Las probabilidades de que la vida más primaria y primitiva surja de la materia inerte de forma accidental son ridículas, las probabilidades de que de esas formas de vida simples termine surgiendo algo complejo son igualmente pequeñas, las posibilidades de que de esas formas de vida más complejas surjan algo como el reino animal incluso en sus formas más simples también son ínfimas, las posibilidades de que entre esa potencial fauna extraterrestre surja algo inteligente todavía más bajas y las probabilidades de que eso inteligente tenga una mínima capacidad tecnológica parecida a la nuestra totalmente irrelevantes. Pensad en que sin la civilización occidental el mundo sería todavía hoy un lugar oscuro , iluminnadonunicamente por la luz de las velas y en el que el burro seguiría siendo el transporte universal, o ni eso en el caso de los pueblos de África negra, incapaces de domesticar equinos autóctonos. Es decir que una parte minúscula del planeta ha sido la responsable de hacernos salir tímidamente al espacio, y solo tras una cadena de causalidades y/o casualidades que con toda seguridad no se van a reproducir fuera de nuestro planeta, como tampoco se dará otra cadena distinta que lleve al mismo resultado.
¡Y todavía hay quien fantasea con civilizaciones galácticas cuando encontrar a una simple tribu de salvajes analfabetos en otro planeta sería prácticamente un mimagro! Además no estoy teniendo en cuenta todo lo que la fe, la tradición y la revelación bíblica puede enseñarnos sobre este asunto.
A la élite masonoide y prometeica le interesa hacer correr entre la población estas ideas subnormales sobre civilizaciones galácticas, para empezar porque creen con ello debilitar el natural sentimiento religioso de las personas, los dioses de la Antigüedad serían visitantes, meros seres corpóreos y mortales sin ninguna entidad metafísica o trascendente, Jesús, otro enviado planetario.
Pero hay otra razón muy poderosa que empuja a estos masones del demonio y a sus borrego-esclavos ignorantes a creer en civilizaciones galácticas, la idea siempre presente y cada vez más popular de que las grandes creaciones civilizatorias de moronegros e indiosimios de América, Asia o África fueron creadas, diseñadas o por lo menos inspiradas por visitantes de otros planetas. ¿Por qué les interesaría mantener este discurso? No puede ser más sencillo, bajo esta óptica se elimina el factor de declive, degeneración y decadencia (interesante leer a J. De Maistre sobre este extremo) de las civilizaciones y pueblos, que es la única vía real para explicar que civilizaciones enormes pasen de construir fabulosas pirámides y monumentos imposibles a vivir como ratas adorando fanáticamente una piedra negra, o en la absoluta promiscuidad dominados por el narcosatanismo y la santería africanoide.
Un saludo, muera esa élite prometeica y sus instituciones, ¡Viva España y VIVA el REY!