Iniciado por
Filosofer
Es increíble el cambio tan drástico que ha dado la sociedad española de un tiempo a esta parte. Es terrible la profunda división que existe, lo mucho que nos hemos separado.
Los que hayáis vivido la época de los ochenta, noventa e incluso, aunque ya en declive, el principio de los dos mil, no me cabe duda de que recordaréis una sociedad completamente diferente. Una sociedad en que la política fluía de forma absolutamente paralela a la vida cotidiana del ciudadano. Algunos diréis, ¿y eso era bueno? No quiero entrar a debatir sobre eso pues es una cuestión diferente que requeriría su propia disertación. Quiero centrarme en el hecho de que tu ideología o a qué partido votases no tenía el más mínimo peso en tus relaciones sociales, no era relevante en tu día a día y por encima de todo, era algo que no te definía. Y eso aportaba cohesión social al margen de otras consideraciones como si, por ejemplo, el ciudadano español estaba demasiado al margen de la política.
En las redes sociales, que existían pero los comentarios se “posteaban” de viva voz en el trabajo, el bar, la barbacoa con tus amigos o vecinos, no había una guerra mediática constante sobre política donde todos trataban de imponer su visión particular. Hablabas del fútbol, de tu viaje a Cuenca o de las notas que estaba sacando el cabrón de tu hijo.
Porque ahora el partido al que votas te define y te otorga determinadas presunciones. "Ojo con ese, que ha votado a VOX, menudo facha", "¿Podemos?, menudo jeta paguitero", etc.
En la sociedad que yo recuerdo, tan lejana ya, la ideología no nos separaba ni diferenciaba. No era una característica a tener en cuenta, a nadie le importaba. La gente no se distribuía en función de corrientes ideológicas, no se parapetaba tras unas siglas como si viviese en un conflicto bélico perpetuo. Y sobre todo, no compartimentábamos los problemas para convertirlos en cruzadas personales vinculadas a una ideología determinada.
A colación de esto último me es imposible no hablar sobre ETA. La banda terrorista ETA ha sido una de las mayores lacras que ha sufrido España. Muchos hoy no tenéis la menor idea, no sabéis lo que significaba que ETA estuviese operativa. ETA asesinaba ciudadanos de izquierdas, de derechas, políticos, profesores, policías, niños, niñas, etc. Directa o indirectamente cualquier persona era una víctima potencial del siguiente atentado. En un bar, en un cuartel, en una playa, en el centro de Madrid, daba igual, podía suceder en cualquier lugar de España y en cualquier momento.
Pues bien. En un país que por aquel entonces no era excesivamente patriota ETA siempre fue un problema común. Nadie, salvo partidos claramente pro-etarras -su brazo político- se paraba a pensar en cualquier trasfondo o explicación que tratase de dotar de algún tipo de justificación a sus actos. No había un análisis profundo o filosófico, no era necesario, eran asesinos, ¿qué quieres analizar? ¿qué quieres justificar? Hoy parece que esto ha cambiado, que debemos preocuparnos por ellos, que también son personas a las que tenemos que conceder un trato ejemplar y comprender los motivos de lo que algunos entienden como lo que fue una cruzada heroica por sus derechos y su identidad como pueblo. Hoy hay quien ha querido apropiarse del problema y convertirlo en un instrumento político.
Cuando ETA actuaba todos los partidos políticos a excepción de los ya comentados expresaban pública y enérgicamente su condena y repulsa. No solo era inimaginable que esa condena pública no se produjese, es que ni siquiera permanecer en silencio era una opción. Porque ETA era un problema de todos los españoles y daba igual a quien votases o cuales fuesen tus ideales. Es terriblemente doloroso ver que el Partido Socialista -que tantas vidas ha perdido en sus filas por no rendirse y enfrentarse a esta lacra- y Podemos son ahora una especie de capa que acoge y respeta a los restos que sobrevivieron a la banda. Pero no ahondaré más en esto pues tampoco es el objetivo.
En resumidas cuentas, la sociedad se ha divido ideológicamente canalizando sus diferencias a través de partidos políticos que a su vez se han repartido los problemas para crear lo que prácticamente podemos ya definir como marcas. Es decir, que aunque exista un problema que a todas luces se presenta como tal y desde un punto de vista lógico y objetivo suponga un impacto negativo a cualquier nivel, si la marca a la que sigues defiende que no es así, tú también lo harás. Y punto.
Nuestro gobierno actual no es un gobierno de izquierdas, es una marca registrada que se identifica, por poner algún ejemplo, con el feminismo, la violencia de género y la lucha contra el racismo. Y sus votantes compran el producto. Y si no lo compras, significa que eres machista y racista. Igual ocurre con VOX, que se ha adueñado del amor a la patria, la lucha contra la inmigración ilegal, la ocupación, etc. Y, en la misma línea, quien no compra sus productos es un comunista a favor de la trata de blancas y en contra del derecho a la propiedad privada.
Hoy sabemos a quién votan nuestros amigos, nuestros padres, nuestros tíos y hasta nuestros vecinos. ¿En los noventa? No tenías ni la más remota idea. En una lista de cien características que dirías para definir a un amigo o familiar no encontrarías jamás el partido al que votaba, no lo sabías y no te importaba. Es más, el secretismo del voto era real. A la gente no le gustaba compartir a quien había votado al margen de a qué partido hubiera ido dirigido su voto. Mi abuela, sin ir más lejos, jamás me lo decía. Un derecho que se respetaba y que repercutía directamente en una sociedad menos bélica y más cohesionada.
No odiabas a nadie por su ideología porque no la conocías. Era irrelevante.
Pero hoy vociferamos orgullosos a quien votamos para diferenciarnos de nuestros enemigos, esos que votan a otro partido distinto, esos que luchan por otros problemas que a mi no me importan porque así lo he decidido.
Cada día que pasa estamos más divididos y no parece que esto vaya a frenar, al contrario, va a ir a más. No se puede compartir un mismo territorio si no somos capaces de compartir nuestros problemas.