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  1. #61
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    Me espero a que fabriquen un articulo para ver VHS.

  2. #62
    La cosa cambia, ¿no? Avatar de El_Cigala
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    @Casanova QUE COÑO PRETENDES

  3. #63
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    paridas de vertedero

  4. #64
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    El universo nos envia señales

    Costumbres y Tradiciones Espirituales

    Muchos autores resaltan el poder y beneficio emocional y espiritual que brindan las tradiciones espirituales y culturales. Estas costumbres son ceremonias sagradas plenas de significado que tienen la invaluable función de conectarnos con nuestro ser interior, con nuestras raíces, con la comunidad y con lo sagrado en nuestras vidas. El hecho de “recrear” tradiciones y costumbres de nuestro país de origen por ejemplo, representa transportar momentáneamente al aquí, el espacio cultural conocido; hacer presente lo ausente. Estas tradiciones y costumbres re-creativas ayudan simbólicamente a reestablecer lazos con lo sagrado, con “la tierra perdida,” transformando el nuevo ámbito cultural y social en que vive el inmigrante, en lugares más familiares, menos extraños. Estas tradiciones y costumbres tienen mucho que ver con nuestra habilidad de adaptarnos al cambio pero también de mantener suficiente continuidad con nuestra espiritualidad y nuestra cultura de origen, para mantener “un sentido de coherencia”, con el pasado, el presente y el futuro.

    En la tradición latina, la medianoche del 24, la Nochebuena se espera en familia, en medio de alegría, oración, villancicos, comida, bebida y fuegos artificiales. Algunos rituales tradicionales que se celebran con pequeñas variaciones en diversos países latinoamericanos son: la Misa de Gallo, las Posadas y Novenas Navideñas que se rezan diariamente del 16 al 24 de Diciembre. Las Posadas es una fiesta de familia con profundo sentido religioso, para compartir con los vecinos cánticos religiosos, las “pastorelas”, los aguinaldos y la piñata para los niños. La Novena consiste en reuniones familiares alrededor del pesebre, en la que oran y entonan villancicos ante la espera del Reconciliador. Como las posadas, invitan a una reflexión profunda mientras recuerdan las nueve etapas del trayecto de la Virgen María y San José durante su viaje a empadronarse a Belén y el nacimiento del Niño Jesús. Otras tradiciones navideñas incluyen representar el Nacimiento del Niño o Pesebre, el pino de Navidad con la estrella de David en la copa , los juegos de aguinaldos, y “la parada” o “Pase del niño Dios” : una procesión en medio de música, comparsas y villancicos con el Niño Jesús a la cabeza.

    La Navidad trae recuerdos…

    Dentro de este contexto familiar y festivo, la alegría, como también la nostalgia y depresión son sentimientos comunes en la temporada navideña. Para muchos inmigrantes sin familiares presentes, es común la sensación de sentirse solos, de extrañar las tradiciones y costumbres navideñas de su país, añorar a los seres queridos que están lejos o que han perdido. Otros, pueden estar pasando por situaciones adversas como separaciones familiares, dificultades económicas o legales o problemas de salud. En estas situaciones, permítase pasar su tiempo con personas o en actividades que nutran su vida y le ayuden a restaurar su espíritu y mantener viva su fe

    La Fe y la Oración : central en la vida del Hispano

    Para el inmigrante Latino creyente, la fe y la participación en la vida de la Iglesia católica, constituyen el más significativo apoyo espiritual en momentos aciagos. Por medio de ellas, mantenemos un sentido de identidad, de conexión, de continuidad y de pertenencia; mantenemos viva la convicción de la presencia de Dios en nuestras vidas, y esa vivencia es fuente de alegría, de esperanza y plenitud. Adicionalmente, la vida en comunidad nos proporciona un sentido de pertenencia, de “estar en familia”. Esa conexión con lo sagrado de nuestra vida, toca el corazón mismo de nuestra existencia, el significado esencial, el propósito y valor de la vida misma; este contexto de significado nos permite poner las cosas en perspectiva y darle un sentido más profundo tanto a la alegría, como a la nostalgia y el dolor. El sabernos amados por Dios y que “a pesar de todo”, Él cuida de nosotros, compartiéndonos en cada Navidad el más hermoso regalo: su Hijo. Él es fuente de fortaleza en nuestras horas más oscuras. Así estamos en camino de recuperar nuestra alegría interior, ya que esta no depende de las circunstancias en que nos hallemos. Aún en medio del dolor, conservamos una alegría profunda, un tranquilo gozo que refleja un estado de fe, de esperanza, de plenitud espiritual.

    Permitámonos recogernos en silencio interior en medio del frenesí navideño, para recibir a Jesús en nuestro corazón con la misma reverencia y la misma ternura de la Virgen María, y mantenerlo vivo en nuestra vida.
    ¡Paz, Esperanza y Reconciliación para todos!

    La navidad fue alguna vez un ritual de profundas implicaciones psicológicas, familiares, sociales y espirituales. Era una época para retornar decididamente a la dimensión espiritual –simbolizada por la celebración del triunfo del sol sobre el invierno, el nacimiento de Cristo o la generosidad de San Nicolás– y así nutrir el alma para encarar los rigores del nuevo año. Ahora es una contradictoria mezcla de religiosidad, capitalismo salvaje, expectativas incumplidas, regalos sin alma, tensiones familiares, remordimientos y mucho estrés. No es gratuito que los casos de depresión y suicidio se incrementen en un 40% en esta época.

    La celebración de la navidad remonta sus orígenes a la antigua Roma donde se celebraba la Saturnalia, una fiesta que conmemoraba el fin de la cosecha y la renovación de la luz en el punto más oscuro del año: el solsticio de invierno. Marca un quiebre donde la luz renueva su fuerza en el advenimiento del nuevo año. También se le llamaba el nacimiento del sol inconquistable.

    En el siglo IV la Saturnalia es integrada al Cristianismo como medio para convertir a los ciudadanos paganos. Bajo el reinado del emperador Constantino la iglesia declara el 25 de diciembre como el día en que se celebra el nacimiento del Salvador. En ambos casos se celebraba –primero, con el triunfo del sol sobre la oscuridad; después, con el advenimiento del Salvador de los hombres– el profundo misterio de la vida, la consciencia y el sentido que triunfan sobre la muerte y el sinsentido.

    En ambos casos se alteraban las leyes normales de la cotidianidad: se abolían los deberes, se congregaban las familias, se repartían gratuitamente obsequios y banquetes. Pero lo más importante es que los dos implicaban un encuentro con lo sagrado, un tiempo donde se volcaba la atención desde el mundo hacia lo divino, y el alma se abastecía por un momento de la celebración del misterio.


    Volver a celebrar el misterio

    La navidad es aún un patrimonio colectivo. Pero su fuerza no proviene ya de la celebración del misterio, sino de un aparato productivo que desde el “viernes negro” de la acción de gracias multiplica sus ventas y hace los dividendos más importantes del año.

    No nos digamos mentiras, todos vivimos en función de la navidad porque todo el aparato económico se configura a partir de esta. Industrias, centros comerciales, gobiernos, todos ajustan sus ritmos a ese momento del año, donde una obligación social nos junta para comprar regalos y salir de vacaciones. La navidad no empieza ya finalizando noviembre, sino incluso desde octubre. La publicidad se disfraza de villancicos; en las vallas vemos juntos a Santa Claus y el niño Jesús; se arman pesebres con nieve y renos en centros comerciales ecuatoriales.

    Se utilizan las imágenes, los mandatos culturales, llamados pseudoreligiosos y una característica melancolía familiar producida, para multiplicar el consumo en todas sus manifestaciones. Todos caemos hipnotizados en este refugio artificial de la navidad. Todos nos vemos obligados, por el efecto de este movimiento, a ser felices, a volvernos más familiares y a celebrar algo que generalmente desconocemos. Algo nos dice que es tiempo de dar. Pero es un dar marcado por el alma del consumismo. La compra de los regalos tiene el agridulce de los deseos insatisfechos, del trabajo empleado en satisfacciones efímeras y de la comparación constante.

    Es parte del ritual padecer los trancones extenuantes en los centros comerciales, hacer las filas en las cajas registradoras que suenan rítmicamente. Las caras de las personas se ven cansadas, ansiosas, fuera de todo centro. El observador atento se dará cuenta rápidamente de que todo el escenario navideño produce todo, menos la paz que promueve. Todos sabemos que llegaremos a ese día como quien va con una tarea a medio realizar, sufriendo por los regalos que no alcanzamos a comprar, por falta de liquidez o de tiempo, sintiéndonos culpables por los ausentes de nuestras posmodernas familias fracturadas y recompuestas.

    Los niños lloran porque no se abren los regalos, porque no reciben del niño Dios o papá Noel el modelo que pidieron, y una vez los abren se puede ver rápidamente la cara del que se siente damnificado al haber recibido un regalo menos valorado que el de los otros. Es el espacio perfecto para que un padre pueda sentir la magnitud de su frustración vital: otros padres dieron regalos mejores.

    El 25 de diciembre no se siente generalmente en el cuerpo como un día donde amanecemos renovados, sino que cargamos una profunda resaca emocional. El día para el que llevamos un año trabajando pasó fugaz como todos los días. Unos deseos quedaron sin cumplir y los regalos desempacados ya no tienen el brillo que tenían cuando eran sueños. Algo falta, aunque las cosas salieron muy bien y el pavo quedó maravilloso. Faltó el verdadero homenajeado de la noche: la celebración del triunfo de la luz o el nacimiento de lo divino en el hombre. Lo olvidamos entre los trancones, el pavo y el papel celofán.

    Y como es de esperar, la celebración sin el homenajeado se convierte en una fiesta sin alma. En fin, en lugar de abrirnos la puerta a la participación en el misterio de la vida y de la muerte, las navidades que vivimos dejan el sabor amargo de los rituales vacíos y de las cosas que se repiten hasta el hartazgo.



    NAVIDAD EN NUESTRO INTERIOR

    Navidad significa nacimiento, y el símbolo de la Navidad es una estrella,
    una luz en la obscuridad que sirvió de guía para encontrar al salvador.
    No veamos más esta estrella fuera de nosotros, sino brillando en nuestro cielo interno
    y aceptémosla como símbolo de que ha llegado el tiempo del Cristo;
    el tiempo de reconocer nuestra verdadera identidad.
    Dentro de cada uno de nosotros existe un Salvador que conoce nuestra totalidad,
    nuestra esencia. Es una sabiduría innata que, si la utilizamos como una guía,
    nos conducirá siempre a experiencias de paz, armonía y amor.
    Es algo muy especial que está en todos y es para todos.
    Si no sacamos el mayor provecho de ella es sólo porque
    no la podemos entender y mucho menos aceptar.
    Esta esencia en nosotros es la que conoce nuestra totalidad o nuestra santidad.
    Pero como un amigo fiel, no llegará a donde no se ha le ha invitado.
    Por lo tanto, vamos a comenzar nuestras fiestas navideñas abriéndole
    la puerta a este invitado tan especial. No temamos
    abrirle la puerta y recibámosle sin expectativas.
    El sabrá orientarnos, sin equivocarse y nos traerá regalos que
    no podremos encontrar en ningún lugar del mundo.
    Tan pronto recibamos ese invitado tan especial,
    estaremos listos para preparar la gran fiesta. Pero,
    ¿cómo va a ser esta fiesta de Navidad?
    Nuestro amigo no pide nada. No exige sacrificios de ningún tipo.
    Por lo tanto, en esta Navidad,
    cerremos las puertas a todo sacrificio estéril,
    a la culpa, al miedo a la escasez y demos paso
    a lo único que tiene sentido en nuestras vidas,
    a ese regalo del cual derivan su existencia todas las cosas: el amor.
    Para muchas personas, las estampas de la Navidad traen
    sentimientos de gozo y alegría. Para otras,
    esta época puede ser difícil, solitaria, aumentando los sentimientos de culpa
    y depresión. Continuamente leemos artículos sobre cómo disfrutar las fiestas,
    sin embargo muchos no podemos imaginar cómo salir de ese estado
    de inmensa soledad en que algunos nos sumergimos.
    A veces podemos sentirnos atrapados entre lo que queremos hacer
    y lo que debemos hacer.
    Nos sentimos culpables porque deseamos quedarnos en casa
    en vez de salir a visitar familiares por compromiso.
    También podemos sentirnos perdidos porque
    no tenemos la familia que quisiéramos tener.
    Muchos de nosotros, año tras año esperamos que la mágica Navidad
    nos regale una persona que pueda llenar el vacío del solitario corazón,
    causando honda desesperación cuando no sucede.
    Recuerda que no estás solo(a).
    Que hay muchas personas compartiendo tus mismos sentimientos.
    A continuación algunas ideas que pueden ser de gran ayuda
    Acepta tus sentimientos sin juzgarlos como buenos o malos.
    para sentirte mejor contigo mismo(a) durante la Navidad:
    Trabaja con ellos tratando de reafirmarte en el pensamiento más alto,
    el de Dios, en vez del dolor.
    Busca disfrutar del amor que está disponible,
    aunque no sea exactamente lo que quieras.
    Si hay alguien a quien puedas estenderle tu amor, hazlo,
    verás como lo recibirás multiplicado.
    No te conviertas en el mártir. Si la pasada Navidad no fue la mejor,
    según tu criterio, recuerda lo que aprendiste
    para no cometer los mismos errores. Aprende de ellos,
    levántate y sigue adelante.
    Recuerda que la alegría atrae la alegría y el dolor atrae dolor.
    Busca siempre atraer lo mejor.
    En esta Navidad, deja que tu Ser se sane
    por completo del dolor y el sufrimiento
    y celebra tu liberación de las falsas cadenas que te han mantenido
    alejado(a) del disfrute pleno de la felicidad.
    El Príncipe de Paz ha nacido para restablecer la condición de amor
    que no puede separarnos del Padre.
    Ha venido para enseñarnos que el mejor regalo que podemos hacer
    en esta Navidad es reconocer que todos somos hijos
    de un mismo Padre y que no puede haber separación entre sus hijos.
    No permitamos que el rencor opaque el gozo de la Navidad,
    porque el nacimiento de Jesús no tendría sentido
    si lo apartamos de este gozo.
    Unámosno a celebrar un nuevo despertar en nuestras conciencias.
    Tengamos fe, construyamos un mundo de esperanzas.
    Perdona, porque el perdón libera el alma
    y un alma libre puede elevar sus alas hacia horizontes no explorados.
    .
    .
    .

    Tres reflexiones para entender la riqueza de la Navidad
    Me permito compartir tres aspectos que, en lo personal, me han ayudado mucho a celebrar estas fechas desde un punto de vista más profundo y, a la vez, igualmente festivo.

    La Navidad es, sin lugar a dudas, una fecha sumamente especial para el mundo entero. Independiente de nuestras creencias y de la visión que tengamos en torno a ella, es un día que logra movilizarnos en distinta medida, reencantándonos con su significado y motivándonos a recrear, para quienes la celebramos, un ambiente lo más festivo y armónico posible en compañía de nuestros seres más queridos y cercanos.

    Si hay algo que nos caracteriza como seres humanos, sobre todo en estos días, es el hecho de andar a menudo con mucha prisa, sin contar con mucho tiempo para dedicarlo a la organización de una instancia de reunión como es la Navidad. Es por esto que es muy frecuente dejarnos llevar por la vorágine externa que acompaña la celebración de este día, realizando a menudo grandes gastos personales traducidos, entre otras, en la compra de una gran cantidad de presentes a diversos tipos de personas de modo de hacerlas sentir lo más contentas y conformes con esta celebración.

    En este sentido, hay muchos quienes critican la Navidad y, especialmente, el consumismo excesivo que la acompaña. Desde mi experiencia personal, siento que, en realidad, no tiene nada de malo inicialmente. Muchas veces sentimos la necesidad de liberar nuestra mente de las preocupaciones y volcarla hacia aquellas cosas que nos hagan sentir más felices, aunque sea por unos momentos. En este aspecto, elementos tales como el árbol de navidad, las luces, la cena y la entrega de presentes constituyen toda una tradición y una instancia de agradecimiento y la retribución hacia los demás. El punto es cuando esto se vuelve el centro de estas fechas y se convierte más en una obligación que en un disfrutar tranquilo y relajado, haciendo que se vaya desvirtuando su significado y repercutiendo entre otras en nuestro nivel de calma y, porqué no decirlo, también en nuestro bolsillo personal.

    Existen distintas formas de celebrar la Navidad. Y si bien es cierto, tendemos con bastante frecuencia a buscar aquello que nos sea más fácil y práctico de realizar, esta fecha constituye una poderosa invitación para celebrar con un sentido especial y trascendente para nosotros mismos y nuestro entorno. Es por ello que me permito compartir tres aspectos que, en lo personal, me han ayudado mucho a celebrar estas fechas desde un punto de vista más profundo y, a la vez, igualmente festivo:

    Gratitud: La gratitud es esencial; es darnos cuenta de todo lo bueno que somos y tenemos en este momento, sin necesidad de nuevos elementos externos. Si hubiese un regalo que pudiese realizar a cada uno es la invitación a practicar el poder de las gracias tan solo unos minutos. Es impresionante el efecto que genera instantáneamente en nuestro interior, cambiando nuestro nivel de energía interna y volviéndonos más contentos, agradecidos y, por supuesto, más festivos.

    Generosidad: La generosidad es una consecuencia natural de la gratitud. El desafío, en este caso, es sentir que realmente estamos compartiendo algo con un valor más profundo. Comprometernos a sentirnos mejor, a entregar lo mejor de nosotros desde nuestro estado de ánimo, acordarnos de quienes no lo están pasando bien y realizar pequeños gestos de reconciliación con quienes hemos estado distanciados son hechos que, ciertamente, hacen una gran diferencia.

    Responsabilidad: Tomar responsabilidad por nosotros mismos cobra especial sentido en estas fechas. Apreciar nuestra vida, celebrar por ello y cuidarnos a nosotros mismos, desde la organización de nuestros gastos personales a la realización de una celebración tranquila y sin riesgos ni excesos, son aspectos esenciales a considerar.

    La Navidad, más allá de la celebración y de los regalos, es una gran oportunidad para conectarnos con nosotros mismos y reflexionar de forma sencilla en torno al verdadero espíritu que encierra esta fecha. Si pudiésemos integrar estos tres aspectos y ponerlos en práctica, ésta sería, muy probablemente, una fecha mucho más especial y con un significado más amoroso y trascendente. Este es mi deseo y mi regalo para cada uno de ustedes. Feliz Navidad para todos.



    BIENVENIDA LA NAVIDAD

    ¡Bienvenida la Navidad! hay alegría sincera en los hombres justos, amorosos, humildes... los hombres que ven en Dios toda la verdad el amor la luz, los que celebran en el "templo interno” el nacimiento de la verdad, "templo" echo pesebre en esta época del año, sencillo rodeado con el calor de los animales que protegen día a día, pesebre alejado de las ostentosas apariencias "Made in Comercio", pesebre echo sin el bullicio y las luces que enceguecen nuestra conciencia.

    Cuestionamientos para la conciencia en esta Navidad: Por qué será que se inclinan en ceremonias carnavalescas, por qué será que los seres terminan adorando toda esa maquinaria comercial en la Navidad, por qué será que terminan devorando una parte del pesebre (La Res), por qué será que nuestros hijos pueden terminar embebiendo todo ese néctar falso sobre Dios, por qué será que en esta Navidad no nacerá Dios para muchos. “Medite esto con amor”.

    Después de pensar… no lo sé, tal vez se busca al que monto todo este circo o ¿será que al unirnos a toda esta farsa le terminamos dando vida a ese monstruo comercial? y más grave aún... ¿será que terminamos creyendo en todo esto?, que tristeza ver las dimensiones que ha tomado, que tristeza el poder que tiene sobre nuestras conciencias, que tristeza la exquisitez con que nos embriaga. QUE TRISTEZA

    Pero sin embargo la alegría en los que Dios ha nacido… es permanente, contagiosa y a la vez se sabe que los hombres terminaran renunciando a todos los festines carnavalescos haciendo cada Navidad un verdadero nacimiento de Dios en su interior.

    QUE EN ESTA NAVIDAD PUEDA NACER DIOS EN TU INTERIOR

  5. #65
    ForoParalelo: Miembro Avatar de Brecolino
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  6. #66
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    illooo reparte si te ha sobrao alguna

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