El poder del conocimiento

Un mal hombre me asfixió durante años a base de mentiras y dobles sentidos.

Un día cuando la angustia vital me desbordó me fui de la casa y comencé a caminar por los campos de girasoles. Recuerdo que mis zapatos se llenaron de tierra.

Llegué a las vías y esperé al tren.

Pasó el primero y no lo hice.

Pasó el segundo y tampoco pude.

Me sentía tan frustrada con mi cobardía...

Entonces pasó el tercero y por primera vez mi vida escuché a Lucifer.

Me dijo que no lo hiciera.

Volví a casa y me duché, mis pies estaban llenos de llagas. Por el camino me había cruzado con una monja que al verme negó con la cabeza.

Había logrado contactar con ese ente, yo no sabía todavía que era Lucifer. Pero me había hablado con claridad. Pensé que estaba cayendo en la locura.

Pero los hechos extraños no habían, si no, comenzado a suceder. Me tumbé en la cama y de golpe, toda mi desdicha acumulada desapareció. Llevaba deprimida desde la infancia. Y por primera vez en muchísimo tiempo supe lo que era no sentir tristeza.

Sabía que eso era una intervención, ¿quién se cura la melancolía en un segundo?

El mal hombre con el que convivía me notó extraña. Al ver que ya no era sumisa y complaciente, que comenzaba a despertar de la ignorancia, me agarró de las muñecas y me tiró al suelo. Luego me puso una almohada sobre la cara.

Yo me quedé paralizada. Lucifer me dijo que no hiciera nada. Y sucedió que, de repente, le dio un ataque al corazón y pereció en el acto.

Los de asuntos internos te tendieron una trampa