la vida se conquista con una sonrisa o no se conquista

¿ cuántos moros sonrientes véis?. Ni siquiera los españoles. España es un país de moros 1.0 que ahora está recibiendo la dosis 2.0. O puede que quizá incluso 3.0 o más. El problema es que así como los chinos levantaron la gran muralla para defenderse de sus primos bárbaros mongoles, los españoles no llegamos a implementar el Santiago y Cierra España en modo efectivo.

El moro no sonríe porque tiene niveles bajos de inhibidores de la monoaminooxidasa y está diseñado para la violencia, el desprecio a la edad, el culto exagerado a la juventud, el delirio de la destrucción como manera - sí o sí- de salirse con la suya, la sexualidad como patrón de definición de la existencia y el estatus como patrón de consideración del prójimo. Para el moro, o el árabe en general, la ciencia ha de ser cartesiana en su consideración más gris y carente de creatividad posible. La imaginación sólo se considera para los placeres en un cielo absurdo lleno de vacas con ríos de leche ( alimento nómada que denota el estatus que el tratante de camellos tiene respecto del vulgar de a pié). El único papel para el moro llegado a cierta edad ( y uso moro como sinónimo de árabe de manera deliberada para peyorar, igual que lo hacen ellos) es convertirse en asesino de infieles para ser apreciado por los suyos.

El europeo sonrió al darse cuenta de que la prosperidad permitía una edad paradisíaca del intelecto en el que, al menos, se podía uno liberar con la ensoñación de ideas. Ese es el punto de superioridad de los norteamericanos. Que se permiten esbozar ideas y llevarlas a cabo. Que no matan la práctica con la teoría ni la teoría con la práctica. Reflejo de la influencia árabe, el español es educado con la idea del pesado límite de la existencia acogotada en nombre de una funcionalidad exagerada. Lo ágil-externo lo calificamos de inconsistente. Ahora con el árabe viene una nueva pesada losa de " consistencia" que tan sólo oculta LA MALDAD DE ÉSTAS GENTES QUE NO SABEN SONREIR DE MANERA NOBLE. Y que sueñan con metodologías fisicalizadas al extremo para " no soltar nunca la sartén mientras se cocina". El árabe es apego. El apego es violencia. La violencia es torpeza e imposibilidad de disfrute. Lo que lleva a un nuevo ciclo de búsqueda del placer como solución. Y un nuevo ciclo de tozudez en el planteamiento del modo y la manera.