LA PIEDRA DONDE TERMINA EUROPA
UN PEDRUSCO EN MITAD DE LA NADA
El 21 de septiembre de 1955, un helicóptero de la Marina Británica aterrizó en un minúsculo islote en mitad del Océano Atlántico Norte y depositó allí a tres militares y un científico, que procedieron a izar una bandera y a fijar con cemento una placa según la cual tomaban posesión del lugar en nombre de Su Majestad La Reina Isabel II. Así es como Rockall pasó a ser parte del Reino Unido...
El tamaño de la isla donde habían aterrizado superaba por poco el de una pista de baloncesto. 31 metros de largo por 25 de ancho, y era notablemente escarpado; en su punto más alto alcanzaba los 21 metros.
La tierra habitada más cercana estaba en las costas de las Hébridas Exteriores, a más de 350 kilómetros de distancia. En definitiva, el lugar era un peñasco en mitad de la nada oceánica.
¿Para qué demonios quería el Reino Unido una roca enorme completamente aislada? Esta es la historia de Rockall, la piedra donde termina Europa.
Pese a que hay referencias escritas al peñasco al menos desde el siglo XVI, el primer desembarco conocido en Rockall no se produjo hasta principios del siglo XIX, y los encargados de llevarlo a cabo fueron los tripulantes del HMS Endymion
No fue una expedición cuidadosamente planeada. Según las memorias de Basil Hall, uno de los tipos que desembarcó en el islote, "A falta de algo mejor que hacer, decidimos realizar una expedición para explorar este pequeño islote. Dos botes fueron adecuadamente equipados para la ocasión: los artistas prepararon sus cuadernos de bocetos y los geólogos sus martillos para un gran día de trabajo científico de campo"
Tampoco es que la expedición fuera un exitazo científico, ciertamente. La isla es un yermo donde podría crecer algo si no estuviera cubierta de cagadas de gaviota y que durante el invierno se ve azotado por olas de veinte metros de alto que arrasan su superficie.
No mucho después de la visita del Endymion, la posición exacta de Rockall fue incluida en las cartas náuticas de la época, lo que no impidió que, en 1904, un vapor danés llamado SS Norge embarrancara en las cercanías de Rockall (concretamente, en otro pedrusco mucho menos visible llamado Hasselwood Rock, tan absolutamente inane que nadie, nunca, ha puesto el pie allí )
El barco, que se dirigía a Nueva York cargado de emigrantes daneses y noruegos, se hundió, llevándose consigo nada menos que 635 vidas, el mayor desastre marítimo civil en el Océano Atlántico hasta que el Titanic tomó el relevo ocho años después. Los ciento y pico supervivientes se pasaron ocho días en botes salvavidas hasta que vinieron a rescatarles desde Stornoway.
Los restos del naufragio del Norge fueron localizados casi cien años después de su hundimiento, en 2003.
En sí, Rockall es básicamente la única parte visible de un volcán extinto y sumergido en las frías aguas del Atlántico Norte. Más allá de su interés para la navegación, consistente en que los barcos se mantengan lo más alejados posible del peñoncito, el lugar carece por completo de cualquier tipo de aliciente económico o medioambiental.
Sin embargo, Gran Bretaña se lo anexionó en los años cincuenta. Para entender el actual interés británico en el islote, debemos hablar de cómo está repartido el mar.
La legislación internacional establece que cada país con litoral posee el derecho no sólo de su territorio, sino de las doce millas náuticas inmediatamente contiguas a la costa.
Además de este Mar Territorial existe la Zona Económica Exclusiva o ZEE, que se extiende 200 millas desde la línea de costa, y donde sólo el país que la posee o aquellos a los que autorice pueden realizar actividades de explotación de los recursos marinos, sean éstos vivos o no.
Además de las divisiones marítimas reseñadas, el derecho marítimo internacional reconoce una figura legal llamada Plataforma Continental, que viene a ser la “prolongación natural” de las tierras emergidas en el mar. Por tanto, Reino Unido reclama que se considere que forma parte de la plataforma continental británica, y que, por tanto, cualquier combustible fósil que haya en los alrededores (que es de lo que se trata todo siempre) sea de explotación exclusiva británica.
Vamos, que si hay petróleo... sea británico, gracias a este peñasco
En total, y que se sepa, apenas veintena y pico de personas han puesto el pie en el peñasco, la mayoría militares. Hasta la fecha dos expediciones han permanecido un mes o más.
La primera, la protagonizada por un tal Tom McClean, un antiguo miembro de las Fuerzas Especiales británicas que, para reafirmar la soberanía británica sobre el peñoncito, pasó 39 días en el lugar, entre el 26 de mayo y el 4 de julio de 1985.
En 1997 Greenpeace ocupó el islote y lo declaró como independiente, con el nombre de Waveland (literalmente, tierra de olas), como forma de protestar contra las exploraciones petrolíferas británicas en la zona. El gobierno británico, flemático, no les hizo ni puñetero caso, limitándose a conceder un permiso administrativo para su permanencia en el lugar.
