HARTA d todo DESAHOGO +temaserio

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    HARTA d todo DESAHOGO +temaserio

    Hola, esta historia será relatada con nombres distintos a los de sus verdaderos protagonistas. Creo que es un material interesante y sobre el que reflexionar. Este acontecimiento ocurrió hace un par de años en Valparaiso y les aseguro que lo aquí relatado es verídico.
    Mi nombre es Valentina, para la época de los acontecimientos contaba con 22 años de edad, soy contadora pública, actualmente egresada de la Universidad y pienso radicarme en Santiago para realizar una especialización en finanzas. Mido uno con sesenta y cinco metros de estatura, mi piel es blanca y mi cabello es de color castaño claro, y me considero, modestia aparte, muy bonita, mi rostro es de facciones delicadas, pues tuve la suerte de provenir de una estirpe de mujeres hermosas ; mi madre fue reina en su pueblo natal y mi abuela concursó en miss chile hace ya algunas décadas, pero aparte esto, lo que mas le ha llamado la atención a mi novio y a mis compañeros de Universidad, es mi trasero, pues en algunas oportunidades cuando estamos en fiestas de la facultad, entre broma y broma me lo hacen saber, y creo saber por qué, pues es demasiado grande para mi cuerpo, es firme y voluptuoso, y sobresale porque mi cadera es pequeña y mi contextura delgada. Todo esto, sumado a que en conjunto considero poseer un cuerpo envidiable, me ha permitido ganar un dinero extra modelando ropa interior desde los diecinueve años. Desde los diecisiete, por recomendación de mi hermana mayor que tiene cinco años mas que yo, y que lógicamente para ese tiempo me llevaba un siglo luz en experiencias sexuales, comencé a afeitarme mis vellos púbicos y los de mi ano, pues según su teoría, en una oportunidad que nos bronceábamos desnudas en la piscina de nuestro chalet, detallando que mi vagina y mi ano son de un color rosa claro, me explicó que es mas estético afeitarlos a diario. Por esta razón, tengo mi vagina y mi ano totalmente calvos. Mis senos son grandes para mi estatura, son 34 B y mis aureolas son también rosadas y grandes, algo que enloquece a mi novio, que me dice que cuando sale con sus amigos, cuentan que las aureolas mas comunes son las negras y pequeñas, pero que una aureola grande y rosada, es difícil de encontrar.
    Finalmente mi vagina, lastimosamente, y lo digo por todos los problemas que me trajo, ha sido estrecha y necesaria de excitación previa por un buen rato para poder ser penetrada, pues además de su pequeñez, no lubrica al principio de la relación satisfactoriamente.
    Hasta la época de estos acontecimientos, solo me había acostado con mi novio, quien tiene un pene pequeño, circunstancia que me permitía disfrutar del sexo con él, sin sentir mucho dolor. Con respecto al sexo anal, siempre me ha parecido algo abominable porque considero que ese orificio está diseñado para una función totalmente distinta a la de copular. Solamente en una ocasión, mientras hacíamos el amor, me propuso mi novio practicarlo, propuesta a la que lógicamente me opuse en forma rotunda, y lo cual nos trajo una serie de problemas en nuestra relación que por poco nos cuesta el noviazgo, pues siempre he sido una mujer conservadora y anticuada en cuanto a estos temas se refiere.
    La historia que hoy les relataré, inició cuando una noche me desperté con un fuerte cólico que me hizo pensar que pronto llegaría mi período, lo que no ocurrió y me hizo dar cuenta de que habían regresado los terribles dolores del endometrio, órgano del sistema reproductivo femenino, que cumple la función de proteger dentro de si, por un lapso del periodo gestativo, al óvulo. Este inconveniente, me preocupó, por lo cual le dije a mi mamá que buscaría cita con una ginecóloga para que me revisara. Luego de percatarme que la ginecóloga que siempre me había tratado, había cerrado su Despacho, sin tener conocimiento que rumbo había tomado, decidí buscar en la Guía Telefónica el nombre de alguna especialista en ginecología y que manejara las radiografías en su Consulta, pues estos exámenes en un sitio particular son humillantes, pues al asistir a algún examen debo aguantarme a dos tipos mirando detenidamente todo mi cuerpo, antes de evaluarme. Luego de buscar por mucho rato, solo encontré un ginecólogo en toda la guía que figuraba como egresado de una Universidad de los Estados Unidos y que decía en su anuncio que manejaba imágenes diagnósticas, es decir, radiografías. Como afortunadamente, mis padres han gozado de una buena situación económica, pedí cita particular con el médico, pues por descarte era el único que podía evitarme ir a mostrarme ante otros sujetos.
    La cita me fue dada para el día siguiente a las seis de la tarde, ya que cuando llamé estaban copados todos los turnos, lo que me hizo tener que aceptar ser la última paciente del día. Esa tarde, luego de realizar unas gestiones para solicitar mi matrícula profesional, como a las cuatro y media, tome una ducha de agua caliente y aproveché para realizar mi rutina diaria de afeitarme mi vagina por completo, mi monte de venus, alrededor de mis labios, y mi ano. Asimismo, por verguenza con el médico, pues no hay peor aspecto que el de una ropa interior desagradable, estuve por lo menos veinte minutos escogiendo que panties y sostén utilizar. Opté por ponerme una tanga blanca de seda, pero que viene cosida en forma de malla, es decir, como una red de ping pong, lo cual permite ver el inicio de mis pequeños labios vaginales y lo rapada de mi vagina. Igual era mi sostén, que no ocultaba lo rosado y amplio de mi pezón, que abarca gran parte de mi seno.
    Luego me vestí con prendas que me hicieran sentir cómoda al momento de quitármelas y que dejaran una buena impresión. Me puse una falda amarilla a la altura de la rodilla y una blusa sobria de hilo con mangas largas y unas botas elegantes de color negro.
    Ese día llegué a las cinco y cincuenta y cinco de la tarde con los exámenes que hacía ya varios años atrás me había practicado del endometrio. Luego de esperar hasta las seis y media que despachara a todos los pacientes la secretaria me dijo que siguiera, alistando sus cosas para marcharse y manifestándole al doctor que se iría porque ya era muy tarde. Al pasar observé que había una sala grande dentro del mismo consultorio, con una biblioteca gigante allí mismo y una pared que tenía una sola puerta, lo cual me permitió deducir que lo que me había dicho mi mamá de que este era el mejor ginecólogo de la Ciudad era cierto. Cuando me preparaba para esperar otro rato, abrió la puerta el médico, quien me saludó muy amable y me invitó a seguir. Su nombre era Iván, tenía unos cincuenta años de edad aproximadamente, negro, de facciones bruscas y poco atractivas y contextura gruesa, yo le pondría unos noventa kilos de peso, pero que compensaban con su uno ochenta y siete centímetros de estatura. En el interior del cuarto, el cual también era de dimensiones mayores, mas o menos de quince metros de largo por diez de ancho, tenía un escritorio en donde atendía, y en el fondo se veía una pequeña puerta que conducía a otro lugar. Tras preguntarme por mi nombre completo, inició muy amablemente a leer mi historia clínica, indagándome hacía cuanto no me dolía el endometrio, respondiéndole que hacía ya unos años que no me molestaba. Acto seguido, me preguntó que razón me llevaba a su consulta, por lo que precisamente le expliqué que había retornado el dolor en éste órgano. A raíz de esto, me solicitó que ingresara a la puerta derecha y me quedara en ropa interior y me pusiera una bata de color verde claro que encontraría en un perchero en el interior del cuarto. Al ingresar observé una pieza pequeña con una camilla con estribos y unos aparatos extraños a su alrededor que nunca había visto. Me quité mi ropa quedando en tangas y sostén, poniéndome la bata que me había indicado el doctor. A esta altura estaba muy nerviosa porque siempre mostrarse semidesnuda ante un extraño es algo vergonzoso. En ese preciso momento entró a la habitación el médico con su estetoscopio en el cuello y me dijo que me examinaría primero el pecho y me solicitó que me bajara la bata hasta la cadera sentada en la camilla. Cuando realicé lo solicitado, pude observar como a pesar de que el doctor trató de disimular su asombro, al ver que mi sostén permitía por el color y el material de su fabricación, descubrir las grandes dimensiones de la aureola de mi pezón y su color, como también lo exageradamente grande de mis senos para mi estatura, se le iban los ojos.
    Después de esto comenzó a palparme por encima del brasier ambos senos, mientras yo mentalmente esperaba que no me solicitara quitármelos. Pero a pesar de mis ruegos internos, el doctor me pidió que me despojara del brasier. Cuando me despojé de éste y lo puse al lado de la camilla, el médico no desfijó sus ojos de mis aureolas y me dijo que tenía senos muy bonitos, lo cual agradecí rogando que esto acabara pronto, pues me daba la sensación que el doctor en ciertas ocasiones me miraba con cierto deseo.
    Acto seguido me palpó ambos senos tocándomelos y agarrándoles como si fueran melones por lo menos unos cinco minutos, y finalmente me manifestó que mis senos estaban en magnífica condición. Luego me pidió que me quitara la bata. Al ver la ropa interior, volteó a ver mi rostro para observar si lo estaba vigilando, por lo que me hice la distraída, y aprovechó para clavar sus ojos en mi vagina, con intenciones muy depravadas pues con sus ojos podía ver que deseaba. Primero empezó a examinarme con el estetoscopio por todo mi estómago y mi vientre en el sector del endometrio. Luego me masajeó ese sector tratando de palpar este órgano. Después de esto, me dijo que me quitara la tanga, y yo le contesté si este examen demoraría mucho, pues de verdad que ya me sentía aburrida con esta evaluación, y me respondió que tardaría solo lo necesario para evaluar el estado de mi endometrio y qué motivo causaba que me doliera. Cuando me la quité casi se va de espaldas al ver toda mi conchita afeitada, y me preguntó por qué me gustaba afeitarme mis genitales, a lo que le contesté que me agradaba por que se veía mas estético y mas pulcro. Me dijo que en efecto se veía muy bonita así. Luego de esto me puso los dos pies en los estribos y me preguntó si siempre había cuidado así de bien mi figura, pues supongo que observó que mis pies eran pequeños, sin una imperfección y con unas uñas pintadas al estilo francés, impecables, pregunta que no le contesté y que evadí con una sonrisa para que no me indagara mas. Tras esto se sentó entre mis piernas en un banquito y me dijo que me introduciría un aparato que auscultaría mi endometrio, pero que era un poco grande y me preguntó si tenía problema con eso, contestándole automáticamente que si, porque no me gustaba un examen de ese tipo, pero el me explicó que el endometrio quedaba muy adentro de la vagina y que al simple tacto no alcanzaba a palparse, por lo que indefectiblemente debía introducir ese aparato. Acto seguido, cogió de la mesa de instrumentales una especie de vibrador con una camarita pequeña en su cabeza, la cual me asustó mucho, pues era casi el doble del tamaño del pene de mi novio, yo le calcularía unos veinte centímetros. El doctor trató primero de meter su dedo en mi cosita, pero como les dije estaba sin mucha lubricaciónpor lo que tuvo que empapar el aparato y la vagina de un líquido lubricante. Les confieso que en ese momento hubiera dado todo el dinero del mundo por salir de esa habitación, así regresaran los problemas del endometrio, ya que verme compelida a afrontar una situación como esta, era bochornoso, además del dolor y la molestia que me causaría semejante máquina dentro de mi. Por esto le solicité nuevamente al médico si no había forma de evitar la penetración con ese aparato, explicándole que me daba miedo soportarlo dentro de mi vagina, dándome un parte de tranquilidad, pues me explicó que luego de lubricarse adecuadamente el conducto vaginal, cualquier elemento de considerable tamaño podía ser introducido sin mayores inconvenientes.
    Trajo de su escritorio un pote de líquido al parecer importado pues de lo que pude ver traía pegado un adhesivo en inglés. Lo destapó y embadurnó con esta sustancia el aparato y me pidió que abriera bien mis piernas y que me relajara que me lubricaría la vagina. Comenzó abriendo mis labios interiores y metió lentamente en el interior de mi concha uno de sus dedos lubricados, para luego quitarse su guante argumentando que el látex no permitía la misma fricción, e introdujo nuevamente su dedo ahora embadurnado mas de ese líquido. Luego introdujo un dedo mas y yo ya empezaba a sentir molestias en mi cosita, ya que los dedos del doctor eran muy gruesos y largos, además que me parecía como si el tratara de meterlos y sacarlos rítmicamente. Cuando yo imaginaba que sacaría los dedos y metería el auscultador, empezó a frotarme el clítoris, exaltándome mucho, pues fue una total falta de respeto el tocarme esta zona que nada tenía que ver con la evaluación, pero él inmediatamente me solicitó que me calmara y que entendiera que era un ginecólogo de amplia experiencia y que si utilizaba este medio era para alcanzar más rápido una lubricación total y así no tener que prolongar por mucho tiempo el examen. Por esta razón, volví a abrir mis piernas y él continuó tocándome mi clítoris y metiéndome dos dedos en mi vagina. Admito que al cabo de veinte segundos de estar el médico repitiendo este procedimiento, mi huequito empezó a mojarse y a dilatarse, y yo muy en el fondo me empezaba a excitar, claro que sin demostrarle lo mas mínimo al doctor. Luego de esto me dijo que me introduciría el aparato y frotándolo nuevamente con el líquido lubricante, puso su cabeza en mi concha. Empezó a meter despacio el aparato, mientras yo me mordía los labios de la terrible sensación de ver como semejante bate de beisbol se iba metiendo cada vez mas en mi vagina. El doctor disimuladamente miraba mi reacción, pero yo cuando veía que el levantaba su cabeza me hacía la desentendida. Cuando la máquina ya había entrado casi por la mitad el médico me manifestó que prendería el monitor para ver si ya el aparato daba imagen. A pesar de su intención, aún faltaba mucho camino por recorrer para ver mi endometrio, por lo que empujó mas para adentro el examinador y en una de sus "profesionales" embestidas, sin tener intención salió de mi un gemido que no pude reprimir, el cual no pasó desapercibido para el doctor Iván, quien inmediatamente levantó su cabeza y mirándome a los ojos me preguntó si me había dolido, mientras yo pensaba que excusa le inventaría, le contesté que era que como nunca había recibido mi vaginita un aparato de tan grandes proporciones sentía esa máquina en el estómago, y me dijo que ese aparato no era tan grande, pues existían penes muchísimo mas gruesos y largos que ese aparatico, respuesta que me puso a pensar si lo había dicho para tranquilizarme o para darme a entender que poseía una tranca aún mayor al desproporcionado instrumento que me perforaba. Luego de esto, el médico lo sacó un poco diciéndome que lo hacía para tomar impulso y meter el resto de un solo empujón, y sin darme tiempo a negarme empujó hasta el fondo de mi cuquita toda la máquina, lo que me hizo sentir como si dentro de mi hubieran parqueado un tractor completo, no pudiendo controlar tal penetración diciéndole al médico cuando la sentí toda adentro : "doctooooor, hayyyy pacito por favor que me duele, ahhhhh ¡¡¡¡", pero cuando bajé mi vista el médico miraba mi vagina con cara de deseo, teniendo todo ese instrumento quirúrgico dentro de mi vagina con solo la agarradera afuera, mientras mis rosados y pequeños labios parecían que se fueran a desgarrar de lo abiertos que estaban. Le pedí inmediatamente, con las pocas fuerzas que me quedaban después de sentir ese animal dentro de mi, que lo sacara, que yo me quería ir, pero el me dijo que me tranquilizara que ya podía ver el endometrio y me enseñó la pantalla que lo mostraba.
    Después de esto empezó suavemente a moverlo dentro de mi, lo que me hacía sentir como si en mi estómago estuviera una hormiga y a cada movimiento yo me mordía los labios para no gemir, pues este hombre estaba partiéndome en dos, estaba descubriendo lugares que nunca habían sido explorados mientras yo vivía sensaciones dolorosas pero excitantes. Luego de examinar mi interior por un par de minutos el doctor sacó lentamente de mi huequito el instrumento, notando que toda su cabeza y exterior estaban con unos leves rastros de sangre, lo que me preocupó pero él me dijo que esto era normal porque mi vagina era diminuta, tanto que era la mas pequeña y estrecha que había conocido durante toda su experiencia profesional, y que debido a esto, se habían presentado unos pequeños desgarros en su interior, pero que no era nada de trascendencia. Luego de esto me pidió que me colocara nuevamente la bata que necesitaba hablar conmigo y que me esperaba en el escritorio. Yo aproveché la oportunidad y me puse nuevamente mi ropa interior, sintiendo mucho dolor en mi cosita al ponerme el pantie debido a la penetración que había acabado de soportar. Mientras tanto imaginaba con temor que pensaría y sentiría mi novio si supiera el exhaustivo examen que me había tocado afrontar y lo mucho que me habían maltratado la vagina. Luego me dirigí al escritorio del médico, el cual veía nuevamente las radiografías del endometrio que le había llevado, y cuando me vio venir me pidió que me sentara, me dijo que la cámara no había logrado tomar imágenes claras del estado de mi endometrio y que iba a ser necesaria la práctica de una radiografía. Dicho esto le contesté que por eso había venido a su despacho, pues en la guía telefónica decía que su especialidad también eran las imágenes diagnósticas, y me dijo que poseía los aparatos mas modernos de la región y que él inclusive era quien los alquilaba a veces a los Institutos especializados. Luego me dijo que en su consultorio en el cuarto posterior, el cual aún no conocía tenía los utensilios suficientes para practicar la radiografía necesaria y que la podíamos practicar inmediatamente, pues al otro día estaba totalmente copado. En el cuarto del examen me encontré con variados y distintos tipos de aparatos, inclusive un equipo autobronceador, y en el fondo la máquina para realizar radiografías. Me pidió que me parara sin panties al frente de la máquina delante de un gruesa cortina verde. Cuando hice esto el doctor prendió el aparato y me tomó el examen, y me dijo que me sentara cinco minutos en el escritorio que ya saldría el resultado.
    Regresó decepcionado y mostrándome una radiografía borrosa, me manifestó que no había salido nítida, pues seguramente como no me había practicado un lavado previo, mi estómago no estaba vacío y por esa razón la máquina no podía tomar la radiografía directa del órgano. Yo le pregunté entonces que podíamos hacer y el me contestó que habían dos opciones, la primera era pedir mañana nueva cita para el examen y que sería mas o menos para dentro de tres días pues el salía al día siguiente finalizando la tarde, luego de atender todas sus citas, para una convención médica en Santiago, realizándome previamente yo en mi hogar el lavado referido, o si prefería me podría realizar yo misma el lavado inmediatamente y así poder practicar esa misma noche el examen. Por un lado yo no quería aguantar mas el dolor que en las noches me causaba el endometrio, pero por otro me daba vergüenza realizar este lavado en el baño del doctor, mientras él me esperaba afuera. A pesar de la vergüenza, no estaba dispuesta a soportar mas este suplicio y le dije a Iván que lo practicáramos ya mismo, asintiendo él con su cabeza.
    Me dijo que lo esperara que iría al depósito de medicamentos y que ya regresaba. Cuando retornó me dijo que solamente quedaba un lavado en el depósito, pero que era el mecanismo que anteriormente se usaba y que no quedaban productos para realizarlo con el mecanismo contemporaneo, razón por la cual le solicité me ilustrara al respecto. Dicho esto, me explicó que actualmente, los laboratorios venden pequeños supositorios que la persona se coloca en el recto y que luego de deshacerse produce el lavado interno. Otros venden líquidos que se suministran por vía oral y con los cuales se obtienen los mismos resultados y finalmente la última palabra en lavados era introducirse en el recto una bolsa que traía un líquido que se dejaba en el interior y el se encargaba de lavarlo. Cuando le pregunté entonces que mecanismo era el único que esa noche le quedaba al depósito me dijo que éste se usó hace veinte años en la clínica, pero que ya estaba descontinuado por lo incomodo del mismo, y que por el no uso era lo único que había en el depósito. Me explicó que era un tubo que debía introducirse por el recto mientras el paciente se encontraba en cuatro patas, y luego le depositaban dentro un líquido que cumplía la función de lavado. Este examen me horrorizó, toda vez que dejar perforar mi ano por un extraño era algo terrible y le solicité que buscáramos otra opción a la planteada. Iván mirándome fijamente a los ojos y de una forma amable me dijo : "Valentina mira, discúlpame que interfiera en tu vida, pero ¿ por qué muestras tanto miedo a este procedimiento ?" A mi me daba vergüenza abordar este tipo de temas con él, pensando que de pronto interrogaría sobre si había tenido relaciones anales, por lo que le dije que sencillamente era porque quería evitar mayores traumatismos en estos exámenes. Él me dijo que me calmara, que el examen era como hacer el amor con alguien por detrás, pero en vez de introducir el miembro viril se metía ese aparatico. Yo me quedé callada y mirando para el piso, por lo que él me dijo que estuviera tranquila y que le tuviera confianza, y me preguntó : ¿ O es que nunca te han penetrado por el ano ? Y yo le contesté que no y que no quería ser tampoco penetrada con un utensilio quirúrgico, pero el me explicó que debido a las premuras de tiempo era necesario y que tuviera tranquilidad que él había practicado ese tipo de exámenes desde hacía ya veinticinco años, con mujeres nunca antes penetradas y que las evaluaciones habían sido exitosas. Después de pensar un rato, le dije que intentáramos pero que si me dolía mucho pararíamos. Me dijo que traería los aparatos necesarios, y que me recostara boca arriba en la camilla de la sala de exámenes. Al cabo de tres minutos apareció con una maleta negra de tamaño mediano de la cual sacó una especie de consolador de unos treinta y cinco centímetros de largo y exageradamente grueso y hueco en su interior. Al ver yo semejante instrumento le dije al médico que no pretendería meterme esa cosa por mi culito, y me contestó que solo un pedazo para introducir el líquido que practicaría el lavado. Le pedí que por favor fuera delicado al tratarme y me dijo que me lo prometía. Dicho esto me pidió que me acostara boca abajo en la camilla. Al hacerlo, me desamarro la bata y quedó al descubierto todo mi cuerpo de espaldas, y me percaté que reacción tomaba el doctor, pues si al ver mis senos y mi vagina casi se desmaya, al observar el impresionante trasero que tengo, se iría de espaldas, y no era falso lo que suponía, pues al desabrochar la bata y abrirla se quedó estupefacto al verlo con la diminuta tanguita blanca que lo cubría, mordiéndose su labio inferior de deseo. Al hacer esto le dije que por qué demoraba tanto y me dijo que disculpara pero que nunca había visto un trasero tan grande y bien formado, bromeando como para romper un poco el hielo, que no sabía como iba a introducir el instrumento entre tanta carne. Me dijo que levantara un poco el trasero que me iba a quitar el pantie, y al levantarlo el doctor empezó a quitarme despacio mi tanga, la cual tenía rastros de sangre por el examen anterior y que demoró mucho en sacarla de mi trasero por el tamaño de mis nalgas. Luego me explicó que para una penetración exitosa debería lubricarme el ano con el mismo líquido que había usado anteriormente en mi vagina y me pidió que me pusiera en cuatro patas. Al acceder a lo solicitado me fijé detalladamente que hacía el doctor al descubrir en todo su esplendor mi hoyito rosado. Al verlo me manifestó que jamás había visto un ano tan rosado y me preguntó si me lo afeitaba, lo que le contesté afirmativamente, situación que lo hizo extrañar pues si antes le había manifestado que nunca había practicado el sexo anal, por qué me afeitaba mi anito, y le expliqué que mi hermana me decía que de esta forma se veía mas estético, respondiéndome que mi ella tenía toda la razón. Estando en esa posición, aplicó abundante crema en mi ano, y empezó a masajearlo por un rato. Esta situación me parecía extraña, sintiendo como un simple examen del endometrio se había transformado paulatinamente en un examen detenido de partes de mi cuerpo que solo conocía mi novio, y hablando de él, no sabía como le iba a explicar todos los extraños exámenes que me había practicado el doctor Iván durante esta noche. Luego de frotarme bien el ano, me solicitó que con ambas manos me abriera las nalgas, pues debido a su gran tamaño incomodaban una penetración completa. Haciendo caso a lo solicitado me abrí lo que mas pude mis nalgas y empine mi culito, empezando el doctor a introducir lentamente su dedo corazón en mi agujero, mientras sentía lo apretado y complicado de esta tarea, llegando un momento en el que estando su dedo por la mitad tuvo que sacarlo porque el dolor era insoportable. Nuevamente frotó mas líquido lubricante en mi ano y comenzó lentamente a introducir su dedo corazón dentro de mi, situación que me hizo sentir un dolor nuevamente inimaginable pero que, aunque no lo deseara, me estaba excitando enormemente, no pudiendo evitar lanzar un pequeño gemido en uno de los momentos en que el doctor ya estaba prácticamente terminando de introducir todo su dedo en mi culo, deteniéndose éste sin sacarlo y preguntándome qué me pasaba, y al ver mi cara pudo descubrir como me estaba mordiendo mi labio inferior de la excitación que estaba sintiendo, pero al ver que yo abría mis ojos, disimuló que miraba para otro lado. Lo que acababa de acontecer me hizo apenar mucho con el médico porque lo mas probable es que pensaría que estaba sumamente excitada con este examen, y aunque mi pudor no me permitiera aceptarlo, lo que me estaba haciendo este hombre me estaba volviendo loca. Luego de haber metido todo su dedo en mi interior, empezó a moverlo dentro de mi, lo que me hacía sentir sensaciones intensas, inclusive en ocasiones me daba la impresión que el doctor lo hiciera a propósito por lo rítmico de sus movimientos. Una vez que su dedo se movía libremente por mi recto, el médico empezó suavemente a introducir un segundo dedo en mi culo, advirtiéndome que esto me iba a doler un poco y me pasó una toalla para que mordiera si sentía dolor. Comenzó a meter suavemente un poco de su otro dedo dilatando mi ano y haciéndome sentir un dolor terrible pero excitante, situación que me hizo estremecer y parar mas mi culo, dándole con esto a entender a mi doctor que tenía carta blanca para terminar de meter su otro dedo en mi. El doctor me dijo que contuviera la respiración, que me tranquilizara y que me iba a meter de un solo viaje el resto del dedo que faltaba, yo asentí con mi cabeza y cerrando los ojos, el doctor empujó con fuerza hacia mi interior lo cual me hizo gritar del dolor y gemir del placer sin poder contenerme : "Auhhh, doctor me duele, por favor mas pasito que me desgarra por dentro". Este grito pareciera que le hubiera gustado al doctor porque cuando disimuladamente lo miré por el espejo tenía su mirada fija en mi cara con ojos de sádico, y yo mirándolo le pedí que sacara los dedos por favor, pero el me dijo que no podíamos perder el terreno que ya habíamos abonado y que ahora vendría el aparato. Sin sacar sus dedos de mi, empapó el aparato en el líquido lubricante y sacando sus dedos de mi interior, introdujo inmediatamente esa máquina infernal, diría yo unos quince centímetros, en mi culito ya algo dilatado por esa terrible penetración que había soportado. Esa máquina dentro de mi, me hizo sentir como si estuvieran metiendo dentro de mi recto una tubería completa, pues sentía que mi ano estaba a punto de desgarrarse, cosa que le dije al doctor y me explicó que esto era normal en la primera penetración, y cuando suponía que aplicaría ya el líquido que lavaría todas mis entrañas, empujó mas hacia el fondo de mi recto, operación que me hizo llorar del dolor, rogándole al doctor que por piedad sacara esa cosa de mi, que me estaba doliendo mucho mientras me limpiaba las lágrimas como podía, sin poder usar las manos, pues éstas estaban abriendo mis nalgas en todo su esplendor. A esta altura yo calcularía que unos veinticinco centímetros de la máquina ya estaban en mi interior, y el dolor que sentía era incalculable, pues aparte que sentía mi agujerito a punto de desgarrarse, la punta del aparato ya tocaba prácticamente mis pulmones, y cuando me disponía a sacar con mis propias manos ese tubo de mi esfínter, el doctor me dijo que me tranquilizara, que no llorara mas que ya iba a aplicarme el líquido lavador, sacando un pequeño frasco de color rojo del maletín, y quitando una tapa que tenía en la agarradera el tubo, lo vació por ese hueco llegando hasta el fondo de mi ser, enfriando esa sustancia todo mi estómago. Luego de esto, lentamente sacó de mi esa máquina monstruosa, mientras sentía como si estuviera dando a luz a un niño por mi recto. Cuando lo terminó de sacar, observé que el aparato salió empapado de sangre, y el doctor me explicó lo mismo que me había pasado con mi conchita, y me pidió que me quedara tranquila. Me dirigí al baño y di del cuerpo, y una vez estando totalmente vacío mi estómago, tomé una ducha caliente y me lavé bien mi ano y mi vagina en una tina que había en allí, para evitar debido a los desgarros una posible infección.
    Cuando me lave el ano, pude ver cuando me aplicaba jabón, que al lavarme, cabían hasta tres dedos en mi culito, imaginándome el terrible esfuerzo que tuvo que soportar para este brutal examen, mas me consolaba la idea de que pronto terminaría este suplicio y que jamás tendría que volver a ver a este médico salvaje. Luego volví a ponerme mi ropa interior y la bata y salí a la habitación de exámenes y el doctor ya me esperaba con la máquina de rayos x prendida y el sentado a un lado manejando el monitor. Nuevamente me tomo la radiografía, saliendo en esta ocasión una imagen perfecta del endometrio.
    El doctor me pidió que me sentara en la camilla mientras el estudiaba bien la radiomuestra. Al cabo de otros cinco minutos me dijo que lo que tenía mi endometrio no era nada de gravedad, que sencillamente cuando mi período estaba pronto a llegar, se me inflamaba, y que ciertas sustancias y materiales lo podían lastimar, como por ejemplo realizar abdominales o hacer el amor con condón, pues el latex, debido a su material, lastimaba con su roce mi endometrio. Dicho esto el doctor me indagó si yo practicaba algunas de estas actividades, y yo le contesté que si, que realizaba unas doscientas abdominales día de por medio y que mi novio usaba condón en nuestras relaciones íntimas porque yo desconfiaba de las pastillas anticonceptivas, ya que muchas amigas mías me habían contado sobre sus efectos secundarios.
    El doctor me manifestó que no podía realizar sino unas cincuenta abdominales cada tres o cuatro días para evitar nuevas inflamaciones del órgano en mención, y que debía charlar con mi novio sobre nuestra forma de protegernos, pero yo inmediatamente le respondí al doctor, que esa era la única manera en que yo sostendría relaciones con algún hombre pues no me gustaba consumir pastillas o aplicarme algún tipo de inyección. En virtud de lo que le había expuesto el médico me dijo entonces que me enseñaría una forma de poner el preservativo que no lastimara tanto mi endometrio. Me dijo que cuando colocara el condón lo pusiera dejando pequeñas arrugas en el tronco del pene y que en el prepucio no dejara espacio para que se almacenara el semen que éste expulsara, pues este sobrante de preservativo era lo que rozaba con el endometrio y que por lo tanto con las arrugas dejadas, en el transcurso de la penetración se irían quitando dejando ese espacio para que se depositara el esperma. De lo que me había dicho le había entendido muy poco y le pedí que me ilustrara mas pues no le entendía nada. Me dijo que me explicaría con una probeta, que es un tubo de vidrio de laboratorio, y sacando de su escritorio un condón lo puso en el instrumento, pero de nada sirvió pues debido a que el tubo no tenía prepucio y era de un material muy duro y de poca fricción, se hizo imposible la explicación. Trató con tres preservativos mas de explicarme, pero yo muy poco le comprendía, hasta que en vista de no poder transmitirme su método me dijo que entonces probara con una inyección anticonceptiva o pastillas, pero le reiteré que esas formas de protección no me gustaban. Finalmente, observando que no íbamos a llegar a ninguna parte, debido a que no podía entenderle lo que trataba de explicarme, le pregunté si no tenía otro elemento en el consultorio similar al miembro masculino con lo que me pudiera explicar su idea, pero me dijo que lo único que tenía era esa probeta y que si seguía haciendo el amor con mi novio con condón, de la forma común, muy pronto me volvería la inflamación de mi endometrio. Sin saber qué decir, le pregunté al médico Iván por algo que pudiéramos hacer, por lo que el mirando hacia el piso como su estuviera avergonzado, me dijo que existía quizás una forma de explicarme como hacerlo, y me dijo que si lo que me iba a proponer me disgustaba se lo dijera y no me escandalizara, manifestándome que si era mi deseo, él podía en el baño ponerse el preservativo de la forma correcta y luego me mostraría su miembro con él puesto para que aprendiera como. Instantáneamente le contesté que no, y le dije que no fuera atrevido que yo tenía novio al cual quería y que ese tipo de propuestas eran malsanas y groseras, que prefería enfermarme nuevamente a practicar algo como lo que me estaba proponiendo. El doctor muy serenamente me dijo que lo disculpara, que no era su intención haberme ofendido, que si quería regresara la semana próxima cuando él hubiera conseguido un falo artificial, luego que hubiera regresado de su congreso, para explicarme como hacerlo, pero yo no le había dicho que a los dos días me iría con mi novio de vacaciones con su familia para la playa y que esas "vacaciones" eran prácticamente una continua relación sexual con él, pues su familia era muy liberal y nos dejaba una cabaña para nosotros dos. Luego de pensarlo un rato, concluí que nada de malo haría viendo como poner correctamente el preservativo si ni siquiera tocaría el miembro viril del doctor, pues él mismo lo haría, además de que en parte lo aceptaría para poder pasar unas buenas vacaciones en la playa con mi novio. Mirando nuevamente al doctor le dije que aceptaba pero que el se pusiera el condón en el baño y que cuando estuviera listo saliera y me mostrara. El doctor dijo que si, y entró al baño, y al cabo de treinta segundos salió sin pantalones y con una toalla cubriendo su pene y me dijo que listo, que ya se lo había colocado, me pidió que me sentara y que mirara bien, y quitándose la toalla vi un pene tan colosal que nunca pensé que existiera, parecía el de un caballo, era enorme, mediría unos veintisiete centímetros de largo y su grosor era quizás como el de un salchichón, su cabeza era gigante y se veía que no tenía piel que la recubriera, al parecer circuncidado, y extremadamente venoso y negro, con unos testículos depilados así como su vello púbico, mas no rapado como yo. Luego de ver ese espectáculo, no podía cerrar mi boca y dejar de mirar ese monstruo, pero al ver que el doctor me estaba observando, disimulé y le dije que ya veía como debía ponerse el condón, pero que las arrugas eran difíciles de hacer pues al manipular el condón se podía romper. El me explicó que al empezar a poner el preservativo, cuando ya estuviera en la raíz del pene se hicieran pequeñas bolsas de aire que se distribuirían por todo el pene hasta llegar al prepucio y así permitir que en ese lugar se depositara el esperma. A pesar de esta explicación no lograba entenderle al médico, y así se lo hice saber, situación que lo hizo quitarse el condón delante de mi, para colocarse otro en mi presencia y así aprender la forma correcta. Cuando hizo esto, confirmé mis sospechas, pues si tenía su pene circuncidado, pero me llamó mucho la atención el tamaño de su cabeza, que era enorme, a pesar del tamaño del resto de su miembro, imaginándome como sería de difícil colocarse el condón en semejante aparato. Cuando se lo quitó me dijo que observara como debía ponerse, y me pidió que si quería lo colocara para aprender, pero obviamente mi respuesta fue negativa, toda vez que lo que me pedía ya eran palabras mayores, pues tocarle su pene sería como permitirle lograr en parte lo que a leguas se notaba que deseaba : hacerme el amor. Luego de mi respuesta el me manifestó que el procedimiento era algo muy profesional y que era la única forma de aprender definitivamente como poner el condón, pues si luego con mi novio lo ponía mal podría fácilmente romperse por los espacios de aire incorrecto que podían quedar. Dicho esto le dije que aceptaba pero que solo lo hacía por evitar problemas futuros con mi novio.
    Me pasó un preservativo y me dijo que lo colocara en la punta de su pene, y empezara a bajar el preservativo para que se fuera desenvolviendo, y así lo hice, pero esta tarea no fue fácil, porque con el desproporcionado tamaño de la cabeza de ese pene, el látex parecía romperse de lo estirado que quedaba y su glande parecía estallar de lo aprisionado que se veía dentro del preservativo. Cuando terminó el condón de cubrir su cabeza, y viendo yo como me tocaba agarrar ese pedazo de carne con las dos manos debido a su grosor, me imaginé que podría pensar mi novio si me viera en esta situación, cogiendo semejante tripa con ambas manos, poniéndole con suma dificultad un condón. Luego inicié el descenso del condón por el resto del pene que parecía estar mas erecto que nunca, mientras el médico de pie me miraba indicándome como debía hacerlo y yo permanecía sentada en la camilla justo con su pene en frente de mi cara. El doctor parecía tranquilo, pero cada vez salían mas extractos de semen de su glande, al punto que pareciere como si hubiese eyaculado, pero lógicamente esto no había ocurrido porque de haberlo hecho, me imaginó que hubiera roto el condón pues el tamaño de sus huevos era increíble, pudiendo almacenar una cantidad exagerada de esperma. El médico me explicó que una vez llegara a la mitad de la raíz de su pene, subiera un poco el preservativo para crear espacios dentro del condón, y así llegar hasta el final del mismo, pero esto no ocurrió porque al tener el preservativo, supongo yo un poco mas abajo de la mitad del cuello de su miembro, ya no había mas condón que poner, pues las inmensas dimensiones de su aparato, solo permitieron extender hasta ese punto el preservativo. Terminada esta labor, el galeno me preguntó si me había quedado claro el sistema para colocar el preservativo, a lo que le contesté que si, y que le agradecía por su interés. Dicho esto, el doctor me dijo que iría al baño a cambiarse y me pidió que lo esperara en la camilla con la bata, y que no me fuera a vestir todavía. Esto me extrañó porque suponía que el examen había finalizado, pero por no volverme muy reiterativa en mis preguntas, preferí esperar a que el doctor saliera. Cuando al fin salió, podía notársele que aún continuaba con la potente erección con la que había entrado, pues se le marcaba bastante en su pantalón el terrible bulto que solo un miembro viril como el de ese hombre podía lograr. Al ver esto, procuré disimular que me había percatado de esto, por lo que el doctor se paró a mi lado en la camilla y mirándome a los ojos me dijo : "¿cómo te sientes Valentina ?", y yo le respondí que bien, que solo un poco adolorida en mi vagina y en mi culito por el examen, y aproveché para indagarle el motivo por el que me había solicitado permanecer aún con la bata de la evaluación si ya habíamos terminado, y la respuesta que me dió me hizo enfriar todo mi estómago: "Valentina, terminamos ya con el examen tuyo, pero no puedo dejar pasar esta oportunidad de cogerme a la mujer mas espectacular que he conocido, y quedarme con la calentura que tengo", al decirme esto le pegué una cachetada y me levanté para ir a buscar mi ropa, y si en algún momento había llegado a sentir, a pesar de mi voluntad, algún deseo por lo que me hacía este sujeto, con lo que me había dicho, solo me dejaba concluir que era un depravado que aprovechaba su posición de ginecólogo para abusar de sus pacientes. Luego de haberme parado el doctor me dijo que no me convenía irme si no quería perder a mi novio, argumento que me obligó a devolver mi rumbo y mirándolo con ojos de furia a los ojos le pregunté que por qué me decía eso. El médico me pidió que lo acompañara a su escritorio, solicitud a la que no me pude negar después de haberme proferido semejante amenaza. Al sentarme Iván abrió dos puertas del tercer piso de su gigantesca biblioteca, en donde se encontraba un televisor con un reproductor de vídeo, y poniendo un vídeo cassette, me dijo que lo observara antes de tomar cualquier decisión, presintiendo ya lo que contenía esa grabación, siendo ciertas mis sospechas cuando inició el vídeo mostrando como el doctor primero me perforaba mi vagina con el auscultador, luego con el aparato de lavados rectales, me rompía ferozmente mi ano y finalmente como yo manipulaba un preservativo en su pene, no dejando esta grabación mas que pensar, sobre todo cuando el doctor se quita su preservativo y yo le coloco el nuevo, que entre este hombre inescrupuloso y quien les escribe, había existido una aventura, teniendo en cuenta además, que la tecnología en grabaciones visuales permite editar una imagen de tal forma que suprimiéndole las imágenes como se desee, permite crear un vídeo que solo permita concluir que yo me acosté con él. Luego de mirar por unos segundos la grabación le dije al médico que cual era el motivo por el que hacía esto, y muy tranquilo me respondió que desde que me vio en ropa interior había quedado deslumbrado ante tanta belleza, y que lo entendiera, que él no hacía este tipo de presiones con ninguna de sus pacientes, pero que ante un cuerpo como el mío y después de haber permitido yo, que me penetrara mi culo y mi vagina de la forma en que lo hizo, se veía obligado a hacer lo que estaba realizando porque de lo contrario se vería en la penosa obligación de mostrarle el vídeo a mi novio. Mientras tanto yo quería morirme, pues por un lado estaba mi honor y fidelidad para con mi ser amado, y por otra el poner en riesgo mi relación con él, porque este sujeto se veía decidido a destruir mi noviazgo a cualquier costo, si no accedía a su voluntad. Le pregunté con lágrimas en los ojos que qué pretendía exactamente, e inmediatamente y sin vacilar me dijo que quería hacerme el amor como nadie lo había hecho, y que después de hacerlo, yo iba a quedar tan adicta a él que no iba a querer volver a ver a mi novio. No pude contener mas el llanto y le pedí que me dejara sola un rato mientras yo pensaba, y el aceptando salió hacia otra habitación. Analizando la situación, yo aún guardaba la esperanza que el médico no pudiera dar con la dirección de mi novio, así conociera la mía porque en la historia clínica aparece impresa, aunado a que en un eventual problema con mi novio, yo podría explicarle lo que había ocurrido y si realmente el me amaba tendría que creerme. Pero por otro lado conocía lo celoso que era mi ser amado, y después de ver como yo le cogía al médico semejante trozo de carne y le colocaba el preservativo, lo mínimo que iba a pensar era que me iba a revolcar con él. No sabía que hacer, aparte de que acostarme una vez con este fulano, era abrirle la puerta para que cada vez que lo deseara repitiera lo mismo, por lo que de acceder a lo que me pedía le requeriría previamente el vídeo cassette. Asimismo, me preocupaba tener relaciones con un hombre que tuviera un pene tan grande, porque la única persona con la que había tenido relaciones sexuales era con mi novio, y de una u otra manera podría lastimarme. A pesar de amar a mi novio y de haberle querido serle fiel por siempre, opté por acceder a lo que pretendía el médico porque de no hacerlo, este lunático haría lo inimaginable con tal de obtener venganza.
    Le manifesté al médico que haría lo que el deseaba, pero con la condición de que antes de hacer cualquier cosa me entregara el vídeo cassette, a lo que el aceptó gustoso, abriendo nuevamente la gaveta de la vídeo cassettera y entregándomelo en el acto, aclarándome que era la única copia que poseía, así que podía estar tranquila. Luego le pregunté que seguía, suponiendo yo ingenuamente que me pondría una cita al día siguiente para realizar lo propuesto, pero el me dijo que siguiéramos a la habitación donde me había realizado el examen y que allí haríamos el amor. Le dije que si, y el transcurso entre su escritorio y la puerta de acceso al mencionado recinto me pareció una eternidad, pues el miedo que tenía era inmenso, además de lo sucia que me sentía, al saber que iba a acostarme con un hombre distinto a mi novio. Cuando entramos Iván me dijo que me sentara en la camilla de estribos que iba nuevamente a analizarme las tetas, pareciéndome muy vulgar como se refería a mis senos, sin dejarme tiempo que yo me bajara la bata, me la quitó de una embestida, rasgándola en sus amarras, dejando todo mi cuerpo en ropa interior, clavando nuevamente sus ojos en mis senos, a lo que me dijo : "niña, para tu edad, tu cuerpo y tu cara, tienes unas tetas desproporcionadas, pero hermosas" y me pidió que me desabrochara el brassiere, lo cual hice instantáneamente, lo cual le permitió empezar a besarlas y a chuparlas como si me las quisiera arrancar, y no paraba de decir que le sabían a gloria, que nunca se había comido semejante par de tetasas, me las agarraba como un par de balones, y una y otra vez las chupaba en forma violenta, y les confieso que así esta escena suene morbosa, yo me sentía morir por la forma en que este señor había logrado gozar de mi cuerpo, por sus deseos animales y la forma como se veía que me deseaba.
    Muy en el fondo me excitaba. Luego de esto me dio un beso en la boca y me pidió que estuviera tranquila que todo iba a salir bien y que el iba a ser delicado conmigo, y me solicitó que me acostara, me quitara las bragas y abriera mis piernas y las pusiera en los estribos, y luego de tenerme en esa posición me dijo : "nuevamente te reitero que nunca había conocido a nadie como tu, eres espectacular, tienes una concha divina", y dicho esto empezó a lamérmela de una forma muy agradable, me metía y sacaba su lengua y me frotaba el clítoris rítmicamente, y aunque yo nunca hubiera imaginado que accedería implícitamente a lo que quería el médico, comencé a gemir despacio, a cada lamida que el doctor me daba en mi vagina, terminando por gemir lo mas alto que podía mi voz, deteniéndose el doctor para decirme : " sabía que lo ibas a disfrutar putita ", haciendo que mi vagina se lubricara como nunca antes lo había hecho mi novio. Acto seguido me pidió que me sentara en la camilla, y abriéndose el pantalón dejo salir nuevamente ese pene colosal que tenía y poniéndomelo en la boca me pidió que se lo chupara, empezando por lamerle tímidamente la cabeza, la cual tenía un sabor salado pero no desagradable, mientras que mi mano derecha subía y bajaba por su tronco, pasando luego de un gran esfuerzo a chuparle toda su cabeza, pues no me explicó como mi boquita pudo albergar semejante cabezota de ese monstruo, y cada vez que se la chupaba y subía y bajaba su tronco con mi mano, el médico parecía enloquecer, y gritaba cerrando los ojos y me decía que era deliciosa, que jamás me olvidaría, pues le estaba dando mas placer del que había sentido en toda su vida, frases que me hacían sentir sucia pero excitada, ya que nunca en mis años de vida sexual me había sentido tan deseada. Luego de chupárselo por un rato me pidió que le permitiera sentarse a un lado mío en la camilla y que me sentara encima de él, como si estuviera en cuclillas, es decir, con las plantas de mis pies en el piso y mis rodillas flexionadas, mirando sus pies, de forma que el me sostenía de mi culo, operación para la cual tuve que poner toda mi atención, pues iba a introducirme nada menos que una pija de por lo menos veintisiete centímetros de longitud, cuando yo lo máximo que había sentido era la de mi novio que no medía ni la mitad de ésta. Empecé por poner mis manos en la camilla mientras el doctor me sostenía por el trasero, y puse su cabeza en mi vagina y empecé a bajar suavemente, sabiendo yo que lo mas difícil sería meter la cabeza que era enorme y mas gruesa que el tronco, para lo cual tuve que girar mi cuerpo rítmicamente, para que se me fuera introduciendo de lado, y cuando tuve lista esta operación empecé a dejarme caer doblando mis codos lentamente, y ahí tuve una sensación aún mayor a la que sentí cuando el médico me introdujo esa máquina, pues esta ... en su cabezota era mas gruesa que ese aparato, lo cual me hizo empezar nuevamente a gemir de la emoción y del placer que me estaba dando sentir en mi apretada cuquita semejante pene, lo cual aprovechó el doctor Iván para empezar a sostenerme aún mas duro del culo y a empezar a empujar hacia arriba llegando a meterme casi toda su pija en mi conchita, bombeándome, haciéndome el amor de una forma que nunca imaginé que me lo harían, y obligándome a gemir de tal manera que si alguien hubiera habido en ese piso de la clínica a esa hora hubiera pensado que me estaban matando. Al cabo de los treinta segundos de estarme embistiendo este hombre no pude resistir mas y llegué a mi primer orgasmo de la noche, situación de la que pudo darse cuenta Iván cuando le grité "me vengoooo, ahhhh mi doctor, que pedazo de ... que tenés" y el aprovechó y me contestó : " y toda es para ti putita de mierda, ¿te gusta como te la meto por esa conchita diminuta que tenés, ah ? ¿ te gusta ?" respondiéndole que si, que me fascinaba como me rompía mi cosita con su aparato gigante. Luego de esto me pidió que me acostará boca arriba, y hecho esto, estando de pies, bajó la altura de la camilla y me hizo levantar los pies y los puso uno sobre cada uno de sus hombros dejando el camino libre para penetrarme en esa posición y sin mediar palabra me introdujo mas de la mitad de esa tranca, y comenzó a bombearme nuevamente, mientras sus gotas de sudor caían en mi cara y el chupaba fuertemente mis senos, mientras sentía como su gran glande ya tocaba casi mis pulmones nuevamente, pidiéndole yo que fuera delicado, que mi cuerpo no estaba acostumbrado a semejante trozo de chorizo, mientras él me contestaba que mi huequito se tendría que acostumbrar porque aún faltaba mucho rato de culeada y mucho pene por introducirme. Al decirme esto, opté por quedarme callada y procuré no quejarme mucho pues este sádico era capaz de desgarrarme la vagina con el trozo de manguera que tenía, en medio de la calentura que lo invadía. Estando aún en esa posición y aprovechando que él tenía el control para meterme la cantidad de pene que quisiera, empezó a empujar procurando que se introdujera todo en mi cosita, algo que parecía imposible, pues a estas alturas ya sentía que se me estaba rompiendo mi cuquita, pero seguía solo gimiendo, ya que esto si no lo podía evitar con semejante violación que me estaba propinando mi médico. ¡ Que ironía !, pensar que mi intención al pedir cita con un ginecólogo era que me dijera que tenía en el endometrio, confiando en que escasamente me tendría que desnudar unos cuantos minutos ante el doctor que me revisaría con un estetoscopio mis trompas y mi endometrio, y heme aquí con las piernas abiertas, aguantando que un tipo que me disgusta, que perfectamente podría ser mi padre, feo, morboso, estuviera ultrajando mis zonas mas íntimas, las que solo conocía mi novio y que con tanto esmero cuido, literalmente perforándome con ese pene inmenso que se gasta, sin poder pedirle que me la meta mas suave, porque de hacerlo, con mas entusiasmo me penetra, sabiendo que con mi amado novio disfrutaba tanto del sexo, pues nunca me había hecho sentir dolor, y su pene no era lo descomunal de este hombre. Mientras pensaba esto el doctor me decía que si me gustaba como me la metía, pregunta que aproveché para decirle que no me gustaba que intentara meterme toda su tranca, pues debía comprender que físicamente era imposible introducirla en un huequito tan pequeño como el de mi vagina, replicándome que solo era cuestión de tiempo, pero que él me iba a meter todo su banano por mi chochita. No me gustaba de ninguna manera tampoco el lenguaje en que se expresaba para con mi zona íntima. Al ver mi cara de enojo, el doctor paró de meterme su pene y lo sacó de mi, y sentándose a mi lado me preguntó que qué me pasaba, que lo disculpara si me había lastimado, pero que yo le era tan atractiva como mujer, a pesar de poder ser su hija y duplicarme en edad, que no le era posible soportar abstenerse de hacerme el amor de esa manera. Al decirme esto, mi cabeza se revolvió, regresó a mi cabeza el recuerdo de mi novio, de la formación que mis padres me han brindado, de lo que pudieran pensar si me vieran sosteniendo relaciones sexuales con mi ginecólogo en su propio consultorio. Cómo haría para mirar nuevamente a mi novio a los ojos y no delatarme y confesar lo que tuve que hacer para no perderlo. Todos estos pensamientos, sumados al desespero de estar acostándome con un sujeto que me producía asco, me hicieron romper en llanto, volteando mi rostro y cubriéndolo con ambas manos, mientras procuraba que el médico no me viera en este estado, pero mi desconsuelo era tan grande que así hubiera tratado de disimular mi dolor y mi llanto, el escuchó mis sollozos y me preguntó por qué lloraba de esa manera, y me dijo : "muñeca, ¿ por qué lloras, mi amor ?, acaso ¿ te lastimé ?, ¿ qué te pasa ?, cuéntame", yo no paraba de llorar, pero como pude saque alientos y le dije : "doctor, no puedo seguir haciendo esto, yo amo a mi novio, además me duele mucho y usted es muy vulgar al hablarme y me obliga a meterme en la boca su pene, a mi no me gusta hacerlo ni con mi novio". El decirle eso me calmó un poco, pues me sentí relajada, porque así hubiera provocado a Iván para que mostrara a mi novio el vídeo, me quité un peso de encima al serle sincera, confiando en que al ver la tristeza y el dolor que me causaba al obligarme a acostarme con él, tendría piedad y me entregaría el vídeo y me permitiría marcharme a mi casa. El doctor aún sentado a mi lado, tomo suavemente mi rostro, enjuagó con su mano grande y áspera mis lágrimas, y me besó en la boca como nadie lo había hecho, fue un beso largo y profundo, el cual por primera vez en la noche me hizo sentir como si estuviera con mi novio, y sin saber aún por qué pasó lo que pasó, quise entregarme a ese hombre. Sin dejar de besarme, aún ambos con los ojos cerrados, tomó mi mano izquierda, las cuales había hecho arreglar como todos los lunes en mi salón de belleza de un color rosa claro y la llevó hasta su pene, que estaba mas erecto que nunca, y a pesar que no tenía los ojos abiertos, con mi sentido del tacto me parecía estar cogiendo una manguera de bomberos, que a veces ni podía abarcarla con todo mi puño, empezando a dirigir los movimientos con su mano, hacia arriba y hacia abajo, llegando hasta la cúspide, esa terrible cabeza que coronaba aquel coloso, la cual se sentía babeante, mientras seguía besándome apasionadamente, y sin permitir que detuviera los movimientos de mi mano, comenzó a besar mi cuello tiernamente, bajando hasta mis pechos, los cuales chupaba y lamía, concentrándose en mis aureolas y mis pezones, los cuales a pesar de no ser grandes como mis aureolas, si son por su color rosado muy lindos. Estas caricias habían cambiado mi actitud hacia él, aunque de hecho, en ese momento yo no pensaba en nada, pues lo que me hacía el doctor me tenía enloquecida, había olvidado nuevamente mi honor, mi novio y mis padres. En ese instante mi mente estaba en blanco, como si me hubiera drogado, concentrada únicamente en como me besaba y como le masturbaba su asta viril. Luego de esto, e increíblemente sin él decirme nada, yo me ubiqué en cuatro patas, al estilo perrito, para chuparle su pene, lo que le permitió ubicarse justo debajo de mi vagina, lo cual no desaprovechó y empezó a lamérmela de una forma que jamás olvidaré, él acostado boca arriba y yo en cuatro patas encima de él, en un perfecto 69, aún recuerdo como metía su lengua en mi cerrada e inexperta vagina, mientras yo, como podía procuraba tragarme lo máximo de su pene, sobándole sus testículos, grandes y negros, los que se veían como un par de pedazos grandes de carbón entre mis pequeñas y blancas manos, subía y bajaba su impresionante pene, le mordía su cabeza, se la lamía, estaba poseída, juro que en esos instantes no era yo quien le estaba dando semejante paja con la boca a ese médico, quien no quería dejar de saborear a su paciente. Mientras el doctor me metía un dedo, y escasamente dos en mi vagina y me la lamía toda, diciéndome lo delicioso que le olía mi ano y lo rico del sabor de mi vagina, llegó mi segundo orgasmo, el cual me hizo parar de masturbar al doctor, pero sin soltarle su pene, haciéndome arquear y gritar como una loca : "haaaa, doctor, que examen me está dando en mi vagina, ¿la encuentra bien?" mientras dentro de mi sentía que iba a explotar, era el orgasmo mas espléndido que jamás me habían provocado en mi corta experiencia sexual. Viendo el doctor que yo estaba llegando a mi orgasmo, saco sus dedos y metió íntegramente su lengua en mi vagina y la movía de lado a lado en mi interior, lo que acabó de enloquecerme y me hizo agarrar de uno de los estribos de la camilla que daban junto a mis manos y de su pene y gemir, hasta que acabé en su boca, la cual tenía untada de mis jugos, mientras se lamía gustoso como si estuviera impregnado de un jugo de fruta, y mirándome me dijo que le fascinaba que hiciera el amor con él. Estando mas tranquila y satisfecha por lo que había acabado de pasar, volví a mirar el pene de mi ginecólogo, el cual aún se encontraba igual de erecto, sabiendo yo que debía seguirle mamando ese fierro a mi doctor, cerré los ojos y volví a metérmelo a mi boca, lo mas que pude, nuevamente subiendo y bajando mi mano por ese interminable y grueso tronco que ostentaba orgulloso, lo que para ese momento y a diferencia de antes me tenía muy caliente, porque nada mas morboso que saberme yo mamándole el pene a un tío que me duplica en edad, mayor aún que mi papá, en su propio consultorio, al que había asistido por un examen supuestamente sencillo, y obligada por él a acceder a sus deseos, mientras en mi casa mi novio y mis padres veían novelas y comían palomitas de maíz. Mientras le chupaba el pene, trataba de meterlo lo mas que podía en mi boca, pero a pesar de intentarlo, aún quedaba mas de la mitad sin tocar, lo que me obligó en un momento de excitación a tomar la decisión de respirar hondo y tragar hasta que sintiera el pene de mi amante golpear con mi garganta, así me ahogara, pero que por lo menos él sintiera que su pene estaba conociendo hasta el último rincón de mi boca, que ya había llegado donde nadie mas lo había hecho, marcando su territorio con la vivencia mas morbosa que me hubiera podido ocurrir. Luego de tragar por lo menos diecisiete centímetros de su pene, sentí como éste golpeaba contra mi garganta, lo cual no pudo dejar de notar el médico que me dijo : " muñeca, de veras que te la estás tragando toda, quiero que la chupes bien y tragues toda la leche que tengo para ti ". Obviamente, si en escasas dos oportunidades hace muchos años había aceptado chuparle el pene a mi novio, con toda razón no iba a haberme tragado su semen, lo cual era nuevo para mi, pero en ese momento el médico no me dió tiempo de esperar y cuando ya subía mi boca para chuparle solo su cabeza y así dejar que eyaculara en el aire, me tomó de mi nuca y me hizo subir y bajar mi cabeza, mientras sentía como un grito desesperado rompía el silencio y un mar de semen llenaba mi boca y mi garganta, que traté de escupir, pero la fuerza de su expulsión y de su mano sosteniéndome, so perjuicio de ahogarme me obligaron a tragarme por lo menos el equivalente a un pocillo pequeño de café, lo cual es algo descomunal para estar hablando de una eyaculación. Inmediatamente el médico eyaculó, dejó caer su cabeza en la camilla y pareció dormirse, lo cual aproveché yo para ponerme de pie, dirigirme al baño y tomar agua después de esa feroz explosión en mi garganta y me vestí como pude, y cuando me dirigía a la puerta para huir después de recobrar el sentido y analizar el terrible error que había cometido, el médico me dijo que olvidaba empacar algo, y era cierto pues cuando volteé para verlo tenía en su mano el vídeo. Ingenua regresé para tomarlo y marcharme cuanto antes, pero él lo apartó y me dijo que aún no habíamos concluido el examen, que faltaba una revisión exhaustiva en mi recto, pues creía que podía haber algún problema en él. Le supliqué que me dejara ir, que mi cuerpo estaba totalmente adolorido, que nunca había sostenido una relación sexual tan salvaje y que una penetración mas y me podía matar. El se rió y me dijo que no opusiera resistencia pues todo era por la ciencia, que hiciera de cuenta que iba a realizarme un nuevo examen y así me relajaría y olvidaría que estaba haciendo el amor con él. Su idea era absurda, pues cómo pretendía que olvidara que el era un sádico que me quería prácticamente comer viva e hiciera de cuenta que estaba en medio de una citología. Él me dijo que era la única opción que podía darme, o que era eso o seguir como íbamos. Le pedí que por favor no tardara mucho porque me dolía mucho mi vagina, pero me interrumpió y me dijo que estuviera tranquila que el examen que tenía que realizarme, como ya me lo había dicho era en el recto, pues quería cerciorarse de que no tuviera ningún problema. Al decirme esto, me poseyó el pánico de solo pensar que el pene de ese hombre iba a ser introducido en mi pequeño agujerito anal. ¡ Era descabellado imaginar como pretendía lograr eso ! A pesar de suplicarle arrodillada a sus pies llorando que me dejara ir, él muy sereno me respondió que era un simple examen que debía realizar por el bien de mi salud. ¿ Qué mas podía hacer ? Ya había permitido que me partiera en dos mi vagina y que irrespetara mi boca metiéndome su arma y eyaculando en toda mi traquea. Ya debía terminar lo iniciado para no poner en riesgo el amor de mi vida, confiando en que nuevamente mi mente se bloquearía y pudiera así ser poseída por una fuerza desconocida que me transportara a otro lugar y no fuera yo la que soportara tener que acostarme con este animal, aunque sería difícil porque a leguas se veía que el doctor no quería realizar ningún examen en mi trasero sino rompérmelo con su bate de béisbol. Le dije que aceptaba su idea de tratar de ahora en adelante lo que seguía como un examen, sin salirnos del rol de médico y paciente para evitarme mayores traumas. Me pidió que me quitara la ropa, me pusiera la bata verde y pasara a la camilla. Cuando regresó, tenía en sus manos nuevamente el aparato con el que me había realizado el lavado. Al ver esto me horroricé, pues no podía soportar la idea de que el doctor me metiera por mi culito nuevamente esa manguera que fácilmente podía desgarrarme por su grosor y su longitud. Le solicité que utilizara un método distinto para evaluar mi recto, que ese sistema estaba pasado de moda, tratando de actuar como su paciente para no indisponerlo, pero me respondió que debía practicar este método pues mi salud lo exigía. El maldito degenerado no iba a permitir que me escapara sin lastimarme de nuevo. Le pregunté donde debía ubicarme, y me solicitó que me acostara boca abajo en la camilla, y hecho esto me quitó mis tangas y me pidió que me quitara el brassier para que no me incomodara en el examen. Me dijo que primero tendría que estudiar mi ano para ver si estaba sano y empezó a lamérmelo suavemente, mientras me decía que era delicioso, sería porque acostumbro aplicarle crema hidratante perfumada. Mientras me lo chupaba como un loco me pidió que abriera con mis dos manos mis nalgas y estando así empezó a meterme su lengua rítmicamente, como si estuviera violándome con ella. Luego empezó a introducirme uno de sus gruesos y toscos dedos en mi culito, el cual entró hasta la mitad y empujó fuertemente para que entrara el resto, mientras me decía que de veras que tenía un culo estrecho, pero que descuidara que el me lo iba a agrandar. Cuando ya había introducido el dedo completo empezó a meterlo y sacarlo salvajemente y cuando ya empezaba a dolerme realmente, introdujo un segundo dedo que me hizo ver estrellas, y nuevamente le pedí que me tratara suavemente, pedido que lo hizo animar y sacar nuevamente su pene y ponerlo dentro de mi boca, el cual estaba totalmente erecto, lo que me facilitaba mamársela fácilmente, mordiéndole su cabezota y lamiéndole sus testículos, lo cual lo enloquecía y lo hacía gritar del placer mientras me agarraba fuertemente de mi pelo y movía mi cabeza con su mano de acuerdo a los movimientos que quería realizara. Después de un buen rato de chupársela, me dijo que tendría que introducir su pene en mi ano porque debía estudiar mi recto y analizar si estaba sin problemas, para lo que asentí con mi cabeza, colocándose detrás de mi, mientras yo permanecía en cuatro patas con mis manos abriendo lo mas que podía mis glúteos. Colocó su cabezota en mi anito, y empezó a empujar hacia adentro suavemente, procurando que el ingreso de su cabeza en mi culo no fuera muy traumático. Mientras ocurría esto yo me sentía desfallecer porque el dolor era intolerable, era demasiado dolor para una sola noche, pero ya estando allí debía ser valiente y soportar la embestida que me esperaba. Trataba de penetrarme de lado para que se fuera introduciendo su cabeza sin tanto dolor. Esta operación tenía mi ano totalmente dilatado, a punto de desgarrarse, lo que me hacía gritar y suplicar del dolor, pero con casi toda su cabeza adentro, y en uno de los momentos en que parecía que no lo lograría, empujó salvajemente su pene y toda su cabeza se introdujo en mi culito, no sin antes sentir un escalofrío por el dolor que me causó lo que había hecho el doctor. Cuando el médico vio que había logrado su cometido, empezó a empujar para que lo que mas pudiera su descomunal ... se incrustara en mi hoyito. Mientras el hacía esto yo sentía como el tronco de un árbol entraba por mi recto, como si estuvieran rompiéndome por dentro, y para ese momento yo solo podía llorar y mirar de reojo al doctor mientras él miraba mi culo y sudaba como un caballo. Llegó un momento en que toda su pija estaba dentro de mi recto, y al ver esto Iván tomó un espejo que estaba al lado de la mesa y lo puso al lado de mi culo de tal forma que yo pudiera ver sus aberraciones, cosa que me pareció increíble, pues mi ano diría yo que no se había desgarrado por milagro y solo se veía mi ojete rosado y totalmente dilatado y sus huevos negros golpeando mis nalgas, mientras me decía que viera como me rompía mi culo con su ... En ese momento el dolor ya no era tan insoportable, pero mi excitación había aumentado y solo podía gemir y gritar como una loca de las bestiales embestidas que me daba ese hombre. Sin sacar un centímetro de pene, se sentó conmigo encima en la camilla y me hizo acuclillar sobre su cosa, y tomándome por las caderas inició a subirme y a bajarme mientras mi culito soportaba como su pija entraba y salía dificultosamente de mi hoyito. Estaba loca, ya no me preocupaba la suerte de mi ojete, la sensación que me daba tener todo ese chorizo en mi ser, me tenía excitadísima, y solo pensaba en subir y bajar para que mi doctor sintiera como me educaba mi trasero.
    El doctor no paraba de decirme lo apretado y caliente que se sentía estar dentro de mi, que mi culo era espectacular, mientras me agarraba violentamente mis nalgas y me las cacheteaba diciéndome que esas nalgotas no podían impedir que me rompiera mi culo. Llegó un momento en que mientras el doctor levantaba su pelvis ayudando a una mayor penetración, llegué a mi tercer orgasmo, gritando como una loca mientras el doctor tomándome mis nalgas me subía y bajaba velozmente, situación que lo excitó aún mas y lo obligó a explotar dentro de mi, descargando casi en mis pulmones todos sus huevos, sintiendo como si hubieran derramando un vaso de cerveza grande dentro de mi cuerpo. Mientras se venía me gritaba que era la chica mas deliciosa que había probado y que tenía un cuerpo exquisito. Dicho esto, tomé aire, me sequé las lágrimas que tenía en los ojos del dolor, me paré mientras sacaba su pene de mi culito, que ya ni lo sentía del brutal ataque que había sufrido, fui al baño, ingresé a la ducha y tomé nuevamente una ducha caliente mientras de mi culito salían litros de su semen, revuelto con grandes rastros de sangre y no podía casi ni moverme del ardor que me producía el jabón pues mi ano se había desgarrado en varias partes, pero nada de consideración. Luego de esto salí envuelta en una toalla, tomé mis prendas y me vestí en el baño, no sin antes tomar el vídeo y tenerlo en mi poder para evitar algún truco de ese maníaco. Cuando a duras penas logré vestirme, salí del baño y sin mirarlo salí del consultorio, pero él se apresuró a alcanzarme y me dijo : "valentina, te agradezco por haberme permitido pasar la noche mas fantástica de mi vida, disfrutando de tu espectacular cuerpo. Ojalá algún día podamos volver a hacer el amor". Lo dicho me causó asco y le dije : "Ojalá algún día pague lo que me hizo, sádico desalmado" y salí de su consultorio y jamás volví a verlo en mi vida. Al montarme en mi coche, tuve que deambular por lo menos una hora por la ciudad mientras lloraba y me controlaba para poder ir a mi hogar y no delatarme con mi familia y mi novio. Luego de esta experiencia estuve ocho días sin poder ir al baño normalmente, pues mi ano, mi recto y mi vagina estaban desechos y el mas mínimo toque me causaban un terrible sangrado y dolor. Tampoco pude ir al paseo con mi novio y su familia, pues además de lo dicho me enfermé con fiebre y vómitos, creo yo también a raíz de la experiencia que había vivido. Además tuve que asistir a una sicóloga, a la cual le confié mi secreto y la que me ayudó a superar el trauma que me produjo ese animal, no sin antes insistirme en que lo delatara a la policía, propuesta que nunca acepté, porque también yo había en parte aceptado las propuestas del doctor, esto sin tener en cuenta que lo mas probable era que perdería a mi novio. Actualmente vivo con mis padres y nadie, aparte de la sicóloga, supo de lo narrado, lo que finalmente pude superar y me permitió seguir con mi ser amado.

    Ciao.

  2. #2
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    se va a leer eso tu abuela enferma de cancer

  3. #3
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    Prefiero que me apuñalen un costado hasta que se cansen que leer esa puta mierda.

  4. #4
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    Hostia con Valentina; escribe un libro, loca

  5. #5
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    Vengaaaa hasta mañani...HARTA d todo DESAHOGO +temaserio

    Me dejaba el mas rabo que el diablo

  6. #6
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  7. #7
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    Hostia puta pero menudo tocho más denso.

  8. #8
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    Se lo va a leer tu tía.

  9. #9
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    Didnt read lol

  10. #10
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  11. #11
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    mis bragas! en vinagre que tochamen

  12. #12
    tengo mi vagina y mi ano totalmente calvos.

  13. #13
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    Vale.
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  14. #14
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    Hostia con Valentina; escribe un libro, loca
    Ya lo ha escrito en el op

  15. #15
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    lumiasca

  16. #16
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    Cita Iniciado por Gustaf_RP Ver mensaje
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    Ya lo ha escrito en el op
    También es verdad

  17. #17
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  18. #18
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    Cita Iniciado por Samus Ver mensaje
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    Hola, esta historia será relatada con nombres distintos a los de sus verdaderos protagonistas. Creo que es un material interesante y sobre el que reflexionar. Este acontecimiento ocurrió hace un par de años en Valparaiso y les aseguro que lo aquí relatado es verídico.
    Mi nombre es Valentina, para la época de los acontecimientos contaba con 22 años de edad, soy contadora pública, actualmente egresada de la Universidad y pienso radicarme en Santiago para realizar una especialización en finanzas. Mido uno con sesenta y cinco metros de estatura, mi piel es blanca y mi cabello es de color castaño claro, y me considero, modestia aparte, muy bonita, mi rostro es de facciones delicadas, pues tuve la suerte de provenir de una estirpe de mujeres hermosas ; mi madre fue reina en su pueblo natal y mi abuela concursó en miss chile hace ya algunas décadas, pero aparte esto, lo que mas le ha llamado la atención a mi novio y a mis compañeros de Universidad, es mi trasero, pues en algunas oportunidades cuando estamos en fiestas de la facultad, entre broma y broma me lo hacen saber, y creo saber por qué, pues es demasiado grande para mi cuerpo, es firme y voluptuoso, y sobresale porque mi cadera es pequeña y mi contextura delgada. Todo esto, sumado a que en conjunto considero poseer un cuerpo envidiable, me ha permitido ganar un dinero extra modelando ropa interior desde los diecinueve años. Desde los diecisiete, por recomendación de mi hermana mayor que tiene cinco años mas que yo, y que lógicamente para ese tiempo me llevaba un siglo luz en experiencias sexuales, comencé a afeitarme mis vellos púbicos y los de mi ano, pues según su teoría, en una oportunidad que nos bronceábamos desnudas en la piscina de nuestro chalet, detallando que mi vagina y mi ano son de un color rosa claro, me explicó que es mas estético afeitarlos a diario. Por esta razón, tengo mi vagina y mi ano totalmente calvos. Mis senos son grandes para mi estatura, son 34 B y mis aureolas son también rosadas y grandes, algo que enloquece a mi novio, que me dice que cuando sale con sus amigos, cuentan que las aureolas mas comunes son las negras y pequeñas, pero que una aureola grande y rosada, es difícil de encontrar.
    Finalmente mi vagina, lastimosamente, y lo digo por todos los problemas que me trajo, ha sido estrecha y necesaria de excitación previa por un buen rato para poder ser penetrada, pues además de su pequeñez, no lubrica al principio de la relación satisfactoriamente.
    Hasta la época de estos acontecimientos, solo me había acostado con mi novio, quien tiene un pene pequeño, circunstancia que me permitía disfrutar del sexo con él, sin sentir mucho dolor. Con respecto al sexo anal, siempre me ha parecido algo abominable porque considero que ese orificio está diseñado para una función totalmente distinta a la de copular. Solamente en una ocasión, mientras hacíamos el amor, me propuso mi novio practicarlo, propuesta a la que lógicamente me opuse en forma rotunda, y lo cual nos trajo una serie de problemas en nuestra relación que por poco nos cuesta el noviazgo, pues siempre he sido una mujer conservadora y anticuada en cuanto a estos temas se refiere.
    La historia que hoy les relataré, inició cuando una noche me desperté con un fuerte cólico que me hizo pensar que pronto llegaría mi período, lo que no ocurrió y me hizo dar cuenta de que habían regresado los terribles dolores del endometrio, órgano del sistema reproductivo femenino, que cumple la función de proteger dentro de si, por un lapso del periodo gestativo, al óvulo. Este inconveniente, me preocupó, por lo cual le dije a mi mamá que buscaría cita con una ginecóloga para que me revisara. Luego de percatarme que la ginecóloga que siempre me había tratado, había cerrado su Despacho, sin tener conocimiento que rumbo había tomado, decidí buscar en la Guía Telefónica el nombre de alguna especialista en ginecología y que manejara las radiografías en su Consulta, pues estos exámenes en un sitio particular son humillantes, pues al asistir a algún examen debo aguantarme a dos tipos mirando detenidamente todo mi cuerpo, antes de evaluarme. Luego de buscar por mucho rato, solo encontré un ginecólogo en toda la guía que figuraba como egresado de una Universidad de los Estados Unidos y que decía en su anuncio que manejaba imágenes diagnósticas, es decir, radiografías. Como afortunadamente, mis padres han gozado de una buena situación económica, pedí cita particular con el médico, pues por descarte era el único que podía evitarme ir a mostrarme ante otros sujetos.
    La cita me fue dada para el día siguiente a las seis de la tarde, ya que cuando llamé estaban copados todos los turnos, lo que me hizo tener que aceptar ser la última paciente del día. Esa tarde, luego de realizar unas gestiones para solicitar mi matrícula profesional, como a las cuatro y media, tome una ducha de agua caliente y aproveché para realizar mi rutina diaria de afeitarme mi vagina por completo, mi monte de venus, alrededor de mis labios, y mi ano. Asimismo, por verguenza con el médico, pues no hay peor aspecto que el de una ropa interior desagradable, estuve por lo menos veinte minutos escogiendo que panties y sostén utilizar. Opté por ponerme una tanga blanca de seda, pero que viene cosida en forma de malla, es decir, como una red de ping pong, lo cual permite ver el inicio de mis pequeños labios vaginales y lo rapada de mi vagina. Igual era mi sostén, que no ocultaba lo rosado y amplio de mi pezón, que abarca gran parte de mi seno.
    Luego me vestí con prendas que me hicieran sentir cómoda al momento de quitármelas y que dejaran una buena impresión. Me puse una falda amarilla a la altura de la rodilla y una blusa sobria de hilo con mangas largas y unas botas elegantes de color negro.
    Ese día llegué a las cinco y cincuenta y cinco de la tarde con los exámenes que hacía ya varios años atrás me había practicado del endometrio. Luego de esperar hasta las seis y media que despachara a todos los pacientes la secretaria me dijo que siguiera, alistando sus cosas para marcharse y manifestándole al doctor que se iría porque ya era muy tarde. Al pasar observé que había una sala grande dentro del mismo consultorio, con una biblioteca gigante allí mismo y una pared que tenía una sola puerta, lo cual me permitió deducir que lo que me había dicho mi mamá de que este era el mejor ginecólogo de la Ciudad era cierto. Cuando me preparaba para esperar otro rato, abrió la puerta el médico, quien me saludó muy amable y me invitó a seguir. Su nombre era Iván, tenía unos cincuenta años de edad aproximadamente, negro, de facciones bruscas y poco atractivas y contextura gruesa, yo le pondría unos noventa kilos de peso, pero que compensaban con su uno ochenta y siete centímetros de estatura. En el interior del cuarto, el cual también era de dimensiones mayores, mas o menos de quince metros de largo por diez de ancho, tenía un escritorio en donde atendía, y en el fondo se veía una pequeña puerta que conducía a otro lugar. Tras preguntarme por mi nombre completo, inició muy amablemente a leer mi historia clínica, indagándome hacía cuanto no me dolía el endometrio, respondiéndole que hacía ya unos años que no me molestaba. Acto seguido, me preguntó que razón me llevaba a su consulta, por lo que precisamente le expliqué que había retornado el dolor en éste órgano. A raíz de esto, me solicitó que ingresara a la puerta derecha y me quedara en ropa interior y me pusiera una bata de color verde claro que encontraría en un perchero en el interior del cuarto. Al ingresar observé una pieza pequeña con una camilla con estribos y unos aparatos extraños a su alrededor que nunca había visto. Me quité mi ropa quedando en tangas y sostén, poniéndome la bata que me había indicado el doctor. A esta altura estaba muy nerviosa porque siempre mostrarse semidesnuda ante un extraño es algo vergonzoso. En ese preciso momento entró a la habitación el médico con su estetoscopio en el cuello y me dijo que me examinaría primero el pecho y me solicitó que me bajara la bata hasta la cadera sentada en la camilla. Cuando realicé lo solicitado, pude observar como a pesar de que el doctor trató de disimular su asombro, al ver que mi sostén permitía por el color y el material de su fabricación, descubrir las grandes dimensiones de la aureola de mi pezón y su color, como también lo exageradamente grande de mis senos para mi estatura, se le iban los ojos.
    Después de esto comenzó a palparme por encima del brasier ambos senos, mientras yo mentalmente esperaba que no me solicitara quitármelos. Pero a pesar de mis ruegos internos, el doctor me pidió que me despojara del brasier. Cuando me despojé de éste y lo puse al lado de la camilla, el médico no desfijó sus ojos de mis aureolas y me dijo que tenía senos muy bonitos, lo cual agradecí rogando que esto acabara pronto, pues me daba la sensación que el doctor en ciertas ocasiones me miraba con cierto deseo.
    Acto seguido me palpó ambos senos tocándomelos y agarrándoles como si fueran melones por lo menos unos cinco minutos, y finalmente me manifestó que mis senos estaban en magnífica condición. Luego me pidió que me quitara la bata. Al ver la ropa interior, volteó a ver mi rostro para observar si lo estaba vigilando, por lo que me hice la distraída, y aprovechó para clavar sus ojos en mi vagina, con intenciones muy depravadas pues con sus ojos podía ver que deseaba. Primero empezó a examinarme con el estetoscopio por todo mi estómago y mi vientre en el sector del endometrio. Luego me masajeó ese sector tratando de palpar este órgano. Después de esto, me dijo que me quitara la tanga, y yo le contesté si este examen demoraría mucho, pues de verdad que ya me sentía aburrida con esta evaluación, y me respondió que tardaría solo lo necesario para evaluar el estado de mi endometrio y qué motivo causaba que me doliera. Cuando me la quité casi se va de espaldas al ver toda mi conchita afeitada, y me preguntó por qué me gustaba afeitarme mis genitales, a lo que le contesté que me agradaba por que se veía mas estético y mas pulcro. Me dijo que en efecto se veía muy bonita así. Luego de esto me puso los dos pies en los estribos y me preguntó si siempre había cuidado así de bien mi figura, pues supongo que observó que mis pies eran pequeños, sin una imperfección y con unas uñas pintadas al estilo francés, impecables, pregunta que no le contesté y que evadí con una sonrisa para que no me indagara mas. Tras esto se sentó entre mis piernas en un banquito y me dijo que me introduciría un aparato que auscultaría mi endometrio, pero que era un poco grande y me preguntó si tenía problema con eso, contestándole automáticamente que si, porque no me gustaba un examen de ese tipo, pero el me explicó que el endometrio quedaba muy adentro de la vagina y que al simple tacto no alcanzaba a palparse, por lo que indefectiblemente debía introducir ese aparato. Acto seguido, cogió de la mesa de instrumentales una especie de vibrador con una camarita pequeña en su cabeza, la cual me asustó mucho, pues era casi el doble del tamaño del pene de mi novio, yo le calcularía unos veinte centímetros. El doctor trató primero de meter su dedo en mi cosita, pero como les dije estaba sin mucha lubricaciónpor lo que tuvo que empapar el aparato y la vagina de un líquido lubricante. Les confieso que en ese momento hubiera dado todo el dinero del mundo por salir de esa habitación, así regresaran los problemas del endometrio, ya que verme compelida a afrontar una situación como esta, era bochornoso, además del dolor y la molestia que me causaría semejante máquina dentro de mi. Por esto le solicité nuevamente al médico si no había forma de evitar la penetración con ese aparato, explicándole que me daba miedo soportarlo dentro de mi vagina, dándome un parte de tranquilidad, pues me explicó que luego de lubricarse adecuadamente el conducto vaginal, cualquier elemento de considerable tamaño podía ser introducido sin mayores inconvenientes.
    Trajo de su escritorio un pote de líquido al parecer importado pues de lo que pude ver traía pegado un adhesivo en inglés. Lo destapó y embadurnó con esta sustancia el aparato y me pidió que abriera bien mis piernas y que me relajara que me lubricaría la vagina. Comenzó abriendo mis labios interiores y metió lentamente en el interior de mi concha uno de sus dedos lubricados, para luego quitarse su guante argumentando que el látex no permitía la misma fricción, e introdujo nuevamente su dedo ahora embadurnado mas de ese líquido. Luego introdujo un dedo mas y yo ya empezaba a sentir molestias en mi cosita, ya que los dedos del doctor eran muy gruesos y largos, además que me parecía como si el tratara de meterlos y sacarlos rítmicamente. Cuando yo imaginaba que sacaría los dedos y metería el auscultador, empezó a frotarme el clítoris, exaltándome mucho, pues fue una total falta de respeto el tocarme esta zona que nada tenía que ver con la evaluación, pero él inmediatamente me solicitó que me calmara y que entendiera que era un ginecólogo de amplia experiencia y que si utilizaba este medio era para alcanzar más rápido una lubricación total y así no tener que prolongar por mucho tiempo el examen. Por esta razón, volví a abrir mis piernas y él continuó tocándome mi clítoris y metiéndome dos dedos en mi vagina. Admito que al cabo de veinte segundos de estar el médico repitiendo este procedimiento, mi huequito empezó a mojarse y a dilatarse, y yo muy en el fondo me empezaba a excitar, claro que sin demostrarle lo mas mínimo al doctor. Luego de esto me dijo que me introduciría el aparato y frotándolo nuevamente con el líquido lubricante, puso su cabeza en mi concha. Empezó a meter despacio el aparato, mientras yo me mordía los labios de la terrible sensación de ver como semejante bate de beisbol se iba metiendo cada vez mas en mi vagina. El doctor disimuladamente miraba mi reacción, pero yo cuando veía que el levantaba su cabeza me hacía la desentendida. Cuando la máquina ya había entrado casi por la mitad el médico me manifestó que prendería el monitor para ver si ya el aparato daba imagen. A pesar de su intención, aún faltaba mucho camino por recorrer para ver mi endometrio, por lo que empujó mas para adentro el examinador y en una de sus "profesionales" embestidas, sin tener intención salió de mi un gemido que no pude reprimir, el cual no pasó desapercibido para el doctor Iván, quien inmediatamente levantó su cabeza y mirándome a los ojos me preguntó si me había dolido, mientras yo pensaba que excusa le inventaría, le contesté que era que como nunca había recibido mi vaginita un aparato de tan grandes proporciones sentía esa máquina en el estómago, y me dijo que ese aparato no era tan grande, pues existían penes muchísimo mas gruesos y largos que ese aparatico, respuesta que me puso a pensar si lo había dicho para tranquilizarme o para darme a entender que poseía una tranca aún mayor al desproporcionado instrumento que me perforaba. Luego de esto, el médico lo sacó un poco diciéndome que lo hacía para tomar impulso y meter el resto de un solo empujón, y sin darme tiempo a negarme empujó hasta el fondo de mi cuquita toda la máquina, lo que me hizo sentir como si dentro de mi hubieran parqueado un tractor completo, no pudiendo controlar tal penetración diciéndole al médico cuando la sentí toda adentro : "doctooooor, hayyyy pacito por favor que me duele, ahhhhh ¡¡¡¡", pero cuando bajé mi vista el médico miraba mi vagina con cara de deseo, teniendo todo ese instrumento quirúrgico dentro de mi vagina con solo la agarradera afuera, mientras mis rosados y pequeños labios parecían que se fueran a desgarrar de lo abiertos que estaban. Le pedí inmediatamente, con las pocas fuerzas que me quedaban después de sentir ese animal dentro de mi, que lo sacara, que yo me quería ir, pero el me dijo que me tranquilizara que ya podía ver el endometrio y me enseñó la pantalla que lo mostraba.
    Después de esto empezó suavemente a moverlo dentro de mi, lo que me hacía sentir como si en mi estómago estuviera una hormiga y a cada movimiento yo me mordía los labios para no gemir, pues este hombre estaba partiéndome en dos, estaba descubriendo lugares que nunca habían sido explorados mientras yo vivía sensaciones dolorosas pero excitantes. Luego de examinar mi interior por un par de minutos el doctor sacó lentamente de mi huequito el instrumento, notando que toda su cabeza y exterior estaban con unos leves rastros de sangre, lo que me preocupó pero él me dijo que esto era normal porque mi vagina era diminuta, tanto que era la mas pequeña y estrecha que había conocido durante toda su experiencia profesional, y que debido a esto, se habían presentado unos pequeños desgarros en su interior, pero que no era nada de trascendencia. Luego de esto me pidió que me colocara nuevamente la bata que necesitaba hablar conmigo y que me esperaba en el escritorio. Yo aproveché la oportunidad y me puse nuevamente mi ropa interior, sintiendo mucho dolor en mi cosita al ponerme el pantie debido a la penetración que había acabado de soportar. Mientras tanto imaginaba con temor que pensaría y sentiría mi novio si supiera el exhaustivo examen que me había tocado afrontar y lo mucho que me habían maltratado la vagina. Luego me dirigí al escritorio del médico, el cual veía nuevamente las radiografías del endometrio que le había llevado, y cuando me vio venir me pidió que me sentara, me dijo que la cámara no había logrado tomar imágenes claras del estado de mi endometrio y que iba a ser necesaria la práctica de una radiografía. Dicho esto le contesté que por eso había venido a su despacho, pues en la guía telefónica decía que su especialidad también eran las imágenes diagnósticas, y me dijo que poseía los aparatos mas modernos de la región y que él inclusive era quien los alquilaba a veces a los Institutos especializados. Luego me dijo que en su consultorio en el cuarto posterior, el cual aún no conocía tenía los utensilios suficientes para practicar la radiografía necesaria y que la podíamos practicar inmediatamente, pues al otro día estaba totalmente copado. En el cuarto del examen me encontré con variados y distintos tipos de aparatos, inclusive un equipo autobronceador, y en el fondo la máquina para realizar radiografías. Me pidió que me parara sin panties al frente de la máquina delante de un gruesa cortina verde. Cuando hice esto el doctor prendió el aparato y me tomó el examen, y me dijo que me sentara cinco minutos en el escritorio que ya saldría el resultado.
    Regresó decepcionado y mostrándome una radiografía borrosa, me manifestó que no había salido nítida, pues seguramente como no me había practicado un lavado previo, mi estómago no estaba vacío y por esa razón la máquina no podía tomar la radiografía directa del órgano. Yo le pregunté entonces que podíamos hacer y el me contestó que habían dos opciones, la primera era pedir mañana nueva cita para el examen y que sería mas o menos para dentro de tres días pues el salía al día siguiente finalizando la tarde, luego de atender todas sus citas, para una convención médica en Santiago, realizándome previamente yo en mi hogar el lavado referido, o si prefería me podría realizar yo misma el lavado inmediatamente y así poder practicar esa misma noche el examen. Por un lado yo no quería aguantar mas el dolor que en las noches me causaba el endometrio, pero por otro me daba vergüenza realizar este lavado en el baño del doctor, mientras él me esperaba afuera. A pesar de la vergüenza, no estaba dispuesta a soportar mas este suplicio y le dije a Iván que lo practicáramos ya mismo, asintiendo él con su cabeza.
    Me dijo que lo esperara que iría al depósito de medicamentos y que ya regresaba. Cuando retornó me dijo que solamente quedaba un lavado en el depósito, pero que era el mecanismo que anteriormente se usaba y que no quedaban productos para realizarlo con el mecanismo contemporaneo, razón por la cual le solicité me ilustrara al respecto. Dicho esto, me explicó que actualmente, los laboratorios venden pequeños supositorios que la persona se coloca en el recto y que luego de deshacerse produce el lavado interno. Otros venden líquidos que se suministran por vía oral y con los cuales se obtienen los mismos resultados y finalmente la última palabra en lavados era introducirse en el recto una bolsa que traía un líquido que se dejaba en el interior y el se encargaba de lavarlo. Cuando le pregunté entonces que mecanismo era el único que esa noche le quedaba al depósito me dijo que éste se usó hace veinte años en la clínica, pero que ya estaba descontinuado por lo incomodo del mismo, y que por el no uso era lo único que había en el depósito. Me explicó que era un tubo que debía introducirse por el recto mientras el paciente se encontraba en cuatro patas, y luego le depositaban dentro un líquido que cumplía la función de lavado. Este examen me horrorizó, toda vez que dejar perforar mi ano por un extraño era algo terrible y le solicité que buscáramos otra opción a la planteada. Iván mirándome fijamente a los ojos y de una forma amable me dijo : "Valentina mira, discúlpame que interfiera en tu vida, pero ¿ por qué muestras tanto miedo a este procedimiento ?" A mi me daba vergüenza abordar este tipo de temas con él, pensando que de pronto interrogaría sobre si había tenido relaciones anales, por lo que le dije que sencillamente era porque quería evitar mayores traumatismos en estos exámenes. Él me dijo que me calmara, que el examen era como hacer el amor con alguien por detrás, pero en vez de introducir el miembro viril se metía ese aparatico. Yo me quedé callada y mirando para el piso, por lo que él me dijo que estuviera tranquila y que le tuviera confianza, y me preguntó : ¿ O es que nunca te han penetrado por el ano ? Y yo le contesté que no y que no quería ser tampoco penetrada con un utensilio quirúrgico, pero el me explicó que debido a las premuras de tiempo era necesario y que tuviera tranquilidad que él había practicado ese tipo de exámenes desde hacía ya veinticinco años, con mujeres nunca antes penetradas y que las evaluaciones habían sido exitosas. Después de pensar un rato, le dije que intentáramos pero que si me dolía mucho pararíamos. Me dijo que traería los aparatos necesarios, y que me recostara boca arriba en la camilla de la sala de exámenes. Al cabo de tres minutos apareció con una maleta negra de tamaño mediano de la cual sacó una especie de consolador de unos treinta y cinco centímetros de largo y exageradamente grueso y hueco en su interior. Al ver yo semejante instrumento le dije al médico que no pretendería meterme esa cosa por mi culito, y me contestó que solo un pedazo para introducir el líquido que practicaría el lavado. Le pedí que por favor fuera delicado al tratarme y me dijo que me lo prometía. Dicho esto me pidió que me acostara boca abajo en la camilla. Al hacerlo, me desamarro la bata y quedó al descubierto todo mi cuerpo de espaldas, y me percaté que reacción tomaba el doctor, pues si al ver mis senos y mi vagina casi se desmaya, al observar el impresionante trasero que tengo, se iría de espaldas, y no era falso lo que suponía, pues al desabrochar la bata y abrirla se quedó estupefacto al verlo con la diminuta tanguita blanca que lo cubría, mordiéndose su labio inferior de deseo. Al hacer esto le dije que por qué demoraba tanto y me dijo que disculpara pero que nunca había visto un trasero tan grande y bien formado, bromeando como para romper un poco el hielo, que no sabía como iba a introducir el instrumento entre tanta carne. Me dijo que levantara un poco el trasero que me iba a quitar el pantie, y al levantarlo el doctor empezó a quitarme despacio mi tanga, la cual tenía rastros de sangre por el examen anterior y que demoró mucho en sacarla de mi trasero por el tamaño de mis nalgas. Luego me explicó que para una penetración exitosa debería lubricarme el ano con el mismo líquido que había usado anteriormente en mi vagina y me pidió que me pusiera en cuatro patas. Al acceder a lo solicitado me fijé detalladamente que hacía el doctor al descubrir en todo su esplendor mi hoyito rosado. Al verlo me manifestó que jamás había visto un ano tan rosado y me preguntó si me lo afeitaba, lo que le contesté afirmativamente, situación que lo hizo extrañar pues si antes le había manifestado que nunca había practicado el sexo anal, por qué me afeitaba mi anito, y le expliqué que mi hermana me decía que de esta forma se veía mas estético, respondiéndome que mi ella tenía toda la razón. Estando en esa posición, aplicó abundante crema en mi ano, y empezó a masajearlo por un rato. Esta situación me parecía extraña, sintiendo como un simple examen del endometrio se había transformado paulatinamente en un examen detenido de partes de mi cuerpo que solo conocía mi novio, y hablando de él, no sabía como le iba a explicar todos los extraños exámenes que me había practicado el doctor Iván durante esta noche. Luego de frotarme bien el ano, me solicitó que con ambas manos me abriera las nalgas, pues debido a su gran tamaño incomodaban una penetración completa. Haciendo caso a lo solicitado me abrí lo que mas pude mis nalgas y empine mi culito, empezando el doctor a introducir lentamente su dedo corazón en mi agujero, mientras sentía lo apretado y complicado de esta tarea, llegando un momento en el que estando su dedo por la mitad tuvo que sacarlo porque el dolor era insoportable. Nuevamente frotó mas líquido lubricante en mi ano y comenzó lentamente a introducir su dedo corazón dentro de mi, situación que me hizo sentir un dolor nuevamente inimaginable pero que, aunque no lo deseara, me estaba excitando enormemente, no pudiendo evitar lanzar un pequeño gemido en uno de los momentos en que el doctor ya estaba prácticamente terminando de introducir todo su dedo en mi culo, deteniéndose éste sin sacarlo y preguntándome qué me pasaba, y al ver mi cara pudo descubrir como me estaba mordiendo mi labio inferior de la excitación que estaba sintiendo, pero al ver que yo abría mis ojos, disimuló que miraba para otro lado. Lo que acababa de acontecer me hizo apenar mucho con el médico porque lo mas probable es que pensaría que estaba sumamente excitada con este examen, y aunque mi pudor no me permitiera aceptarlo, lo que me estaba haciendo este hombre me estaba volviendo loca. Luego de haber metido todo su dedo en mi interior, empezó a moverlo dentro de mi, lo que me hacía sentir sensaciones intensas, inclusive en ocasiones me daba la impresión que el doctor lo hiciera a propósito por lo rítmico de sus movimientos. Una vez que su dedo se movía libremente por mi recto, el médico empezó suavemente a introducir un segundo dedo en mi culo, advirtiéndome que esto me iba a doler un poco y me pasó una toalla para que mordiera si sentía dolor. Comenzó a meter suavemente un poco de su otro dedo dilatando mi ano y haciéndome sentir un dolor terrible pero excitante, situación que me hizo estremecer y parar mas mi culo, dándole con esto a entender a mi doctor que tenía carta blanca para terminar de meter su otro dedo en mi. El doctor me dijo que contuviera la respiración, que me tranquilizara y que me iba a meter de un solo viaje el resto del dedo que faltaba, yo asentí con mi cabeza y cerrando los ojos, el doctor empujó con fuerza hacia mi interior lo cual me hizo gritar del dolor y gemir del placer sin poder contenerme : "Auhhh, doctor me duele, por favor mas pasito que me desgarra por dentro". Este grito pareciera que le hubiera gustado al doctor porque cuando disimuladamente lo miré por el espejo tenía su mirada fija en mi cara con ojos de sádico, y yo mirándolo le pedí que sacara los dedos por favor, pero el me dijo que no podíamos perder el terreno que ya habíamos abonado y que ahora vendría el aparato. Sin sacar sus dedos de mi, empapó el aparato en el líquido lubricante y sacando sus dedos de mi interior, introdujo inmediatamente esa máquina infernal, diría yo unos quince centímetros, en mi culito ya algo dilatado por esa terrible penetración que había soportado. Esa máquina dentro de mi, me hizo sentir como si estuvieran metiendo dentro de mi recto una tubería completa, pues sentía que mi ano estaba a punto de desgarrarse, cosa que le dije al doctor y me explicó que esto era normal en la primera penetración, y cuando suponía que aplicaría ya el líquido que lavaría todas mis entrañas, empujó mas hacia el fondo de mi recto, operación que me hizo llorar del dolor, rogándole al doctor que por piedad sacara esa cosa de mi, que me estaba doliendo mucho mientras me limpiaba las lágrimas como podía, sin poder usar las manos, pues éstas estaban abriendo mis nalgas en todo su esplendor. A esta altura yo calcularía que unos veinticinco centímetros de la máquina ya estaban en mi interior, y el dolor que sentía era incalculable, pues aparte que sentía mi agujerito a punto de desgarrarse, la punta del aparato ya tocaba prácticamente mis pulmones, y cuando me disponía a sacar con mis propias manos ese tubo de mi esfínter, el doctor me dijo que me tranquilizara, que no llorara mas que ya iba a aplicarme el líquido lavador, sacando un pequeño frasco de color rojo del maletín, y quitando una tapa que tenía en la agarradera el tubo, lo vació por ese hueco llegando hasta el fondo de mi ser, enfriando esa sustancia todo mi estómago. Luego de esto, lentamente sacó de mi esa máquina monstruosa, mientras sentía como si estuviera dando a luz a un niño por mi recto. Cuando lo terminó de sacar, observé que el aparato salió empapado de sangre, y el doctor me explicó lo mismo que me había pasado con mi conchita, y me pidió que me quedara tranquila. Me dirigí al baño y di del cuerpo, y una vez estando totalmente vacío mi estómago, tomé una ducha caliente y me lavé bien mi ano y mi vagina en una tina que había en allí, para evitar debido a los desgarros una posible infección.
    Cuando me lave el ano, pude ver cuando me aplicaba jabón, que al lavarme, cabían hasta tres dedos en mi culito, imaginándome el terrible esfuerzo que tuvo que soportar para este brutal examen, mas me consolaba la idea de que pronto terminaría este suplicio y que jamás tendría que volver a ver a este médico salvaje. Luego volví a ponerme mi ropa interior y la bata y salí a la habitación de exámenes y el doctor ya me esperaba con la máquina de rayos x prendida y el sentado a un lado manejando el monitor. Nuevamente me tomo la radiografía, saliendo en esta ocasión una imagen perfecta del endometrio.
    El doctor me pidió que me sentara en la camilla mientras el estudiaba bien la radiomuestra. Al cabo de otros cinco minutos me dijo que lo que tenía mi endometrio no era nada de gravedad, que sencillamente cuando mi período estaba pronto a llegar, se me inflamaba, y que ciertas sustancias y materiales lo podían lastimar, como por ejemplo realizar abdominales o hacer el amor con condón, pues el latex, debido a su material, lastimaba con su roce mi endometrio. Dicho esto el doctor me indagó si yo practicaba algunas de estas actividades, y yo le contesté que si, que realizaba unas doscientas abdominales día de por medio y que mi novio usaba condón en nuestras relaciones íntimas porque yo desconfiaba de las pastillas anticonceptivas, ya que muchas amigas mías me habían contado sobre sus efectos secundarios.
    El doctor me manifestó que no podía realizar sino unas cincuenta abdominales cada tres o cuatro días para evitar nuevas inflamaciones del órgano en mención, y que debía charlar con mi novio sobre nuestra forma de protegernos, pero yo inmediatamente le respondí al doctor, que esa era la única manera en que yo sostendría relaciones con algún hombre pues no me gustaba consumir pastillas o aplicarme algún tipo de inyección. En virtud de lo que le había expuesto el médico me dijo entonces que me enseñaría una forma de poner el preservativo que no lastimara tanto mi endometrio. Me dijo que cuando colocara el condón lo pusiera dejando pequeñas arrugas en el tronco del pene y que en el prepucio no dejara espacio para que se almacenara el semen que éste expulsara, pues este sobrante de preservativo era lo que rozaba con el endometrio y que por lo tanto con las arrugas dejadas, en el transcurso de la penetración se irían quitando dejando ese espacio para que se depositara el esperma. De lo que me había dicho le había entendido muy poco y le pedí que me ilustrara mas pues no le entendía nada. Me dijo que me explicaría con una probeta, que es un tubo de vidrio de laboratorio, y sacando de su escritorio un condón lo puso en el instrumento, pero de nada sirvió pues debido a que el tubo no tenía prepucio y era de un material muy duro y de poca fricción, se hizo imposible la explicación. Trató con tres preservativos mas de explicarme, pero yo muy poco le comprendía, hasta que en vista de no poder transmitirme su método me dijo que entonces probara con una inyección anticonceptiva o pastillas, pero le reiteré que esas formas de protección no me gustaban. Finalmente, observando que no íbamos a llegar a ninguna parte, debido a que no podía entenderle lo que trataba de explicarme, le pregunté si no tenía otro elemento en el consultorio similar al miembro masculino con lo que me pudiera explicar su idea, pero me dijo que lo único que tenía era esa probeta y que si seguía haciendo el amor con mi novio con condón, de la forma común, muy pronto me volvería la inflamación de mi endometrio. Sin saber qué decir, le pregunté al médico Iván por algo que pudiéramos hacer, por lo que el mirando hacia el piso como su estuviera avergonzado, me dijo que existía quizás una forma de explicarme como hacerlo, y me dijo que si lo que me iba a proponer me disgustaba se lo dijera y no me escandalizara, manifestándome que si era mi deseo, él podía en el baño ponerse el preservativo de la forma correcta y luego me mostraría su miembro con él puesto para que aprendiera como. Instantáneamente le contesté que no, y le dije que no fuera atrevido que yo tenía novio al cual quería y que ese tipo de propuestas eran malsanas y groseras, que prefería enfermarme nuevamente a practicar algo como lo que me estaba proponiendo. El doctor muy serenamente me dijo que lo disculpara, que no era su intención haberme ofendido, que si quería regresara la semana próxima cuando él hubiera conseguido un falo artificial, luego que hubiera regresado de su congreso, para explicarme como hacerlo, pero yo no le había dicho que a los dos días me iría con mi novio de vacaciones con su familia para la playa y que esas "vacaciones" eran prácticamente una continua relación sexual con él, pues su familia era muy liberal y nos dejaba una cabaña para nosotros dos. Luego de pensarlo un rato, concluí que nada de malo haría viendo como poner correctamente el preservativo si ni siquiera tocaría el miembro viril del doctor, pues él mismo lo haría, además de que en parte lo aceptaría para poder pasar unas buenas vacaciones en la playa con mi novio. Mirando nuevamente al doctor le dije que aceptaba pero que el se pusiera el condón en el baño y que cuando estuviera listo saliera y me mostrara. El doctor dijo que si, y entró al baño, y al cabo de treinta segundos salió sin pantalones y con una toalla cubriendo su pene y me dijo que listo, que ya se lo había colocado, me pidió que me sentara y que mirara bien, y quitándose la toalla vi un pene tan colosal que nunca pensé que existiera, parecía el de un caballo, era enorme, mediría unos veintisiete centímetros de largo y su grosor era quizás como el de un salchichón, su cabeza era gigante y se veía que no tenía piel que la recubriera, al parecer circuncidado, y extremadamente venoso y negro, con unos testículos depilados así como su vello púbico, mas no rapado como yo. Luego de ver ese espectáculo, no podía cerrar mi boca y dejar de mirar ese monstruo, pero al ver que el doctor me estaba observando, disimulé y le dije que ya veía como debía ponerse el condón, pero que las arrugas eran difíciles de hacer pues al manipular el condón se podía romper. El me explicó que al empezar a poner el preservativo, cuando ya estuviera en la raíz del pene se hicieran pequeñas bolsas de aire que se distribuirían por todo el pene hasta llegar al prepucio y así permitir que en ese lugar se depositara el esperma. A pesar de esta explicación no lograba entenderle al médico, y así se lo hice saber, situación que lo hizo quitarse el condón delante de mi, para colocarse otro en mi presencia y así aprender la forma correcta. Cuando hizo esto, confirmé mis sospechas, pues si tenía su pene circuncidado, pero me llamó mucho la atención el tamaño de su cabeza, que era enorme, a pesar del tamaño del resto de su miembro, imaginándome como sería de difícil colocarse el condón en semejante aparato. Cuando se lo quitó me dijo que observara como debía ponerse, y me pidió que si quería lo colocara para aprender, pero obviamente mi respuesta fue negativa, toda vez que lo que me pedía ya eran palabras mayores, pues tocarle su pene sería como permitirle lograr en parte lo que a leguas se notaba que deseaba : hacerme el amor. Luego de mi respuesta el me manifestó que el procedimiento era algo muy profesional y que era la única forma de aprender definitivamente como poner el condón, pues si luego con mi novio lo ponía mal podría fácilmente romperse por los espacios de aire incorrecto que podían quedar. Dicho esto le dije que aceptaba pero que solo lo hacía por evitar problemas futuros con mi novio.
    Me pasó un preservativo y me dijo que lo colocara en la punta de su pene, y empezara a bajar el preservativo para que se fuera desenvolviendo, y así lo hice, pero esta tarea no fue fácil, porque con el desproporcionado tamaño de la cabeza de ese pene, el látex parecía romperse de lo estirado que quedaba y su glande parecía estallar de lo aprisionado que se veía dentro del preservativo. Cuando terminó el condón de cubrir su cabeza, y viendo yo como me tocaba agarrar ese pedazo de carne con las dos manos debido a su grosor, me imaginé que podría pensar mi novio si me viera en esta situación, cogiendo semejante tripa con ambas manos, poniéndole con suma dificultad un condón. Luego inicié el descenso del condón por el resto del pene que parecía estar mas erecto que nunca, mientras el médico de pie me miraba indicándome como debía hacerlo y yo permanecía sentada en la camilla justo con su pene en frente de mi cara. El doctor parecía tranquilo, pero cada vez salían mas extractos de semen de su glande, al punto que pareciere como si hubiese eyaculado, pero lógicamente esto no había ocurrido porque de haberlo hecho, me imaginó que hubiera roto el condón pues el tamaño de sus huevos era increíble, pudiendo almacenar una cantidad exagerada de esperma. El médico me explicó que una vez llegara a la mitad de la raíz de su pene, subiera un poco el preservativo para crear espacios dentro del condón, y así llegar hasta el final del mismo, pero esto no ocurrió porque al tener el preservativo, supongo yo un poco mas abajo de la mitad del cuello de su miembro, ya no había mas condón que poner, pues las inmensas dimensiones de su aparato, solo permitieron extender hasta ese punto el preservativo. Terminada esta labor, el galeno me preguntó si me había quedado claro el sistema para colocar el preservativo, a lo que le contesté que si, y que le agradecía por su interés. Dicho esto, el doctor me dijo que iría al baño a cambiarse y me pidió que lo esperara en la camilla con la bata, y que no me fuera a vestir todavía. Esto me extrañó porque suponía que el examen había finalizado, pero por no volverme muy reiterativa en mis preguntas, preferí esperar a que el doctor saliera. Cuando al fin salió, podía notársele que aún continuaba con la potente erección con la que había entrado, pues se le marcaba bastante en su pantalón el terrible bulto que solo un miembro viril como el de ese hombre podía lograr. Al ver esto, procuré disimular que me había percatado de esto, por lo que el doctor se paró a mi lado en la camilla y mirándome a los ojos me dijo : "¿cómo te sientes Valentina ?", y yo le respondí que bien, que solo un poco adolorida en mi vagina y en mi culito por el examen, y aproveché para indagarle el motivo por el que me había solicitado permanecer aún con la bata de la evaluación si ya habíamos terminado, y la respuesta que me dió me hizo enfriar todo mi estómago: "Valentina, terminamos ya con el examen tuyo, pero no puedo dejar pasar esta oportunidad de cogerme a la mujer mas espectacular que he conocido, y quedarme con la calentura que tengo", al decirme esto le pegué una cachetada y me levanté para ir a buscar mi ropa, y si en algún momento había llegado a sentir, a pesar de mi voluntad, algún deseo por lo que me hacía este sujeto, con lo que me había dicho, solo me dejaba concluir que era un depravado que aprovechaba su posición de ginecólogo para abusar de sus pacientes. Luego de haberme parado el doctor me dijo que no me convenía irme si no quería perder a mi novio, argumento que me obligó a devolver mi rumbo y mirándolo con ojos de furia a los ojos le pregunté que por qué me decía eso. El médico me pidió que lo acompañara a su escritorio, solicitud a la que no me pude negar después de haberme proferido semejante amenaza. Al sentarme Iván abrió dos puertas del tercer piso de su gigantesca biblioteca, en donde se encontraba un televisor con un reproductor de vídeo, y poniendo un vídeo cassette, me dijo que lo observara antes de tomar cualquier decisión, presintiendo ya lo que contenía esa grabación, siendo ciertas mis sospechas cuando inició el vídeo mostrando como el doctor primero me perforaba mi vagina con el auscultador, luego con el aparato de lavados rectales, me rompía ferozmente mi ano y finalmente como yo manipulaba un preservativo en su pene, no dejando esta grabación mas que pensar, sobre todo cuando el doctor se quita su preservativo y yo le coloco el nuevo, que entre este hombre inescrupuloso y quien les escribe, había existido una aventura, teniendo en cuenta además, que la tecnología en grabaciones visuales permite editar una imagen de tal forma que suprimiéndole las imágenes como se desee, permite crear un vídeo que solo permita concluir que yo me acosté con él. Luego de mirar por unos segundos la grabación le dije al médico que cual era el motivo por el que hacía esto, y muy tranquilo me respondió que desde que me vio en ropa interior había quedado deslumbrado ante tanta belleza, y que lo entendiera, que él no hacía este tipo de presiones con ninguna de sus pacientes, pero que ante un cuerpo como el mío y después de haber permitido yo, que me penetrara mi culo y mi vagina de la forma en que lo hizo, se veía obligado a hacer lo que estaba realizando porque de lo contrario se vería en la penosa obligación de mostrarle el vídeo a mi novio. Mientras tanto yo quería morirme, pues por un lado estaba mi honor y fidelidad para con mi ser amado, y por otra el poner en riesgo mi relación con él, porque este sujeto se veía decidido a destruir mi noviazgo a cualquier costo, si no accedía a su voluntad. Le pregunté con lágrimas en los ojos que qué pretendía exactamente, e inmediatamente y sin vacilar me dijo que quería hacerme el amor como nadie lo había hecho, y que después de hacerlo, yo iba a quedar tan adicta a él que no iba a querer volver a ver a mi novio. No pude contener mas el llanto y le pedí que me dejara sola un rato mientras yo pensaba, y el aceptando salió hacia otra habitación. Analizando la situación, yo aún guardaba la esperanza que el médico no pudiera dar con la dirección de mi novio, así conociera la mía porque en la historia clínica aparece impresa, aunado a que en un eventual problema con mi novio, yo podría explicarle lo que había ocurrido y si realmente el me amaba tendría que creerme. Pero por otro lado conocía lo celoso que era mi ser amado, y después de ver como yo le cogía al médico semejante trozo de carne y le colocaba el preservativo, lo mínimo que iba a pensar era que me iba a revolcar con él. No sabía que hacer, aparte de que acostarme una vez con este fulano, era abrirle la puerta para que cada vez que lo deseara repitiera lo mismo, por lo que de acceder a lo que me pedía le requeriría previamente el vídeo cassette. Asimismo, me preocupaba tener relaciones con un hombre que tuviera un pene tan grande, porque la única persona con la que había tenido relaciones sexuales era con mi novio, y de una u otra manera podría lastimarme. A pesar de amar a mi novio y de haberle querido serle fiel por siempre, opté por acceder a lo que pretendía el médico porque de no hacerlo, este lunático haría lo inimaginable con tal de obtener venganza.
    Le manifesté al médico que haría lo que el deseaba, pero con la condición de que antes de hacer cualquier cosa me entregara el vídeo cassette, a lo que el aceptó gustoso, abriendo nuevamente la gaveta de la vídeo cassettera y entregándomelo en el acto, aclarándome que era la única copia que poseía, así que podía estar tranquila. Luego le pregunté que seguía, suponiendo yo ingenuamente que me pondría una cita al día siguiente para realizar lo propuesto, pero el me dijo que siguiéramos a la habitación donde me había realizado el examen y que allí haríamos el amor. Le dije que si, y el transcurso entre su escritorio y la puerta de acceso al mencionado recinto me pareció una eternidad, pues el miedo que tenía era inmenso, además de lo sucia que me sentía, al saber que iba a acostarme con un hombre distinto a mi novio. Cuando entramos Iván me dijo que me sentara en la camilla de estribos que iba nuevamente a analizarme las tetas, pareciéndome muy vulgar como se refería a mis senos, sin dejarme tiempo que yo me bajara la bata, me la quitó de una embestida, rasgándola en sus amarras, dejando todo mi cuerpo en ropa interior, clavando nuevamente sus ojos en mis senos, a lo que me dijo : "niña, para tu edad, tu cuerpo y tu cara, tienes unas tetas desproporcionadas, pero hermosas" y me pidió que me desabrochara el brassiere, lo cual hice instantáneamente, lo cual le permitió empezar a besarlas y a chuparlas como si me las quisiera arrancar, y no paraba de decir que le sabían a gloria, que nunca se había comido semejante par de tetasas, me las agarraba como un par de balones, y una y otra vez las chupaba en forma violenta, y les confieso que así esta escena suene morbosa, yo me sentía morir por la forma en que este señor había logrado gozar de mi cuerpo, por sus deseos animales y la forma como se veía que me deseaba.
    Muy en el fondo me excitaba. Luego de esto me dio un beso en la boca y me pidió que estuviera tranquila que todo iba a salir bien y que el iba a ser delicado conmigo, y me solicitó que me acostara, me quitara las bragas y abriera mis piernas y las pusiera en los estribos, y luego de tenerme en esa posición me dijo : "nuevamente te reitero que nunca había conocido a nadie como tu, eres espectacular, tienes una concha divina", y dicho esto empezó a lamérmela de una forma muy agradable, me metía y sacaba su lengua y me frotaba el clítoris rítmicamente, y aunque yo nunca hubiera imaginado que accedería implícitamente a lo que quería el médico, comencé a gemir despacio, a cada lamida que el doctor me daba en mi vagina, terminando por gemir lo mas alto que podía mi voz, deteniéndose el doctor para decirme : " sabía que lo ibas a disfrutar putita ", haciendo que mi vagina se lubricara como nunca antes lo había hecho mi novio. Acto seguido me pidió que me sentara en la camilla, y abriéndose el pantalón dejo salir nuevamente ese pene colosal que tenía y poniéndomelo en la boca me pidió que se lo chupara, empezando por lamerle tímidamente la cabeza, la cual tenía un sabor salado pero no desagradable, mientras que mi mano derecha subía y bajaba por su tronco, pasando luego de un gran esfuerzo a chuparle toda su cabeza, pues no me explicó como mi boquita pudo albergar semejante cabezota de ese monstruo, y cada vez que se la chupaba y subía y bajaba su tronco con mi mano, el médico parecía enloquecer, y gritaba cerrando los ojos y me decía que era deliciosa, que jamás me olvidaría, pues le estaba dando mas placer del que había sentido en toda su vida, frases que me hacían sentir sucia pero excitada, ya que nunca en mis años de vida sexual me había sentido tan deseada. Luego de chupárselo por un rato me pidió que le permitiera sentarse a un lado mío en la camilla y que me sentara encima de él, como si estuviera en cuclillas, es decir, con las plantas de mis pies en el piso y mis rodillas flexionadas, mirando sus pies, de forma que el me sostenía de mi culo, operación para la cual tuve que poner toda mi atención, pues iba a introducirme nada menos que una pija de por lo menos veintisiete centímetros de longitud, cuando yo lo máximo que había sentido era la de mi novio que no medía ni la mitad de ésta. Empecé por poner mis manos en la camilla mientras el doctor me sostenía por el trasero, y puse su cabeza en mi vagina y empecé a bajar suavemente, sabiendo yo que lo mas difícil sería meter la cabeza que era enorme y mas gruesa que el tronco, para lo cual tuve que girar mi cuerpo rítmicamente, para que se me fuera introduciendo de lado, y cuando tuve lista esta operación empecé a dejarme caer doblando mis codos lentamente, y ahí tuve una sensación aún mayor a la que sentí cuando el médico me introdujo esa máquina, pues esta ... en su cabezota era mas gruesa que ese aparato, lo cual me hizo empezar nuevamente a gemir de la emoción y del placer que me estaba dando sentir en mi apretada cuquita semejante pene, lo cual aprovechó el doctor Iván para empezar a sostenerme aún mas duro del culo y a empezar a empujar hacia arriba llegando a meterme casi toda su pija en mi conchita, bombeándome, haciéndome el amor de una forma que nunca imaginé que me lo harían, y obligándome a gemir de tal manera que si alguien hubiera habido en ese piso de la clínica a esa hora hubiera pensado que me estaban matando. Al cabo de los treinta segundos de estarme embistiendo este hombre no pude resistir mas y llegué a mi primer orgasmo de la noche, situación de la que pudo darse cuenta Iván cuando le grité "me vengoooo, ahhhh mi doctor, que pedazo de ... que tenés" y el aprovechó y me contestó : " y toda es para ti putita de mierda, ¿te gusta como te la meto por esa conchita diminuta que tenés, ah ? ¿ te gusta ?" respondiéndole que si, que me fascinaba como me rompía mi cosita con su aparato gigante. Luego de esto me pidió que me acostará boca arriba, y hecho esto, estando de pies, bajó la altura de la camilla y me hizo levantar los pies y los puso uno sobre cada uno de sus hombros dejando el camino libre para penetrarme en esa posición y sin mediar palabra me introdujo mas de la mitad de esa tranca, y comenzó a bombearme nuevamente, mientras sus gotas de sudor caían en mi cara y el chupaba fuertemente mis senos, mientras sentía como su gran glande ya tocaba casi mis pulmones nuevamente, pidiéndole yo que fuera delicado, que mi cuerpo no estaba acostumbrado a semejante trozo de chorizo, mientras él me contestaba que mi huequito se tendría que acostumbrar porque aún faltaba mucho rato de culeada y mucho pene por introducirme. Al decirme esto, opté por quedarme callada y procuré no quejarme mucho pues este sádico era capaz de desgarrarme la vagina con el trozo de manguera que tenía, en medio de la calentura que lo invadía. Estando aún en esa posición y aprovechando que él tenía el control para meterme la cantidad de pene que quisiera, empezó a empujar procurando que se introdujera todo en mi cosita, algo que parecía imposible, pues a estas alturas ya sentía que se me estaba rompiendo mi cuquita, pero seguía solo gimiendo, ya que esto si no lo podía evitar con semejante violación que me estaba propinando mi médico. ¡ Que ironía !, pensar que mi intención al pedir cita con un ginecólogo era que me dijera que tenía en el endometrio, confiando en que escasamente me tendría que desnudar unos cuantos minutos ante el doctor que me revisaría con un estetoscopio mis trompas y mi endometrio, y heme aquí con las piernas abiertas, aguantando que un tipo que me disgusta, que perfectamente podría ser mi padre, feo, morboso, estuviera ultrajando mis zonas mas íntimas, las que solo conocía mi novio y que con tanto esmero cuido, literalmente perforándome con ese pene inmenso que se gasta, sin poder pedirle que me la meta mas suave, porque de hacerlo, con mas entusiasmo me penetra, sabiendo que con mi amado novio disfrutaba tanto del sexo, pues nunca me había hecho sentir dolor, y su pene no era lo descomunal de este hombre. Mientras pensaba esto el doctor me decía que si me gustaba como me la metía, pregunta que aproveché para decirle que no me gustaba que intentara meterme toda su tranca, pues debía comprender que físicamente era imposible introducirla en un huequito tan pequeño como el de mi vagina, replicándome que solo era cuestión de tiempo, pero que él me iba a meter todo su banano por mi chochita. No me gustaba de ninguna manera tampoco el lenguaje en que se expresaba para con mi zona íntima. Al ver mi cara de enojo, el doctor paró de meterme su pene y lo sacó de mi, y sentándose a mi lado me preguntó que qué me pasaba, que lo disculpara si me había lastimado, pero que yo le era tan atractiva como mujer, a pesar de poder ser su hija y duplicarme en edad, que no le era posible soportar abstenerse de hacerme el amor de esa manera. Al decirme esto, mi cabeza se revolvió, regresó a mi cabeza el recuerdo de mi novio, de la formación que mis padres me han brindado, de lo que pudieran pensar si me vieran sosteniendo relaciones sexuales con mi ginecólogo en su propio consultorio. Cómo haría para mirar nuevamente a mi novio a los ojos y no delatarme y confesar lo que tuve que hacer para no perderlo. Todos estos pensamientos, sumados al desespero de estar acostándome con un sujeto que me producía asco, me hicieron romper en llanto, volteando mi rostro y cubriéndolo con ambas manos, mientras procuraba que el médico no me viera en este estado, pero mi desconsuelo era tan grande que así hubiera tratado de disimular mi dolor y mi llanto, el escuchó mis sollozos y me preguntó por qué lloraba de esa manera, y me dijo : "muñeca, ¿ por qué lloras, mi amor ?, acaso ¿ te lastimé ?, ¿ qué te pasa ?, cuéntame", yo no paraba de llorar, pero como pude saque alientos y le dije : "doctor, no puedo seguir haciendo esto, yo amo a mi novio, además me duele mucho y usted es muy vulgar al hablarme y me obliga a meterme en la boca su pene, a mi no me gusta hacerlo ni con mi novio". El decirle eso me calmó un poco, pues me sentí relajada, porque así hubiera provocado a Iván para que mostrara a mi novio el vídeo, me quité un peso de encima al serle sincera, confiando en que al ver la tristeza y el dolor que me causaba al obligarme a acostarme con él, tendría piedad y me entregaría el vídeo y me permitiría marcharme a mi casa. El doctor aún sentado a mi lado, tomo suavemente mi rostro, enjuagó con su mano grande y áspera mis lágrimas, y me besó en la boca como nadie lo había hecho, fue un beso largo y profundo, el cual por primera vez en la noche me hizo sentir como si estuviera con mi novio, y sin saber aún por qué pasó lo que pasó, quise entregarme a ese hombre. Sin dejar de besarme, aún ambos con los ojos cerrados, tomó mi mano izquierda, las cuales había hecho arreglar como todos los lunes en mi salón de belleza de un color rosa claro y la llevó hasta su pene, que estaba mas erecto que nunca, y a pesar que no tenía los ojos abiertos, con mi sentido del tacto me parecía estar cogiendo una manguera de bomberos, que a veces ni podía abarcarla con todo mi puño, empezando a dirigir los movimientos con su mano, hacia arriba y hacia abajo, llegando hasta la cúspide, esa terrible cabeza que coronaba aquel coloso, la cual se sentía babeante, mientras seguía besándome apasionadamente, y sin permitir que detuviera los movimientos de mi mano, comenzó a besar mi cuello tiernamente, bajando hasta mis pechos, los cuales chupaba y lamía, concentrándose en mis aureolas y mis pezones, los cuales a pesar de no ser grandes como mis aureolas, si son por su color rosado muy lindos. Estas caricias habían cambiado mi actitud hacia él, aunque de hecho, en ese momento yo no pensaba en nada, pues lo que me hacía el doctor me tenía enloquecida, había olvidado nuevamente mi honor, mi novio y mis padres. En ese instante mi mente estaba en blanco, como si me hubiera drogado, concentrada únicamente en como me besaba y como le masturbaba su asta viril. Luego de esto, e increíblemente sin él decirme nada, yo me ubiqué en cuatro patas, al estilo perrito, para chuparle su pene, lo que le permitió ubicarse justo debajo de mi vagina, lo cual no desaprovechó y empezó a lamérmela de una forma que jamás olvidaré, él acostado boca arriba y yo en cuatro patas encima de él, en un perfecto 69, aún recuerdo como metía su lengua en mi cerrada e inexperta vagina, mientras yo, como podía procuraba tragarme lo máximo de su pene, sobándole sus testículos, grandes y negros, los que se veían como un par de pedazos grandes de carbón entre mis pequeñas y blancas manos, subía y bajaba su impresionante pene, le mordía su cabeza, se la lamía, estaba poseída, juro que en esos instantes no era yo quien le estaba dando semejante paja con la boca a ese médico, quien no quería dejar de saborear a su paciente. Mientras el doctor me metía un dedo, y escasamente dos en mi vagina y me la lamía toda, diciéndome lo delicioso que le olía mi ano y lo rico del sabor de mi vagina, llegó mi segundo orgasmo, el cual me hizo parar de masturbar al doctor, pero sin soltarle su pene, haciéndome arquear y gritar como una loca : "haaaa, doctor, que examen me está dando en mi vagina, ¿la encuentra bien?" mientras dentro de mi sentía que iba a explotar, era el orgasmo mas espléndido que jamás me habían provocado en mi corta experiencia sexual. Viendo el doctor que yo estaba llegando a mi orgasmo, saco sus dedos y metió íntegramente su lengua en mi vagina y la movía de lado a lado en mi interior, lo que acabó de enloquecerme y me hizo agarrar de uno de los estribos de la camilla que daban junto a mis manos y de su pene y gemir, hasta que acabé en su boca, la cual tenía untada de mis jugos, mientras se lamía gustoso como si estuviera impregnado de un jugo de fruta, y mirándome me dijo que le fascinaba que hiciera el amor con él. Estando mas tranquila y satisfecha por lo que había acabado de pasar, volví a mirar el pene de mi ginecólogo, el cual aún se encontraba igual de erecto, sabiendo yo que debía seguirle mamando ese fierro a mi doctor, cerré los ojos y volví a metérmelo a mi boca, lo mas que pude, nuevamente subiendo y bajando mi mano por ese interminable y grueso tronco que ostentaba orgulloso, lo que para ese momento y a diferencia de antes me tenía muy caliente, porque nada mas morboso que saberme yo mamándole el pene a un tío que me duplica en edad, mayor aún que mi papá, en su propio consultorio, al que había asistido por un examen supuestamente sencillo, y obligada por él a acceder a sus deseos, mientras en mi casa mi novio y mis padres veían novelas y comían palomitas de maíz. Mientras le chupaba el pene, trataba de meterlo lo mas que podía en mi boca, pero a pesar de intentarlo, aún quedaba mas de la mitad sin tocar, lo que me obligó en un momento de excitación a tomar la decisión de respirar hondo y tragar hasta que sintiera el pene de mi amante golpear con mi garganta, así me ahogara, pero que por lo menos él sintiera que su pene estaba conociendo hasta el último rincón de mi boca, que ya había llegado donde nadie mas lo había hecho, marcando su territorio con la vivencia mas morbosa que me hubiera podido ocurrir. Luego de tragar por lo menos diecisiete centímetros de su pene, sentí como éste golpeaba contra mi garganta, lo cual no pudo dejar de notar el médico que me dijo : " muñeca, de veras que te la estás tragando toda, quiero que la chupes bien y tragues toda la leche que tengo para ti ". Obviamente, si en escasas dos oportunidades hace muchos años había aceptado chuparle el pene a mi novio, con toda razón no iba a haberme tragado su semen, lo cual era nuevo para mi, pero en ese momento el médico no me dió tiempo de esperar y cuando ya subía mi boca para chuparle solo su cabeza y así dejar que eyaculara en el aire, me tomó de mi nuca y me hizo subir y bajar mi cabeza, mientras sentía como un grito desesperado rompía el silencio y un mar de semen llenaba mi boca y mi garganta, que traté de escupir, pero la fuerza de su expulsión y de su mano sosteniéndome, so perjuicio de ahogarme me obligaron a tragarme por lo menos el equivalente a un pocillo pequeño de café, lo cual es algo descomunal para estar hablando de una eyaculación. Inmediatamente el médico eyaculó, dejó caer su cabeza en la camilla y pareció dormirse, lo cual aproveché yo para ponerme de pie, dirigirme al baño y tomar agua después de esa feroz explosión en mi garganta y me vestí como pude, y cuando me dirigía a la puerta para huir después de recobrar el sentido y analizar el terrible error que había cometido, el médico me dijo que olvidaba empacar algo, y era cierto pues cuando volteé para verlo tenía en su mano el vídeo. Ingenua regresé para tomarlo y marcharme cuanto antes, pero él lo apartó y me dijo que aún no habíamos concluido el examen, que faltaba una revisión exhaustiva en mi recto, pues creía que podía haber algún problema en él. Le supliqué que me dejara ir, que mi cuerpo estaba totalmente adolorido, que nunca había sostenido una relación sexual tan salvaje y que una penetración mas y me podía matar. El se rió y me dijo que no opusiera resistencia pues todo era por la ciencia, que hiciera de cuenta que iba a realizarme un nuevo examen y así me relajaría y olvidaría que estaba haciendo el amor con él. Su idea era absurda, pues cómo pretendía que olvidara que el era un sádico que me quería prácticamente comer viva e hiciera de cuenta que estaba en medio de una citología. Él me dijo que era la única opción que podía darme, o que era eso o seguir como íbamos. Le pedí que por favor no tardara mucho porque me dolía mucho mi vagina, pero me interrumpió y me dijo que estuviera tranquila que el examen que tenía que realizarme, como ya me lo había dicho era en el recto, pues quería cerciorarse de que no tuviera ningún problema. Al decirme esto, me poseyó el pánico de solo pensar que el pene de ese hombre iba a ser introducido en mi pequeño agujerito anal. ¡ Era descabellado imaginar como pretendía lograr eso ! A pesar de suplicarle arrodillada a sus pies llorando que me dejara ir, él muy sereno me respondió que era un simple examen que debía realizar por el bien de mi salud. ¿ Qué mas podía hacer ? Ya había permitido que me partiera en dos mi vagina y que irrespetara mi boca metiéndome su arma y eyaculando en toda mi traquea. Ya debía terminar lo iniciado para no poner en riesgo el amor de mi vida, confiando en que nuevamente mi mente se bloquearía y pudiera así ser poseída por una fuerza desconocida que me transportara a otro lugar y no fuera yo la que soportara tener que acostarme con este animal, aunque sería difícil porque a leguas se veía que el doctor no quería realizar ningún examen en mi trasero sino rompérmelo con su bate de béisbol. Le dije que aceptaba su idea de tratar de ahora en adelante lo que seguía como un examen, sin salirnos del rol de médico y paciente para evitarme mayores traumas. Me pidió que me quitara la ropa, me pusiera la bata verde y pasara a la camilla. Cuando regresó, tenía en sus manos nuevamente el aparato con el que me había realizado el lavado. Al ver esto me horroricé, pues no podía soportar la idea de que el doctor me metiera por mi culito nuevamente esa manguera que fácilmente podía desgarrarme por su grosor y su longitud. Le solicité que utilizara un método distinto para evaluar mi recto, que ese sistema estaba pasado de moda, tratando de actuar como su paciente para no indisponerlo, pero me respondió que debía practicar este método pues mi salud lo exigía. El maldito degenerado no iba a permitir que me escapara sin lastimarme de nuevo. Le pregunté donde debía ubicarme, y me solicitó que me acostara boca abajo en la camilla, y hecho esto me quitó mis tangas y me pidió que me quitara el brassier para que no me incomodara en el examen. Me dijo que primero tendría que estudiar mi ano para ver si estaba sano y empezó a lamérmelo suavemente, mientras me decía que era delicioso, sería porque acostumbro aplicarle crema hidratante perfumada. Mientras me lo chupaba como un loco me pidió que abriera con mis dos manos mis nalgas y estando así empezó a meterme su lengua rítmicamente, como si estuviera violándome con ella. Luego empezó a introducirme uno de sus gruesos y toscos dedos en mi culito, el cual entró hasta la mitad y empujó fuertemente para que entrara el resto, mientras me decía que de veras que tenía un culo estrecho, pero que descuidara que el me lo iba a agrandar. Cuando ya había introducido el dedo completo empezó a meterlo y sacarlo salvajemente y cuando ya empezaba a dolerme realmente, introdujo un segundo dedo que me hizo ver estrellas, y nuevamente le pedí que me tratara suavemente, pedido que lo hizo animar y sacar nuevamente su pene y ponerlo dentro de mi boca, el cual estaba totalmente erecto, lo que me facilitaba mamársela fácilmente, mordiéndole su cabezota y lamiéndole sus testículos, lo cual lo enloquecía y lo hacía gritar del placer mientras me agarraba fuertemente de mi pelo y movía mi cabeza con su mano de acuerdo a los movimientos que quería realizara. Después de un buen rato de chupársela, me dijo que tendría que introducir su pene en mi ano porque debía estudiar mi recto y analizar si estaba sin problemas, para lo que asentí con mi cabeza, colocándose detrás de mi, mientras yo permanecía en cuatro patas con mis manos abriendo lo mas que podía mis glúteos. Colocó su cabezota en mi anito, y empezó a empujar hacia adentro suavemente, procurando que el ingreso de su cabeza en mi culo no fuera muy traumático. Mientras ocurría esto yo me sentía desfallecer porque el dolor era intolerable, era demasiado dolor para una sola noche, pero ya estando allí debía ser valiente y soportar la embestida que me esperaba. Trataba de penetrarme de lado para que se fuera introduciendo su cabeza sin tanto dolor. Esta operación tenía mi ano totalmente dilatado, a punto de desgarrarse, lo que me hacía gritar y suplicar del dolor, pero con casi toda su cabeza adentro, y en uno de los momentos en que parecía que no lo lograría, empujó salvajemente su pene y toda su cabeza se introdujo en mi culito, no sin antes sentir un escalofrío por el dolor que me causó lo que había hecho el doctor. Cuando el médico vio que había logrado su cometido, empezó a empujar para que lo que mas pudiera su descomunal ... se incrustara en mi hoyito. Mientras el hacía esto yo sentía como el tronco de un árbol entraba por mi recto, como si estuvieran rompiéndome por dentro, y para ese momento yo solo podía llorar y mirar de reojo al doctor mientras él miraba mi culo y sudaba como un caballo. Llegó un momento en que toda su pija estaba dentro de mi recto, y al ver esto Iván tomó un espejo que estaba al lado de la mesa y lo puso al lado de mi culo de tal forma que yo pudiera ver sus aberraciones, cosa que me pareció increíble, pues mi ano diría yo que no se había desgarrado por milagro y solo se veía mi ojete rosado y totalmente dilatado y sus huevos negros golpeando mis nalgas, mientras me decía que viera como me rompía mi culo con su ... En ese momento el dolor ya no era tan insoportable, pero mi excitación había aumentado y solo podía gemir y gritar como una loca de las bestiales embestidas que me daba ese hombre. Sin sacar un centímetro de pene, se sentó conmigo encima en la camilla y me hizo acuclillar sobre su cosa, y tomándome por las caderas inició a subirme y a bajarme mientras mi culito soportaba como su pija entraba y salía dificultosamente de mi hoyito. Estaba loca, ya no me preocupaba la suerte de mi ojete, la sensación que me daba tener todo ese chorizo en mi ser, me tenía excitadísima, y solo pensaba en subir y bajar para que mi doctor sintiera como me educaba mi trasero.
    El doctor no paraba de decirme lo apretado y caliente que se sentía estar dentro de mi, que mi culo era espectacular, mientras me agarraba violentamente mis nalgas y me las cacheteaba diciéndome que esas nalgotas no podían impedir que me rompiera mi culo. Llegó un momento en que mientras el doctor levantaba su pelvis ayudando a una mayor penetración, llegué a mi tercer orgasmo, gritando como una loca mientras el doctor tomándome mis nalgas me subía y bajaba velozmente, situación que lo excitó aún mas y lo obligó a explotar dentro de mi, descargando casi en mis pulmones todos sus huevos, sintiendo como si hubieran derramando un vaso de cerveza grande dentro de mi cuerpo. Mientras se venía me gritaba que era la chica mas deliciosa que había probado y que tenía un cuerpo exquisito. Dicho esto, tomé aire, me sequé las lágrimas que tenía en los ojos del dolor, me paré mientras sacaba su pene de mi culito, que ya ni lo sentía del brutal ataque que había sufrido, fui al baño, ingresé a la ducha y tomé nuevamente una ducha caliente mientras de mi culito salían litros de su semen, revuelto con grandes rastros de sangre y no podía casi ni moverme del ardor que me producía el jabón pues mi ano se había desgarrado en varias partes, pero nada de consideración. Luego de esto salí envuelta en una toalla, tomé mis prendas y me vestí en el baño, no sin antes tomar el vídeo y tenerlo en mi poder para evitar algún truco de ese maníaco. Cuando a duras penas logré vestirme, salí del baño y sin mirarlo salí del consultorio, pero él se apresuró a alcanzarme y me dijo : "valentina, te agradezco por haberme permitido pasar la noche mas fantástica de mi vida, disfrutando de tu espectacular cuerpo. Ojalá algún día podamos volver a hacer el amor". Lo dicho me causó asco y le dije : "Ojalá algún día pague lo que me hizo, sádico desalmado" y salí de su consultorio y jamás volví a verlo en mi vida. Al montarme en mi coche, tuve que deambular por lo menos una hora por la ciudad mientras lloraba y me controlaba para poder ir a mi hogar y no delatarme con mi familia y mi novio. Luego de esta experiencia estuve ocho días sin poder ir al baño normalmente, pues mi ano, mi recto y mi vagina estaban desechos y el mas mínimo toque me causaban un terrible sangrado y dolor. Tampoco pude ir al paseo con mi novio y su familia, pues además de lo dicho me enfermé con fiebre y vómitos, creo yo también a raíz de la experiencia que había vivido. Además tuve que asistir a una sicóloga, a la cual le confié mi secreto y la que me ayudó a superar el trauma que me produjo ese animal, no sin antes insistirme en que lo delatara a la policía, propuesta que nunca acepté, porque también yo había en parte aceptado las propuestas del doctor, esto sin tener en cuenta que lo mas probable era que perdería a mi novio. Actualmente vivo con mis padres y nadie, aparte de la sicóloga, supo de lo narrado, lo que finalmente pude superar y me permitió seguir con mi ser amado.

    Ciao.
    LA CELESTINA
    Tragicomedia de Calisto y Melibea
    (1499-1500)
    Fernando de Rojas
    El autor a un su amigo
    Page1*
    Suelen los que de sus tierras ausentes se hallan considerar de qué cosa aquel lugar donde
    parten mayor inopia o falta padezca, para con la tal servir a los conterráneos, de quien en algún
    tiempo beneficio recibido tienen y, viendo que legítima obligación a investigar lo semejante me
    compelía para pagar las muchas mercedes de vuestra libre liberalidad recibidas, asaz veces
    retraído en mi cámara, acostado sobre mi propia mano, echando mis sentidos por ventores y mi
    juicio a volar, me venía a la memoria, no sólo la necesidad que nuestra común patria tiene de la
    presente obra, por la muchedumbre de galanes y enamorados mancebos que posee, pero aun en
    particular vuestra misma persona, cuya juventud de amor ser presa se me representa haber visto
    y de él cruelmente lastimada, a causa de le faltar defensivas armas para resistir sus fuegos, las
    cuales hallé esculpidas en estos papeles; no fabricadas en las grandes herrerías de Milán, mas en
    los claros ingenios de doctos varones castellanos formadas. Y como mirase su primor, sutil
    artificio, su fuerte y claro metal, su modo y manera de labor, su estilo elegante, jamás en nuestra
    castellana lengua visto ni oído, leílo tres o cuatro veces. Y tantas cuantas más lo leía, tanta más
    necesidad me ponía de releerlo, y tanto más me agradaba, y en su proceso nuevas sentencias
    sentía. Vi, no sólo ser dulce en su principal historia, o ficción toda junta; pero aun de algunas sus
    particularidades salían deleitables fontecicas de filosofía, de otros agradables donaires, de otros
    avisos y consejos contra lisonjeros y malos sirvientes, y falsas mujeres hechiceras. Vi que no
    tenía su firma del autor, el cual, según algunos dicen, fue Juan de Mena, y según otros, Rodrigo
    Cota; pero quien quiere que fuese, es digno de recordable memoria por la sutil invención, por la
    gran copia de sentencias entretejidas, que so color de donaires tiene. ¡Gran filósofo era! Y pues
    él con temor de detractores y nocibles lenguas, más aparejadas a reprehender que a saber
    inventar, quiso celar y encubrir su nombre, no me culpéis, si en el fin bajo que lo pongo, no
    expresare el mío. Mayormente que, siendo jurista yo, aunque obra discreta, es ajena de mi
    facultad y quien lo supiese diría que no por recreación de mi principal estudio, del cual yo más
    me precio, como es la verdad, lo hiciese, antes distraído de los derechos, en esta nueva labor me
    entremetiese. Pero aunque no acierten, sería pago de mi osadía. Asimismo pensarían que no
    quince días de unas vacaciones, mientras mis socios en sus tierras, en acabarlo me detuviese,
    como es lo cierto; pero aun más tiempo y menos acepto. Para disculpa de lo cual todo, no solo a
    vos, pero a cuantos lo leyeren, ofrezco los siguientes metros. Y porque conozcáis dónde
    comienzan mis mal acabadas razones, acordé que todo lo del antiguo autor fuese sin división en
    un acto o escena incluso, hasta el segundo acto, donde dice: «Hermanos míos, etc.». Vale.
    Page2*
    El autor
    Excusándose de su yerro en esta obra que escribió, contra sí arguye y compara
    El silencio escuda y suele encubrir
    La falta de ingenio y torpeza de lenguas;
    Blasón que es contrario, publica sus menguas
    A quien mucho habla sin mucho sentir.
    Como hormiga que deja de ir,
    Holgando por tierra, con la provisión:
    Jactose con alas de su perdición:
    Lleváronla en alto, no sabe dónde ir.
    Prosigue.
    El aire gozando ajeno y extraño,
    Rapiña es ya hecha de aves que vuelan
    Fuertes más que ella, por cebo la llevan:
    En las nuevas alas estaba su daño.
    Razón es que aplique a mi pluma este engaño,
    No despreciando a los que me arguyen
    Así, que a mí mismo mis alas destruyen,
    Nublosas y flacas, nacidas de hogaño.
    Prosigue.
    Donde ésta gozar pensaba volando
    O yo de escribir cobrar más honor
    Page3*
    Del uno y del otro nació disfavor:
    Ella es comida y a mí están cortando
    Reproches, revistas y tachas. Callando
    Obstara, y los daños de envidia y murmuros
    Insisto remando, y los puertos seguros
    Atrás quedan todos ya cuanto más ando.
    Prosigue.
    Si bien queréis ver mi limpio motivo,
    A cuál se endereza de aquestos extremos,
    Con cuál participa, quién rige sus remos,
    Apolo, Diana o Cupido altivo,
    Buscad bien el fin de aquesto que escribo,
    O del principio leed su argumento:
    Leedlo, veréis que, aunque dulce cuento,
    Amantes, que os muestra salir de cativo.
    Comparación.
    Como el doliente que píldora amarga
    O la recela, o no puede tragar,
    Métela dentro del dulce manjar;
    Engáñase el gusto, la salud se alarga:
    De esta manera mi pluma se embarga,
    Imponiendo dichos lascivos, rientes,
    Atrae los oídos de penadas gentes:
    De grado escarmientan y arrojan su carga.
    Page
    Vuelve a su propósito.
    4*
    Estando cercado de dudas y antojos,
    Compuse tal fin que el principio desata;
    Acordé dorar con oro de lata
    Lo más fino tíbar que vi con mis ojos
    Y encima de rosas sembrar mil abrojos.
    Suplico, pues, suplan discretos mi falta.
    Teman groseros y en obra tan alta
    O vean y callen o no den enojos.
    Prosigue dando razones por que se movió a acabar esta obra.
    Yo vi en Salamanca la obra presente:
    Movime acabarla por estas razones:
    Es la primera, que estoy en vacaciones,
    La otra imitar la persona prudente;
    Y es la final, ver la más gente
    Vuelta y mezclada en vicios de amor.
    Estos amantes les pondrán temor
    A fiar de alcahueta, ni falso sirviente.
    Y así que esta obra en el proceder
    Fue tanto breve, cuanto muy sutil,
    Vi que portaba sentencias dos mil
    En forro de gracias, labor de placer.
    No hizo Dédalo cierto a mi ver
    Alguna más prima entretalladura,
    Si fin diera en esta su propia escritura
    Cota o Mena con su gran saber.
    Page5*
    Jamás yo no vi en lengua romana,
    Después que me acuerdo, ni nadie la vio,
    Obra de estilo tan alto y subido
    En tusca, ni griega, ni en castellana.
    No trae sentencia, de donde no mana
    Loable a su autor y eterna memoria,
    Al cual Jesucristo reciba en su gloria
    Por su pasión santa, que a todos nos sana.
    Amonesta a los que aman que sirvan a Dios y dejen las malas cogitaciones y vicios de
    amor.
    Vos, los que amáis, tomad este ejemplo,
    Este fino arnés con que os defendáis:
    Volved ya las riendas, porque no os perdáis;
    Load siempre a Dios visitando su templo.
    Andad sobre aviso; no seáis de ejemplo
    De muertos y vivos y propios culpados:
    Estando en el mundo yacéis sepultados.
    Muy gran dolor siento cuando esto contemplo.
    Fin.
    Oh damas, matronas, mancebos, casados,
    Notad bien la vida que aquéstos hicieron,
    Tened por espejo su fin cual hubieron:
    A otro que amores dad vuestros cuidados,
    Limpiad ya los ojos, los ciegos errados,
    Virtudes sembrando con casto vivir,
    Page6*
    A todo correr debéis de huir,
    No os lance Cupido sus tiros dorados.
    Prólogo
    Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla dice aquel gran sabio Heráclito
    en este modo: «Omnia secundum litem fiunt.» Sentencia a mi ver digna de perpetua y recordable
    memoria. Y como sea cierto que toda palabra del hombre esciente está preñada, de esta se puede
    decir que de muy hinchada y llena quiere reventar, echando de sí tan crecidos ramos y hojas que
    del menor pimpollo se sacaría harto fruto entre personas discretas. Pero como mi pobre saber no
    baste a más de roer sus secas cortezas de los dichos de aquellos que, por claror de sus ingenios,
    merecieron ser aprobados, con lo poco que de allí alcanzare, satisfaré al propósito de este per
    breve prólogo. Hallé esta sentencia corroborada por aquel gran orador y poeta laureado,
    Francisco Petrarca, diciendo: «Sine lite atque ofensione nihil genuit natura parens»: Sin lid y
    ofensión ninguna cosa engendró la natura, madre de todo. Dice más adelante: «Sic est enim, et
    sic propemodum universa testantur: rapido stellæ obviant firmamento; contraria inuicem
    elementa confligunt; terræ tremunt; maria fluctuant; aer cuatitur; crepant flammæ; bellum
    immortale venti gerunt; tempora temporibus concertant; secum singula nobiscum omnia». Que
    quiere decir: «En verdad así es, y así todas las cosas de esto dan testimonio: las estrellas se
    encuentran en el arrebatado firmamento del cielo; los adversos elementos unos con otros rompen
    pelea, tremen las tierras, ondean los mares, el aire se sacude, suenan las llamas, los vientos entre
    sí traen perpetua guerra, los tiempos con tiempos contienden y litigan entre sí, uno a uno y todos
    contra nosotros.» El verano vemos que nos aqueja con calor demasiado, el invierno con frío y
    aspereza: así que esto nos parece revolución temporal, esto con que nos sostenemos, esto con que
    nos criamos y vivimos, si comienza a ensoberbecerse más de lo acostumbrado, no es sino guerra.
    Y cuanto se ha de temer, manifiéstase por los grandes terremotos y torbellinos, por los
    naufragios y incendios, así celestiales como terrenales; por la fuerza de los aguaduchos, por
    aquel bramar de truenos, por aquel temeroso ímpetu de rayos, aquellos cursos y recursos de las
    nubes, de cuyos abiertos movimientos, para saber la secreta causa de que proceden, no es menor
    la disensión de los filósofos en las escuelas, que de las ondas en la mar.
    Page7*
    Pues entre los animales ningún género carece de guerra: peces, fieras, aves, serpientes, de
    lo cual todo, una especie a otra persigue. El león al lobo, el lobo la cabra, el perro la liebre y, si
    no pareciese conseja de tras el fuego, yo llegaría más al cabo esta cuenta. El elefante, animal tan
    poderoso y fuerte, se espanta y huye de la vista de un sucio ratón, y aun de sólo oírle toma gran
    temor. Entre las serpientes el basilisco crió la natura tan ponzoñoso y conquistador de todas las
    otras que con su silbo las asombra y con su venida las ahuyenta y esparce, con su vista las mata.
    La víbora, reptilia o serpiente enconada, al tiempo del concebir, por la boca de la hembra metida
    la cabeza del macho y ella con el gran dulzor apriétale tanto que le mata y, quedando preñada, el
    primer hijo rompe las ijares de la madre, por do todos salen y ella muerta queda y él casi como
    vengador de la paterna muerte. ¿Qué mayor lid, qué mayor conquista ni guerra que engendrar en
    su cuerpo quien coma sus entrañas?
    Pues no menos disensiones naturales creemos haber en los pescados; pues es cosa cierta
    gozar la mar de tantas formas de peces cuantas la tierra y el aire cría de aves y animales y
    muchas más. Aristóteles y Plinio cuentan maravillas de un pequeño pez llamado Echeneis,
    cuanto sea apta su propiedad para diversos géneros de lides. Especialmente tiene una, que si
    llega a una nao o carraca, la detiene, que no se puede menear, aunque vaya muy recio por las
    aguas; de lo cual hace Lucano mención, diciendo:
    Non puppim retinens, Euro tendente rudentes,
    In mediis Echeneis aquis.
    «No falta allí el pez dicho Echeneis, que detiene las fustas, cuando el viento Euro extiende
    las cuerdas en medio de la mar». ¡Oh natural contienda, digna de admiración; poder más un
    pequeño pez que un gran navío con toda su fuerza de los vientos!
    Pag
    ¿Pues qué diremos entre los hombres a quien todo lo sobredicho es sujeto? ¿Quién
    explanará sus guerras, sus enemistades, sus envidias, sus aceleramientos y movimientos y
    e8*
    Pues si discurrimos por las aves y por sus menudas enemistades, bien afirmaremos ser
    todas las cosas criadas a manera de contienda. Las más viven de rapiña, como halcones y águilas
    y gavilanes. Hasta los groseros milanos insultan dentro en nuestras moradas los domésticos
    pollos y debajo las alas de sus madres los vienen a cazar. De una ave llamada rocho, que nace en
    el índico mar de Oriente, se dice ser de grandeza jamás oída y que lleva sobre su pico hasta las
    nubes, no sólo un hombre o diez, pero un navío cargado de todas sus jarcias y gente. Y como los
    míseros navegantes estén así suspensos en el aire, con el meneo de su vuelo caen y reciben
    crueles muertes.
    descontentamientos? ¿Aquel mudar de trajes, aquel derribar y renovar edificios, y otros muchos
    afectos diversos y variedades que de esta nuestra flaca humanidad nos provienen?
    Page9*
    Y pues es antigua querella y visitada de largos tiempos, no quiero maravillarme si esta
    presente obra ha sido instrumento de lid o contienda a sus lectores para ponerlos en diferencias,
    dando cada uno sentencia sobre ella a sabor de su voluntad. Unos decían que era prolija, otros
    breve, otros agradable, otros oscura; de manera que cortarla a medida de tantas y tan diferentes
    condiciones a solo Dios pertenece. Mayormente pues ella con todas las otras cosas que al mundo
    son, van debajo de la bandera de esta notable sentencia: «que aun la misma vida de los hombres,
    si bien lo miramos, desde la primera edad hasta que blanquean las canas, es batalla.» Los niños
    con los juegos, los mozos con las letras, los mancebos con los deleites, los viejos con mil
    especies de enfermedades pelean y estos papeles con todas las edades. La primera los borra y
    rompe, la segunda no los sabe bien leer, la tercera, que es la alegre juventud y mancebía,
    discorda. Unos les roen los huesos que no tienen virtud, que es la historia toda junta, no
    aprovechándose de las particularidades, haciéndola cuenta de camino; otros pican los donaires y
    refranes comunes, loándolos con toda atención, dejando pasar por alto lo que hace más al caso y
    utilidad suya. Pero aquellos para cuyo verdadero placer es todo, desechan el cuento de la historia
    para contar, coligen la suma para su provecho, ríen lo donoso, las sentencias y dichos de
    filósofos guardan en su memoria para trasponer en lugares convenibles a sus autos y propósitos.
    Así que cuando diez personas se juntaren a oír esta comedia, en quien quepa esta diferencia de
    condiciones, como suele acaecer, ¿quién negará que haya contienda en cosa que de tantas
    maneras se entienda? Que aun los impresores han dado sus punturas, poniendo rúbricas o
    sumarios al principio de cada acto, narrando en breve lo que dentro contenía: una cosa bien
    excusada, según lo que los antiguos escritores usaron. Otros han litigado sobre el nombre,
    diciendo que no se había de llamar comedia, pues acababa en tristeza, sino que se llamase
    tragedia. El primer autor quiso darle denominación del principio, que fue placer, y llamola
    comedia. Yo viendo estas discordias, entre estos extremos partí ahora por medio la porfía, y
    llamela tragicomedia. Así que viendo estas contiendas, estos dísonos y varios juicios, miré a
    donde la mayor parte acostaba, y hallé que querían que se alargase en el proceso de su deleite de
    estos amantes, sobre lo cual fui muy importunado; de manera que acordé, aunque contra mi
    voluntad, meter segunda vez la pluma en tan extraña labor y tan ajena de mi facultad, hurtando
    algunos ratos a mi principal estudio, con otras horas destinadas para recreación, puesto que no
    han de faltar nuevos detractores a la nueva adición.
    SÍGUESE
    La comedia o tragicomedia de Calisto y Melibea, compuesta en reprehensión de los locos
    enamorados que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dicen ser su dios.
    Así mismo hecha en aviso de los engaños de las alcahuetas y malos y lisonjeros sirvientes.
    Page10*
    Argumento de toda la obra
    Calisto fue de noble linaje, de claro ingenio, de gentil disposición, de linda crianza, dotado
    de muchas gracias, de estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, mujer moza, muy
    generosa, de alta y serenísima sangre, sublimada en próspero estado, una sola heredera a su
    padre Pleberio y de su madre Alisa muy amada. Por solicitud del pungido Calisto, vencido el
    casto propósito de ella (interviniendo Celestina, mala y astuta mujer, con dos sirvientes del
    vencido Calisto, engañados y por ésta tornados desleales, presa su fidelidad con anzuelo de
    codicia y de deleite), vinieron los amantes y los que les ministraron, en amargo y desastrado fin.
    Para comienzo de lo cual dispuso la adversa fortuna lugar oportuno, donde a la presencia de
    Calisto se presentó la deseada Melibea.
    Introdúcense en esta tragicomedia las personas siguientes
    CALISTO Mancebo enamorado.
    MELIBEA Hija de Pleberio.
    PLEBERIO Padre de Melibea.
    ALISA Madre de Melibea.
    CELESTINA Alcahueta.
    PÁRMENO Criado de Calisto.
    SEMPRONIO Criado de Calisto.
    TRISTÁN Criado de Calisto.
    SOSIA Criado de Calisto.
    CRITO Putañero.
    LUCRECIA Criada de Pleberio.
    Page11*
    ELICIA Ramera.
    AREÚSA Ramera.
    CENTURIO Rufián.
    Acto primero
    ARGUMENTO DEL PRIMER AUTO DE ESTA COMEDIA
    Entrando Calisto en una huerta en pos de un halcón suyo, halló allí a Melibea, de cuyo amor
    preso, comenzole de hablar. De la cual rigorosamente despedido, fue para su casa muy
    angustiado. Habló con un criado suyo llamado Sempronio, el cual, después de muchas razones,
    le enderezó a una vieja llamada Celestina, en cuya casa tenía el mismo criado una enamorada
    llamada Elicia. La cual, viniendo Sempronio a casa de Celestina con el negocio de su amo, tenía
    a otro consigo, llamado Crito, al cual escondieron. Entretanto que Sempronio está negociando
    con Celestina, Calisto está razonando con otro criado suyo, por nombre Pármeno. El cual
    razonamiento dura hasta que llega Sempronio y Celestina a casa de Calisto. Pármeno fue
    conocido de Celestina, la cual mucho le dice de los hechos y conocimiento de su madre,
    induciéndole a amor y concordia de Sempronio.
    PÁRMENO, CALISTO, MELIBEA, SEMPRONIO, CELESTINA, ELICIA, CRITO.
    CALISTO.- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
    MELIBEA.- ¿En qué, Calisto?
    Page12*
    CALISTO.- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y hacer a mí,
    inmérito, tanta merced que verte alcanzase y en tan conveniente lugar que mi secreto dolor
    manifestarte pudiese. Sin duda incomparablemente es mayor tal galardón que el servicio,
    sacrificio, devoción y obras pías que por este lugar alcanzar tengo yo a Dios ofrecido, ni otro
    poder mi voluntad humana puede cumplir. ¿Quién vio en esta vida cuerpo glorificado de ningún
    hombre como ahora el mío? Por cierto los gloriosos santos, que se deleitan en la visión divina,
    no gozan más que yo ahora en el acatamiento tuyo. Más ¡oh triste!, que en esto diferimos: que
    ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienaventuranza y yo me alegro con recelo
    del esquivo tormento que tu ausencia me ha de causar.
    MELIBEA.- ¿Por gran premio tienes esto, Calisto?
    CALISTO.- Téngolo por tanto en verdad que, si Dios me diese en el cielo la silla sobre sus
    santos, no lo tendría por tanta felicidad.
    MELIBEA.- Pues aun más igual galardón te daré yo, si perseveras.
    CALISTO.- ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis
    oído!
    MELIBEA.- Mas desaventuradas de que me acabes de oír, porque la paga será tan fiera
    cual merece tu loco atrevimiento. Y el intento de tus palabras, Calisto, ha sido de ingenio de tal
    hombre como tú. ¿Haber de salir para se perder en la virtud de tal mujer como yo? ¡Vete! ¡Vete
    de ahí, torpe! Que no puede mi paciencia tolerar que haya subido en corazón humano conmigo el
    ilícito amor comunicar su deleite.
    CALISTO.- Iré como aquel contra quien solamente la adversa fortuna pone su estudio con
    odio cruel.
    * * *
    CALISTO.- ¡Sempronio, Sempronio, Sempronio! ¿Dónde está este maldito?
    SEMPRONIO.- Aquí soy, señor, curando de estos caballos.
    CALISTO.- Pues, ¿cómo sales de la sala?
    SEMPRONIO.- Abatiose el gerifalte y vínele a enderezar en el alcándara.
    CALISTO.- ¡Así los diablos te ganen! ¡Así por infortunio arrebatado perezcas o perpetuo
    intolerable tormento consigas, el cual en grado incomparablemente a la penosa y desastrada
    muerte que espero traspasa. ¡Anda, anda, malvado! Abre la cámara y endereza la cama.
    SEMPRONIO.- Señor, luego hecho es.
    Page13*
    CALISTO.- Cierra la ventana y deja la tiniebla acompañar al triste y al desdichado la
    ceguedad. Mis pensamientos tristes no son dignos de luz. ¡Oh bienaventurada muerte aquella que
    deseada a los afligidos viene! ¡Oh! si vinieseis ahora, Hipócrates y Galeno, médicos, ¿sentiríais
    mi mal? ¡Oh, piedad de silencio, inspira en el Plebérico corazón, porque sin esperanza de salud
    no envíe el espíritu perdido con el desastrado Píramo y de la desdichada Tisbe!
    SEMPRONIO.- ¿Qué cosa es?
    CALISTO.- ¡Vete de ahí! No me hables; si no, quizá ante del tiempo de mi rabiosa muerte
    mis manos causarán tu arrebatado fin.
    SEMPRONIO.- Iré, pues solo quieres padecer tu mal.
    CALISTO.- ¡Ve con el diablo!
    SEMPRONIO.- No creo, según pienso, ir conmigo el que contigo queda. ¡Oh desventura!
    ¡Oh súbito mal! ¿Cuál fue tan contrario acontecimiento que así tan presto robó el alegría de este
    hombre y, lo que peor es, junto con ella el seso? ¿Dejarle he solo o entraré allá? Si le dejo,
    matarse ha; si entro allá, matarme ha. Quédese; no me curo. Más vale que muera aquel a quien es
    enojosa la vida que no yo que huelgo con ella. Aunque por al no desease vivir sino por ver mi
    Elicia, me debería guardar de peligros. Pero si se mata sin otro testigo, yo quedo obligado a dar
    cuenta de su vida. Quiero entrar. Mas, puesto que entre, no quiere consolación ni consejo. Asaz
    es señal mortal no querer sanar. Con todo, quiérole dejar un poco que desbrave, madure: que
    oído he decir que es peligro abrir o apremiar las postemas duras, porque más se enconan. Esté un
    poco. Dejemos llorar al que dolor tiene. Que las lágrimas y suspiros mucho desenconan el
    corazón dolorido. Y aun, si delante me tiene, más conmigo se encenderá. Que el sol más arde
    donde puede reverberar. La vista, a quien objeto no se antepone, cansa. Y cuando aquél es cerca,
    agúzase. Por eso quiérome sufrir un poco. Si entretanto se matare, muera. Quizá con algo me
    quedaré que otro no lo sabe, con que mude el pelo malo. Aunque malo es esperar salud en
    muerte ajena. Y quizá me engaña el diablo. Y si muere, matarme han y irán allá la soga y el
    calderón. Por otra parte dicen los sabios que es grande descanso a los afligidos tener con quien
    puedan sus cuitas llorar y que la llaga interior más empece. Pues en estos extremos, en que estoy
    perplejo, lo más sano es entrar y su

  19. #19
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    Me lo iba a leer, pero no entiendo la letra.

  20. #20
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    y sufrirle y consolarle. Porque, si posible es sanar sin arte ni
    aparejo, más ligero es guarescer por arte y por cura.
    CALISTO.- Sempronio.
    SEMPRONIO.- Señor.
    CALISTO.- Dame acá el laúd.
    SEMPRONIO.- Señor, vesle aquí.
    Page
    CALISTO.- ¿Cual dolor puede ser tal
    14*
    que se iguale con mi mal?
    SEMPRONIO.- Destemplado está ese laúd.
    CALISTO.- ¿Cómo templará el destemplado? ¿Cómo sentirá el armonía aquél que consigo
    está tan discorde? ¿Aquél en quien la voluntad a la razón no obedece? ¿Quién tiene dentro del
    pecho aguijones, paz, guerra, tregua, amor, enemistad, injurias, pecados, sospechas, todo a una
    causa? Pero tañe y canta la más triste canción, que sepas.
    SEMPRONIO.- Mira Nero de Tarpeya
    a Roma cómo se ardía:
    gritos dan niños y viejos
    y él de nada se dolía.
    CALISTO.- Mayor es mi fuego y menor la piedad de quien ahora digo.
    SEMPRONIO.- No me engaño yo, que loco está este mi amo.
    CALISTO.- ¿Qué estás murmurando, Sempronio?
    SEMPRONIO.- No digo nada.
    CALISTO.- Di lo que dices, no temas.
    SEMPRONIO.- Digo que ¿cómo puede ser mayor el fuego que atormenta un vivo que el
    que quemó tal ciudad y tanta multitud de gente?
    CALISTO.- ¿Cómo? Yo te lo diré. Mayor es la llama que dura ochenta años que la que en
    un día pasa, y mayor la que mata un ánima que la que quema cien mil cuerpos. Como de la
    apariencia a la existencia, como de lo vivo a lo pintado, como de la sombra a lo real, tanta
    diferencia hay del fuego que dices al que me quema. Por cierto, si el del purgatorio es tal, mas
    querría que mi espíritu fuese con los de los brutos animales que por medio de aquél ir a la gloria
    de los santos.
    SEMPRONIO.- ¡Algo es lo que digo! ¡A más ha de ir este hecho! No basta loco, sino
    hereje.
    CALISTO.- ¿No te digo que hables alto, cuando hablares? ¿Qué dices?
    SEMPRONIO.- Digo que nunca Dios quiera tal; que es especie de herejía lo que ahora
    dijiste.
    Page15*
    CALISTO.- ¿Por qué?
    SEMPRONIO.- Porque lo que dices contradice la cristiana religión.
    CALISTO.- ¿Qué a mí?
    SEMPRONIO.- ¿Tú no eres cristiano?
    CALISTO.- ¿Yo? Melibeo soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo.
    SEMPRONIO.- Tú te lo dirás. Como Melibea es grande no cabe en el corazón de mi amo,
    que por la boca le sale a borbollones. No es más menester. Bien sé de qué pie cojeas. Yo te
    sanaré.
    CALISTO.- Increíble cosa prometes.
    SEMPRONIO.- Antes fácil. Que el comienzo de la salud es conocer hombre la dolencia
    del enfermo.
    CALISTO.- ¿Cuál consejo puede regir lo que en sí no tiene orden ni consejo?
    SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ha!, ¡ha! ¿Esto es el fuego de Calisto? ¿Estas son sus congojas?
    ¡Como si solamente el amor contra él asestara sus tiros! ¡Oh soberano Dios, cuán altos son tus
    misterios! ¡Cuánta premia pusiste en el amor, que es necesaria turbación en el amante! Su límite
    pusiste por maravilla. Parece al amante que atrás queda. Todos pasan, todos rompen, pungidos y
    esgarrochados como ligeros toros. Sin freno saltan por las barreras. Mandaste al hombre por la
    mujer dejar el padre y la madre; ahora no sólo aquello, mas a ti y a tu ley desamparan, como
    ahora Calisto. Del cual no me maravillo, pues los sabios, los santos, los profetas por él te
    olvidaron.
    CALISTO.- Sempronio.
    SEMPRONIO.- Señor.
    CALISTO.- No me dejes.
    SEMPRONIO.- De otro temple está esta gaita.
    CALISTO.- ¿Qué te parece de mi mal?
    SEMPRONIO.- Que amas a Melibea.
    CALISTO.- ¿Y no otra cosa?
    SEMPRONIO.- Harto mal es tener la voluntad en un solo lugar cautiva.
    CALISTO.- Poco sabes de firmeza.
    Page
    SEMPRONIO.- La perseverancia en el mal no es constancia; mas dureza o pertinacia la
    16*
    llaman en mi tierra. Vosotros los filósofos de Cupido llamadla como quisiereis.
    CALISTO.- Torpe cosa es mentir el que enseña a otro, pues que tú te precias de loar a tu
    amiga Elicia.
    SEMPRONIO.- Haz tú lo que bien digo y no lo que mal hago.
    CALISTO.- ¿Qué me repruebas?
    SEMPRONIO.- Que sometes la dignidad del hombre a la imperfección de la flaca mujer.
    CALISTO.- ¿Mujer? ¡Oh grosero! ¡Dios, Dios!
    SEMPRONIO.- ¿Y así lo crees? ¿O burlas?
    CALISTO.- ¿Qué burlo? Por Dios la creo, por Dios la confieso y no creo que hay otro
    soberano en el cielo; aunque entre nosotros mora.
    SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ha!, ¡ha! ¿Oístes qué blasfemia? ¿Vistes qué ceguedad?
    CALISTO.- ¿De qué te ríes?
    SEMPRONIO.- Ríome que no pensaba que había peor invención de pecado que en
    Sodoma.
    CALISTO.- ¿Cómo?
    SEMPRONIO.- Porque aquellos procuraron abominable uso con los ángeles no conocidos
    y tú con el que confiesas ser Dios.
    CALISTO.- ¡Maldito seas!, que hecho me has reír, lo que no pensé hogaño.
    SEMPRONIO.- ¿Pues qué?, ¿toda tu vida habías de llorar?
    CALISTO.- Sí.
    SEMPRONIO.- ¿Por qué?
    CALISTO.- Porque amo a aquélla ante quien tan indigno me hallo que no la espero
    alcanzar.
    SEMPRONIO.- ¡Oh pusilánimo! ¡Oh hideputa! ¡Qué Nembrot, qué magno Alejandro, los
    cuales no solo del señorío del mundo, mas del cielo se juzgaron ser dignos!
    CALISTO.- No te oí bien eso que dijiste. Torna, dilo, no procedas.
    Page17
    SEMPRONIO.- Dije que tú, que tienes mas corazón que Nembrot ni Alejandro, desesperas
    de alcanzar una mujer, muchas de las cuales en grandes estados constituidas se sometieron a los
    pechos y resollos de viles acemileros y otras a brutos animales. ¿No has leído de Pasifé con el
    toro, de Minerva con el can?
    CALISTO.- No lo creo; hablillas son.
    SEMPRONIO.- Lo de tu abuela con el simio, ¿hablilla fue? Testigo es el cuchillo de tu
    abuelo.
    CALISTO.- ¡Maldito sea este necio! ¡Y qué porradas dice!
    SEMPRONIO.- ¿Escociote? Lee los historiales, estudia los filósofos, mira los poetas.
    Llenos están los libros de sus viles y malos ejemplos y de las caídas que llevaron los que en algo,
    como tú, las reputaron. Oye a Salomón do dice que las mujeres y el vino hacen a los hombres
    renegar. Aconséjate con Séneca y verás en qué las tiene. Escucha al Aristóteles, mira a Bernardo.
    Gentiles, judíos, cristianos y moros, todos en esta concordia están. Pero lo dicho y lo que de ellas
    dijere no te acontezca error de tomarlo en común. Que muchas hubo y hay santas y virtuosas y
    notables, cuya resplandeciente corona quita el general vituperio. Pero de estas otras, ¿quién te
    contaría sus mentiras, sus tráfagos, sus cambios, su liviandad, sus lagrimillas, sus alteraciones,
    sus osadías? Que todo lo que piensan, osan sin deliberar. ¿Sus disimulaciones, su lengua, su
    engaño, su olvido, su desamor, su ingratitud, su inconstancia, su testimoniar, su negar, su
    revolver, su presunción, su vanagloria, su abatimiento, su locura, su desdén, su soberbia, su
    sujeción, su parlería, su golosina, su lujuria y suciedad, su miedo, su atrevimiento, sus
    hechicerías, sus embaimientos, sus escarnios, su deslenguamiento, su desvergüenza, su
    alcahuetería? Considera, ¡qué sesito está debajo de aquellas grandes y delgadas tocas! ¡Qué
    pensamientos so aquellas gorgueras, so aquel fausto, so aquellas largas y autorizantes ropas!
    ¡Qué imperfección, qué albañares debajo de templos pintados! Por ellas es dicho: arma del
    diablo, cabeza de pecado, destrucción de paraíso. ¿No has rezado en la festividad de San Juan,
    do dice: Las mujeres y el vino hacen los hombres renegar; do dice: Esta es la mujer, antigua
    malicia que a Adán echó de los deleites de paraíso; ésta el linaje humano metió en el infierno; a
    ésta menospreció Elías profeta &c.?
    18*
    CALISTO.- Di pues, ese Adán, ese Salomón, ese David, ese Aristóteles, ese Virgilio, esos
    que dices, ¿cómo se sometieron a ellas? ¿Soy más que ellos?
    Page
    SEMPRONIO.- A los que las vencieron querría que remedases, que no a los que de ellas
    fueron vencidos. Huye de sus engaños. ¿Sabes que hacen? Cosa que es difícil entenderlas. No
    tienen modo, no razón, no intención. Por rigor comienzan el ofrecimiento que de sí quieren
    hacer. A los que meten por los agujeros denuestan en la calle. Convidan, despiden, llaman,
    niegan, señalan amor, pronuncian enemiga, ensáñanse presto, apacíguanse luego. Quieren que
    adivinen lo que quieren. ¡Oh qué plaga! ¡Oh qué enojo! ¡Oh qué hastío es conferir con ellas más
    de aquel breve tiempo que son aparejadas a deleite!
    CALISTO.- ¡Ve! Mientras más me dices y más inconvenientes me pones, más la quiero.
    No sé qué es.
    SEMPRONIO.- No es este juicio para mozos, según veo, que no se saben a razón someter,
    no se saben administrar. Miserable cosa es pensar ser maestro el que nunca fue discípulo.
    CALISTO.- ¿Y tú qué sabes? ¿quién te mostró esto?
    SEMPRONIO.- ¿Quién? Ellas. Que desde se descubren así pierden la vergüenza, que todo
    esto y aun más a los hombres manifiestan. Ponte, pues, en la medida de honra, piensa ser más
    digno de lo que te reputas. Que cierto, peor extremo es dejarse hombre caer de su merecimiento
    que ponerse en más alto lugar que debe.
    CALISTO.- Pues, ¿quién soy yo para eso?
    SEMPRONIO.- ¿Quién? Lo primero eres hombre y de claro ingenio. Y más, a quien la
    natura dotó de los mejores bienes que tuvo, conviene a saber, hermosura, gracia, grandeza de
    miembros, fuerza, ligereza. Y allende de esto, fortuna medianamente partió contigo lo suyo en
    tal cantidad que los bienes que tienes de dentro con los de fuera resplandecen. Porque sin los
    bienes de fuera, de los cuales la fortuna es señora, a ninguno acaece en esta vida ser
    bienaventurado. Y más, a constelación de todos eres amado.
    Page19*
    CALISTO.- Pero no de Melibea. Y en todo lo que me has gloriado, Sempronio, sin
    proporción ni comparación se aventaja Melibea. Mira la nobleza y antigüedad de su linaje, el
    grandísimo patrimonio, el excelentísimo ingenio, las resplandecientes virtudes, la altitud y
    inefable gracia, la soberana hermosura, de la cual te ruego me dejes hablar un poco, porque haya
    algún refrigerio. Y lo que te dijere será de lo descubierto; que, si de lo oculto yo hablarte supiera,
    no nos fuera necesario altercar tan miserablemente estas razones.
    SEMPRONIO.- ¡Qué mentiras y qué locuras dirá ahora este cautivo de mi amo!
    CALISTO.- ¿Cómo es eso?
    SEMPRONIO.- Dije que digas, que muy gran placer habré de lo oír. ¡Así te medre Dios,
    como me será agradable ese sermón!
    CALISTO.- ¿Qué?
    SEMPRONIO.- Que ¡así me medre Dios, como me será gracioso de oír!
    CALISTO.- Pues porque hayas placer, yo lo figuraré por partes mucho por extenso.
    SEMPRONIO.- ¡Duelos tenemos! Esto es tras lo que yo andaba. De pasarse habrá ya esta
    importunidad.
    CALISTO.- Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado que hilan en
    Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos. Su longura hasta el postrero asiento de sus
    pies; después, crinados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más
    menester para convertir los hombres en piedras.
    SEMPRONIO.- ¡Más en asnos!
    CALISTO.- ¿Qué dices?
    SEMPRONIO.- Dije que esos tales no serían cerdas de asno.
    CALISTO.- ¡Ved qué torpe y qué comparación!
    SEMPRONIO.- ¿Tú cuerdo?
    CALISTO.- Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas; las cejas delgadas y alzadas;
    la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labios colorados y
    grosezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez y forma
    de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? Que se despereza el hombre cuando las mira.
    La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo oscurece la nieve; la color mezclada, cual ella la escogió para
    sí.
    SEMPRONIO.- ¡En sus trece está este necio!
    Page20*
    CALISTO.- Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas; los
    dedos luengos; las uñas en ellos largas y coloradas, que parecen rubíes entre perlas. Aquella
    proporción, que ver yo no pude, no sin duda por el bulto de fuera juzgo incomparablemente ser
    mejor que la que Paris juzgó entre las tres diosas.
    SEMPRONIO.- ¿Has dicho?
    CALISTO.- Cuan brevemente pude.
    SEMPRONIO.- Puesto que sea todo eso verdad, por ser tú hombre eres más digno.
    CALISTO.- ¿En qué?
    SEMPRONIO.- En que ella es imperfecta, por el cual defecto desea y apetece a ti y a otro
    menor que tú. ¿No has leído el filósofo, do dice: Así como la materia apetece a la forma, así la
    mujer al varón?
    CALISTO.- ¡Oh triste, y cuando veré yo eso entre mí y Melibea!
    SEMPRONIO.- Posible es. Y que la aborrezcas cuanto ahora la amas podrá ser
    alcanzándola y viéndola con otros ojos, libres del engaño en que ahora estás.
    CALISTO.- ¿Con qué ojos?
    SEMPRONIO. Con ojos claros.
    CALISTO.- Y ahora, ¿con qué la veo?
    SEMPRONIO.- Con anteojos de aumento, con que lo poco parece mucho y lo pequeño
    grande. Y porque no te desesperes, yo quiero tomar esta empresa de cumplir tu deseo.
    CALISTO.- ¡Oh! ¡Dios te dé lo que deseas! ¡Qué glorioso me es oírte; aunque no espero
    que lo has de hacer!
    SEMPRONIO.- Antes lo haré cierto.
    CALISTO.- Dios te consuele. El jubón de brocado que ayer vestí, Sempronio, vístetele tú.
    SEMPRONIO.- Prospérete Dios por este y por muchos más que me darás. De la burla yo
    me llevo lo mejor. Con todo, si de estos aguijones me da, traérsela he hasta la cama. ¡Bueno
    ando! Hácelo esto que me dio mi amo; que, sin merced, imposible es obrarse bien ninguna cosa.
    CALISTO.- No seas ahora negligente.
    SEMPRONIO.- No lo seas tú, que imposible es hacer siervo diligente el amo perezoso.
    CALISTO.- ¿Cómo has pensado de hacer esta piedad?
    Page
    21*
    SEMPRONIO.- Yo te lo diré. Días ha grandes que conozco en fin de esta vecindad una
    vieja barbuda que se dice Celestina, hechicera, astuta, sagaz en cuantas maldades hay. Entiendo
    que pasan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad.
    A las duras peñas promoverá y provocará a lujuria, si quiere.
    CALISTO.- ¿Podríala yo hablar?
    SEMPRONIO.- Yo te la traeré hasta acá. Por eso, aparéjate, sele gracioso, sele franco.
    Estudia, mientras voy yo, de le decir tu pena tan bien como ella te dará el remedio.
    CALISTO.- ¿Y tardas?
    SEMPRONIO.- Ya voy. Quede Dios contigo.
    CALISTO.- Y contigo vaya. ¡Oh todopoderoso, perdurable Dios! Tú, que guías los
    perdidos y los reyes orientales por la estrella precedente a Belén trajiste y en su patria los
    redujiste, humilmente te ruego que guíes a mi Sempronio, en manera que convierta mi pena y
    tristeza en gozo y yo indigno merezca venir en el deseado fin.
    * * *
    CELESTINA.- ¡Albricias!, ¡albricias! Elicia. ¡Sempronio! ¡Sempronio!
    ELICIA.- ¡Ce!, ¡ce!, ¡ce!
    CELESTINA.- ¿Por qué?
    ELICIA.- Porque está aquí Crito.
    CELESTINA.- ¡Mételo en la camarilla de las escobas! ¡Presto! Dile que viene tu primo y
    mi familiar.
    ELICIA.- Crito, retráete ahí. Mi primo viene. ¡Perdida soy!
    CRITO.- Pláceme. No te acongojes.
    SEMPRONIO.- ¡Madre bendita! ¡Qué deseo traigo! ¡Gracias a Dios, que te me dejó ver!
    CELESTINA.- ¡Hijo mío!, ¡rey mío!, turbado me has. No te puedo hablar. Torna y dame
    otro abrazo. ¿Y tres días pudiste estar sin vernos? ¡Elicia! ¡Elicia! ¡Cátale aquí!
    ELICIA.- ¿A quién, madre?
    CELESTINA.- A Sempronio.
    ELICIA.- ¡Ay triste! ¡Qué saltos me da el corazón! ¿Es qué es de él?
    P 22*
    CELESTINA.- Vesle aquí, vesle. Yo me le abrazaré; que no tú.
    age
    ELICIA.- ¡Ay! ¡Maldito seas, traidor! Postema y landre te mate y a manos de tus enemigos
    mueras y por crímenes dignos de cruel muerte en poder de rigurosa justicia te veas. ¡Ay, ay!
    SEMPRONIO.- ¡Hi!, ¡hi!, ¡hi! ¿Qué has, mi Elicia? ¿De qué te acongojas?
    ELICIA.- Tres días ha que no me ves. ¡Nunca Dios te vea, nunca Dios te consuele ni
    visite! ¡Ay de la triste, que en ti tiene su esperanza y el fin de todo su bien!
    SEMPRONIO.- ¡Calla, señora mía! ¿Tú piensas que la distancia del lugar es poderosa de
    apartar el entrañable amor, el fuego, que está en mi corazón? Do yo voy, conmigo vas, conmigo
    estás. No te aflijas ni me atormentes más de lo que yo he padecido. Mas di, ¿qué pasos suenan
    arriba?
    ELICIA.- ¿Quién? Un mi enamorado.
    SEMPRONIO.- Pues créolo.
    ELICIA.- ¡A la fe!, verdad es. Sube allá y verle has.
    SEMPRONIO.- Voy.
    CELESTINA.- ¡Anda acá! Deja esa loca, que ella es liviana y, turbada de tu ausencia,
    sácasla ahora de seso. Dirá mil locuras. Ven y hablemos. No dejemos pasar el tiempo en balde.
    SEMPRONIO.- Pues, ¿quién está arriba?
    CELESTINA.- ¿Quiéreslo saber?
    SEMPRONIO.- Quiero.
    CELESTINA.- Una moza que me encomendó un fraile.
    SEMPRONIO.- ¿Qué fraile?
    CELESTINA.- No lo procures.
    SEMPRONIO.- Por mi vida, madre, ¿qué fraile?
    CELESTINA.- ¿Porfías? El ministro, el gordo.
    SEMPRONIO.- ¡Oh desaventurada y qué carga espera!
    CELESTINA.- Todo lo llevamos. Pocas mataduras has tú visto en la barriga.
    SEMPRONIO.- Mataduras no; mas hinchazones sí.
    CELESTINA.- ¡Ay burlador!
    23*
    SEMPRONIO.- Deja si soy burlador; muéstramela.
    Page
    ELICIA.- ¡Ah don malvado! ¿Verla quieres? ¡Los ojos se te salten!, que no basta a ti una
    ni otra. ¡Anda!, vela y deja a mí para siempre.
    SEMPRONIO.- ¡Calla, Dios mío! ¿Y enójaste? Que ni la quiero ver a ella ni a mujer
    nacida. A mi madre quiero hablar y quédate adiós.
    ELICIA.- ¡Anda, anda!, ¡vete, desconocido!, y está otros tres años que no me vuelvas a
    ver!
    SEMPRONIO.- Madre mía, bien tendrás confianza y creerás que no te burlo. Torna el
    manto y vamos, que por el camino sabrás lo que, si aquí me tardase en decirte, impediría tu
    provecho y el mío.
    CELESTINA.- Vamos. Elicia, quédate adiós, cierra la puerta. ¡Adiós paredes!
    * * *
    SEMPRONIO.- ¡Oh madre mía! Todas cosas dejadas aparte, solamente está atenta y
    imagina en lo que te dijere y no derrames tu pensamiento en muchas partes. Que quien junto en
    diversos lugares le pone, en ninguno le tiene si no por caso determina lo cierto. Y quiero que
    sepas de mí lo que no has oído y es que jamás pude, después que mi fe contigo puse, desear bien
    de que no te cupiese parte.
    CELESTINA.- Parta Dios, hijo, de lo suyo contigo, que no sin causa lo hará, siquiera
    porque has piedad de esta pecadora de vieja. Pero di, no te detengas. Que la amistad que entre ti
    y mí se afirma, no ha menester preámbulos ni corolarios ni aparejos para ganar voluntad.
    Abrevia y ven al hecho, que vanamente se dice por muchas palabras lo que por pocas se puede
    entender.
    SEMPRONIO.- Así es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti y de mí tiene necesidad.
    Pues juntos nos ha menester, juntos nos aprovechemos. Que conocer el tiempo y usar el hombre
    de la oportunidad hace los hombres prósperos.
    Page24*
    CELESTINA.- Bien has dicho, al cabo estoy. Basta para mí mecer el ojo. Digo que me
    alegro de estas nuevas como los cirujanos de los descalabrados. Y como aquellos dañan en los
    principios las llagas y encarecen el prometimiento de la salud, así entiendo yo hacer a Calisto.
    Alargarle he la certeza del remedio, porque, como dicen, la esperanza luenga aflige el corazón y,
    cuanto él la perdiere, tanto se la promete. ¡Bien me entiendes!
    SEMPRONIO.- Callemos, que a la puerta estamos y, como dicen, las paredes han oídos.
    CELESTINA.- Llama.
    SEMPRONIO.- Ta, ta, ta.
    * * *
    CALISTO.- Pármeno.
    PÁRMENO.- Señor.
    CALISTO.- ¿No oyes, maldito sordo?
    PÁRMENO.- ¿Qué es, señor?
    CALISTO.- A la puerta llaman; corre.
    PÁRMENO.- ¿Quién es?
    SEMPRONIO.- Abre a mí y a esta dueña.
    PÁRMENO.- Señor, Sempronio y una puta vieja alcoholada daban aquellas porradas.
    CALISTO.- Calla, calla, malvado, que es mi tía. Corre, corre, abre. Siempre lo vi, que por
    huir hombre de un peligro, cae en otro mayor. Por encubrir yo este hecho de Pármeno, a quien
    amor o fidelidad o temor pusieran freno, cae en indignación de ésta, que no tiene menor poderío
    en mi vida que Dios.
    Page25*
    PÁRMENO.- ¿Por qué, señor, te matas? ¿Por qué, señor, te acongojas? ¿Y tú piensas que
    es vituperio en las orejas de ésta el nombre que la llamé? No lo creas; que así se glorifica en le
    oír, como tú, cuando dicen: ¡diestro caballero es Calisto! Y demás de esto, es nombrada y por tal
    título conocida. Si entre cien mujeres va y alguno dice: ¡puta vieja!, sin ningún empacho luego
    vuelve la cabeza y responde con alegre cara. En los convites, en las fiestas, en las bodas, en las
    cofradías, en los mortuorios, en todos los ayuntamientos de gentes, con ella pasan tiempo. Si
    pasa por los perros, aquello suena su ladrido; si está cerca de las aves, otra cosa no cantan; si
    cerca de los ganados, balando lo pregonan; si cerca de las bestias, rebuznando dicen: ¡puta vieja!
    Las ranas de los charcos otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dicen sus
    martillos. Carpinteros y armeros, herradores, caldereros, arcadores, todo oficio de instrumento
    forma en el aire su nombre. Cántanla los carpinteros, péinanla los peinadores, tejedores.
    Labradores en las huertas, en las aradas, en las viñas, en las segadas con ella pasan el afán
    cotidiano. Al perder en los tableros, luego suenan sus loores. Todas cosas que son, a do quiera
    que ella está, el tal nombre representan. ¡Oh qué comedor de huevos asados era su marido! ¿Qué
    quieres más, sino, si una piedra toca con otra, luego suena ¡puta vieja!?
    CALISTO.- Y tú ¿cómo lo sabes y la conoces?
    PÁRMENO.- Saberlo has. Días grandes son pasados que mi madre, mujer pobre, moraba
    en su vecindad, la cual, rogada por esta Celestina, me dio a ella por sirviente; aunque ella no me
    conoce, por lo poco que la serví y por la mudanza que la edad ha hecho.
    CALISTO.- ¿De qué la servías?
    Page26*
    PÁRMENO.- Señor, iba a la plaza y traíale de comer y acompañábala; suplía en aquellos
    menesteres que mi tierna fuerza bastaba. Pero de aquel poco tiempo que la serví, recogía la
    nueva memoria lo que la vejez no ha podido quitar. Tiene esta buena dueña al cabo de la ciudad,
    allá cerca de las tenerías, en la cuesta del río, una casa apartada, medio caída, poco compuesta y
    menos abastada. Ella tenía seis oficios, conviene saber: lavandera, perfumera, maestra de hacer
    afeites y de hacer virgos, alcahueta y un poquito hechicera. Era el primer oficio cobertura de los
    otros, so color del cual muchas mozas de estas sirvientes entraban en su casa a labrarse y a labrar
    camisas y gorgueras y otras muchas cosas. Ninguna venía sin torrezno, trigo, harina o jarro de
    vino y de las otras provisiones que podían a sus amas hurtar. Y aun otros hurtillos de más calidad
    allí se encubrían. Asaz era amiga de estudiantes y despenseros y mozos de abades. A éstos
    vendía ella aquella sangre inocente de las cuitadillas, la cual ligeramente aventuraban en
    esfuerzo de la restitución que ella les prometía. Subió su hecho a más: que por medio de aquellas
    comunicaba con las más encerradas, hasta traer a ejecución su propósito. Y aquestas en tiempo
    honesto, como estaciones, procesiones de noche, misas del gallo, misas del alba y otras secretas
    devociones. Muchas encubiertas vi entrar en su casa. Tras ellas hombres descalzos, contritos y
    rebozados, desatacados, que entraban allí a llorar sus pecados. ¡Qué tráfagos, si piensas, traía!
    Hacíase física de niños, tomaba estambre de unas casas, dábalo a hilar en otras, por achaque de
    entrar en todas. Las unas: ¡madre acá!; las otras: ¡madre acullá!; ¡cata la vieja!; ¡ya viene el
    ama!: de todos muy conocida. Con todos esos afanes, nunca pasaba sin misa ni vísperas ni
    dejaba monasterios de frailes ni de monjas. Esto porque allí hacía ella sus aleluyas y conciertos.
    Y en su casa hacía perfumes, falsaba estoraques, mejuí, animes, ámbar, algalia, polvillos,
    almizcles, mosquetes. Tenía una cámara llena de alambiques, de redomillas, de barrilejos de
    barro, de vidrio, de alambre, de estaño, hechos de mil facciones. Hacía solimán, afeite cocido,
    argentadas, bujelladas, cerillas, llanillas, unturillas, lustres, lucentores, clarimentes, albaliños y
    otras aguas de rostro, de rasuras de gamones, de cortezas de espantalobos, de taraguntia, de
    hieles, de agraz, de mosto, de estiladas y azucaradas. Adelgazaba los cueros con zumos de
    limones, con turbino, con tuétano de corzo y de garza, y otras confecciones. Sacaba agua para
    oler, de rosas, de azahar, de jazmín, de trébol, de madreselva y clavellinas, mosquetas y
    almizcladas, polvorizadas, con vino. Hacía lejías para enrubiar, de sarmientos, de carrasca, de
    centeno, de marrubios, con salitre, con alumbre y milifolía y otras diversas cosas. Y los untos y
    mantecas que tenía es hastío de decir: de vaca, de oso, de caballos y de camellos, de culebra y de
    conejo, de ballena, de garza y de alcaraván y de gamo y de gato montés y de tejón, de ardilla, de
    erizo, de nutria. Aparejos para baños, esto es una maravilla, de las hierbas y raíces que tenía en el
    techo de su casa colgadas: manzanilla y romero, malvaviscos, culantrillo, coronillas, flor de
    sauco y de mostaza, espliego y laurel blanco, tortarrosa y gramonilla, flor salvaje y higueruela,
    pico de oro y hoja tinta. Los aceites que sacaba para el rostro no es cosa de creer: de estoraque y
    de jazmín, de limón, de pepitas, de violetas, de menjuí, de alfócigos, de piñones, de granillo, de
    azufaifas, de neguilla, de altramuces, de arvejas y de carillas y de hierba pajarera. Y un poquillo
    de bálsamo tenía ella en una redomilla que guardaba para aquel rascuño que tiene por las narices.
    Esto de los virgos, unos hacía de vejiga y otros curaba de punto. Tenía en un tabladillo, en una
    cajuela pintada, unas agujas delgadas de pellejeros y hilos de seda encerados y colgadas allí
    raíces de hojaplasma y fuste sanguino, cebolla albarrana y cepacaballo. Hacía con esto
    maravillas; que, cuando vino por aquí el embajador francés, tres veces vendió por virgen una
    criada que tenía.
    CALISTO.- ¡Así pudiera ciento!
    Page27*
    PÁRMENO.- ¡Sí, santo Dios! Y remediaba por caridad muchas huérfanas y cerradas, que
    se encomendaban a ella. Y en otro apartado tenía para remediar amores y para se querer bien.
    Tenía huesos de corazón de ciervo, lengua de víbora, cabezas de codornices, sesos de asno, tela
    de caballo, mantillo de niño, haba morisca, guija marina, soga de ahorcado, flor de yedra, espina
    de erizo, pie de tejo, granos de helecho, la piedra del nido del águila y otras mil cosas. Venían a
    ella muchos hombres y mujeres y a unos demandaba el pan do mordían; a otros, de su ropa; a
    otros, de sus cabellos; a otros, pintaba en la palma letras con azafrán; a otros, con bermellón; a
    otros, daba unos corazones de cera, llenos de agujas quebradas y otras cosas en barro y en plomo
    hechas, muy espantables al ver. Pintaba figuras, decía palabras en tierra. ¿Quién te podrá decir lo
    que esta vieja hacía? Y todo era burla y mentira.
    CALISTO.- Bien está, Pármeno. Déjalo para más oportunidad. Asaz soy de ti avisado.
    Téngotelo en gracia. No nos detengamos, que la necesidad desecha la tardanza. Oye. Aquella
    viene rogada. Espera más que debe. Vamos, no se indigne. Yo temo y el temor reduce la
    memoria y a la providencia despierta. ¡Sus! Vamos, proveamos. Pero ruégote, Pármeno, la
    envidia de Sempronio, que en esto me sirve y complace no ponga impedimento en el remedio de
    mi vida. Que, si para él hubo jubón, para ti no faltará sayo. Ni pienses que tengo en menos tu
    consejo y aviso que su trabajo y obra: como lo espiritual sepa yo que precede a lo corporal y que,
    puesto que las bestias corporalmente trabajen más que los hombres, por eso son pensadas y
    curadas, pero no amigas de ellos. En la tal diferencia serás conmigo, en respecto de Sempronio.
    Y so secreto sello, pospuesto el dominio, por tal amigo a ti me concedo.
    PÁRMENO.- Quéjome, señor, de la duda de mi fidelidad y servicio, por los
    prometimientos y amonestaciones tuyas. ¿Cuándo me viste, señor, envidiar o por ningún interés
    ni resabio tu provecho torcer?
    CALISTO.- No te escandalices. Que sin duda tus costumbres y gentil crianza en mis ojos
    ante todos los que me sirven están. Mas como en caso tan arduo, do todo mi bien y vida pende,
    es necesario proveer, proveo a los acontecimientos. Como quiera que creo que tus buenas
    costumbres sobre buen natural florecen, como el buen natural sea principio del artificio. Y no
    más; sino vamos a ver la salud.
    * * *
    CELESTINA.- Pasos oigo. Acá descienden. Haz, Sempronio, que no lo oyes. Escucha y
    déjame hablar lo que a ti y a mí me conviene.
    SEMPRONIO.- Habla.
    Page28*
    CELESTINA.- No me acongojes ni me importunes, que sobrecargar el cuidado es aguijar
    al animal congojoso. Así sientes la pena de tu amo Calisto que parece que tú eres él y él tú y que
    los tormentos son en un mismo sujeto. Pues cree que yo no vine acá por dejar este pleito indeciso
    o morir en la demanda.
    CALISTO.- Pármeno, detente. ¡Ce! Escucha qué hablan éstos. Veamos en qué vivimos.
    ¡Oh notable mujer! ¡Oh bienes mundanos, indignos de ser poseídos de tan alto corazón! ¡Oh fiel
    y verdadero Sempronio! ¿Has visto, mi Pármeno? ¿Oíste? ¿Tengo razón? ¿Qué me dices, rincón
    de mi secreto y consejo del alma mía?
    PÁRMENO.- Protestando mi inocencia en la primera sospecha y cumpliendo con la
    fidelidad, porque te me concediste, hablaré. Óyeme y el afecto no te ensorde ni la esperanza del
    deleite te ciegue. Tiémplate y no te apresures: que muchos con codicia de dar en el fiel, yerran el
    blanco. Aunque soy mozo, cosas he visto asaz y el seso y la vista de las muchas cosas
    demuestran la experiencia. De verte o de oírte descender por la escalera, parlan lo que estos
    fingidamente han dicho, en cuyas falsas palabras pones el fin de tu deseo.
    SEMPRONIO.- Celestina, ruinmente suena lo que Pármeno dice.
    CELESTINA.- Calla, que para la mi santiguada do vino el asno vendrá el albarda. Déjame
    tú a Pármeno, que yo te le haré uno de nos, y de lo que hubiéremos, démosle parte: que los
    bienes, si no son comunicados, no son bienes. Ganemos todos, partamos todos, holguemos todos.
    Yo te le traeré manso y benigno a picar el pan en el puño y seremos dos a dos y, como dicen, tres
    al mohíno.
    * * *
    CALISTO.- Sempronio.
    SEMPRONIO.- Señor.
    CELESTINA.- Sempronio, ¡de aquellas vivo yo! ¡Los huesos que yo doy piensa este necio
    Page
    de tu amo de darme a comer! Pues nada le sueño. Al freír lo verá. Dile que cierre la boca y
    29*
    CALISTO.- ¿Qué haces, llave de mi vida? Abre. ¡Oh Pármeno!, ya la veo: sano soy, vivo
    soy! ¿Miras qué reverenda persona, qué acatamiento? Por la mayor parte, por la fisonomía es
    conocida la virtud interior. ¡Oh vejez virtuosa! ¡Oh virtud envejecida!. ¡Oh gloriosa esperanza de
    mi deseado fin! ¡Oh fin de mi deleitosa esperanza! ¡Oh salud de mi pasión, reparo de mi
    tormento, regeneración mía, vivificación de mi vida, resurrección de mi muerte! Deseo llegar a
    ti, codicio besar esas manos llenas de remedio. La indignidad de mi persona lo embarga. Desde
    aquí adoro la tierra que huellas y en reverencia tuya beso.
    comience abrir la bolsa: que de las obras dudo, cuanto más de las palabras. So, que te estriego,
    asna coja. Más habías de madrugar.
    PÁRMENO.- ¡Ay de orejas, que tal oyen! Perdido es quien tras perdido anda. ¡Oh Calisto
    desventurado, abatido, ciego! ¡Y en tierra está adorando a la más antigua y puta tierra que
    fregaron sus espaldas en todos los burdeles! Deshecho es, vencido es, caído es: no es capaz de
    ninguna redención ni consejo ni esfuerzo.
    CALISTO.- ¿Qué decía la madre? Paréceme que pensaba que le ofrecía palabras por
    excusar galardón.
    SEMPRONIO.- Así lo sentí.
    CALISTO. Pues ven conmigo: trae las llaves, que yo sanaré su duda.
    SEMPRONIO.- Bien harás y luego vamos. Que no se debe dejar crecer la hierba entre los
    panes ni la sospecha en los corazones de los amigos; sino limpiarla luego con el escardilla de las
    buenas obras.
    CALISTO.- Astuto hablas. Vamos y no tardemos.
    Page30*
    CELESTINA.- Pláceme, Pármeno, que habemos habido oportunidad para que conozcas el
    amor mío contigo y la parte que en mi inmérito tienes. Y digo inmérito por lo que te he oído
    decir, de que no hago caso. Porque virtud nos amonesta sufrir las tentaciones y no dar mal por
    mal; y especial, cuando somos tentados por mozos y no bien instruidos en lo mundano, en que
    con necia lealtad pierdan a sí y a sus amos, como ahora tú a Calisto. Bien te oí y no pienses que
    el oír con los otros exteriores sesos mi vejez haya perdido. Que no sólo lo que veo, oigo y
    conozco; mas aun lo intrínseco con los intelectuales ojos penetro. Has de saber, Pármeno, que
    Calisto anda de amor quejoso. Y no lo juzgues por eso por flaco, que el amor todas las cosas
    vence. Y sabe, si no sabes, que dos conclusiones son verdaderas. La primera, que es forzoso el
    hombre amar a la mujer y la mujer al hombre. La segunda, que el que verdaderamente ama es
    necesario que se turbe con la dulzura del soberano deleite, que por el hacedor de las cosas fue
    puesto, porque el linaje de los hombres perpetuase, sin lo cual perecería. Y no sólo en la humana
    especie; mas en los peces, en las bestias, en las aves, en las reptilias y en lo vegetativo, algunas
    plantas han este respeto, si sin interposición de otra cosa en poca distancia de tierra están
    puestas, en que hay so determinación de herbolarios y agricultores, ser machos y hembras. ¿Qué
    dirás a esto, Pármeno? ¡Neciezuelo, loquito, angelico, perlica, simplecico! ¿Lobitos en tal
    gestico? Llégate acá, putico, que no sabes nada del mundo ni de sus deleites. ¡Mas rabia mala me
    mate si te llego a mí, aunque vieja! Que la voz tienes ronca, las barbas te apuntan. Mal
    sosegadilla debes tener la punta de la barriga.
    PÁRMENO.- ¡Como cola de alacrán!
    CELESTINA.- Y aun peor: que la otra muerde sin hinchar y la tuya hincha por nueve
    meses.
    PÁRMENO.- ¡Hi!, ¡hi!, ¡hi!
    CELESTINA.- ¿Ríeste, landrecilla, hijo?
    PÁRMENO.- Calla, madre, no me culpes ni me tengas, aunque mozo, por insipiente. Amo
    a Calisto, porque le debo fidelidad, por crianza, por beneficios, por ser de él honrado y bien
    tratado, que es la mayor cadena, que el amor del servidor al servicio del señor prende, cuanto lo
    contrario aparta. Véole perdido y no hay cosa peor que ir tras deseo sin esperanza de buen fin; y
    especial, pensando remediar su hecho tan arduo y difícil con vanos consejos y necias razones de
    aquel bruto Sempronio, que es pensar sacar aradores a pala y azadón. No lo puedo sufrir. ¡Dígolo
    y lloro!
    CELESTINA.- ¿Pármeno, tú no ves que es necedad o simpleza llorar por lo que con llorar
    no se puede remediar?
    PÁRMENO.- Por eso lloro. Que, si con llorar fuese posible traer a mi amo el remedio, tan
    grande sería el placer de la tal esperanza que de gozo no podría llorar; pero así, perdida ya toda
    la esperanza, pierdo el alegría y lloro.
    CELESTINA.- Llorarás sin provecho por lo que llorando estorbar no podrás ni sanarlo
    presumas. ¿A otros no ha acontecido esto, Pármeno?
    PÁRMENO.- Sí; pero a mi amo no le querría doliente.
    CELESTINA.- No lo es; mas aunque fuese doliente, podría sanar.
    Page
    31*
    PÁRMENO.- No curo de lo que dices, porque en los bienes mejor es el acto que la
    potencia y en los males mejor la potencia que el acto. Así que mejor es ser sano que poderlo ser
    y mejor es poder ser doliente que ser enfermo por acto y, por tanto, es mejor tener la potencia en
    el mal que el acto.
    CELESTINA.- ¡Oh malvado! ¡Cómo, que no se te entiende! ¿Tú no sientes su
    enfermedad? ¿Qué has dicho hasta ahora? ¿De qué te quejas? Pues burla o di por verdad lo falso
    y cree lo que quisieres: que él es enfermo por acto y el poder ser sano es en mano de esta flaca
    vieja.
    PÁRMENO.- ¡Mas, de esta flaca puta vieja!
    CELESTINA.- ¡Putos días vivas, bellaquillo!, y ¡cómo te atreves...!
    PÁRMENO.- ¡Como te conozco...!
    CELESTINA.- ¿Quién eres tú?
    PÁRMENO.- ¿Quién? Pármeno, hijo de Alberto tu compadre, que estuve contigo un mes,
    que te me dio mi madre, cuando morabas a la cuesta del río, cerca de las tenerías.
    CELESTINA.- ¡Jesús, Jesús, Jesús! ¿Y tú eres Pármeno, hijo de la Claudina?
    PÁRMENO.- ¡A la fe, yo!
    CELESTINA.- ¡Pues fuego malo te queme, que tan puta vieja era tu madre como yo! ¿Por
    qué me persigues, Pármeno? ¡Él es, él es, por los santos de Dios! Allégate a mí, ven acá, que mil
    azotes y puñadas te di en este mundo y otros tantos besos. ¿Acuérdaste, cuando dormías a mis
    pies, loquito?
    PÁRMENO.- Sí, en buena fe. Y algunas veces, aunque era niño, me subías a la cabecera y
    me apretabas contigo y, porque olías a vieja, me huía de ti.
    Page32*
    CELESTINA.- ¡Mala landre te mate! ¡Y cómo lo dice el desvergonzado! Dejadas burlas y
    pasatiempos, oye ahora, mi hijo, y escucha. Q

  21. #21
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  22. #22
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    Que, aunque a un fin soy llamada, a otro soy venida
    y aunque contigo me haya hecho de nuevas, tú eres la causa. Hijo, bien sabes cómo tu madre,
    que Dios haya, te me dio viviendo tu padre. El cual, como de mí te fuiste, con otra ansia no
    murió, sino con la incertidumbre de tu vida y persona. Por la cual ausencia algunos años de su
    vejez sufrió angustiosa y cuidosa vida. Y al tiempo que de ella pasó, envió por mí y en su secreto
    te me encargó y me dijo sin otro testigo sino aquél que es testigo de todas las obras y
    pensamientos y los corazones y entrañas escudriña, al cual puso entre él y mí, que te buscase y
    allegase y abrigase y, cuando de cumplida edad fueses, tal que en tu vivir supieses tener manera
    y forma, te descubriese adonde dejó encerrada tal copia de oro y plata que basta más que la renta
    de tu amo Calisto. Y porque se lo prometí y con mi promesa llevó descanso y la fe es de guardar,
    más que a los vivos, a los muertos, que no pueden hacer por sí, en pesquisa y seguimiento tuyo
    yo he gastado asaz tiempo y cuantías, hasta ahora, que ha placido aquél que todos los cuidados
    tiene y remedia las justas peticiones y las piadosas obras endereza que te hallase aquí, donde
    Page
    PÁRMENO.- Celestina, todo tremo en oírte. No sé qué haga, perplejo estoy. Por una parte,
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    téngote por madre; por otra, a Calisto por amo. Riqueza deseo; pero quien torpemente sube a lo
    alto, más pronto cae que subió. No querría bienes mal ganados.
    solos ha tres días que sé que moras. Sin duda, dolor he sentido, porque has por tantas partes
    vagado y peregrinado, que ni has habido provecho ni ganado deudo ni amistad. Que, como
    Séneca nos dice, los peregrinos tienen muchas posadas y pocas amistades, porque en breve
    tiempo con ninguno no pueden firmar amistad. Y el que está en muchos cabos, está en ninguno.
    Ni puede aprovechar el manjar a los cuerpos que en comiendo se lanza, ni hay cosa que más la
    sanidad impida que la diversidad y mudanza y variación de los manjares. Y nunca la llaga viene
    a cicatrizar, en la cual muchas medicinas se tientan. Ni convalece la planta, que muchas veces es
    traspuesta. Ni hay cosa tan provechosa que en llegando aproveche. Por tanto, mi hijo, deja los
    ímpetus de la juventud y tórnate con la doctrina de tus mayores a la razón. Reposa en alguna
    parte. ¿Y dónde mejor que en mi voluntad, en mi ánimo, en mi consejo, a quien tus padres te
    remetieron? Y yo, así como verdadera madre tuya, te digo, so las maldiciones que tus padres te
    pusieron, si me fueses inobediente, que por el presente sufras y sirvas a este tu amo, que
    procuraste, hasta en ello haber otro consejo mío. Pero no con necia lealtad, proponiendo firmeza
    sobre lo movible, como son estos señores de este tiempo. Y tú gana amigos, que es cosa durable.
    Ten con ellos constancia. No vivas en flores. Deja los vanos prometimientos de los señores, los
    cuales desechan la sustancia de sus sirvientes con huecos y vanos prometimientos. Como la
    sanguijuela saca la sangre, desagradecen, injurian, olvidan servicios, niegan galardón. ¡Ay de
    quien en palacio envejece! Como se escribe de la probática piscina, que de ciento que entraban,
    sanaba uno. Estos señores de este tiempo más aman a sí que a los suyos. Y no yerran. Los suyos
    igualmente lo deben hacer. Perdidas son las mercedes, las magnificencias, los actos nobles. Cada
    uno de estos cativa y mezquinamente procuran su interés con los suyos. Pues aquellos no deben
    menos hacer, como sean en facultades menores, sino vivir a su ley. Dígolo, hijo Pármeno, porque
    este tu amo, como dicen, me parece rompenecios: de todos se quiere servir sin merced. Mira
    bien, créeme. En su casa cobra amigos, que es el mayor precio mundano. Que con él no pienses
    tener amistad, como por la diferencia de los estados o condiciones pocas veces acontezca. Caso
    es ofrecido, como sabes, en que todos medremos y tú por el presente te remedies. Que todo lo
    que te he dicho, guardado te está a su tiempo. Y mucho te aprovecharás siendo amigo de
    Sempronio.
    CELESTINA.- Yo sí. A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo.
    PÁRMENO.- Pues yo con ellos no viviría contento y tengo por honesta cosa la pobreza
    alegre. Y aun más te digo, que no los que poco tienen son pobres; mas los que mucho desean. Y
    por esto, aunque más digas, no te creo en esta parte. Querría pasar la vida sin envidia; los yermos
    y aspereza, sin temor; el sueño, sin sobresalto; las injurias, con respuesta; las fuerzas, sin
    denuesto; las premias, con resistencia.
    CELESTINA.- ¡Oh hijo!, bien dicen que la prudencia no puede ser sino en los viejos y tú
    mucho eres mozo.
    PÁRMENO.- Mucho segura es la mansa pobreza.
    CELESTINA.- Mas di, como mayor, que la fortuna ayuda a los osados. Y demás de esto,
    ¿quién es, que tenga bienes en la república, que escoja vivir sin amigos? Pues, loado Dios, bienes
    tienes. ¿Y no sabes que has menester amigos para los conservar? Y no pienses que tu privanza
    con este señor te hace seguro; que cuanto mayor es la fortuna, tanto es menos segura. Y por
    tanto, en los infortunios el remedio es a los amigos. ¿Y a dónde puedes ganar mejor esta deuda
    que donde las tres maneras de amistad concurren, conviene a saber, por bien y provecho y
    deleite? Por bien: mira la voluntad de Sempronio conforme a la tuya y la gran similitud que tú y
    él en la virtud tenéis. Por provecho: en la mano está, si sois concordes. Por deleite: semejable es,
    como seáis en edad dispuestos para todo linaje de placer, en que más los mozos que los viejos se
    juntan, así como para jugar, para vestir, para burlar, para comer y beber, para negociar amores,
    juntos de compañía. ¡Oh si quisieses, Pármeno, qué vida gozaríamos! Sempronio ama a Elicia,
    prima de Areúsa.
    PÁRMENO.- ¿De Areúsa?
    CELESTINA.- De Areúsa.
    PÁRMENO.- ¿De Areúsa, hija de Eliso?
    CELESTINA.- De Areúsa, hija de Eliso.
    PÁRMENO.- ¿Cierto?
    Page34*
    CELESTINA.- Cierto.
    PÁRMENO.- Maravillosa cosa es.
    CELESTINA.- ¿Pero bien te parece?
    PÁRMENO.- No cosa mejor.
    CELESTINA.- Pues tu buena dicha quiere, aquí está quién te la dará.
    PÁRMENO.- Mi fe, madre, no creo a nadie.
    CELESTINA.- Extremo es creer a todos y yerro no creer a ninguno.
    PÁRMENO.- Digo que te creo; pero no me atrevo: déjame.
    CELESTINA.- ¡Oh mezquino! De enfermo corazón es no poder sufrir el bien. Da Dios
    habas a quien no tiene quijadas. ¡Oh simple! Dirás que a donde hay mayor entendimiento hay
    menor fortuna y donde más discreción allí es menor la fortuna. Dichos son.
    PÁRMENO.- ¡Oh Celestina! Oído he a mis mayores que un ejemplo de lujuria o avaricia
    mucho mal hace y que con aquellos debe hombre conversar, que le hagan mejor y aquellos dejar
    a quien él mejores piensa hacer. Y Sempronio, en su ejemplo, no me hará mejor ni yo a él sanaré
    su vicio. Y puesto que yo a lo que dices me incline, sólo yo querría saberlo: porque a lo menos
    por el ejemplo fuese oculto el pecado. Y, si hombre vencido del deleite va contra la virtud, no se
    atreva a la honestidad.
    CELESTINA.- Sin prudencia hablas, que de ninguna cosa es alegre posesión sin compañía.
    No te retraigas ni amargues, que la natura huye lo triste y apetece lo delectable. El deleite es con
    los amigos en las cosas sensuales y especial en recontar las cosas de amores y comunicarlas: esto
    hice, esto otro me dijo, tal donaire pasamos, de tal manera la tomé, así la besé, así me mordió, así
    la abracé, así se allegó. ¡Oh qué habla!, ¡oh qué gracia!, ¡oh qué juegos!, ¡oh qué besos! Vamos
    allá, volvamos acá, ande la música, pintemos los motes, cantemos canciones, invenciones,
    justemos, qué cimera sacaremos o qué letra. Ya va a la misa, mañana saldrá, rondemos su calle,
    mira su carta, vamos de noche, tenme el escala, aguarda a la puerta. ¿Cómo te fue? Cata el
    cornudo: sola la deja. Dale otra vuelta, tornemos allá. Y para esto, Pármeno, ¿hay deleite sin
    compañía? A la fe, a la fe: la que las sabe las tañe. Este es el deleite; que lo demás, mejor lo
    hacen los asnos en el prado.
    Page35*
    PÁRMENO.- No querría, madre, me convidases a consejo con amonestación de deleite,
    como hicieron los que, careciendo de razonable fundamento, opinando hicieron sectas envueltas
    en dulce veneno para captar y tomar las voluntades de los flacos y con polvos de sabroso afecto
    cegaron los ojos de la razón.
    CELESTINA.- ¿Qué es razón, loco?, ¿qué es afecto, asnillo? La discreción, que no tienes,
    lo determina y de la discreción mayor es la prudencia y la prudencia no puede ser sin
    experimento y la experiencia no puede ser más que en los viejos y los ancianos somos llamados
    padres y los buenos padres bien aconsejan a sus hijos y especial yo a ti, cuya vida y honra más
    que la mía deseo. ¿Y cuándo me pagarás tú esto? Nunca, pues a los padres y a los maestros no
    puede ser hecho servicio igualmente.
    PÁRMENO.- Todo me recelo, madre, de recibir dudoso consejo.
    CELESTINA.- ¿No quieres? Pues decirte he lo que dice el sabio: Al varón, que con dura
    cerviz al que le castiga menosprecia, arrebatado quebrantamiento le vendrá y sanidad ninguna le
    conseguirá. Y así, Pármeno, me despido de ti y de este negocio.
    PÁRMENO.- (Ensañada está mi madre: duda tengo en su consejo. Yerro es no creer y
    culpa creerlo todo. Mas humano es confiar, mayormente en ésta que interés promete, a donde
    provecho nos puede allende de amor conseguir. Oído he que debe hombre a sus mayores creer.
    Esta ¿qué me aconseja? Paz con Sempronio. La paz no se debe negar: que bienaventurados son
    los pacíficos, que hijos de Dios serán llamados. Amor no se debe rehuir. Caridad a los hermanos,
    interés pocos le apartan. Pues quiérola complacer y oír.) Madre, no se debe ensañar el maestro de
    la ignorancia del discípulo, sino raras veces por la ciencia, que es de su natural comunicable y en
    pocos lugares se podría infundir. Por eso perdóname, háblame, que no sólo quiero oírte y creerte;
    mas en singular merced recibir tu consejo. Y no me lo agradezcas, pues el loor y las gracias de la
    acción, más al dante que no al recibiente se deben dar. Por eso, manda, que a tu mandado mi
    consentimiento se humilla.
    Page36*
    CELESTINA.- De los hombres es errar y bestial es la porfía. Por ende gózome, Pármeno,
    que hayas limpiado las turbias telas de tus ojos y respondido al reconocimiento, discreción y
    ingenio sutil de tu padre, cuya persona, ahora representada en mi memoria, enternece los ojos
    piadosos, por donde tan abundantes lágrimas ves derramar. Algunas veces duros propósitos,
    como tú, defendía; pero luego tornaba a lo cierto. En Dios y en mi ánima, que en ver ahora lo
    que has porfiado y cómo a la verdad eres reducido, no parece sino que vivo le tengo delante. ¡Oh
    qué persona! ¡Oh qué hartura! ¡Oh qué cara tan venerable! Pero callemos, que se acerca Calisto y
    tu nuevo amigo Sempronio con quien tu conformidad para más oportunidad dejo. Que dos en un
    corazón viviendo son más poderosos de hacer y de entender.
    CALISTO.- Duda traigo, madre, según mis infortunios, de hallarte viva. Pero más es
    maravilla, según el deseo de cómo llego vivo. Recibe la dádiva pobre de aquél que con ella la
    vida te ofrece.
    CELESTINA.- Como en el oro muy fino labrado por la mano del sutil artífice la obra
    sobrepuja a la materia, así se aventaja a tu magnífico dar la gracia y forma de tu dulce
    liberalidad. Y sin duda la presta dádiva su efecto ha doblado, porque la que tarda, el
    prometimiento muestra negar y arrepentirse del don prometido.
    PÁRMENO.- ¿Qué le dio, Sempronio?
    SEMPRONIO.- Cien monedas en oro.
    PÁRMENO.- ¡Hi!, ¡hi!, ¡hi!
    SEMPRONIO.- ¿Habló contigo la madre?
    PÁRMENO.- Calla, que sí.
    SEMPRONIO.- ¿Pues cómo estamos?
    PÁRMENO.- Como quisieres; aunque estoy espantado.
    SEMPRONIO.- Pues calla, que yo te haré espantar dos tanto.
    PÁRMENO.- ¡Oh Dios! No hay pestilencia más eficaz, que el enemigo de casa para
    empecer.
    CALISTO.- Ve ahora, madre, y consuela tu casa y después ven y consuela la mía.
    CELESTINA.- Quede Dios contigo.
    CALISTO.- Y él te me guarde.
    Page37*
    El segundo acto
    ARGUMENTO DEL SEGUNDO AUTO
    Partida Celestina de Calisto para su casa, queda Calisto hablando con Sempronio, criado suyo; al
    cual, como quien en alguna esperanza puesto está, todo aguijar le parece tardanza. Envía de sí a
    Sempronio a solicitar a Celestina para el concebido negocio. Quedan entretanto Calisto y
    Pármeno juntos razonando.
    CALISTO, PÁRMENO, SEMPRONIO.
    CALISTO.- Hermanos míos, cien monedas di a la madre. ¿Hice bien?
    Page38*
    SEMPRONIO.- ¡Ay!, ¡si hiciste bien! Allende de remediar tu vida, ganaste muy gran
    honra. ¿Y para qué es la fortuna favorable y próspera sino para servir a la honra, que es el mayor
    de los mundanos bienes? Que esto es premio y galardón de la virtud. Y por eso la damos a Dios,
    porque no tenemos mayor cosa que le dar. La mayor parte de la cual consiste en la liberalidad y
    franqueza. A ésta los duros tesoros comunicables la oscurecen y pierden y la magnificencia y
    liberalidad la ganan y subliman. ¿Qué aprovecha tener lo que se niega aprovechar? Sin duda te
    digo que mejor es el uso de las riquezas, que la posesión de ellas. ¡Oh qué glorioso es el dar! ¡Oh
    qué miserable es el recibir! Cuanto es mejor el acto que la posesión, tanto es más noble el dante
    que el recibiente. Entre los elementos, el fuego, por ser más activo, es más noble y en las esferas
    puesto en más noble lugar. Y dicen algunos que la nobleza es una alabanza, que proviene de los
    merecimientos y antigüedad de los padres; yo digo que la ajena luz nunca te hará claro, si la
    propia no tienes. Y por tanto, no te estimes en la claridad de tu padre, que tan magnífico fue; sino
    en la tuya. Y así se gana la honra, que es el mayor bien de los que son fuera de hombre. De lo
    cual no el malo, mas el bueno, como tú, es digno que tenga perfecta virtud. Y aun te digo que la
    virtud perfecta no pone que sea hecha con digno honor. Por ende goza de haber sido así
    magnífico y liberal. Y de mi consejo, tórnate a la cámara y reposa, pues que tu negocio en tales
    manos está depositado. De donde ten por cierto, pues el comienzo llevó bueno, el fin será muy
    mejor. Y vamos luego, porque sobre este negocio quiero hablar contigo más largo.
    CALISTO.- Sempronio, no me parece buen consejo quedar yo acompañado y que vaya
    sola aquella que busca el remedio de mi mal; mejor será que vayas con ella y la aquejes, pues
    sabes que de su diligencia pende mi salud, de su tardanza mi pena, de su olvido mi desesperanza.
    Sabido eres, fiel te siento, por buen criado te tengo. Haz de manera que, en solo verte ella a ti,
    juzgue la pena que a mí queda y fuego que me atormenta. Cuyo ardor me causó no poder
    mostrarle la tercia parte de esta mi secreta enfermedad, según tiene mi lengua y sentido ocupados
    y consumidos. Tú, como hombre libre de tal pasión, hablarla has a rienda suelta.
    SEMPRONIO.- Señor, querría ir por cumplir tu mandado; querría quedar por aliviar tu
    cuidado. Tu temor me aqueja; tu soledad me detiene. Quiero tomar consejo con la obediencia,
    que es ir y dar prisa a la vieja. Mas ¿cómo iré? Que, en viéndote solo, dices desvaríos de hombre
    sin seso, suspirando, gimiendo, maltrobando, holgando con lo oscuro, deseando soledad,
    buscando nuevos modos de pensativo tormento. Donde, si perseveras, o de muerto o loco no
    podrás escapar, si siempre no te acompaña quien te allegue placeres, diga donaires, tanga
    canciones alegres, cante romances, cuente historias, pinte motes, finja cuentos, juegue a naipes,
    arme mates, finalmente que sepa buscar todo género de dulce pasatiempo para no dejar trasponer
    tu pensamiento en aquellos crueles desvíos, que recibiste de aquella señora en el primer trance de
    tus amores.
    CALISTO.- ¿Cómo, simple? ¿No sabes que alivia la pena llorar la causa? ¿Cuánto es dulce
    a los tristes quejar su pasión? ¿Cuánto descanso traen consigo los quebrantados suspiros?
    ¿Cuánto alivian y disminuyen los lagrimosos gemidos el dolor? Cuantos escribieron consuelos
    no dicen otra cosa.
    Page39*
    SEMPRONIO.- Lee más adelante, vuelve la hoja: hallarás que dicen que fiar en lo
    temporal y buscar materia de tristeza, que es igual género de locura. Y aquel Macías, ídolo de los
    amantes, del olvido porque le olvidaba se quejaba. En el contemplar está la pena de amor, en el
    olvidar el descanso. Huye de tirar coces al aguijón. Finge alegría y consuelo y serlo ha. Que
    muchas veces la opinión trae las cosas donde quiere, no para que mude la verdad; pero para
    moderar nuestro sentido y regir nuestro juicio.
    CALISTO.- Sempronio amigo, pues tanto sientes mi soledad, llama a Pármeno y quedará
    conmigo y de aquí adelante sé, como sueles, leal, que en el servicio del criado está el galardón
    del señor.
    PÁRMENO.- Aquí estoy señor.
    CALISTO.- Yo no, pues no te veía. No te partas de ella, Sempronio, ni me olvides a mí y
    ve con Dios.
    * * *
    CALISTO.- Tú, Pármeno, ¿qué te parece de lo que hoy ha pasado? Mi pena es grande,
    Melibea alta, Celestina sabia y buena maestra de estos negocios. No podemos errar. Tú me la has
    aprobado con toda tu enemistad. Yo te creo. Que tanta es la fuerza de la verdad que las lenguas
    de los enemigos trae a sí. Así que, pues ella es tal, más quiero dar a ésta cien monedas que a otra
    cinco.
    PÁRMENO.- ¿Ya lloras? ¡Duelos tenemos! ¡En ella se habrán de ayunar estas franquezas!
    CALISTO.- Pues pido tu parecer, seme agradable, Pármeno. No bajes la cabeza al
    responder. Mas como la envidia es triste, la tristeza sin lengua, puede más contigo su voluntad
    que mi temor. ¿Qué dijiste, enojoso?
    PÁRMENO.- Digo, señor, que irían mejor empleadas tus franquezas en presentes y
    servicios a Melibea que no dar dineros a aquélla que yo me conozco y, lo que peor es, hacerte su
    cautivo.
    CALISTO.- ¿Cómo, loco, su cautivo?
    PÁRMENO.- Porque a quien dices el secreto, das tu libertad.
    Page40*
    CALISTO.- Algo dice el necio; pero quiero que sepas que, cuando hay mucha distancia del
    que ruega al rogado, o por gravedad de obediencia o por señorío de estado o esquividad de
    género, como entre ésta mi señora y yo, es necesario intercesor o medianero que suba de mano
    en mano mi mensaje hasta los oídos de aquélla a quien yo segunda vez hablar tengo por
    imposible. Y pues que así es, dime si lo hecho apruebas.
    PÁRMENO.- ¡Apruébelo el diablo!
    CALISTO.- ¿Qué dices?
    PÁRMENO.- Digo, señor, que nunca yerro vino desacompañado y que un inconveniente
    es causa y puerta de muchos.
    CALISTO.- El dicho yo le apruebo; el propósito no entiendo.
    PÁRMENO.- Señor, porque perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la
    huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver y hablar, la habla engendró amor, el
    amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo y alma y hacienda. Y lo que más de ello
    siento es venir a manos de aquella trotaconventos, después de tres veces emplumada.
    CALISTO.- ¡Así, Pármeno, di más de eso, que me agrada! Pues mejor me parece cuanto
    más la desalabas. Cumpla conmigo y emplúmenla la cuarta. Desentido eres, sin pena hablas: no
    te duele donde a mí, Pármeno.
    PÁRMENO.- Señor, más quiero que airado me reprehendas porque te doy enojo que
    arrepentido me condenes porque no te di consejo, pues perdiste el nombre de libre, cuando
    cautivaste tu voluntad.
    CALISTO.- ¡Palos querrá este bellaco! Di, malcriado, ¿por qué dices mal de lo que yo
    adoro? Y tú ¿qué sabes de honra? Dime ¿qué es amor? ¿En qué consiste buena crianza, que te
    me vendes por discreto? ¿No sabes que el primer escalón de locura es creerse ser sabio? Si tú
    sintieses mi dolor, con otra agua rociarías aquella ardiente llaga, que la cruel flecha de Cupido
    me ha causado. Cuanto remedio Sempronio acarrea con sus pies tanto apartas tú con tu lengua,
    con tus vanas palabras. Fingiéndote fiel, eres un terrón de lisonja, bote de malicias, el mismo
    mesón y aposentamiento de la envidia. Que por disfamar la vieja, a tuerto o a derecho, pones en
    mis amores desconfianza. Pues sabe que esta mi pena y fluctuoso dolor no se rige por razón, no
    quiere avisos, carece de consejo y, si alguno se le diere, tal que no aparte ni desgozne lo que sin
    las entrañas no podrá despegarse. Sempronio temió su ida y tu quedada. Yo quíselo todo y así me
    padezco su ausencia y tu presencia. Valiera más solo, que mal acompañado.
    Page41*
    PÁRMENO.- Señor, flaca es la fidelidad, que temor de pena la convierte en lisonja,
    mayormente con señor a quien dolor o afición priva y tiene ajeno de su natural juicio. Quitarse
    ha el velo de la ceguedad, pasarán estos momentáneos fuegos, conocerás mis agrias palabras ser
    mejores para matar este fuerte cáncer que las blandas de Sempronio, que lo ceban, atizan tu
    fuego, avivan tu amor, encienden tu llama, añaden astillas, que tenga que gastar hasta ponerte en
    la sepultura.
    CALISTO.- ¡Calla, calla, perdido! Estoy yo penado y tú filosofando. No te espero más.
    Saquen un caballo. Límpienle mucho. Aprieten bien la cincha, por si pasare por casa de mi
    señora y mi Dios.
    PÁRMENO.- ¡Mozos! ¿No hay mozo en casa? Yo me lo habré de hacer, que a peor
    vendremos de esta vez que ser mozos de espuelas. ¡Andar!, ¡pase! Mal me quieren mis
    comadres, etc. ¿Relincháis, don caballo? ¿No basta un celoso en casa?... ¿O barruntáis a
    Melibea?
    CALISTO.- ¿Viene ese caballo? ¿Qué haces, Pármeno?
    PÁRMENO.- Señor, vesle aquí, que no está Sosia en casa.
    CALISTO.- Pues ten ese estribo, abre más esa puerta. Y si viniere Sempronio con aquella
    señora, di que esperen, que presto será mi vuelta.
    PÁRMENO.- ¡Mas nunca sea! ¡Allá irás con el diablo! A estos locos decidles lo que les
    cumple; no os podrán ver. Por mi ánima, que si ahora le diesen una lanzada en el calcañar que
    saliesen más sesos que de la cabeza. Pues anda, que a mi cargo, que Celestina y Sempronio te
    espulguen. ¡Oh desdichado de mí! Por ser leal padezco mal. Otros se ganan por malos; yo me
    pierdo por bueno. El mundo es tal. Quiero irme al hilo de la gente, pues a los traidores llaman
    discretos, a los fieles necios. Si creyera a Celestina con sus seis docenas de años acuestas, no me
    maltratara Calisto. Mas esto me pondrá escarmiento de aquí adelante con él. Que si dijere
    comamos, yo también; si quisiere derrocar la casa, aprobarlo; si quemar su hacienda, ir por
    fuego. ¡Destruya, rompa, quiebre, dañe, dé a alcahuetas lo suyo, que mi parte me cabrá, pues
    dicen: a río revuelto, ganancia de pescadores. ¡Nunca más perro a molino!
    Page42*
    El tercer acto
    ARGUMENTO DEL TERCER AUTO
    Sempronio vase a casa de Celestina, a la cual reprende por la tardanza. Pónense a buscar
    qué manera tomen en el negocio de Calisto con Melibea. En fin sobreviene Elicia. Vase
    Celestina a casa de Pleberio. Queda Sempronio y Elicia en casa.
    SEMPRONIO, CELESTINA, ELICIA.
    SEMPRONIO.- ¡Qué despacio va la barbuda! ¡Menos sosiego traían sus pies a la venida!
    A dineros pagados, brazos quebrados. ¡Ce!, señora Celestina: poco has aguijado.
    CELESTINA.- ¿A qué vienes, hijo?
    SEMPRONIO.- Este nuestro enfermo no sabe qué pedir. De sus manos no se contenta. No
    se le cuece el pan. Teme tu negligencia. Maldice su avaricia y cortedad, porque te dio tan poco
    dinero.
    CELESTINA.- No es cosa más propia del que ama que la impaciencia. Toda tardanza les
    es tormento. Ninguna dilación les agrada. En un momento querrían poner en efecto sus
    cogitaciones. Antes las querrían ver concluidas que empezadas. Mayormente estos novicios
    amantes, que contra cualquiera señuelo vuelan sin deliberación, sin pensar el daño, que el cebo
    de su deseo trae mezclado en su ejercicio y negociación para sus personas y sirvientes.
    Page43*
    SEMPRONIO.- ¿Qué dices de sirvientes? ¿Parece por tu razón que nos puede venir a
    nosotros daño de este negocio y quemarnos con las centellas que resultan de este fuego de
    Calisto? ¡Aun al diablo daría yo sus amores! Al primer desconcierto que vea en este negocio, no
    como más su pan. Más vale perder lo servido que la vida por cobrarlo. El tiempo me dirá qué
    haga. Que primero que caiga del todo, dará señal, como casa, que se acuesta. Si te parece, madre,
    guardemos nuestras personas de peligro. Hágase lo que se hiciere. Si la hubiere, hogaño; si no, a
    otro; si no, nunca. Que no hay cosa tan difícil de sufrir en sus principios que el tiempo no la
    ablande y haga comportable. Ninguna llaga tanto se sintió que por luengo tiempo no aflojase su
    tormento; ni placer tan alegre fue que no le amengüe su antigüedad. El mal y el bien, la
    prosperidad y adversidad, la gloria y pena, todo pierde con el tiempo la fuerza de su acelerado
    principio. Pues los casos de admiración y venidos con gran deseo, tan presto como pasados,
    olvidados. Cada día vemos novedades y las oímos y las pasamos y dejamos atrás. Diminúyelas el
    tiempo, hácelas contingibles. ¿Qué tanto te maravillarías si dijesen: la tierra tembló o otra
    semejante cosa, que no olvidases luego? Así como: helado está el río, el ciego ve ya, muerto es
    tu padre, un rayo cayó, ganada es Granada, el Rey entra hoy, el turco es vencido, eclipse hay
    mañana, la puente es llevada, aquél es ya obispo, a Pedro robaron, Inés se ahorcó. ¿Qué me dirás,
    sino que, a tres días pasados o a la segunda vista, no hay quien de ello se maraville? Todo es así,
    todo pasa de esta manera, todo se olvida, todo queda atrás. Pues así será este amor de mi amo:
    cuanto más fuere andando tanto más disminuyendo. Que la costumbre luenga amansa los
    dolores, afloja y deshace los deleites, desmengua las maravillas. Procuremos provecho, mientras
    pendiere la contienda. Y si a pie enjuto le pudiéremos remediar, lo mejor, mejor es; y si no, poco
    a poco le soldaremos el reproche o menosprecio de Melibea contra él. Donde no, más vale que
    pene el amo que no que peligre el mozo.
    CELESTINA.- Bien has dicho. Contigo estoy, agradado me has. No podemos errar. Pero
    todavía, hijo, es necesario que el buen procurador ponga de su casa algún trabajo, algunas
    fingidas razones, algunos sofísticos actos: ir y venir a juicio, aunque reciba malas palabras del
    juez. Siquiera por los presentes, que lo vieren; no digan que se gana holgando el salario. Y así
    vendrá cada uno a él con su pleito y a Celestina con sus amores.
    SEMPRONIO.- Haz a tu voluntad, que no será éste el primer negocio, que has tomado a
    cargo.
    Page44*
    CELESTINA.- ¿El primero, hijo?, Pocas vírgenes, a Dios gracias, has tú visto en esta
    ciudad que hayan abierto tienda a vender de quien yo no haya sido corredora de su primer hilado.
    En naciendo la muchacha, la hago escribir en mi registro, y esto para saber cuántas se me salen
    de la red. ¿Qué pensabas, Sempronio? ¿Habíame de mantener del viento? ¿Heredé otra herencia?
    ¿Tengo otra casa o viña? ¿Conócesme otra hacienda, más de este oficio? ¿De qué como y bebo?
    ¿De qué visto y calzo? En esta ciudad nacida, en ella criada, manteniendo honra, como todo el
    mundo sabe. ¿Conocida, pues, no soy? Quien no supiere mi nombre y mi casa tenle por
    extranjero.
    SEMPRONIO.- Dime, madre, ¿qué pasaste con mi compañero Pármeno, cuando subí con
    Calisto por el dinero?
    CELESTINA.- Díjele el sueño y la soltura, y cómo ganaría más con nuestra compañía que
    con las lisonjas que dice a su amo; cómo viviría siempre pobre y baldonado, si no mudaba el
    consejo; que no se hiciese santo a tal perra vieja como yo; acordele quién era su madre, porque
    no menospreciase mi oficio; porque queriendo de mí decir mal, tropezase primero en ella.
    SEMPRONIO.- ¿Tantos días ha que le conoces, madre?
    CELESTINA.- Aquí está Celestina, que le vio nacer y le ayudó a criar. Su madre y yo, uña
    y carne. De ella aprendí todo lo mejor que sé de mi oficio. Juntas comíamos, juntas dormíamos,
    juntas habíamos nuestros solaces, nuestros placeres, nuestros consejos y conciertos. En casa y
    fuera, como dos hermanas. Nunca blanca gané en que no tuviese su mitad. Pero no vivía yo
    engañada, si mi fortuna quisiera que ella me durara. ¡Oh muerte, muerte! ¡A cuántos privas de
    agradable compañía! ¡A cuántos desconsuela tu enojosa visitación! Por uno que comes con
    tiempo, cortas mil en agraz. Que siendo ella viva, no fueran estos mis pasos desacompañados.
    ¡Buen siglo haya, que leal amiga y buena compañera me fue! Que jamás me dejó hacer cosa en
    mi cabo, estando ella presente. Si yo traía el pan, ella la carne. Si yo ponía la mesa, ella los
    manteles. No loca, no fantástica ni presuntuosa, como las de ahora. En mi ánima, descubierta se
    iba hasta el cabo de la ciudad con su jarro en la mano, que en todo el camino no oía peor de:
    Señora Claudina. Y ciertamente que otra conocía peor el vino y cualquier mercaduría. Cuando
    pensaba que no era llegada, era de vuelta. Allá la convidaban, según el amor todos le tenían. Que
    jamás volvía sin ocho o diez gustaduras, un azumbre en el jarro y otro en el cuerpo. Así le fiaban
    dos o tres arrobas en veces como sobre una taza de plata. Su palabra era prenda de oro en
    cuantos bodegones había. Si íbamos por la calle, dondequiera que hubiésemos sed, entrábamos
    en la primera taberna y luego mandaba echar medio azumbre para mojar la boca. Mas a mi cargo
    que no le quitaron la toca por ello, sino cuanto la rayaban en su tarja y andar adelante. Si tal
    fuese ahora su hijo, a mi cargo que tu amo quedase sin pluma y nosotros sin queja. Pero yo lo
    haré de mi hierro, si vivo; yo le contaré en el número de los míos.
    P 45*
    SEMPRONIO.- ¿Cómo has pensado hacerlo, que es un traidor?
    age
    CELESTINA.- A ese tal, dos alevosos. Harele haber a Areúsa. Será de los nuestros.
    Darnos ha lugar a tender las redes sin embarazo, por aquellas doblas de Calisto.
    SEMPRONIO.- ¿Pues crees que podrás alcanzar algo de Melibea? ¿Hay algún buen ramo?
    CELESTINA.- No hay cirujano que a la primera cura juzgue la herida. Lo que yo al
    presente veo te diré. Melibea es hermosa, Calisto loco y franco. Ni a él penará gastar ni a mí
    andar. ¡Bulla moneda y dure el pleito lo que durare! Todo lo puede el dinero: las peñas
    quebranta, los ríos pasa en seco. No hay lugar tan alto que un asno cargado de oro no le suba. Su
    desatino y ardor basta para perder a sí y ganar a nosotros. Esto he sentido, esto he calado, esto sé
    de él y de ella, esto es lo que nos ha de aprovechar. A casa voy de Pleberio. Quédate adiós. Que,
    aunque esté brava Melibea, no es ésta, si a Dios ha placido, la primera a quien yo he hecho
    perder el cacarear. Cosquillosicas son todas; mas, después que una vez consienten la silla en el
    envés del lomo, nunca querrían holgar. Por ellas queda el campo. Muertas sí; cansadas no. Si de
    noche caminan, nunca querrían que amaneciese: maldicen los gallos porque anuncian el día y el
    reloj porque da tan aprisa. Requieren las cabrillas y el norte, haciéndose estrelleras. Ya cuando
    ven salir el lucero del alba, quiéreseles salir el alma: su claridad les oscurece el corazón. Camino
    es, hijo, que nunca me harté de andar. Nunca me vi cansada. Y aun así, vieja como soy, sabe
    Dios mi buen deseo. ¡Cuanto más éstas que hierven sin fuego! Cautívanse del primer abrazo,
    ruegan a quien rogó, penan por el penado, hácense siervas de quien eran señoras, dejan el mando
    y son mandadas, rompen paredes, abren ventanas, fingen enfermedades, a los chirriadores
    quicios de las puertas hacen con aceites usar su oficio sin ruido. No te sabré decir lo mucho que
    obra en ellas aquel dulzor que les queda de los primeros besos de quien aman. Son enemigas del
    medio; continuo están posadas en los extremos.
    SEMPRONIO.- No te entiendo esos términos, madre.
    Page46*
    CELESTINA.- Digo que la mujer o ama mucho aquél de quien es requerida o le tiene
    grande odio. Así que, si al querer, despiden, no pueden tener las riendas al desamor. Y con esto,
    que sé cierto, voy más consolada a casa de Melibea que si en la mano la tuviese. Porque sé que,
    aunque al presente la ruegue, al fin me ha de rogar; aunque al principio me amenace, al cabo me
    ha de halagar. Aquí llevo un poco de hilado en esta mi faltriquera, con otros aparejos que
    conmigo siempre traigo, para tener causa de entrar, donde mucho no soy conocida, la primera
    vez: así como gorgueras, garvines, franjas, rodeos, tenazuelas, alcohol, albayalde y solimán,
    hasta agujas y alfileres. Que tal hay que tal quiere. Porque donde me tomare la voz, me halle
    apercibida para les echar cebo o requerir de la primera vista.
    SEMPRONIO.- Madre, mira bien lo que haces. Porque, cuando el principio se yerra, no
    puede seguirse buen fin. Piensa en su padre, que es noble y esforzado; su madre, celosa y brava;
    tú, la misma sospecha. Melibea es única a ellos: faltándoles ella, fáltales todo el bien. En
    pensarlo tiemblo: no vayas por lana y vengas sin pluma.
    CELESTINA.- ¿Sin pluma, hijo?
    SEMPRONIO.- O emplumada, madre, que es peor.
    CELESTINA.- ¡A la fe, en mal hora a ti he yo menester para compañero! ¡Aun si quisieses
    avisar a Celestina en su oficio! Pues cuando tú naciste ya comía yo pan con corteza. ¡Para adalid
    eres tú bueno, cargado de agüeros y recelo!
    SEMPRONIO.- No te maravilles, madre, de mi temor, pues es común condición humana
    que lo que mucho se desea jamás se piensa ver concluido. Mayormente que en este caso temo tu
    pena y mía. Deseo provecho: querría que este negocio hubiese buen fin. No porque saliese mi
    amo de pena, mas por salir yo de lacería. Y así miro más inconvenientes con mi poca experiencia
    que no tú como maestra vieja.
    * * *
    ELICIA.- ¡Santiguarme quiero, Sempronio! ¡Quiero hacer una raya en el agua! ¿Qué
    novedad es esta, venir hoy acá dos veces?
    CELESTINA.- Calla, boba, déjale, que otro pensamiento traemos en que más nos va.
    Dime, ¿está desocupada la casa? ¿Fuese la moza que esperaba al ministro?
    ELICIA.- Y aun después vino otra y se fue.
    CELESTINA.- Sí, ¿que no en balde?
    ELICIA.- No, en buena fe, ni Dios lo quiera. Que aunque vino tarde, más vale a quien Dios
    ayuda, etc.
    age47*
    CELESTINA.- Pues sube presto al sobrado alto de la solana y baja acá el bote del aceite
    serpentino que hallarás colgado del pedazo de la soga que traje del campo la otra noche, cuando
    llovía y hacía oscuro. Y abre el arca de los lizos y hacia la mano derecha hallarás un papel
    P
    escrito con sangre de murciégalo, debajo de aquel ala de drago a que sacamos ayer las uñas.
    Mira, no derrames el agua de Mayo que me trajeron a confeccionar.
    ELICIA.- Madre, no está donde dices; jamás te acuerdas cosa que

  23. #23
    Velocista Avatar de mssj2
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    xdd no leo tanto ni de alguien inteligente lo voy a leer de una mujer

  24. #24
    ForoParalelo: Miembro Avatar de Uhdp69
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    HARTA d todo DESAHOGO +temaserio

  25. #25
    ku klux klan: Miembro Avatar de RedNeck
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    me espero a la trilogía

    salu2

  26. #26
    Nancy: Becario Avatar de D0CTSUB4
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    vete a contar tus gilipolleces a forocoches, pedazo de puta

  27. #27
    Forero DE BIEN Avatar de Frozen Dawn
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    joder, premio al tocho del año

  28. #28
    Hijo de Electrik Avatar de eIetrick
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    Cita Iniciado por Cigar Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    También es verdad
    Lo que tiene que hacer es dividirlo en volúmenes y encuadernarlo

  29. #29
    ForoParalelo: Miembro Avatar de XLadilla
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    estoy esperando el segundo capitulo

  30. #30
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    Cita Iniciado por eIetrick Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    Lo que tiene que hacer es dividirlo en volúmenes y encuadernarlo
    Es que ya fuera coñas, es un Muro de Texto xddd como se le dice a estos tochos

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