El conde de Bragamonte,
que jamas enemigo tuvo,
usaba la picha como espada,
y los cojones como escudo.
Cierto dia, cabalgando,
por los montes de Toledo,
se encontro una hermosa niña,
que se estaba metiendo el dedo.
El conde, admirado,
de sus lindos muslazos,
se bajo del caballo,
y la echo tres polvazos.
La dama defendiose como pudo,
pero el conde dijo:
¡otra ronda!
y la metio por el culo.
¡Oh, Don Juan de la Cebolla!,
¡Cuán larga tenéis la polla!.
Razón tenéis Doña Inés,
pues me llega hasta los pies.
No vengo a veros sino a joderos.
Don Juan, Don Juan, la puntita nada más,
pues soy doncella…
¡Callad puta plebeya!, que os meteré toda ella
¡Y los huevos detrás!.
Apretad, apretad,
apretad sin compasión,
que hace mas de un mes,
que no pruebo salchichón,
Se fue Don Juan altivo,
saltando de pino en pino,
y a no mucho de camino,
se encontró con tres doncellas,
putas, claro, todas ellas.
¡Oh Don Juan, qué gran galán!.
Sóis vosotras también bellas.
¿Cómo os llamáis?
Yo, Griselda de Foulláis.
Yo, Jimena Cimbrelán.
Yo, Fernanda de Coñuás.
¿Y tú, Don Juan, qué nos harás?
Yo, la regla del compás:
os la meto por delante,
y os la saco por detrás.
El conde, totalmente angustiado,
al ver que la moza había palmado,
con la polla aun tiesa,
se escapó por la dehesa.
A lo lejos se divisa,
algo rubio y sin camisa,
es una chica muy potente,
de pechos duros y turgentes.
Va el conde y la avasalla,
y se la lleva a la muralla.
Pero aquí no acaba todo,
hay sorpresa ¡y de qué modo!.
La moza, al desnudarse,
saca un rabo alucinante.
El conde se ha sorprendido,
al ver ese cacho pepino.
Obligado a darse vuelta,
le agachan piernas abiertas,
Y en el culó le han clavado,
ese pene empalmado.
Ahora el conde viste faldas,
y el vello depilado.
Ha encontrado su destino,
y de mujeres se ha olvidado.
Perdonad, divina dama,
que relaje la etiqueta,
mas tengo la tentación,
de morderos una teta.
¡Caballero! ¡Como osais!.
respetadme, soy una dama,
Pero…desabrocharos la bragueta,
que os lustro la banana.
Señora, disculpad mi osadia,
si he perdido la postura,
Mas levantad esa fina falda,
que os parto la costura.
¡Oh! mi amado caballero,
admiro vuestra destreza,
pero os pido me metais,
solamente la cabeza.
¡Oh! Señora idolatrada.
Lo lamento, mil perdones,
La cosa no tiene remedio:
os clavo hasta los cojones.
Os perdono mi caballero,
y hacedlo con disimulo.
Eso si, os lo suplico,
sacadme el dedo del culo.
Basta ya, señora mia,
basta ya de meta y ponga,
pareced habeis agarrado,
lindo gusto a la poronga.
Seguid, seguid caballero,
que con este ya van siete,
que luego agacho suavemente,
y me rompeis el ojete.
Yo continuare Condesa,
mientras su gusto lo exija,
y os seguire echando polvo,
hasta que aguante la pija.
Bien se, querido mio,
que eres un hombre de notas,
metedmela mas adentro,
metedla hasta las pelotas,
Que os parece mi amada,
si continuamos luego el juego,
yo os hago la mineta,
y vos me chupais los huevos.
¡Cojones!, dijo la marquesa,
poniendo las tetas sobre la mesa.
Y ahora ¿con quién culeo
si sólo maricas veo?
Yo soy Juan de la Cosa,
que tengo una picha hermosa.
Yo soy don Juan Tenorio,
que tengo la picha más grande,
de todo este territorio.
La marquesa murió de dicha,
de los diez metros de picha,
que la metió don Rodrigo,
más abajo del ombligo...