Caso real de exorcismo (1)

Caso real de exorcismo (1)

Una chica de unos veinticinco años se presentó ante un exorcista refieriendo los siguientes síntomas: voz que le cambiaba de tono, a veces llegando a hablar con voz masculina, y a veces llegando a rugir como si de un animal se tratara. Al mismo tiempo, había comenzado a tener muchas pesadillas por las noches.

Por más que el exorcista le preguntó, ella no veía cual había podido ser la causa para sufrir esos cambios. Ella lo achacaba al demonio, y eso a pesar de que no tenía ninguna práctica religiosa.

Había llamado el día antes por teléfono pidiendole al exorcista desesperadamente que la recibiera. El exorcista le comunicó que al día siguiente era imposible puesto que tenía un día realmente ocupado, sin hueco alguno y que en dos días si que podría recibirla, pero no al día siguiente justo de la llamada.

Sin embargo ella, temprano por la mañana llegó a la parroquia. Tuvo que esperar todo el día en la iglesia, de la cual no se movió. En la misa lloró muchísimo de emoción al pedirle a Dios una y otra vez su liberación.



A las diez de la noche, el exorcista acabó por fin de atender a la última persona que tenía apuntada en la agenda. Ella le suplicó igualmente que la exorcizara. El exorcista se encotraba verdaderamente agotado tras un largo día de trabajo. En un momento dado de la misa el demonio que había en ella se había manifestado con rugidos y ojos llenos de furia, se trataba de un caso de demonio que se manifiesta abiertamente. Por eso cuando llegó el momento de hablar con ella, el exorcista no tenía ninguna duda de su posesión, la manifestación que había visto durante la misa era clara, pero le explicó que dada la hora y el cansancio, no era la mejor idea comenzar un exorcismo.

El exorcismo podía durar no sólo horas, sino días. Y si fuera poco, hablando con ella, el exorcista se dió cuenta que iba a ser necesaria una catequesis y un cambio en muchos aspectos morales de su vida, antes de comenzar con los exorcismos. Con una buena catequesis y una prudente dirección espiritual, además de los exorcismos propiamente dichos, el exorcista pensó que con unos cuantos meses de evolución personal, el caso acabaría. Se presentaba por delante un largo proceso, que no podía esperar ni un día más, que no podía ella seguir viviendo de esa manera.

Pero las suplicas de ella fueron tales que el exorcista optó por rezar por ella diez minutos al menos. Cerraron la puerta de la iglesia. A esa hora ya estaba todo oscuro y sólo las velas de los candelabros encendidos iluminaban el interior del templo. Únicamente una feligresa les acompañaba para rezar. El exorcista no quiso encender más luces para que nadie de fuera, viendo luz por alguna ventana, pero estando la puerta cerrada, se preguntara qué estaba pasando dentro del templo.




En medio de ese ambiente de semioscuridad comenzaron las oraciones del exorcista y la posesa comenzó a rugir y a gritar de un modo como pocas veces había visto antes. La fiereza de esos rugidos le impresionaron incluso al propio exorcista y eso que ya estaba bastante acostumbrado a manifestaciones del demonio. Y aunque eran rugidos humanos, parecía como si un león no hubiera podido rugir con más fuerza. Por su boca habló el demonio con todo su odio. No iba a salir, les dijo.

La chica, en ese estado de trance comenzó a luchar conscientemente con ese demonio que había dentro de su cuerpo y a ordenarle que le dejara en paz, que ella creía en Dios y que confiaba en Él. Se volvía hacia el sagrario y le pedía llena de emoción que le ayudase. En determinados momentos, el demonio rugía a través de su boca, pero a esos momentos seguían otros en los que ella ordenaba que se fuera. Era como una lucha en la que el campo de batalla fuera su cuerpo, pero en el que su propia voluntad volvía a la consciencia una y otra vez.

En un momento dado, se levantó la chica del banco y se alejó del altar, señalando hacia un lugar de la iglesia oscura y apenas iluminada. Nos dijo, sin miedo, sino con rabia que estaba allí Satanás. Con todas su fuerzas le gritó ¡¡márchate!! ¡ No quiero ni verte! Señor Jesucristo, ayúdame.

Durante los veinte minutos que duró la oración, lo vio en dos lugares distintos de la iglesia. Después ya no lo volvió a ver. Aquella sesión de exorcismo había tenido dos partes. En la primera, el demonio había hablado y rugido a través de ella, pero había salido al cabo de unos diez o quince minutos de oración. Mientras que la segunda parte del exorcismo era como si el demonio siguiera rondando a su alrededor mientras ella lo veía y lo increpaba.



Pero finalmente se había marchado. Ya no lo vio mas y quedó en paz definitivamente. Por más que el exorcista oraba sobre ella ya no aparecía reacción alguna negativa. El pánico de su cara había desaparecido y oraba serena y emocionada. Asi que dieron todos por concluído el exorcismo y dieron las gracias a Dios.

Un caso así razonablemente debería haber durado mucho tiempo. Ni se había preparado y había muchas cosas que cambiar en su vida. Pero Dios en su bondad decidió liberarla. Se había pasado el día en la iglesia pidiéndoselo con lágrimas, había hecho un largo viaje, había orado con verdadera humildad. Dios lo tuvo en cuenta. El exorcista no tenía muy claro que una liberación tan rápida en una persona alejada de la religión no acabara teniendo recaídas. Pero en las semanas siguientes hablaron por teléfono y le aseguró que desde ese momento, de la liberación, los fenómenos habían acabado totalmente.

Si bien su vida volvió completamente a la normalidad, dos meses y medio después regresó a la parroquia. Había ido dejando el pequeño plan de oración que el exorcista le había impuesto para que el demonio no retornara. Y además había comenzado a pecar carnalmente otra vez de forma continuada. El resultado fue que los síntomas volvieron a darse dos meses y medio después, una semana antes de decidirse a volver a la parroquia.

Eran exactamente los mismos síntomas que la primera vez. El exorcista le explicó que la conversión era necesaria, que el demonio ronda al poseso liberado. Hizo propósito de cambiar. El exorcismo de la segunda vez resultó más breve y la normalidad retornó a su vida de nuevo y esta vez de forma definitiva. Dios permitió la segunda posesión como un aviso de que el cambio de vida era necesario.

El exorcista volvió a hablar con ella tras medio año, seguía con su vida de oración y no había vuelto a tener ningún síntoma. El exorcista lamentó mucho, cuando un año más tarde, su hermano le comunicó que ella había muerto en un accidente de tráfico.

Dios había permitido en sus planes misericordiosos que ella pasara por todo ese trecho de sufrimiento y opresión diabólica, como preparación para la eternidad. En el resto de los casos, aunque vivieran más años, en el fondo el exorcismo no tenía otra finalidad que esa; preparar el alma para la eternidad, hacerle conocer al poseso cuál es el sentido de la vida.




La Virgen María, la mejor ayuda contra el demonio.


San Miguel arcángel, defiéndenos en la batalla; sé nuestro amparo contra las asechanzas y las tentaciones del demonio. Te pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio; y tú, Principe de la milicia celestial, arroja al infierno con el poder divino, a Satanás y a los otros espíritus malvados que vagan por el mundo tratando de perder a las almas. Amén.

Muchos jijis pero luego no hay jajas