un hilo serio?
El fenómeno del duelo es antiquísimo y ya encontramos uno en el Antiguo Testamento: David contra Goliath; pero siempre se había desarrollado en terreno militar, el campeón de un ejército contra el campeón del otro. Uno muy famoso que conocemos todos es el de Héctor contra Aquiles ante las murallas de Troya.
Es llegado el siglo XV cuando los españoles desarrollan y perfeccionan la esgrima moderna. Una espada de 110 centímetros en la mano derecha y un arma corta en la izquierda que los convierten en los mejores combatientes de la Tierra. A partir de ahí, conquistan un enorme Imperio y se establecen, desde los ideales del hombre renacentista y caballeresco, los modelos del honor y la honra que todo hombre debe seguir.
En esos años, los españoles se vuelven en los hombres más arrogantes, soberbios y orgullosos del mundo; la honra se coloca, entonces, por delante de Dios, hacienda, patria y Rey, y la mancha de honor solo con sangre puede limpiarse. El fenómeno del duelo se extiende como un reguero de pólvora por toda Europa, desde España e Italia, llegando a considerarse un verdadero problema social. Hubo épocas en las que un duelo podía producirse por un hecho tan nimio como que dos miembros de la misma condición social se cruzaran por la calle y uno de ellos no se tocase el ala del sombrero para saludar. Bastaba eso para que el otro se diera la vuelta y exigiese una satisfacción que, si no era suficiente, podía ser la chispa que desembocara en un duelo a muerte.
Entre mentises y satisfacciones, los reyes y generales intentan –durante muchos años y por todos los medios– prohibir esta lacra ya que, por culpa de ello, perdían a muchos de sus más valiosos hombres para la guerra. Pero no fracasan.
Es a partir del Concilio de Trento (1563) cuando obtienen el apoyo de la Iglesia de Roma, y todos los participantes en duelos, incluidos sus padrinos, estarán excomulgados:
Esto sí se consideraba terrible en el cristianismo de la época, porque por aquellos años cobra especial relieve la figura del Purgatorio, por donde todas las almas han de pasar en su largo peregrinaje antes de alcanzar la visión beatífica de Dios. Es cuando surge con fuerza esa antigua costumbre tan española de dejar cientos o miles de misas pagadas a la muerte de alguien. Felipe II dejó 25.000; Felipe III, que no iba a ser menos, 35.000; un verdugo de Valladolid, 8.000; y una buñolera de Valencia, que debía de ser una gran ladrona en el peso de sus buñuelos, 4.000; cuando, entre la gente pudiente del país, lo normal era dejar entre 300 y 500.«Extermínese enteramente del mundo cristiano la detestable costumbre de los desafíos... Los que entraren en el desafío, y los que se llaman sus padrinos, incurran en la pena de excomunión y de la pérdida de todos sus bienes, y en la de infamia perpetua, y deben ser castigados según los sagrados cánones, como homicidas; y si muriesen en el mismo desafío, carezcan perpetuamente de sepultura eclesiástica».
Para los duelistas, descomulgados, no se podían pagar misas, y acababan sus restos enterrados en una fosa común las más de las veces. Por lo tanto, sus familias estaban en la necesidad de inscribir estas cruces tumularias en el lugar donde hubieran fallecido, para que cualquier persona anónima que pasase por allí, gentes que reconocían perfectamente entonces estas marcas, pudieran rezar una oración caritativamente por el alma de la persona que había muerto en ese mismo lugar. Este es el origen de las cruces tumularias.
El fenómeno de la cruz tumularia aún pervive entre nosotros hoy en día. Las vemos en las carreteras, donde se ha producido un accidente mortal; las familias colocan, todavía hoy, una cruz. Allí no hay nadie enterrado y la familia puede vivir a 500 kilómetros de distancia. Pero lo que piden esas cruces tumularias de las carreteras es exactamente lo mismo que piden las antiguas: una oración por el alma de una persona que ha muerto inesperadamente, sin confesión, sin haber recibido los últimos sacramentos y que, por lo tanto, necesita de forma especial esas oraciones espontáneas que puedan hacer subir esa alma del purgatorio al cielo con la mayor celeridad posible.
En palabras de un hombre de la época, toledano, espadachín y aventurero, que tuvo que sufrir las consecuencias del enorme peso del honor y la honra para su vida como español, Don Diego Duque de Estrada, preso en la cárcel Real de Toledo desde 1608 a 1611, año en el que consigue fugarse gracias a la ayuda de una monja del vecino convento de Jesús y María, condenado a perpetuidad y recluido en el departamento para «gente honrada», departamento penal que guardaba a los hombres que habían cometido asesinatos para salvaguardar su honra:
http://www.abc.es/toledo/ciudad/2013...310011240.html¡Oh maldita y descomulgada ley del duelo, nacida en el infierno y criada y alimentada en la tierra, devoradora de vidas y haciendas, hija de ira y soberbia y madre de la venganza y perdición, ruina total de los humanos y perturbadora del sagrado templo de la paz.
De las cruces hay una abajo, y una imagen de un hombre atravesando a otro en duelo más arriba.El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
Anda que bien no? Que cosas pasan.El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
En tu país se cuecen unos a otros a garrotazos y fuego por robarle la gallina al prójimo .El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
claro que si cuate,mis compadritos se dan en la madre por media panochaEl mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.![]()