Iniciado por
DPV
A ver, yo soy un bocas en la vida real, pero nunca hablo en nombre de los vascos, ni de los obreros, ni de la gente de mi pueblo, ni de mi familia. Sólo hablo en mi nombre. Y cada vez que me he ganado una buena hostia (muchas de ellas, merecidas), me las he ganado en mi nombre, no he ensuciado ningún otro.
El problema con esto hijos de perra, que no tienen otro nombre, es que solos no valen nada. No aportan un valor añadido a la sociedad, ni a la clase trabajadora. Pero son los primeros en presumir de ser "clase trabajadora" (ya me dirás tú qué clase de trabajador es el niño que no trabaja...), y de defender a la clase trabajadora.
Curiosamente, que es lo que me enerva, a la vez que dicen defender a la clase trabajadora, defienden al lumpen no trabajador (y no hablo de negros, hablo de africanos; que no es lo mismo), al desgraciado que jamás va a trabajar, a las mujeres por ser mujeres (en una Europa claramente hembrista), aunque sean unas putas pijas de mierda (pijas como él... así que es medio lógico). Así que... ¿qué defensa del trabajador es la defensa del lumpen? Ninguna. Engañarán a los tontos' los huevos de su cuadrilla que sean tan pijos hijos de perra como ellos, pero ni de coña van a engañar a alguien que no se chupe el dedo.
Y si les dices que son puta basura anticlase trabajadora, porque no hay nadie más contraproducente y enemigo del trabajador que quien defiende al lumpen hijo de perra antes que al trabajador, pues, te acusan de fascista, de alienado, de condescendiente... Ésa gente es la primera que hay que segar si se piensa en la clase trabajadora, y creo que los pobres tontos no se dan cuenta de que, efectivamente, la vida es un juego, pero es un juego que tiene límites, y se creen que su cuello no va a estar en peligro (en manos de la propia clase trabajadora que no defienden y que dicen defender) porque sus palabras sin valor real valen tanto como los hechos.
Es gente a la que le ha faltado que en su casa le digan: niño, eres gilipollas y no lo sabes. Les ha faltado que les enseñen una verdad castellana tan antigua como España: Hechos hablan, palabras callan.