Sin ser intención ofender al valenciano, en cuya tierra nació la horchata de chufa, dista mucho de tener el buen gusto que en Madrid. Algunos afirman que es por el agua del Lozoya, otros, más golosos, que es por el azúcar. ¡Misterio! El paladar de este humilde servidor confirma la opinión del pueblo: "la horchata de chufas en ninguna parte es mejor que en Madrid"
En su tiempo era el refresco por excelencia de las clases bajas, luego se iría integrando en la alta sociedad... que también pasan calor y necesitan aliviar el estío.
La horchata es un líquido humilde que nace en un mortero, vive en una garrafa y muere, por regla general, en el estómago de un señor gordo y sudoroso.
De las bebidas frías, la 'horchata helá' es la más simpática, la más económica, y la que reúne al pueblo en busca de ese banal placer de saciar la sed y refrescar el organismo.
En el 'Correo de las Damas, periódico de modas, amena literatura, música, teatro, etc', del 28 de mayo de 1835 se habla de la costumbre de peregrinar por las tabernas y fondas de entonces, destacando como mejor elección la "Chufería", que así llamaban a las horchaterías de horchata de chufa.
Allí que va la pizpireta modistilla con su novio; el oficinista y el albañil; el niño que dispone de unos céntimos y los señores orondos que pierden la vista contemplando a la horchatera. Porque si algo tienen los puestos de horchata -independientemente de su humilde decoración- es que te sirve una camarera; que si la horchata está buena, la horchatera lo está aún más.
"Jóvenes horchateras,
cuidado con los chicos calavera"
Tal era la belleza de las jóvenes horchateras, que preocupaba a las señoras casadas ese abuso casi alarmante que de la horchata hacían sus maridos.
"-¿Qué quieren, señores, agua de sebada, horchata de chufas, serbesa u limón?-", recitaban los labios carmesí de la joven y rubia horchatera, con un gracejo de é abierta en la pronunciación. Verla venir, con su ondulante contoneo resultaba placentero. Verla marchar, y volver luego con la horchata y los labrados barquillos, era subir al cielo. Por fortuna los calores de aquellas escenas se mitigaban al primer trago de la fría horchata.
Había una horchatera, de nombre 'Paquita', que todos los veranos animaba la clientela de la horchatería de la calle del Príncipe. Con su trajecito de percal impecablemente planchado y su delantal blanco como la nieve, Paquita llenaba aquel local de admiradores, y a todos regalaba la misma simpatía. Tal era su salero, que cada noche se llevaba más de cinco duros de propina.
Tan buena era la horchata de mis tiempos, que hasta en los piropos era de calidad:
Tampoco podía faltar en las sátiras políticas... ¡faltaría más!
Y en los deportes mucho menos. ¡Había un equipo llamado HORCHATA FOOTBALL CLUB!
A principios del Siglo XX, existían en Madrid unos trescientos puestos de horchata, además de los infinitos vendedores ambulantes, también llamados 'horchateros'. Como tantas cosas de esta vida, la horchatería y la buena horchata comenzaron a transitar hacia el recuerdo en los años 30.
Las cervezas, el limón helado y las naranjadas, los granizados de frutas, la sangría, el ponche a la romana, los 'juleps', el 'clavet-clup' madrileño, los espumosos y diversas mezclas que se preparan en los bares fueron desplazando poco a poco a la horchatería. Las hubo, y muy buenas, en la Puerta del Sol, la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo; luego llegarían los modernos bares... pero eso ya es otra historia.
ES una de las bebidas que más me gusta tomar en verano, hasta la he fabricado yo ( sin quedarme tan buena como la que he tomado en un pueblo cerca de Valencia ), eso sí, los fartons no me gustan demasiado, prefiero unos buenos churros o porras como les llaman en Madrid
Las horchateras podrían estar buenas o no, pero a los clientes se les ponía con ellas como la ruleta de un barquillero porque la horchata es una bebida que contiene arginina (aminoácido que actúa como vasodilatador), lo que la convierte en una bebida afrodisíaca.