. Esas fuerzas triunfan ahora, roban, cometen toda clase de atentados, toda suerte de violencias, bajo el pretexto de la libertad y de los derechos. Ellas han destruido todo orden en la sociedad para levantar sobre estas ruinas el trono del rey de Israel; pero su papel terminará en el momento en que ese rey ascienda a su trono.
Entonces hay que alejarlas de su camino en el que no debe quedar el menor obstáculo. Entonces podremos decir a los pueblos: Dad gracias a Dios y prosternaos delante del que lleva en su frente el sello de la predestinación hacia la que Dios mismo ha guiado su estrella para que nadie, excepto ese predestinado, pueda libraros de todas las fuerzas y de todos los males.
PROTOCOLO XXIV:
Consolidación de la estirpe del rey David.- Preparación del rey.-Exclusión de los herederos directos.- El rey y sus tres mentores. - El rey-destino. - Intachabilidad de costumbres exteriores del rey de los israelitas.
Pasaremos ahora a tratar de los medios de asegurar las raíces dinásticas del rey.
En esta obra nos guiarán los mismos principios que hasta ahora nos han suministrado nuestros sabios para la dirección de todos los negocios mundiales. Dirigiremos el pensamiento de toda la humanidad. Muchos miembros de la estirpe de David prepararán los reyes y sus herederos, escogiendo estos últimos, no según el derecho hereditario, sino teniendo en consideración sus cualidades sobresalientes; los iniciarán en los más ocultos secretos de la política; en los planes de gobierno, siempre bajo la condición de que nadie llegue a penetrar esos secretos.
El objeto de esta manera de proceder es que todo el mundo sepa que el gobierno no puede ser puesto en otras manos sino en las de aquellos que están iniciados en los misterios del arte de gobernar. Sólo a estas personas se les enseñará la aplicación de los planes políticos, las enseñanzas de la experiencia de los siglos; todas nuestras observaciones sobre las leyes político-económicas y sobre ciencias sociales ; en una palabra, todo el espíritu de estas leyes que la naturaleza misma ha establecido como infalible para normalizar por ellas las relaciones de los hombres.
Muchas veces los herederos directos serán excluidos del trono, si en el tiempo de sus estudios dan pruebas de ligereza, de dulzura de carácter y de otras de esas cualidades o defectos que son perjudiciales en el poder y que hacen ineptos a los hombres para gobernar y dañan la actuación propia de un jefe de Estado. Sólo a estas personas se les enseñará la aplicación de los fines firme e inflexiblemente, hasta cruelmente, si es necesario, y recibirán de manos de nuestros sabios las riendas del poder.
En caso de alguna enfermedad que pudiera ser causa del debilitamiento de la voluntad, los reyes deberán, conforme a la ley, abdicar en otras manos que sean capaces de sostener con la firmeza necesaria las riendas del gobierno. Los planes de acción del rey, planes inmediatos que haya de trazar por razones imperativas de inmediata necesidad, sus planes más remotos todos quedarán ignorados aun de aquellos que se le asignen como primeros consejeros.
Sólo el rey y sus tres mentores conocerán lo por venir. En la persona del rey, dueño de sí mismo y de la humanidad, gracias a una voluntad inquebrantable, todos creerán ver el destino con sus caminos desconocidos. Nadie sabrá qué es lo que el rey pretende como objeto de sus mandatos, y así tampoco nadie se atreverá a atravesársele en un camino que es para todos desconocido.
Es necesario sobreentender que la inteligencia del soberano ha de corresponder al plan de gobierno que tiene encomendado. Por esto es que no subirá al trono sino después de haber dado pruebas satisfactorias de su capacidad a nuestros sabios de que ya hemos hablado. Para que el pueblo conozca y ame a su soberano, es necesario que trate al pueblo y se comunique con él en los lugares públicos.
Esto producirá la unión necesaria entre las dos fuerzas que hasta hoy nosotros hemos conservado distanciadas por el mutuo terror. Este terror nos era absolutamente necesario en otro tiempo, para que estas dos fuerzas, separadamente, cayeran bajo nuestro poder e influencia. El rey de Israel no debe estar bajo el dominio de sus pasiones, especialmente bajo el de la voluptuosidad, ni debe, por alguna flaqueza de su carácter, dar lugar a que sus instintos animales se sobrepongan a su razón.
La sensualidad obra de manera demasiado nociva sobre las facultades intelectuales y la clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el lado peor y más bestial de la actividad humana. La columna de la humanidad en la persona de la semilla santa de David, debe sacrificar a su pueblo y por su bien, todos sus gustos personales. Nuestro soberano tiene que ser de una irreprochabilidad ejemplar. La fuerza ciega del pueblo no puede quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo poder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior debilitado por el Liberalismo.
En nuestros días, el poder del oro ha reemplazado al poder de los gobiernos liberales. Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad es irrealizable, porque nadie hay que sepa usar de ella en su justa medida. Basta dejar al pueblo que por algún tiempo se gobierne a sí mismo, para que inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje.
Surgen al punto las discusiones, que se transforman luego en lujos de buenos sentimientos. Por esta razón hay que esperar mejores resultados cuando se gobierna a los hombres por medio de la violencia y el terror, que cuando se trata de gobernarles por medio de las discusiones académicas. Todo hombre aspira al poder; cada uno quisiera convertirse en dictador; si esto fuera posible al mismo tiempo, muy poco faltaría para que no estuvieran todos prontos a sacrificar el bien de los demás, a trueque de conseguir cada uno su propio provecho.
¿Qué es, pues, lo que ha reprimido hasta ahora a esa bestia feroz que se llama hombre? ¿Qué es lo que ha podido dirigirle hasta el presente? Al iniciarse el orden social, el hombre se ha sometido a la fuerza bruta y ciega; más tarde, a la Ley, que no es más que esa misma fuerza, pero disfrazada.
De donde yo saco la conclusión que, según la Ley Natural, el derecho radica en la fuerza. La Libertad Política es una idea y no un hecho. Se necesita saber aplicar esta idea cuando es necesario atraer las masas populares a un partido con el cebo de una idea, si ese partido ha resuelto aplastar al contrario que se halla en el poder. Este problema resulta de fácil solución si el adversario se mantiene en el poder en virtud de la idea de libertad, de eso que se llama Liberalismo, y sacrifica un poco de su fuerza en obsequio de esa idea: Libertad.
Y he aquí por dónde ha de llegar el triunfo de nuestra teoría: una vez que se aflojan las riendas del poder, inmediatamente son recogidas por otras manos, en virtud del instinto de conservación, porque la fuerza ciega del pueblo no puede quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo poder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior debilitado por el Liberalismo. En nuestros días, el poder del oro ha reemplazado al poder de los gobiernos liberales.
Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad es irrealizable, porque nadie hay que sepa usar de ella en su justa medida. Basta dejar al pueblo que por algún tiempo se gobierne a sí mismo, para que inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje. Surgen al punto las discusiones, que se transforman luego en luce pararán los reyes y sus herederos, escogiendo estos últimos, no según el derecho hereditario, sino teniendo en consideración sus cualidades sobresalientes; los iniciarán en los más ocultos secretos de la política; en los planes de gobierno, siempre bajo la condición de que nadie llegue a penetrar esos secretos.
El objeto de esta manera de proceder es que todo el mundo sepa que el gobierno no puede ser puesto en otras manos sino en las de aquellos que están iniciados en los misterios del arte de gobernar. Sólo a estas personas se les enseñará la aplicación de los planes políticos, las enseñanzas de la experiencia de los siglos; todas nuestras observaciones sobre las leyes político-económicas y sobre ciencias sociales ; en una palabra, todo el espíritu de estas leyes que la naturaleza misma ha establecido como infalible para normalizar por ellas las relaciones de los hombres.
Muchas veces los herederos directos serán excluidos del trono, si en el tiempo de sus estudios dan pruebas de ligereza, de dulzura de carácter y de otras de esas cualidades o defectos que son perjudiciales en el poder y que hacen ineptos a los hombres para gobernar y dañan la actuación propia de un jefe de Estado.
Sólo a estas personas se les enseñará la aplicación de los fines firme e inflexiblemente, hasta cruelmente, si es necesario, y recibirán de manos de nuestros sabios las riendas del poder. En caso de alguna enfermedad que pudiera ser causa del debilitamiento de la voluntad, los reyes deberán, conforme a la ley, abdicar en otras manos que sean capaces de sostener con la firmeza necesaria las riendas del gobierno.
Los planes de acción del rey, planes inmediatos que haya de trazar por razones imperativas de inmediata necesidad, sus planes más remotos todos quedarán ignorados aun de aquellos que se le asignen como primeros consejeros. Sólo el rey y sus tres mentores conocerán lo por venir.
En la persona del rey, dueño de sí mismo y de la humanidad, gracias a una voluntad inquebrantable, todos creerán ver el destino con sus caminos desconocidos. Nadie sabrá qué es lo que el rey pretende como objeto de sus mandatos, y así tampoco nadie se atreverá a atravesársele en un camino que es para todos desconocido. Es necesario sobreentender que la inteligencia del soberano ha de corresponder al plan de gobierno que tiene encomendado.
Por esto es que no subirá al trono sino después de haber dado pruebas satisfactorias de su capacidad a nuestros sabios de que ya hemos hablado. Para que el pueblo conozca y ame a su soberano, es necesario que trate al pueblo y se comunique con él en los lugares públicos. Esto producirá la unión necesaria entre las dos fuerzas que hasta hoy nosotros hemos conservado distanciadas por el mutuo terror. Este terror nos era absolutamente necesario en otro tiempo, para que estas dos fuerzas, separadamente, cayeran bajo nuestro poder e influencia.
El rey de Israel no debe estar bajo el dominio de sus pasiones, especialmente bajo el de la voluptuosidad, ni debe, por alguna flaqueza de su carácter, dar lugar a que sus instintos animales se sobrepongan a su razón.
La sensualidad obra de manera demasiado nociva sobre las facultades intelectuales y la clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el lado peor y más bestial de la actividad humana. La columna de la humanidad en la persona de la semilla santa de David, debe sacrificar a su pueblo y por su bien, todos sus gustos personales.
Nuestro soberano tiene que ser de una irreprochabilidad ejemplar.
FIN, DEL TOCHETE SIONISTA.