¿Alguno de aquí pasa de tener amigos para no tener que hablar de cómo os va?

  1. #1
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    ¿Alguno de aquí pasa de tener amigos para no tener que hablar de cómo os va?

    Lo pregunto porque es mi caso.

    Paso de intimar más de lo debido para que me cuenten lo bien que les va a los demás, traten de subirse el ego a mi costa o de dejarme a la altura del betún una vez me sincere sobre mi situación.

    De esa forma también me ahorro tener que mentir, por otro lado.

  2. #2
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  3. #3
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  4. #4
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    Es cierto lo que dices de las comparaciones entre amigos, no tienes por qué competir con los demás,pienso que los que hacen estas cosas tienen algún tipo de tara. Que si mejor coche o tal.

    A mí me la suda si hacen tal o cual cosa, me alegro que les vaya bien pero voy a mí bola siempre, no va conmigo eso de explayarse con mira lo que tengo o que máquina soy, eso va con la personalidad de cada uno sea más o menos humilde.

    A veces hay que salir del redil y centrarse en uno mismo, cada palo que aguante su vela
    Última edición por Exfumeta; 10/08/2023 a las 17:38

  5. #5
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    Hola. No soy mucho de presentaciones ni de meter paja inservible, así que voy a ir bastante al grano aunque 38 años de odiosa vida no se pueden concentrar en pocas líneas.

    Nacido en 1985, en una ciudad mediana de la piel de toro. Ochomesino, pero ya vine dando por el saco, pues mis 4 kilos hicieron del parto una odisea. Llegaba ya al mundo el pequeño de 3 hermanos, todos chicos. Contaba mi madre que como vine al mundo grande y sano, me llevaron para casa, y ahí en una habitación caliente, aislado del mundo, pude terminar ese proceso total de desarrollo que como bebé prematuro, no pude terminar de forma natural dentro de la placenta. Obviamente no tengo ningún recuerdo de aquello, quizás mis recuerdos, ya algo vagos, empiezan sobre la edad de los tres años.

    Mi padre y mi madre, desempeñaban su vida laboral con normalidad. Mis dos hermanos mayores ya acudían al colegio. A mi me llevaban a la guardería de Ana, un localucho de mierda con mesas circulares y sillas diminutas infantiles donde me depositaban con otros críos. Para mi era una odisea y una llorera de aúpa, pues ver a mi madre salir de la guardería en dirección al bus para dirigirse al trabajo, me traía malos pensamientos: "No volverás a ver a mamá" , "Te vas a quedar aquí para siempre", "Mamá no volverá a buscarte". Alguna vez conseguí abrir la puerta que Ana cerraba para evitar que en plena ebullición histérica, alguno nos escapásemos. No en balde, fueron varias ocasiones las que conseguí escaparme y dar alcance a mi madre cuando caminaba hacia el bus. No en pocas ocasiones la hice perder el autobús, y realmente, para nada, por que siempre terminaba en ese antro de Ana, compartiendo espacio con otros infantes a los que les colgaban los mocos de la nariz, o se metían el dedo en las fosas nasales para pescar algún moco resabiado, o ponían todo perdido de plastilinas. Solían recogerme mis hermanos de 7 y 8 años cuando salían del colegio a las 13 horas y llevarme a casa.

    La verdad, yo creo que con 3 años ya tenía rasgos antisociales, o por lo menos, no me gustaba pasar el tiempo con otros críos. Tenía pasión por los cochecitos guisval, los que vendían en el kiosko a 120 pelas y siempre me podía tirar horas con los cochecitos, siempre ignorando a los demás. Yo, mis coches y las batallas mentales que me formaba eran lo suficiente como para estar entretenido sin necesitar de nadie. Mis hermanos, que eran bastante cabrones, y hasta que llegaban mis padres a casa, solían aprovechar esas horas para meterme miedo, hablarme de fantasmas, hombres del lobo, ovnis y la madre que lo parió. Ellos disfrutaban, por que yo era bastante miedoso. Incluso ver la luna llena de noche me producía pánico, rememorando esas historias del hombre lobo que me atormentaban desde que mis hermanos cogieron el gusto a contármelas. No contentos con eso, solían grabar en el video VHS una especie de programa de cine de terror que se llamaba "noche de lobos", y que me hacían ver en casa cuando no estaban mis padres.

    Cuando comencé educación infantil ya en colegio, también odiaba estar allí. Gracias a dios no se me daba mal leer y aprender las primeras palabras que escuchaba por primera vez fuera de casa. "Llaves, tazón, hipopótamo, elefantes..." en constante repetición, me ayudaron a eliminar el ceceo que traía de serie. Fue en educación infantil, casi al empezar la primaria cuando creo que hice los primeros amigos, pero nunca se me olvidará uno de aquellos primeros días de colegio en el que una compañera me pegó un torta. Allí estaban los profesores, con los putos silbatos, llamándonos a hacer la fila india para subir a las asquerosas aulas, pero yo, desconozco el motivo, decidí hacer caso omiso y estar a mi bola en el patio, con el coche guisval y el gorro de verdugo para protegerme de aquel húmedo frio. Yo escuchaba los silbatos, pero me daba igual, mi intención no era subir a la aburrida y maloliente aula. Ramón, uno de los profesores me hacia señas, pero me daba igual. Entonces una de las compañeras, llamada Patricia, que hacia fila para subir, se acerco a paso ligero hacia mi, y me soltó una torta con un escueto, "nos llaman a las filas tonto!!". Resignado, deje tomar mi mano por Patricia y me dirigí a la fila que me conducía a cuatro horas de desolación. Encima compartía mesa con un lechón llamado Pablo, que gustaba de pegar mocos en las mesas, y me producía enorme asco. Menos mal que en los recreos tenía a Jose Antonio y a Alex, que en cierta manera eran mi apoyo. Uno tartamudo y el otro ya apuntaba maneras, un pieza de cuidado, pero por lo menos , durante esos minutos de feliz recreo, me hacían olvidarme de todo. Una pena que ellos estuvieran en un curso superior. Otros días que no nos encontrábamos en los recreos, bien por que estaban enfermos o de excursión, yo me nutría de diversión con mi guisval, recorriendo toda la verja del perímetro del patio con el coche, por paredes, por charcos, por arena... cualquier película podía montarme, y si me aburría, yo mismo simulaba estar conduciendo un coche con un palo como volante... manda huevos !!!!

    Mi recreo y el recreo de los mayores eran a diferente hora, así que a mis hermanos no les veía el pelo. Ya en la EGB, aprendiendo matemática muy muy básica, caí enfermo de una tos ferina. Estuve retirado del colegio como un mes creo recordar, y era mi abuelo el que venía a casa para que mis padres marchasen a sus labores. Al reincorporarme me cagué al ver lo que mis compañeros habían aprendido en ese mes que estuve ausente. Ya sabían hacer divisiones y operaciones con dos decimales. Bufff, que mala pinta tiene eso!!!

  6. #6
    ForoParalelo: Miembro Avatar de thanoseid
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