Apartar la piel y desgarrar la carne

A un maestro del cuchillo le basta con un único filo para desangrar en lenta tortura a quien se lo merezca. El diablo orgulloso, alto, de cuerpo atlético y risa burlona terminará por conocer la navaja de la justicia.

Primero, con un espray o inyección de toxina se paralizará su rostro con mueca de sonrisa burlona, para que su expresión facial contribuya a lo artístico del proceso. Luego, poco a poco, cual cuchilla de afeitar, se deben hacer múltiples cortes con la hoja inclinada hasta haberse deshecho de toda la piel dejando la carne intacta.

Un poco de sal ayudará a secar las heridas e incrementará el sufrimiento interno, mientras la sonrisa se mantiene en el rostro paralizado. Después, llega el momento del carnicero. Loncha a loncha, bien finas todas ellas, la carne debe convertirse en un conjunto de filetes apilados frente al monstruo sonriente.

Al final, se habrá hecho justicia y, al menos parcialmente, se habrá resarcido a millones de víctimas inocentes.

Que pereza…
Leer lo q escribes…
Hacer lo q escribes…