Depredador sexual suelto

Mi primer contacto con el sexo.
Tenía 9 años cuando me operaron de apendicitis, ya llevaba más de 15 días ingresado, por una operación de apendicitis, lo que ya no era normal. Los médicos se habían equivocado y algo había salido mal, mi barriga estaba cada vez más y más hinchada pues habían dejado cosido el intestino delgado al cerrar la herida y mi evolución era cada vez a peor, me encontraba en estado grave ingresado en el Hospital Clínico de Salamanca.
Cuando recibí la visita de aquel individuo vestido de negro una sensación desagradable se apoderó de mí, por algún motivo yo no quería que estuviera, algo ya no encajaba como antes.
Aquel individuo para mis padres, como para casi todo el pueblo era un ídolo, todo el mundo le admiraba, tanto por su dialéctica durante los sermones en la Iglesia como en la calle, su apariencia de buena persona, y su don de gentes. Todo el mundo estaba encantado con él. Nos llevaba de excursión los fines de semana, había montado en su casa un taller de marquetería para los niños del pueblo, tenía en su casa las últimas novedades tecnológicas, y nos hacía regalos. Pero aquello era sólo fachada, algo imposible de descifrar para un niño de 9 años.
Nunca un niño de 9 años podría haber deducido que aquel individuo que en aquel momento aparentaba ser nuestro mejor amigo tenía una capacidad de manipulación extraordinaria, un comportamiento malicioso, la ausencia absoluta de empatía, y que aquel encanto sólo superficial, tan sólo era el medio para conseguir sus abyectos propósitos.
Mis padres muy preocupados por mi estado llevaban muchos días sin dormir, quedándose por las noches en el hospital, y aprovecharon la visita de tan buen amigo para poder bajar a la cafetería a desayunar, dejándome al cuidado del individuo vestido de negro. En la Iglesia no se hacen cosas malas, me habían dicho mis devotos padres en muchas ocasiones.
Aquel día me regaló un videojuego, el Don King Kong, y nada más salir mis padres de la habitación empezó a preguntarme si había aprovechado mi estancia en el hospital para masturbarme, que si le había echado de menos y continuó haciéndome preguntas a las que yo ya no respondí. Los minutos hasta que regresaron mis padres se me hicieron eternos, yo sólo quería que se marchara.
Aquel individuo ya llevaba casi un año y medio año abusando de mí y de mis amigos en la casa parroquial.
Nada más llegar al pueblo montó el taller de marquetería en el bajo de la casa, a donde íbamos muchos niños después del colegio. De vez en cuando bajaba y se llevaba a algunos de nosotros arriba, a su casa.
El primer día que subí a aquella casa de los horrores, me dijo que me iba a contar un gran secreto, que teníamos que hacer un pacto entre nosotros y que ninguno podía contar nada, sólo me lo podrían contar si sabía guardar el secreto. Así que a todos con los brazos extendidos hacia el centro de la mesa camilla que había en el salón de la casa parroquial, con las manos unas encima de los otros nos hizo jurar que nada diríamos de cuanto allí ocurriera.
La primera vez me sentó en su regazo, me metió la mano por debajo de mi jersey y empezó a manosearme los pezones hasta que me dolieron, según él aquello daba placer. Continuó desabrochándome los pantalones y masturbándome por debajo de las faldillas de la mesa camilla que había en el centro de la sala, mientras el resto de niños, unos 6 más, estaban alrededor. Yo estaba paralizado, sin saber qué hacer, sin saber qué estaba ocurriendo, pero según él en eso consistía nuestro secreto, y era lo normal entre un niño y un sacerdote. Aquel fue mi primer y terrible contacto con el sexo. El primero de una serie interminable que duró todo el tiempo que el depredador sexual Francisco Carreras estuvo en Sequeros, era el año 1981. He tardado 38 años en poder hablar de ello.


Tenía una capilla en una de las habitaciones de la planta de arriba, a donde iba a rezar después de abusar de nosotros, era un lugar sagrado, donde no nos permitía entrar. La habitación de al lado de la capilla era su dormitorio y el siguiente cuarto a la izquierda de tan sagrado lugar era el cuarto del sexo grupal. En el suelo de la habitación había varios colchones donde nos agrupaba en parejas medio desnudos, obligándonos a masturbarnos unos a otros mientras él estaba en medio de nosotros, o masturbándose con otro niño en otro colchón. Solíamos ser unos 7 niños, el más pequeño tenía 5 años, yo tenía 9, ninguno superaba los 11 años. A algunos de nosotros nuestros padres nos habían dejado sábanas para que las tuviésemos allí, ya que era frecuente que nos quedáramos allí a dormir los viernes, con la excusa de al día siguiente por la mañana temprano llevarnos de excursión.
A veces después de la sesión de sexo en grupo, se llevaba a uno de nosotros a dormir con él en su habitación. En una ocasión me eligió a mí, me llevó a dormir a su cama, me masturbó y me obligó a masturbarle. Yo sólo pensaba que al día siguiente todo cambiaría y nos iríamos de excursión a la nieve como nos había prometido.
En el comedor de la casa de los horrores, al lado de la cocina, también pasábamos mucho tiempo, era donde tenía los videojuegos ATARI, para nosotros aquello era una novedad pues nadie en el pueblo los tenía. Había cambiado las cortinas del salón por unas cortinas totalmente opacas y gruesas que no dejaban ver nada a su través porque, según él, la vecina era muy cotilla, Sin embargo el propósito de aquellas cortinas opacas era tapar los abusos que también se producían en la mesa camilla del comedor mientras jugábamos a los videojuegos.
A veces su familia de Miami le llamaba por teléfono. Recuerdo que nos tenía terminantemente prohibido hacer el más mínimo ruido cuando su familia le llamaba, no quería que supiesen que había niños en la casa….. ya venía con antecedentes de Miami.
El cura Francisco Carreras fue cambiado de parroquia en parroquia por el Obispado de Salamanca, que era conocedor de los abusos que cometía en todos los pueblos a los que iba. El Obispado fue avisado de que traía antecedentes de Miami, y sin embargo no tuvo reparos en echárnoslo encima.


Las víctimas de abusos, cuando alcanzamos la edad suficiente para ser conscientes de lo ocurrido, de las graves secuelas que arrastramos de por vida, y reunimos la valentía suficiente para contarlo, nos encontramos con impotencia que los delitos han prescrito, y que al pederasta le sale gratis haber destrozado la vida de decenas de niños.
La prescripción de este tipo de delitos deja a la sociedad desprotegida en el momento más vulnerable: la infancia y la adolescencia. Por otra parte, la prescripción de los delitos es un incentivo a la continuidad de esta conducta criminal.
Para que lo que nos ha pasado a nosotros no pueda volver a repetirse con ningún otro niño o niña, para garantizar la seguridad de nuestros niños y adolescentes, necesitamos que este tipo de delitos no prescriban, o que su plazo de prescripción sea como mínimo de 50 años. Por eso os pido que firméis esta petición.

Fdo: Víctima del cura pederasta Francisco Carreras
Salamanca
19/02/2018

Iniciado por Cofete

El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.

Eres mi nuevo enemigo de internet eh fachita casposin, seguro que gordo y medio calvo

Enemigo de internet dice

Van a tener razón en todo , hasta en lo de que tenías tetas de gordo ya verás