Querido Sergio.
Hoy día 18 de junio del año 2021 siento frío, mucho frío, no se si comprendes esa sensación de vacío y orfandad que alguna vez todos hemos sufrido, empiezas a recordar cosas y sonríes pero siempre con una sensación de tristeza y desesperación que no desaparece, seguramente una sensación pasajera pero que en este momento se siente que algo hemos perdido los madridistas en nuestra alma.
Llegaste a Madrid aquel 8 de septiembre de 2005, eras un niño del que habíamos visto maravillas mientras defendías los colores del Sevilla, un chaval que enamoraba por su juego y sobretodo por su madurez pese a tan sólo ser un niño, al madridismo le gustó tu fichaje pero jamás soñábamos que íbamos a disfrutar de tu juego durante 16 años, ni los más optimistas, donde yo me incluyo.
Te hiciste un hueco entre los grandes, entre esos galácticos que jamás te hicieron sombra, en pocos años sabíamos que serías el sucesor de Fernando Hierro o Manolo Sanchís, el ADN madridista corría por tus venas y tu crecimiento era imparable, te hiciste dueño de la defensa y además aportaste carácter al equipo pese a tu juventud, fue algo apasionante.
Si te tengo que definir con una palabra esta sería "raza", la raza que demostraste con la selección española que ganó las dos eurocopas y un mundial, algo totalmente impensable hace unos años pero tú fuiste uno de esos que nos enseñasteis que se puede soñar despierto, gracias por esos años, de corazón.
Y hablando de sueños que se hacen realidad no puedo dejar atrás la décima, aquel día lloré como un niño gracias a tu cabezazo en el famoso minuto noventa y Ramos, eran años duros del Real Madrid en Europa y pensábamos que la décima estaba más lejos de lo imaginado, qué momento! jamás podré olvidar como cantamos ese gol, como nos abrazábamos, como llorábamos todos juntos de alegría, como nos hiciste ver que el único límite puede llegar a ser nuestra imaginación.
Te vas, pero sabemos que tarde o temprano volverás, el Nuevo Santiago Bernabéu te debe una última ovación y ese día mira hacia la grada central porque me verás a mi de píe aplaudiendo y coreando tu nombre. Ahora eres una leyenda madridista, un ícono en el que los niños se fijarán durante generaciones, has entrado en el reino de los cielos donde sólo los mejores pueden acceder, tu eterna sonrisa, tu raza y tu señorío guía el futuro de este maravilloso club llamado Real Madrid.
Esta es tu casa y nos volveremos a ver.
Con lagrimas en los ojos me despido, pero no con un adiós que queda muy frío, mejor con un hasta siempre.
Hasta siempre capitán.