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Profesor Screen
Desde que empezó la crisis, muchas personas económicamente necesitadas han pasado por mi departamento. Han sido entrevistadas por mi personal, se les han hecho pruebas de orina y sangre, y he seleccionado a los más válidos de entre los expedientes, había dos barreras: no podíamos aceptar consumidores habituales de drogas duras, especialmente las drogas psicodélicas, y no aceptábamos a nadie diagnosticado con una enfermedad mental que requiriese medicación para su tratamiento.
No diré nunca en nombre de quien ni a qué organización, empresa o institución pertenezco o pertenecí, ni quien financiaba estos experimentos, solo puedo asegurar que jamás he trabajado en un proyecto donde se mirase menos el dinero que gastábamos.
Nuestro objetivo principal era probar hasta qué punto la tecnología puede, por sí sola o con estímulo externo, cambiar la forma de funcionar del cerebro humano, especialmente alteraciones de la sinapsis y la glándula pituitaria.
Establecimos un grupo de control que simplemente, podía sentarse a ver la televisión, leer, tenían que permanecer en una sala sin hacer nada especial durante 3 horas diarias, 6 días a la semana.
El segundo grupo estaba en una sala, cada sujeto tenía un ordenador personal y cinco pantallas, cuatro de ellas apagadas al principio, progresivamente se fueron encendiendo, sintonizando 5 canales de televisión española al azar.
A estos sujetos se les pedía que hiciesen una serie de búsquedas improductivas en Internet, tomando notas, a veces por escrito y a veces en Word, así como controlar y transcribir lo que se decía en las pantallas a intervalos de tiempo, que se iban acortando poco a poco.
El objetivo de estudio de este grupo era averiguar hasta qué punto el "ruido mental" impedía al sujeto la recolección de información, y su comunicación eficaz por medio escrito.
El grupo verdaderamente importante era el tercero. Era el grupo más numeroso, dividido de forma interna (ellos lo desconocían) en tres: al subgrupo A, se les suministraron drogas especialmente diseñadas por nuestros laboratorios, mediante las bebidas que les dábamos mientras estaban en nuestras instalaciones. Ellos lo desconocían.
El subgrupo b tenía que venir al laboratorio 5 noches a la semana, durante las cuales fueron sometidos a hipnosis, privación de sueño y fue puesta a prueba su capacidad de respuesta a estimulación informativa durante esos estados.
El subgrupo c era sedado y sometido a intervenciones quirúrgicas cerebrales sin su consentimiento ni autorización (a ellos se les decía que se probaba en ellos un nuevo sedante quirúrgico, por lo cual caer dormidos durante largos periodos era normal y un efecto esperado del experimento).
Después de más de 10 años de trabajo, estamos en posición de preparar un proyecto piloto para realizar nuevos estudios sobre cómo afecta a la psicología la presión extrema por sobresaturación informativa artificial. En los próximos 40 años podría estar listo el prototipo de Homo-Pan que abrirá una nueva brecha evolutiva en la carrera por la adaptación del ser humano. Yo ya soy mayor y no podré ver los resultados, pero los científicos más jóvenes y algunos de vosotros, los verán.