Hesíodo en su Teogonía dice: “En el comienzo fue el Caos...” Caos es una palabra griega que no significa “desorden” sino “apertura”, “separación”, podríamos decir “agujero” a secas. Expresa la idea de que algo entero se abre, se divide en dos partes. Está definiendo el “Big Bang”, es decir, todo lo que comienza se distingue de su estado indiferenciado anterior por una “oquedad”, que genera un ser nuevo, o mejor dicho, dos seres nuevos.
Cuando Hesíodo dice que “En el comienzo fue el Caos...”, está mostrándo que antes de la primera manifestación el Todo y la Nada eran lo mismo. Al abrirse ese “agujero” algo quedó de un lado y algo quedó al otro lado, el Cielo y la Tierra se formaron como las dos mitades de una naranja como muestra el dibujo. Esto enseña que la Creación implica el surgimiento de los tres primeros números al unísono, porque algo se dividió en dos partes: el Todo originario se convirtió en el Cielo y la Tierra, podéis relacionarlo con la Stima. Trinidad si queréis. Es algo equivalente a cuando el Antiguo Testamento nos dice que Jehová creó a Adán y Eva. En síntesis, inicialmente se forma un triángulo.
El número 1 no existe hasta que nacen el 2 y el 3, el Cielo y la Tierra, porque antes de la oquedad inicial sólo existe la indiferenciación, el cero. Esto significa que el primer número de la Naturaleza es el 1-2-3.
El espacio nace en el punto, al igual que el tiempo. El punto puede igualarse con la circunferencia si se lo expande en el plano, pero toda circunferencia posee un centro inmóvil. En verdad, el movimiento surge con el segundo punto, porque se establece una recta, con sus direcciones. No obstante, el plano surge con el tercer punto, se forma un triángulo, la primera figura geométrica. Y con el número cuatro surge el volumen. Aparece el primer cuerpo en el espacio, aparece la pirámide de base triangular o tetraedro:
Con la consiguiente correlación:
1 2 3 4
Spiritus Animus Anima Corpus
Esencial Astral Etérico Físico
Noûs Sternos Psiqué Soma
Los nombres correlativos, en Latín y en Griego, expresan sucesivamente el ego espiritual originario, la memoria individual o herencia genética, la mente o alma humana y el cuerpo físico resultante, que habita en un espacio tridimensional sometido al tiempo. Podríamos decir que, mediante estos pasos, el espíritu ingresa en el mundo témporo-espacial y encarna en un cuerpo humano, al que otorga la vida.