23.59.29
Salí de allí huyendo de nuevo y sin pagar la última copa.
La había vuelto a ver, con su vestido gris y ese tatuaje en el cuello.
Corrí calle abajo con la única luz de un faro que iluminaba la noche.
Notaba su presencia detrás de mí, quería alcanzarme y un sudor frío inundó mi cuerpo al ver que me encontraba en una calle sin salida.
Eran las 23:59h, justo la hora que marcaba su reloj tatuado en el cuello.
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