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Mr Jo
de adolescente tuve crisis comiciales. Cuando mis compañeros de clase veían chicas se ponían cachondos. Yo me ponía tan cachondo que temblaba. Cuando mis compañeros de clase se metían en peleas se encabronaban. Yo me ponía tan rabioso que temblaba. No era temblor de caerse al suelo con convulsiones. Era diferente. Si escuchaba música que me gustase, me pasaba por ejemplo con Pink Floyd, me entraban calambres por la cabeza que me recorrían a modo de un instinto arácnido de Peter Parker, Spiderman, desde la zona frontal hacia atrás y, tambien, por la temporal izquierda.
A los diecisiete años ya estaba en la Facultad con un pasado estudiantil brillante. Estudiaba poco pero rendía mucho. Mi curso de COU, el curso de orientación universitaria de aquella época, fué irme de putas y saltarme clases, suspender todo y sacarlo in extremis, igual que la preparación de la selectividad, a base de casi leerme las cosas sin hacer ni un puto problema ni ejercicio.
Parte de mí estaba ansiosa de Mundo. Parte estaba ansiosa de conocimiento. Pero todo yo estaba ansioso de libertad. Mi cabeza flipaba con ensoñaciones de mundos alternativos y mi estado de nervios empeoraba por momentos.
¿ Habéis tenido alguna vez una pelea a muerte?. Entonces sabréis el estado mental que tiene uno cuando eso sucede. De como uno se sitúa como " por fuera" del escenario ( de uno mismo y del peligro) y " desde fuera" gestiona una conducta superintensa en orden a sobrevivir sí o sí. Ese era mi estado habitual. Por más que el peligro no existiese siquiera. Quemado por la situación, caí en años de juventud empastillado con, básicamente, todo el arsenal conocido de la época: neurolépticos, psicotrópicos, ansiolíticos, betabloqueantes... El diagnóstico era de psicosis epiléptica. Y el resultado de la medicación fué cuatro años hermosos de juventud convertido en un zombie que casi no podía articular palabra, carecía de saliva, de semen, de movimiento ( caminaba como un vaquero del Oeste, abierto de patas y con una brutal y contínua somnolencia. Finalmente hice lo mejor posible:
mandar a la mierda el tratamiento y negociar con mi propia mente: no importa como te sientas, no importa lo que pienses, todo es sólo " vaivén", disipa y tranquilo...
Existe una tercera opción de la epilepsia que no era ni la mía ( crisis comiciales) ni la clásica ( convulsiones en el suelo), la de las ausencias. Nunca las tuve. Siempre tuve continuidad psíquica. Pero en algunas personas se producen estados de " stand by", de desconexión.
Vivir es estar conectado. Pero a diversos niveles, escenarios, marcos, intensidades... Las ausencias como tal son sólo momentos de interiorización profunda en los que no existe una onírica como el sueño, sino un " reincorporar" tarde al hilo externo del que se estaba participando. Un desfase respecto del movimiento general. El individuo puede percibir algo de anormalidad. Igual que yo percibía que mi respuesta psicofisiológica era " exagerada a las circunstancias eventuales". Pero no puede " separarse" de la experiencia ni de la no-experiencia. Morir da miedo porque conceptualmente es ¿ el final?. Pero también porque es imposible imaginar tal estado. Es la ignorancia absoluta. Y empiezo a pensar que, probablemente, la muerte en realidad NO EXISTE.
Si experimento convulsiones, ausencias o crisis comiciales, me reincorporaré a la realidad " de lo ocurrido" necesitando que me expliquen lo que ha pasado con el Mundo mientras no he estado " en él". Un purista de la lógica diría que, en realidad, sí que has estado en el Mundo. Pero eso no es cierto a nivel mental. Te has ido o ido parcialmente de él. Igual que cuando soñamos estamos " en otra parte". Y es que sólo la mente puede definir donde nos encontramos y, me inclino a pensar, ni siquiera la memoria ni el recuerdo son esenciales.
Hablar de un habitar mundos progresivamente interiores a medida que el cerebro se destruye suena a la paradoja de Zenón y puede parecer un desesperado intento de escape sin salida. Pero ahora viene la cuestión:
¿ estamos seguros de que cada mañana cuando nos levantamos estamos reiniciando la vigilia en el mismo universo en el que nos acostamos?
Alguien diría que sí. Porque mi vecino, mi perro, mi partido político, etc, todo estaba como lo dejé. Pero ¿ y cómo sabes que las diferencias que han sucedido mientras dormías son las que de verdad te corresponden, o te corresponderían, al levantarte?. ¿ Cómo no puedes asegurar que hayas sufrido un cambio de carril en un escenario de infinitos carriles?. Imaginad que nacemos a un punto anterior, de los aceptables, con olvido de puntos posteriores prescindibles. En un proceso de optimización. Eso implicaría la existencia de multiplicidad de yoes corporales. Pero la propia mente es una comunidad de vecinos...