Iniciado por
Aquinate
Empezemos viendo primero que es la voluntad, la cual suele ser confundida con la libertad.
La voluntad no es otra cosa que el apetito o deseo de un determinado bien, el querer vamos, y actúa así como causa eficiente de nuestros actos, ahora bien, acusas a Dios de querer mutilar la voluntad, dicho de otra forma, de hacerla menos perfecta de lo que podría ser. Debemos entonces preguntarnos como alcanza la perfección la voluntad, si esta ha sido definida como el deseo de un bien, su perfección radica pues en que desee los bienes correctos para el ser humano y por ello precisa del entendimiento o la razón para poder desear el bien y rehuir el mal.
¿Qué es lo bueno para el ser humano? La definición de lo bueno para un ser consiste en la perfección de su ser, es decir, la adquisición de los medios necesarios para cumplir la finalidad natural dada por el orden metafísico del cual participa mediante la participación en los universales o formas. Puede ponerse como ejemplo que lo bueno para un cuchillo es estar afilado, ya que ello es lo que perfecciona su ser al darle la capacidad de cumplir su fin que es el de cortar. Así como hay cuchillos malos y buenos según cumplan dicha finalidad, de igual forma hay hombres buenos y malos según cumplan la finalidad del hombre que es la propia de su naturaleza racional, ya que la razón es lo que diferencia al hombre del resto de seres y es por tanto su esencia, es decir, el conocimiento de la realidad que alcanza su plenitud con la contemplación del último principio ontológico el cual es la esencia divina. Así virtudes cardinales como la templanza o la fortaleza por ejemplo son virtudes debido a que orientan al hombre a la actividad racional.
Habiendo esclarecido esto, queda claro como lo que tu llamas expansión de la voluntad no es más que su mutilación, ya que consiste en orientar al hombre a aquello que es ocasiona su imperfección, por el contrario la voluntad solo encuentra su plenitud cuando es guiada por la recta razón la cual tiende a Dios como causa final que es de la realidad.
Sobre tu exégesis acerca del árbol del conocimiento, dicho árbol es del conocimiento porque por medio de la desobediencia a Dios el hombre experimenta el mal y el castigo, lo cual es algo evidentemente malo para el hombre, el verdadero conocimiento de toda la realidad se encuentra en la contemplación de la esencia divina al ser esta la causa última de todo, no es preciso pues que el hombre experimente el mal para conocerlo, es el mal, el vicio lo que de hecho lleva al hombre a la ignorancia debido a que le impide la contemplación de la esencia divina, Cristo es "el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6) y Satán es el "padre de la mentira" (Juan 8:44)
Tal como dice el salmo 119:
98 Más sabio me haces que mis enemigos por tu mandamiento, que por siempre es mío.
99.Tengo más prudencia que todos mis maestros, porque mi meditación son tus dictámenes.
100.Poseo más cordura que los viejos, porque guardo tus ordenanzas.
101.Retraigo mis pasos de toda mala senda para guardar tu palabra.
102.De tus juicios no me aparto, porque me instruyes tú.
103.¡Cuán dulce al paladar me es tu promesa, más que miel a mi boca!
104.Por tus ordenanzas cobro inteligencia, por eso odio toda senda de mentira.
Te dejo por cierto la exégesis de San Agustín acerca del árbol del conocimiento del bien y del mal:
"Prosigamos estudiando lo que era el árbol del conocimiento de la ciencia del bien y del mal. Sin duda este árbol también era visible y real como los otros del paraíso. No se ha de dudar que fuera árbol, pero se ha de investigar por qué recibió este nombre. Yo que he considerado mucho este asunto, no puedo decir cuánto me agrada aquella sentencia que dice, que no fue nocivo aquel árbol por su alimento, pues el que hizo todas las cosas sobremanera buenas no instituyó en el paraíso cosa alguna mala, sino que el mal para el hombre provino de la transgresión del precepto. Convenía, pues, que se prohibiera algo al hombre colocado bajo el dominio del Señor Dios, para que de este modo su obediencia fuera la virtud que le mereciera la posesión de su Señor; cuya obediencia puedo decir con toda verdad que ella es la sola virtud para toda creatura racional que obra bajo el dominio de Dios; y el primero y más grande de todos los vicios es el orgullo, el cual lleva al hombre a la ruina haciéndole usar de su libertad con detrimento de la reverencia debida a su Dios, cuyo vicio se llama desobediencia. No tendría, pues, el hombre otro medio de reconocer y sentir que tiene sobre él un Señor, a no ser que se le ordenare algo. Por lo tanto, el árbol no era malo, pero se le llamó del conocimiento de la ciencia del bien y del mal, porque si después de la prohibición comiera el hombre de él, en él se daría la futura transgresión del precepto, por la que aprendería en la experiencia del castigo la diferencia que existía entre el bien de la obediencia y el mal proveniente de la desobediencia. Por lo tanto, no se llamó en sentido figurado árbol a este leño, sino que debe ser tomado como árbol real aquel al que se impuso el nombre del discernimiento del bien y del mal, no por causa del fruto o de la manzana que brotara de él, sino por la realidad que había de seguirse si fuera tocado contra lo prohibido por Dios.
Es imposible que la voluntad propia del hombre no le haga soportar el peso de una enorme desgracia, si envaneciéndose se antepone a la voluntad superior. Esto lo probó el hombre despreciando el precepto de Dios, y por este experimento conoció la diferencia que existe entre el bien y el mal, mejor dicho, entre el bien de 1a obediencia y el mal de la desobediencia, es decir, de la soberbia y pertinacia, o, lo que es lo mismo, de la falsa imitación de Dios y de la perversa libertad. Esto pudo suceder en el árbol que, como arriba dijimos, recibe el nombre del conocimiento del bien y del mal, por el mismo hecho de la desobediencia. No sentiríamos el mal si no lo conociéramos por la experiencia, porque el mal no existiría si no lo hubiéramos hecho, pues ninguna naturaleza es mala en sí misma, sino que la pérdida del bien recibe el nombre de mal. El bien inmutable es Dios; el hombre, en cuanto a la naturaleza en la cual Dios le creó, es ciertamente un bien, pero no es un bien inmutable como Dios. El bien mudable que sigue al inmudable bien se hace mejor cuando se une al bien inmudable amándole y sirviéndole con su propia y racional voluntad. Por tanto, esta facultad es un gran bien para la naturaleza, porque recibió el que pudiera unirse a la naturaleza del sumo Bien. Si no quiere unirse se priva de un bien y esto es un mal para ella, del que recibirá el castigo mediante la justicia de Dios. ¿Qué cosa más inicua que apartarse del bien para ser bueno? De ningún modo puede acontecer que esto sea un bien, pero algunas veces no se siente el mal al perder el bien supremo, sobre todo si se consigue el bien inferior que fue amado. Mas es propio de la divina justicia, que el que perdió voluntariamente lo que debió amar pierda con dolor lo que amó, siendo, por lo tanto, alabado siempre el Creador de las naturalezas. También es un bien el dolerse del bien perdido, porque a no ser que hubiera quedado algún bien en la naturaleza, ningún dolor habría en la pena del bien perdido.
Al que le agrada el bien sin haber experimentado el mal, es decir, antes de sentir la perdida del bien, elija retenerlo para no perderlo, y será digno de ser ensalzado sobre todos los hombres. Si esto no fuere de una gloria singular, no se atribuiría a aquel Niño que nació de la raza de Israel, el que se llamó Enmanuel, es decir, Dios con nosotros,30 y nos reconcilió con Dios siendo hombre mediador entre Dios y los hombres31. Verbo en Dios y carne entre nosotros32, y Verbo Carne entre Dios y nosotros. De El dice el profeta: Antes de conocer el niño el bien y el mal, desprecia la malicia para elegir el bien33. Mas ¿cómo elige o desprecia lo que ignora, si no es porque estas dos cosas se saben unas veces por el conocimiento del bien y otras por la experiencia del mal? Por la inteligencia del bien se conoce el mal, aunque no se sienta. Se retiene, pues, el bien, para no sentir el mal por la pérdida del bien. También por la experiencia del mal se conoce el bien, porque el que pierde algo siente que aquel mal procede del bien que perdió. Luego, antes de conocer el niño por experiencia el bien del que carecía, o el mal que sentiría por la pérdida del bien, despreció el mal para elegir el bien, es decir, no quiso perderloque tenía, para no sentir perdiendo lo que debía no perder. Esto fue un ejemplo singular de obediencia, puesto que no vino a hacer su voluntad, sino la voluntad del que le envió34; no como aquel otro que eligió hacer su voluntad y no la de aquel por quien fue hecho. Con razón, así como por la desobediencia de uno muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de otro solo, muchos se constituyen justos35, y como todos mueren en Adán, todos son vivificados por Cristo."
(Del Génesis a la letra, libro VIII, capítulo VI y XIV)