apología de la cobardía

La Virgen María es tan sólo una versión de algo muy antiguo llamado, en mi diccionario personal, " cobardía esperanzada". No siempre los humanes fueron capaces de enfrentar en modo directo las adversidades. Usar la inteligencia era una alternativa. Para ello había que ser sensible a las condiciones iniciales del escenario. En eso consiste ser ingeniero. La sensibilidad tenía el carácter de femenina permuta a posteriori. La fuerza interior asimilable al grano que crece y germina en una planta de la cosecha. Se delegaba la lucha al burro de carga para que descansara el depauperado guerrero. Se ponía la mente en la sensibilidad como forma de re-acción. Con la esperanza de triunfar finalmente a resultas de un mejor-hacer.

La virgencita de los cojones no siempre fue una intercesora puta de Dios. Las viejas diosas eran cabronas de cuidado. Alguna incluso nómada como Astarté.

El hombre inteligente pero menos fuerte que el habitual bruto ha de confiar a su sensibilidad para el golpe más certero. Eso implica un culto o adicción a la delicadeza como planteamiento de mejora de los actos. Y un romántico y poético aferrarse a una imagen de lo femenino como amuleto, talismán, culto de poder para conjurar los miedos y aunar las fuerzas. Alguien o algo que mereciera el sacrificio del propio dolor. Por eso la patria es mujer.

Históricamente ese femenino divino ha estado en lo alto o en lo bajo de alguna divinidad masculina impuesta por algún culto bárbaro. Pero nunca ha faltado su presencia de alguna manera.

Las divas musicales, especialmente en ciertos estilos, son buenos ejemplares modernos de dicha onírica.

La cobardía esperanzada puede tomar caminos diferentes al suicidio sin más de los actos descerebrados. Pero como una suerte de tozudez de la realidad, cualquier camino que se emplee para canalizar de forma racional las capacidades propias va a desembocar en alguna situación dura si se pretenden resultados lo bastante interesantes. Con indiferencia de cuál sea el soporte del objetivo propuesto.