La perniciosidad de la banca pública.
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La perniciosidad de la banca pública.
Los créditos agrícolas gozan de buena popularidad. Todo Gobierno sabe que es un buen acto de propaganda “ayudar al campo” de su país. El agricultor y el ganadero son vistos como aquellos que nos dan de comer y que trabajan cada día sin importar frío, calor o enfermedad. Se esgrime permanentemente el argumento de que los préstamos privados nunca llegan a donde tienen que llegar; los créditos agrícolas nunca parecen ser suficientes en cantidad, en plazo o en objetivos. El Gobierno se presenta simplemente como el benefactor de un sector desatendido.
Tiene un lado oculto. Sólo se tiene en cuenta el lado del prestatario. Del que va a obtener bienes y capitales. El agricultor pasa a ser protagonista y sólo como destinatario de algo bueno. Nunca se le presenta como un inmediato deudor, que es lo que va a ser.
Los préstamos de crédito agrícola en el sector privado no tienen nada de especial. Los públicos sí. De éstos, hay dos tipos
·Permiten al agricultor mantener fuera de mercado la cosecha
·Fondos para la adquisición de maquinaria, animales o tierras
Los créditos públicos al sector agrario se justifican en que puede haber un aspirante a granjero que no tenga nada. Mediante la concesión de préstamos, podrá adquirir tierras, abonos, maquinaria y animales. Cuando coseche o llegue la época de sacrificio de los animales, podrá cancelar los préstamos poco a poco gracias al dinero obtenido con la venta de su producción. El Gobierno afirma que estos préstamos son autoliquidables porque los bienes y servicios que se adquieren con ellos, producen el dinero que llevará a poder pagarlos. Es una situación perfecta; se ha creado un miembro productivo de la sociedad y además se ha mejorado la economía en general al aumentarse la producción.
Los préstamos privados también facilitan esto. Por ejemplo la Caja de Ahorros concederá una hipoteca sobre la granja que se va a adquirir. La empresa que suministra o fabrica la maquinaria, ofrecerá plazos de financiación de la misma.
¿Cuál es la diferencia entre préstamos privados y públicos entonces?
1-Los préstamos concedidos de forma privada arriesgan el dinero propio. En realidad en caso de cajas de ahorros hablamos del dinero de sus depositantes, pero en todo caso se concede mediante criterios estrictos. El riesgo de que no se devuelvan los préstamos y perder el dinero de los ahorradores es inasumible.
2-Los préstamos públicos no funcionan así. De seguir esos mismos criterios, no existirían. Cubren un mercado que la banca y las cajas de ahorros no.
El gobierno justifica arriesgarse para conceder préstamos diciendo que el sector privado no presta dinero a quien le hace falta. También se afirma que aún prestando el Gobierno a quien no quiere prestar el sector privado, hay un incremento productivo general. Por tanto es beneficio de todos. Incluso los que no pueden pagar a tiempo los préstamos, son más productivos que antes. No existe problema ni perjuicio en esto.
La sombra de Bastiat es enorme. Volvemos al concepto de “lo que se ve” contra “lo que no se ve“. Vemos, nos muestran, a los beneficiados pero no vemos porque no nos muestran, a los perjudicados. Los perjudicados son los que no han recibido los préstamos aunque no los hayan pedido. Aunque no los quieran. Veamos un ejemplo; el Gobierno no presta dinero, sino dinero con un fin determinado. En el caso de los préstamos agrarios hay muchas ocasiones en que se conceden para la adquisición de tierras para cultivo o para pasto. También bienes de equipo. Los bienes de equipo son reproducibles pero la tierra es limitada. Si la persona A recibe un préstamo para adquirir tierra, B aunque no reciba ni quiera recibir dicho préstamo, se quedará sin optar a adquirir esa tierra.
El Gobierno una vez más aparece como una entidad que elige a quien presta y a quien no. Aunque no lo pretenda, está cayendo en el favoritismo mientras que la banca simplemente se guiaría por criterios objetivos.
Hay que entender que la banca, ni la pública ni la privada, concede créditos. El crédito es una cualidad personal. Es la capacidad de que se crea en una persona. Es tener una reputación. Una capacidad de pago. Una seriedad. Una palabra. Todo eso se valora mediante el mérito, el historial de una persona. Sus logros. El banco se limita a analizar esto y si juzga a esa persona digna de crédito, concede el préstamo.
A una persona con buena reputación, buen historial y buena capacidad de pago, cualquier entidad bancaria le prestará dinero sabiendo que hacen buen negocio con él.
A una persona con mala reputación, sin palabra, con poca capacidad de pago y/o que perciba rentas del Gobierno, ninguna entidad bancaria le concederá un préstamo.
Vemos la diferencia entre los préstamos de la banca comercial y las cajas de ahorros y los préstamos concedidos por el Gobierno; el Gobierno da dinero, de los contribuyentes, a quien nadie prestaría dinero de motu propio porque no es fiable.
El préstamo del Gobierno significa que una persona no fiable, obtiene dinero de los trabajadores que pagan impuestos. Que dispondrá de tierras a expensas de los demás. El préstamo gubernamental no ha supuesto un incremento de riqueza al ponerse recursos ajenos en disposición de los que son menos eficientes para devolver un préstamo bajo la excusa de que el Gobierno ha de prestar dinero a los despreciados por el sistema bancario.
Se está dilapidando Capital de esta manera. Recordemos que el Capital es verdadera riqueza, hablamos de tierras, maquinaria y animales, no de billetes. Hablamos de riqueza que va a estar en manos de los menos capaces. Lo que se da a éstos, no se le da a los demás y no podrán tener los demás por mucho que se esfuercen
El dinero privado es averso al riesgo. Es conservador. Se presta teniendo en cuenta muchísimos factores para valorar si ese dinero, y los intereses, van a volver a su origen. Que se retorne con sus intereses significa que el que lo haya hecho, es buen pagador. Ha obtenido dinero mediante su actividad profesional y ha podido devolver los préstamos. Que haya podido hacer esto quiere decir que esa persona está contribuyendo a la sociedad con bienes y servicios que esta sociedad demanda y por tanto está dispuesta a comprar.
El dinero público sin embargo se presta con vaguedades como “crear empleo” con fines electoralistas si hablamos de democracias y con fines propagandísticos hablemos de democracias o de dictaduras. Mientras más gente acabe recibiendo dinero, mejor, cuando con el dinero privado sería al revés; mientras menos gente trabaje en un proyecto, se considera que están más capacitados para el mismo y por tanto, más eficiente será todo el proceso y más fácil devolver el dinero prestado.
La banca comercial y las cajas de ahorros están sometidas a la criba del mercado donde se premian aciertos y se castigan errores. La banca estatal no está sometida a esto. La gestionan funcionarios desconectados de la realidad productiva per expertos en justificar gastos mediante las más variadas excusas o en evadir responsabilidades cuando algo “sale mal”. Sin embargo son auténticos maestros para presumir cuando algo “sale bien”.
Hasta aquí llega Hazlitt y pocas críticas caben hacerle… siempre que se tenga en cuenta cuándo, los años 50, y dónde, EEUU, escribió su libro.
Con el tiempo todo se ha desvirtuado. Las líneas de separación entre cajas de ahorros y banca o entre banca privada y pública, se han desdibujado por completo.
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Tenemos el caso español muy reciente para examinar como las cajas de ahorro pasaron de ser entidades conservadoras, depósitos de ahorros, y se convirtieron en entidades adictas a la concesión de préstamos. Antes de la burbuna inmobiliaria, cada provincia tenía su caja de ahorros. Si estabas en Madrid, tenías Caja Madrid y si estabas en Álava, tenías Caja Vital. Ni en Madrid operaba Caja Vital ni en Álava lo hacía Caja Madrid.
Con la burbuja inmobiliaria todo cambia. Las cajas de ahorros abrían oficinas por todas partes. Vieron el gran negocio que podía ser dedicarse a aprovechar el ciclo constructor para alimentar esa burbuja mediante la concesión de créditos sin valoración de riesgos correcta. Y al mismo tiempo, crear su propia burbuja, la crediticia.
Su función más que centenaria se había perdido sin que se dieran cuenta los pequeños ahorradores del campo sobre todo. Antes era el lugar donde tener el dinero y quizá si hacía falta, pedir algún pequeño, o grande, préstamo para ampliar el negocio o iniciar uno nuevo.
En la España previa a la burbuja inmobiliaria toda concesión de préstamos hipotecarios o de otro tipo, pasaba necesariamente por una entrevista con el director de la sucursal. Era un momento muy importante; se trataba de mostrarse como una persona digna de confianza. Digna de crédito.
Años después, gente a la que jamás prestaría nadie dinero, ni siquiera la anterior banca pública, obtenía préstamos a larguísimos plazos basando el futuro retorno de los préstamos en los magros ingresos actuales de los que recibían el dinero.
La banca comercial sabía que había dejado de prestar el dinero propio o que tenía que tener cuidado en como gestionaba los ahorros de sus depositantes. En caso de caída, sabían que habría “rescates”. Rescates que como hemos sabido, en buena parte jamás se devolverán. Hablamos de miles de millones de Euros. Dinero de los trabajadores que pagan impuestos. El cortoplacismo de la banca en general y las cajas de ahorros en particular, provocó la quiebra de muchísimas entidades.
En la época en la que Hazlitt escribe su obra era posible hacer esa distinción que él hace y que sigue siendo válida; el Gobierno dispone de dinero ajeno que presta sin las garantías que los prestadores privados exigirían. A esto se añade como acabamos de explicar el hecho de que hoy, La Banca también preste el dinero del Gobierno indirectamente. Es decir, el de los trabajadores que pagan impuestos. Los incentivos para hacerlo así, que en lugar de ser castigado seas “rescatado” son enormes y perversos.
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