Observo que me miras mal por no participar de esta forma de hacer las cosas; me doy cuenta de que quieres mi amistad, pero no puedo ofrecerte tanto como tú me ofreces a mí. Claro: podríamos estar todo el día juntos, pero eso no significa que tenga pretensiones sexuales para contigo y parto del hecho (y no el supuesto) de que no quieres absolutamente nada de mí en un plano sexual o mínimamente excitante en un sentido festivo. ¿Qué diferencia hay, entonces, entre un compañero que endulce tus conversaciones y un muñeco sin carácter al que manipular según tu voluntad? Antes eso que ser tu sombra para decir "sí" cuando tú digas "sí", y "no", cuando tú digas "no", soy incapaz de darte esa clase de gusto de manera permanente.
No me dejo llevar por la atracción, pero sigues siendo una persona más allá de tu sensualidad: no perderé las normas cívicas y te seguiré considerando como tal. Pero la vida es dinámica, preciosa, hay un mundo ahí fuera lleno de alegrías además de sinsabores, y si me niegas la posibilidad, si no eres capaz de considerarme alguien digno para ti para hacerte experimentar lo más precioso de que soy capaz dentro de mis posibilidades, entonces es mejor para los dos el alejarnos: ya es una señal de amor el no hacerte perder más el tiempo ni que me lo hagas perder a mí.
Contemplo cómo muchos chicos consiguen la felicidad con otras muchachas: observo el hipotecado de su felicidad por bienes futuros, negándose para sí la felicidad que les pertenece por derecho a cambio de meros constructos mentales, guiados por prejuicios, por machismo disfrazado de caballerosidad; todo un castillo de naipes derrumbado por la menor elección de una chica, en plena libertad de sus derechos más propios, para elegir con quién divertirse.
¿Merece todo ese esfuerzo la pena a cambio de un revés tan fugaz, tan impredecible?
Saludos.