Mis locas del coño

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  1. #31
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    aqui sus bragas cuando se perdio

  2. #32
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    Vamos que eres mariposón

  3. #33
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    La conocí en el Lovoo. Cuarentona, divorciada, dos niños. Rubia, buenas caderas y, sobre todo, dos buenas tetas. Hablamos por el chat, pasamos al Whatsapp y quedamos en tomar algo y ver qué pasaba. Me ofrecí a pasar a buscarla, pero no quiso darme su dirección por precaución, cosa que entendí, estando el patio como está, así que la recogí en un punto intermedio.

    Nos tomamos un café y hablamos de divorcios, de lo mal que está el patio en uno y otro lado. Y empezó con los traumas del "abandono" de su marido. Y es que, según ella, después de llorar media hora, lo tenía ya superado. Ya, sí.

    Terminamos yendo al Retiro, a dar un paseo, y ya nos enrollamos. Le propuse ir a cenar algo y nos fuimos. Cogimos el coche y nos fuimos a uno de mis restaurantes favoritos, aparcando el parking de la Plaza de la Luna. Cenamos y bien, exceptuando la otra media hora de lágrimas por el abandono de su marido, que ya tenía superado. Ya, sí.

    Desde el principio me había dejado claro que ella no buscaba un polvo, que buscaba algo serio. Y que era muy clásica y le gustaba ir lento, que no se acostaba con alguien hasta que no lo conocía bien. De esto me acordaba con una sonrisa cuando terminamos de cenar y propuse irnos a mi casa a tomar una copa, nos enrollamos en el coche y me dijo "Fóllame ahora mismo". Y ahí estaba yo, en el asiento del acompañante de mi coche, con esas tetas botando delante mío, y una tía gritando como una perra en celo mientras se corría viva. Yo estaba más concentrado en que no viniera nadie que en otra cosa, la verdad.

    Terminamos el polvo y quise irme a casa, a seguir follando en un sitio más cómodo. Pero no, ella tenía otros planes, quería ir al Parquesur. Le pregunté que si conocía algún garito o algo, pero ella me dijo "Más o menos... Tú llévame", sonriendo pícara mientras terminaba de colocarse el vestido.

    Llegué al Parquesur y me dispuse a aparcar. "No, aquí no, da la vuelta al parking de allí", me indicó. Pensé, iluso, que era un aparcamiento que quedaba más cerca de donde íbamos. Aparqué donde me indicó y cuando apagué el coche y me disponía a bajar, me sujetó del brazo. "Fóllame ora vez...", me suplicó con cara de zorra. "¿Otra vez?, ¿Aquí?. ¿No prefieres que nos vayamos a mi casa o la tuya?". Nada, una pregunta inútil, porque ya se estaba quitando las bragas otra vez.

    Repetimos polvo, yo con un ojo en sus tetas y el otro en el parking, porque ya me veía en Youtube al día siguiente. Se corrió dos veces más y cuando yo estaba a punto, contemplé horrorizado que una pareja con dos niños venía directos hacia nosotros. La avisé y me pasé a mi asiento precipitadamente, con los pantalones y los calzoncillos a medio subir, en una patética operación que dejó mi culo al descubierto para toda la familia. Escuché comentarios indignados y, abochornado, arranqué y salí pitando. Ella se moría de la risa.

    La dejé en casa, porque ya era tarde y me prometió que me compensaría por haberme quedado a medias.

    Al llegar, le puse el solicitado mensaje de "Ya he llegado" y comenzamos a hablar por Whatsapp. Le pregunté "Oye... Una cosa... ¿Qué pasa, que te pone follar en sitios públicos?". Me contestó que no, que para nada, que había sido una locura, pero que a ella eso no le ponía especialmente. Que el próximo día lo hacíamos en casa.

    Y volvimos a quedar. Esta vez la recogí en el tren. Y follamos en el aparcamiento de la estación. Y luego en una calle solitaria. Y seguimos saliendo. Y cada vez follábamos en sitios más públicos. Y ya hablé con ella "Mira, follar en un sitio que te puedan pillar está bien... Una vez. Pero eso, una vez, como gracia. Si no te importa, se acabó el follar en esos sitios". Me dijo que le parecía bien, que a ella eso no le parecía especialmente excitante ni nada. Que no le ponía más por hacerlo ahí, ni porque la vieran, ni porque nos pudieran pillar... Muy bien, todo aclarado.

    Ese día nos fuimos a casa. Cenamos y nos pusimos cachondos con el vino. Nos fuimos a mi habitación a follar. Le quité la ropa y amasé esas tetazas, la tumbé y bajé al pilón. Me puse condón y empecé a empotrarla. Ella gemía, pero no de manera intensa, como otras veces. "Espera... Ven...", me dijo, apartándome de encima y levantándose. Se fue a la ventana del balcón y la abrió de par en par, asomándose con medio cuerpo fuera. Me miró por encima del hombro y me dijo "Fóllame así". Fuera se escuchaban risas. Mis vecinos estaban de barbacoa. Me imaginé la escena, el momento en que alguno mirara arriba y viera sus tetazas colgando mientras la embestía por detrás. Y no, no pude, había niños allí. "¿Quieres venir a la cama de una puta vez, por favor?", le dije, ya hasta los cojones de exhibicionismo y sexo público. "Un polvo sin estar pendiente de si alguien viene, de si alguien mira, de no abrir los telediarios al día siguiente.... ¿Te importa?"

    Pues sí, le importaba. Pucheritos, carita de llorar. Todos iguales, como su ex marido. No nos preocupamos más que de nuestro placer. No nos preocupamos de que ellas también tienen derecho a gozar, no nos interesa lo que les gusta, nada más que pensamos en nuestro placer, somos egoístas. Su ex y todos, que somos todos iguales. "Llévame a casa que me quiero ir", me dijo, después de soltar otras cuatrocientas frases en contra de los hombres. Saqué el coche del garaje y me detuve en el cruce. "¿Sabes?... Estoy pensando...", le dije. "Estoy pensando que como soy un hombre, un cabrón, igual que todos... Que soy tan egoísta, que mejor no te llevo a casa, que te vayas en taxi y así te puedes hacer un dedo para que el taxista te pille, que es lo que te pone".

  4. #34
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    Me espero a la película

  5. #35
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    No llegará. Brad Pitt está muy ocupado.

  6. #36
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  7. #37
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    Nos habíamos conocidos por alguna de las "apps" de contactos que usaba en aquella época. Ni recuerdo cuál era, porque tenía varias e iba rotando por ellas. Desde el principio, la relación había sido muy sexual, que era lo que buscábamos, por cierto. Nos limitábamos a quedar un día de diario, cenar, tomar algo, y pasarnos la noche follando. El hecho de que ella tuviera niños, uno de ellos enfermo, hacía inviable el tener mucho más.

    Así estuvimos varios meses en los que el contacto era ese, de un día a la semana. Pero entonces llegó el verano y el padre se llevaba a los niños 15 días. Yo tenía días generados por las horas extra y en mi empresa me pidieron que los gastase en agosto, porque estaba acumulando demasiados. Así que le propuse irnos unos días a algún sitio de playa, aprovechando el festivo del 15 de agosto. A ella le gustó el plan y me dijo que siempre había querido volver a Cádiz, porque le gustaban mucho las playas.

    Así que reservé un apartamento frente a una playa entre Tarifa y Bolonia y nos fuimos en mi coche. El viaje de ida ya me tenía que haber puesto sobre alerta ya que hablando un poco de todo, en un momento dado me dijo:

    - No te he contado, pero yo no tengo dos hijos, en realidad tengo cuatro.
    - ¿Qué dices? ¿Tienes otros dos hijos? -le pregunté yo algo incrédulo, porque apenas tenía 30 años.
    - Sí -siguió ella -pero no están en España. Verás, yo tuve una pareja, un dominicano, que quería tener niños. Yo desde el principio le dije que no quería niños, que si los tenía era por él y que quedaba claro que esos niños iban a ser suyos y que yo iba a ser un mero coño paridor. Y me quedé embarazada y resultaron ser gemelos.
    - Espera, espera -dije yo, casi saliéndome en una curva, -entonces, ¿tuviste los niños con él, pero hiciste como de vientre de alquiler? -pregunté.
    - Sí, más o menos -me aclaró. -El caso es que cuando a él lo metieron en la cárcel por matar al novio de su ex, pues claro, yo ya había dicho que esos niños no los quería -soltó, como la que habla del tiempo en el ascensor.

    Yo seguí flipando a medida que me daba explicaciones. Los niños estaban en República Dominicana, con sus abuelos paternos, porque al estar él en la cárcel, no iba a hacerse cargo de ellos. Bien claro lo había dejado desde el principio, así que no había hecho nada malo. Y a todo esto, los había tenido con un negro que se había cargado al novio de su ex por celos.

    Ya desde ese momento decidí que pasadas las vacaciones, esto se acababa. Para follar, pues bueno. Pero tengo claro que una tía con esos valores morales, que es capaz de "largar" unos niños así, o no está muy bien de la cabeza, o esos valores no coinciden para nada con los míos.

    El caso es que llegamos a la playa y nos instalamos. El apartamento me había costado un riñón, pero estaba a 50 metros de una playa magnífica a la que se accedía cruzando por una pasarela. Además tenía varios restaurantes pijos, a los que se podía ir andando. A la mañana siguiente cruzamos a la playa y nos pasamos un día de sol, copazos en el chiringo chill-out desde la mañana y hasta que llegó la hora de comer. Nos fuimos a un restaurante a escasos 100 metros del hotel, con las mesas en la arena. Era un sitio con platos algo más elaborados de lo normal, pero reconozco que yo soy un poco pijo para eso. Nos trajeron la carta y yo me iba a decidir por un atún a la plancha que había visto, así que le pregunté a ella si ya sabía lo que quería. Me dijo que sí y le hice una seña al camarero.

    - Yo voy a tomar el atún a la plancha, por favor. Y una ensalada, pero tráigalo todo a la vez -le pedí.
    - Yo quiero tortilla de patatas -soltó ella. Yo ni la había visto en la carta, y me extrañaba que tuvieran tortilla de patatas en un sitio así.
    - Lo siento, señorita -contestó educadamente el camarero, -pero no tenemos tortilla de patatas.
    - ¿No hay? -dijo ella, elevando el tono más de lo normal -pues entonces no quiero nada de comer.

    Le dije que mirara la carta, que había un montón de cosas, pescados, carnes, verduras... Que seguro que algo le apetecía de todo eso.

    - Perdona, pero ya soy mayorcita para saber qué quiero -me contestó casi gritando. El camarero se retiró y le pregunté si prefería que nos fuéramos a otro sitio, pero ella estaba enfadada y apenas contestaba. Se tomó dos sangrías y yo comí. Al terminar me ofrecí a ir otro sitio, por no dejarla sin comer, y me repitió lo de que ya era mayorcita para saber si quería comer o no, así que no insistí.

    Por la noche, nos arreglamos y nos fuimos a cenar. Eso sí, ella me advirtió antes de salir.

    - Yo, como no haya tortilla, no quiero nada.

    Así que comenzamos a deambular por todos los restaurantes y bares de la playa, buscando tortilla, y no había en ningún sitio. Volvimos al apartamento, cogimos el coche y nos fuimos al pueblo de Tarifa. Evidentemente, en pleno agosto, aquello estaba a rebosar. Probé en varias tascas, pero ninguna tenía tortilla de patatas, así que nuevamente se repitió la escena de la comida, quedándose, por segunda vez, en ayunas.

    A la mañana siguiente me desperté temprano. Tengo cogida la hora del trabajo y me es imposible quedarme en la cama más allá de las nueve. Así que le dije a ella, que estaba todavía dormida "Voy a correr un rato, duerme tranquila y desayunamos cuando vuelva". Salí del apartamento con los cascos y me puse a correr paralelo a la playa, disfrutando de la luz del amanecer de Cádiz. A pesar de ser agosto, la temperatura era perfecta. El mar, el sol, el parque natural que me rodeaba... Como ella me había dicho que antes de las 11 no se despertaba, tenía tiempo de sobra para correr y me hice 21 kilómetros casi sin enterarme. Llegué a la habitación en un último sprint final, disfrutando como un loco de aquella carrera.

    Subí las escaleras de entrada sin aire pero satisfecho. Entré y ella estaba justo saliendo de la ducha. Saludé y me doblé apoyado en mis piernas, recuperando el aliento. Respiraba hondo, porque el último kilómetro lo había hecho a tope y había subido directamente, sin enfriar.

    - Qué bien que hayas llegado justo cuando salgo de la ducha -me dijo ella animada. -¿Por dónde has estado? -me preguntó.

    Yo había cogido la botella de agua mineral de la nevera e iba a beber, casi sin resuello, así que le hice un gesto de "Dame un minuto, que me recupero", mientras le daba un trago largo al agua fría.

    - ¿QUÉ PASA? ¿QUE SOLO SE HABLA CUANDO QUIERE EL PUTO SEÑORITO? -Me gritó de repente. Me quedé un poco alucinado, sin saber muy bien qué decir, así que todavía jadeante le dije "No, no, espera, dame un minuto, que estoy sin aliento". Pero no, ya era tarde. Ya estaba enfadada. Se pasó el desayuno sin hablarme y solo después de terminar me hablo, para decirme "Yo hoy quiero ir a la playa de Bolonia".

    Eran casi las 12 de la mañana. Era 15 de agosto, y encima domingo. Yo miraba la carretera y veía los coches que circulaban. "Oye... Es un poco tarde y es 15 y domingo. Va a estar petada de gente. Si quieres, hoy nos quedamos aquí, en esta playa, y mañana madrugamos un poquito y nos vamos a Bolonia más tranquilos". Obviamente, no cedió ni un pelo. No, quería Bolonia y lo quería hoy. O Bolonia, o no salía del apartamento.

    Cedí. No tenía que haberlo hecho, pero cedí. Cogimos el coche y nos metimos en la caravana. Bolonia estaba a 5 kilómetros de nuestro apartamento, pero hasta tres horas después no conseguimos aparcar. Su humor, durante todo el tiempo, no hizo si no empeorar "¿Por qué hay tanta gente? ¡NO QUIERO QUE VAYA TANTA GENTE!". Yo trataba de calmarla, respirando hono, contando hasta diez, veinte o treinta. Hasta que, por fin, tres horas y media después, conseguí aparcar.

    La playa estaba atestada, pero ya era la hora de comer. Ella propuso comer antes y luego intentar poner la tolla en algún sitio. Me pareció buena idea, aunque por dentro pensaba "Ay, madre... Ahora viene el numerito de la tortilla". Elegimos un chiringo al azar, el primero que vimos. Me acerqué a pedir una mesa para dos mientras ella esperaba fuera y, con cara de desesperado, le pregunté al metre "¿No tendrán, de casualidad, tortilla de patatas?". El metre me dijo que sí, que la tenían. Me faltó dar un salto de alegría. Le supliqué que la guardase, que es que mi chica tenía antojo y llevábamos varios días buscando. Naturalmente, me miró raro, pero dijo que sí, que me guardaba la tortilla.

    Por fin llegó nuestro turno y nos sentaron. Nos tocó muy buena mesa, en la terraza, con vistas al mar. Yo estaba pletórico. Buena mesa, había tortilla... Esperaba que esto le cambiase el humor un poco y fuera la chica que yo conocía de antes. Nos trajeron la carta y yo dije "No, no hace falta... Ya sabemos lo que queremos... ¡Tortilla de patatas!". Lo dije alegre, triunfal, feliz, mirándola como diciendo "¡Toma sorpresa!".

    - No, ya no quiero tortilla, se me han quitado las ganas. ¿Qué me recomienda? -dijo ella. La verdad que me quedé mudo. No me jodas... ¿Con la guerra que había dado con la tortilla!. La madre uqe la parió. No dije nada ni insistí, porque ya me sabía la respuesta. Así que dejé que el camarero dijera las recomendaciones.

    - ¿Gambones?. Nunca he comido gambones, quiero gambones -eligió ella de todos los platos posibles. Yo ni recuerdo qué pedí.

    Nos trajeron la comida y ella miró su plato con escepticismo.

    - Vaya, son como gambas gigantes-dijo.
    - Sí, de ahí lo de gambones. Tienen muy buena pinta... ¡Que aproveche! -dije yo mirándola de reojo, porque ya me la veía venir.

    Peló uno y lo probó.

    - ¡Sabe como una gamba! -gritó tirando el resto del gambón al plato-
    - ¡Claro!, son muy parecidos, pero tienen muy buena pinta. ¿Puedo probarlos? - le pregunté yo, intentando calmar el tsunami que se notaba aproximarse.

    Los gambones estaban increíbles. Se notaban frescos y el punto del ajillo era perfecto. Se lo dije y me contestó con un simple "Pues a mí no me gustan", mientras llamaba al camarero. Yo no acertaba ni a hablar.

    - Dígame -dijo el camarero cuando se acercó a nuestra mesa.
    - Los gambones, devuélvelos, que no me gustan -le contestó ella, con un tono impertinente.
    - ¿Qué les ocurre? -preguntó el camarero ya alarmado, temiéndose que estuvieran malos o algo.
    - ¡Que no me gustan!¡Saben a gamba! -exclamó ella, levantando la voz y haciendo que los comensales de otras mesas nos miraran.
    - No están malos, la verdad es que están buenísimos... Pero es que no le gustan -dije yo, intentando calmar la cosa. -Déjelos, que me los como yo y ella que pida otra cosa.
    - ¡NO! -cortó ella tajante. -No me gustan y se los tiene que llevar, quiero devolverlos porque no pienso pagarlos -soltó ella. Bueno, pues ya está, ya había empezado.

    El camarero llamó al metre, yo insistía en que no pasaba nada, que yo los pagaba, ella a gritos que no pensaba pagarlos y que me callase, el metre, enfadado por los gritos de ella, que lo sentía, pero que si estuvieran malos, los retiraba, pero que siendo "por capricho", los tendría que cobrar. Ese "por capricho" disparó aún más a la loca del coño. Gritando, fuera de sí, amenazó con llamar a la policía, porque no pensaba pagar una cosa que no le gustaba porque sabía a gambas. Yo intentaba calmarla diciendo que lo pagaba yo y nos marchábamos, al metre le pedía mil disculpas, al camarero también.

    Y, finalmente, como gran traca final y tras 15 minutos de gritos en los que yo no sabía dónde meterme, pues vinieron los municipales. Calmaron la cosa, escucharon a todos y yo nuevamente pedí disculpas a todos, dije que pagábamos, ella seguía gritando que era un robo porque "no hay que pagar si no te ha gustado". En fin, en un momento dado, me separé con un policía y le dije con cara de desesperación:

    - Mire, yo apenas la conozco, es nuestro primer viaje. Está como un puto cencerro... Dígale al metre que yo pago disimuladamente, que le decimos que sí, que no los cobran y me la llevo de aquí -le dije al policía, casi suplicando.
    - Vamos a hacerlo así. Y otra cosa, me llamo Fulanito de tal, soy local de aquí. Si tuvieras el más mínimo problema con ella, me llamas.

    Y así lo hicimos. Yo pagué en un descuido, pedí mil disculpas al metre, que me miró muy serio y me dijo "Buena suerte, y con ella no vuelvas". El camarero me dijo que no me preocupase y que "no sé que haces con una mujer así". Nos marchamos del restaurante, ella con la cabeza bien alta, yo abochornado de que todo el mundo nos mirase. En el coche, de vuelta al apartamento, ella iba alegre, eufórica.

    - ¡Una mierda iba a pagar yo por algo que no me gusta! -me escupía al oído. -Y tú, pareces tontito. Qué coño vas a pagar. No hacías más que arrastrarte.

    Ni la miré. Entramos al apartamento y le dije "Haz tu maleta". Ella se volvió hacia mí con cara de asombro "¿Qué dices? ¿Nos vamos?". No soy una persona de broncas, rara vez levanto la voz. Precisamente, los que me conocen dicen que por eso mismo, cuando miro serio, me enfado y adopto otro tono, "acojono". "No, nos vamos, te vas tú. Y te vas en autobús a Madrid. Y voy a hacerte el favor de llevarte a la estación y no quiero oír ni una puta palabra en el camino, porque si oigo la más mínima queja, si oigo un suspiro o cualquier sonido de tu puta boca, te juro por Dios que aunque pase dos años en la cárcel, te echo del coche a ostias".

    Y así acabó el viaje para ella, porque yo me quedé disfrutando de unos días en la playa. Donde, por cierto, conocí a una guiri majísima (finesa) con la que tuve un lío de varios meses.
    Última edición por Zurullo; 12/02/2020 a las 11:14

  8. #38
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    La verdad es que, aún sabiendo que es inútil pedirlo aquí, me gustaría que alguien me animase a seguir con el hilo y reconociese que se entretiene leyéndolas. Es un curro escribirlas y algún comentario positivo entre los "me follo a tu madre" se agradecería.

  9. #39
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  10. #40
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    Espero que la tortillera al menos hiciera unas comidas de PM, porque con un infraser así, dan ganas de dejarla tirada sin pasta a 100km del apartamento y que se busque la vida.

  11. #41
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    Espero que la tortillera al menos hiciera unas comidas de PM, porque con un infraser así, dan ganas de dejarla tirada sin pasta a 100km del apartamento y que se busque la vida.
    Todas las locas folla mejor

  12. #42
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    espero haberte ayudado

  13. #43
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    Te animo a seguir con tu hilo

    Seguro que de tanta mierda sale algun flood decente

  14. #44
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    La verdad es que, aún sabiendo que es inútil pedirlo aquí, me gustaría que alguien me animase a seguir con el hilo y reconociese que se entretiene leyéndolas. Es un curro escribirlas y algún comentario positivo entre los "me follo a tu madre" se agradecería.
    Yo me he leído las tres historias.
    Te las pongo por orden según me han gustado:

    1.- La loca de los gambones
    2.- La loca extractora de energías
    3.- La loca folladora pública


    Sigue contando historias y hazme una mención.

    Saludos de tu fan número 1

  15. #45
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    Brutal la de la tortillera, me he despollado con esa

  16. #46
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    Tus historias de mierda son entretenidas, escribe mas.

  17. #47
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    La verdad es que, aún sabiendo que es inútil pedirlo aquí, me gustaría que alguien me animase a seguir con el hilo y reconociese que se entretiene leyéndolas. Es un curro escribirlas y algún comentario positivo entre los "me follo a tu madre" se agradecería.
    Estan entretenidas, me recuerda a un colega que se iba con cada loca para follar... le pasaba cada una que

  18. #48
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    Treinta y nueve años, morena, ojos grandes y oscuros. Cuerpazo de gimnasio, que fue precisamente donde la conocí.

    Yo había mirado su culazo muchas veces mientras ella hacía algún ejercicio y alguna cazada por su parte había habido. Y había sonreído, claro. Porque cuando una tía de estas se pone las mallas más ajustadas que hay, de color blanco, y se pone a hacer sentadillas en el centro de la sala de musculación, está claro que algo de exhibicionismo hay.

    Yo la había mirado, como he dicho, pero tampoco mucho. Francamente, este tipo de tías tremendísimas de cuerpo, que les gusta que les miren y que se nota que viven por y para su físico, no son lo mío. Además, yo venía de una serie de relaciones de días, que fracasaban en cuanto las conocía un poco mejor, y estaba en una de esas temporadas en las que prefieres estar solo.

    Y ahí estabo yo, a las siete de la mañana, haciendo sentadillas búlgaras para mis cuádriceps, cuando se me acercó y me dijo algo. No lo entendí, porque además de estar a mi bola siempre llevo puestos cascos con música, así que me los quité y le dije un tímido "¿Perdona?"

    - Que digo que qué gusto da ver a un tío haciendo piernas -me repitió ella.
    - ¡Ah! Bueno, sí, hoy tocaban -le dijé yo medio sorprendido medio intentando asimilar por qué lo decía.
    - Es que todos estos -dijo señalando con la mano al resto de tíos que había a esas horas- no hacen nunca piernas. Pecho y brazo, pecho y brazo, y así son, unos patacanarios -terminó, poniéndome en un aprieto, porque alguno de ellos lo escucharon y nos echaron una mirada furtiva.

    Se presentó y me presenté, me dijo que me veía muchos días, que hacía muy buena rutina y que me había copiado alguna. Y yo le daba conversación, aunque la verdad es que me molesta bastante que me interrumpan cuando estoy a lo mío. Hablamos de ejercicios, de series, de lo importante de la constancia, de proteínas...

    Nos despedimos con un "Hasta mañana", porque nos veíamos casi todos los días e iba a ser inevitable vernos. Yo entré al vestuario, me duché y cambié y salí para irme al trabajo. Y allí estaba ella, en la puerta, por supuesto sin cambiar, nada más que con un forro polar cubriendo el top, con el culazo marcando. No pude evitar sonreir al ver pasar a un tío que casi se come una farola por quedarse mirando.

    - Perdona... Mira, es que... Quería preguntarte... ¿Te apetece tomar algo algún día? -me preguntó.
    - ¡Claro! Ahora me tengo que ir a trabajar, pero si quieres dame tu teléfono y hablamos luego -contesté.

    Y hablamos por WhastApp, con el típico tonteo, aunque yo notaba que siempre, siempre, terminábamos hablando de ejercicios, tablas, calorías, estiramientos, series... "Bueno", pensé, "la tía está tremenda... Así que tíratela y puerta".

    Coincidimos al día siguiente en el gimnasio y ya acordamos cenar esa misma noche. Reservé en un vegano que conozco y la recogí en su casa. La conversación seguía centrada en el mundo del gimnasio, y yo miraba sus pechos (operados, eso sí), su culo y su carita para evitar bostezar.
    Nos sentamos en el restaurante y pedí mi plato favorito. Ella dudaba, así que le recomendé un par de platos y acabó pidiendo uno. Y, por fin, nos trajeron lo que habíamos pedido.

    Empecé a comer mientras seguíamos hablando, esta vez de atletismo y en esas que me fijé que ella se quedaba mirando el plato (unas albóndigas de lentejas). Ni lo había probado. Pero ni siquiera rozarlo con el tenedor.

    - ¿Le pasa algo, no te gusta?¿Tiene algo mal? -pregunté yo pensando que había visto un pelo o algo así, y ya preparado para llamar a la camarera y que se lo llevara. Ella me miró y se puso muy seria.
    - Te tengo que contar algo -me dijo. Por experiencia de Tinder, Meetic, Adopta un tío, EDarling, POF y demás, yo sabía que cuando una tía dice esto, significa que sale algún trauma, locura del coño o característica que impide que tenga pareja. Así que me acomodé en la silla, cogí mi copa de vino, le pegué un trago largo y casi suspiré más que hablar: Anda, cuéntame.

    - Verás... Habrás notado que tengo buen cuerpo -empezó a contar a la carrera, casi sin respirar -Evidentemente esto no es casual. No se debe solo al ejercicio. Es que yo... Bueno, es que yo no como, solo asimilo energías.

    Lo soltó así, todo seguido, con cara de "Te voy a contar el mayor secreto del universo".

    - Esto... Perdona... ¿Cómo? -acerté a preguntar intentando aguantar la risa y las ganas de salir corriendo.
    - Sí, verás -siguió explicando. - Es que yo creo que el cuerpo obtiene ENERGÍA de los alimentos - siguió diciendo, poniendo mucho énfasis en la palabra energía. -Y la energía es eso, energía, que se transmite de muchas formas. Y entonces lo que hago es concentrarme mucho, mucho, mirando el alimento, y asó consigo que su energía pase a mí, sin tener que comerlo.

    Bueno, pues ya estaba. Ahí, delante mío, en forma de revelación cósmica, acababa de aparecer lo locura de coño de la gimnasta y la obvia razón de por qué teniendo su edad y estando como un tren, estaba sin pareja. Aguanté una serie de explicaciones a cual más absurda y tonta, poniendo un falsísimo interés. Yo pensaba en su culo en mallas y me decía "Aguanta, que las locas suelen follar bastante bien".

    En fin, que pasaron un par de horas en las que ella hablaba y hablaba y yo me limitaba a decir "Entiendo", "Claro", "Ajam". Y al final, después de volver a hablar de calorías y proteínas, me la quedé mirando y le dije:

    - Hablando de quemar calorías... ¿Qué te parece que vayamos a mi casa y quemamos unas cuantas tú y yo? A no ser que para follar tampoco te haga falta tocar...

    Se rió y dijo que era directo, que eso le gustaba, los hombres claros. Y a mi casa que nos fuimos, ya empezando a enrollarnos desde la salida del restaurante. Llegamos a mi casa y entré en el garaje. Salimos del coche ya muy calientes, yo con ese culazo en las manos, besándonos y gimiendo. Tomé su mano y dije "Vamos a la cama, arriba". Yo vivo en un chalet y tengo mi dormitorio ocupando la planta de arriba, así que tomé su mano y empecé a subir las escaleras. Medio en broma, sin soltar su mano, empecé a subir escalones de dos en dos, corriendo, mientras decía divertido "Venga, dale caña, que esto es buenísimo para hacer glúteos".

    Ella me seguía riendo, intentando incluso adelantarme, hasta que llegamos al descansillo y abrí la puerta de mi habitación. Me volví para decirle que entrara y entonces la vi. Tenía los ojos en blanco, la cara muy pálida y se movía haciendo como círculos con el cuerpo. Apenas tuve tiempo de cogerla cuando se cayó hacia atrás, lo justo para evitar que se precipitara escaleras abajo.

    Conseguí reanimarla, tras el susto inicial. Estaba desorientada, mareada, con la mirada perdida. Apenas se recuperó un poco la monté en el coche y me fui a urgencias. Entramos al hospital y les conté lo que pasaba. Ella seguía muy mareada y casi sin saber dónde estaba. La metieron dentro y yo me quedé en la sala de espera, sin saber muy bien qué hacer. Finalmente, pensé que por muy loca que estuviera, era muy cabrón largarme, así que me quedé.

    Pasada una hora que se me hizo muy larga, salieron preguntando por los "Acompañantes de..." y me levanté. Me pasaron a un "box" y allí estaba ella, en una camilla, con suero puesto y algo de color en la cara, pero tampoco en su mejor momento. Un médico se acercó a mí y empezó a explicarme.

    - Mira, hemos hecho análisis, y tiene todo desequilibrado. Hierro, tensión por los uelos, los nosequés y los nosecuántos en mínimos... Oye, ¿tiene algún trastorno alimentario?

    No puede evitar descojonarme. A pesar de la situación y del marrón en el que estaba metido. "¿Que si tiene algún trastorno alimentario?", repetí en voz alta. Y entonces, tuve una especie de "pete", como de llegar a cierto límite y solté:

    - Mire, yo estoy aquí por follármela. Es una tía del gimnasio y solo sé que tiene un culo de la ostia... Y que se alimenta solo de energía.

    La cara del doctor era un poema. Se notaba que estaba evaluando quién era yo, qué coño le estaba contando y qué pasaba allí. Así que le conté todo desde el principio mientras alternaba miradas a la chica, cuyos pechos siliconados se marcaban en la sábana, y a mí, que tenía mi mejor cara de "por Dios, por qué me pasan estas cosas a mí".

    Le pusieron suero, le dieron alguna cosa y se recuperó. En cuanto me dijeron que ya estaba mejor y que en un rato iba a pasar el psiquiatra a evaluar la situación, me largué.

    Dos semanas después apareció por el gimnasio. Tenía mucha mejor cara y había cogido algo de peso. Hizo como que no me veía y siguió con sus ejercicios. Yo hice lo mismo. Cuando salí del gimnasio y me fui al trabajo, miré el móvil. Tenía un mensaje de ella. Era corto y simple, sin saludo, sin emoticonos, sin nada: "Tú y yo tenemos un polvo pendiente"

    Y sí, volvimos a quedar y follamos como locos. Y resultó que estaba aún peor de lo que parecía. Pero... Cómo follaba. Y es que, queridos amigos, lo que yo quería deciros es que LAS LOCAS FOLLAN MEJOR.

    Segunda loca: Segunda historia

    Tercera loca del coño: Tercera historia
    Y yo aquí haciendo pereza el día de pierna.

  19. #49
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    La siguiente en plan 50 sombras

  20. #50
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    Pues sí, son historias (sean verdaderas o falsas) muy entretenidas, y termina con el gustazo de soltarle eso y darle la patada en el culo a la tortillera del coño, todos nos hemos encontrado con mujeres que se quejan de todo en el sitio al que las llevamos a comer.

    Y esto me recuerda que la novia de un amigo cuando éramos muy jóvenes 18-19 o así, se le puso a chillar y a llorar con que ella no era una puta, cuando en su aniversario para celebrarlo se la llevó a un hostal para follarsela, por lo visto la criatura quería un hotel de minimo 3 estrellas. En el portal de su casa debería habersela follado.

  21. #51
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    Mañana más...

  22. #52
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    Sigue con las historias, si ya te quedaran pocas....

    Puede ser hilo mítico!

  23. #53
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    La conocí corriendo, cerca de mi casa. Suelo hacer una ruta de ida y vuelta por una vía verde y a la ida la adelanté a ella y su grupo de "marichochos". Así llamo a los grupos de tías que veo corriendo, que normalmente van arrastrando los pies, riéndose, y una velocidad de abuelo. De esas de "Jo, tía, mañana corremos". Me llamó la atención por ser rubia y porque de espaldas tenía un culo del quince. Y los culos son mi debilidad, la verdad.

    Ese día yo tenía series y cambios de ritmo, así que tampoco iba a ir muy lejos y, cuando volví, me las encontré en la zona en la que suelo acabar estirando y enfriando. La tía era un bombón, pero muy jovencita. Yo ya pasaba de los 40 y ella apenas tenía veintitantos. Ojos verdes, carita de muñeca, poquito pecho pero muy buen cuerpo. El resto de amigas estaban también bastante follables, pero ella era la que más llamaba la atención.

    Seguí estirando a mi bola, aunque mirando de reojo aquel culo, para qué negarlo. Ellas se pusieron a estirar, o lo que ellas creían que era estirar, haciendo rebotes con la espalda, retorciendo las rodillas... Al final, juro que sin intención de ligar, más por pena que por otra cosa, me acerqué.

    - Mira, perdonad que me meta -dije dirigiéndome al grupo, -pero es que os estoy viendo estirar y os váis a hacer daño. Tenéis que evitar los rebotes y, sobre todo, vigilar las rodillas -terminé.

    Se empezaron a reir y me dijeron que gracias, que no tenían ni idea.

    - Es que hemos empezado hoy -me dijo una de ellas, -y tampoco hemos mirado mucho qué hacer.

    Les estuve dando un par de consejos de cómo podían estirar, de qué podían hacer y me despedí de ellas. En ningún momento hubo segunda intención, ya que me veía del doble de su edad y no quería parecer un viejo verde.

    Al día siguiente volví a salir y volví a ver a la rubia. Esta vez ya solo iba ella con otra chica. Se ve que las demás ya habían tenido suficiente con un día. Les adelanté saludándolas, aunque casi no tuvieron tiempo de devolverme el saludo, ya que yo ese día estaba corriendo a buen ritmo y ellas seguían arrastrando los pies. Seguí con mi entreno y volví a la zona de estirar, casi hora y media después. Me puse a hacer unas series de abdominales y en esas estaba cuando apareció ella. La verdad que la tía era espectacular. Esa carita, esa cintura... con las mallas Nike pegadas... Sonreí y la saludé.

    - ¡Qué tal! Hoy también has salido. Muy bien, no lo dejes, empieza poco a poco y sé constante, que verás como vas progresando.

    De ese modo iniciamos una conversación un poco tonta y, por acelerar un poco la historia e ir a lo que importa, empezamos a quedar para correr juntos y, aunque yo veía que ella era muy "pava" conmigo, con miradas tontas, poniéndose colorada, con risas tipo "jijiji", yo pensaba "Dónde vas, tío, que le doblas la edad". El caso es que uno de los días que quedamos, volvíamos ya a un trote suave, y al pasar por mi casa me despedí de ella, como hacía siempre, ya que ella vivía más adelante y seguía recto. Pero ella me dijo "¿Me das un vaso de agua? Que me muero de sed y no llego a casa" y se vino conmigo. Subimos la escalera de casa (un chalet) y abrí la puerta, pasando a la cocina. Ella entró tímida a casa, observando con curiosidad todo. Le puse el vaso de agua y le dije que bebiese despacio.

    - Me gusta tu casa, ¿estás alquilado? -me preguntó.
    - No, no... Es comprada, la tengo desde hace diez años -dije, pensando en los años que me quedan para pagarla.

    Dejó el vaso en la encimera y sin decir nada se acercó a mí y me besó. Al principio me quedé un poco rígido, porque entre que no lo esperaba y que seguía pensando en su edad... Pero el tener ese cuerpo tan cerca. En fin, que nos enrollamos y al final me la llevé arriba y echamos un polvazo de una hora en el que follamos como locos. Pese a que la carita de ángel, ese pelo rubio, y los ojos verdes la hacían parecer una niña buena, en la cama era la ostia. Me la chupó entera, metiéndose hasta la garganta hasta el último milímetro de mi rabo, cosa que pocas consiguen, me pidió que la cogiera del pelo, que me la follase por el culo, que me corriese en su boca... La verdad que follaba de puta madre.

    Cuando terminamos le dije:

    - Mira, ha estado de puta madre, pero te saco más de veinte años y, evidentemente, de aquí no va a salir nada bueno -le dije intentando ser lo más suave posible.
    - Lo sé... Y además yo tengo novio -me contestó, dejándome de piedra. ¡Vaya con la mosquita muerta! -pero si quieres seguimos follando, sin compromisos -dijo para terminar de dejarme flipando

    Y así cogimos la costumbre de dos o tres días por semana, correr y terminar follando. Cada día se iba soltando más. Empezó pidiéndome que la pegase, que la tirase fuerte del pelo. Me gritaba que me la follase haciéndole daño, que la dejase el coño o el culo roto para acordarse de mí. Me follaba su boca hasta que tenía arcadas y se tragaba mis corridas haciéndose dedos. Hasta me pidió probar mi pis e incluso llegó a beberse meadas enteras. El sexo era la ostia con ella, cuanto más la humillaba, utilizaba y peor la trataba, más caliente se ponía.

    Un día que acababámos de terminar de follar y ella tenía la cara llena de mi corrida y lapos (le había prohibido que se limpiara y estábamos esperando a que se secaran un poco para que se fuera a casa con la cara así), me soltó de sopetón, como siempre hacía con estas cosas.

    - Llevo tiempo contándole a mi novio lo que hacemos, mientras follamos, y se pone mucho. Quiere vernos. ¿Te importaría que viniese? -me preguntó, ya digo que con un tono de lo más normal.

    Me quedé descolocado, y balbuceé, pero lo pensé bien y dije "Qué coño, pues sí". Así que dos días después, volviendo de correr, ahí estaba el novio en la puerta. Os podéis hacer una idea de cómo era el novio si os imagináis a Pablo Iglesias, el de Podemos, con 20 años menos y gafas. Una pinta de pringado empollón de flipar. Me saludó mirando al suelo y no pude evitar pensar que qué coño hacía una tía así con semejante betazo. Puede parecer extraño, porque ahora lo pienso, que después de tanto tiempo siguiéramos quedando a correr antes de follar, en lugar de quedar a follar directamente. Es cierto, no sé, nunca nos lo planteamos, era como una especie de ritual.

    El caso es que solo dije "¿Vamos?", porque tampoco se me ocurría qué decir, y entramos en mi casa, subiendo directos a mi habitación. Nosotros nos desnudamos y él se quedó de pie, en un rincón, mirando. Ella se puso a cuatro patas, en el borde de la cama.

    - Métemela en el culo, de golpe, sin lubricar, quiero que me lo rompas -me dijo, mirándome con cara de puta. Se me puso dura al momento, abrí el cajón de los condones y me puse uno. Él se puso junto al cabecero, para ver mejor la escena. Apunté mi rabo a su ojete, agarré sus caderas y la metí de golpe hasta más o menos la mitad. Se escucharon dos gritos. Uno era de ella, con la mezcla de dolor y placer. Y el otro grito... El otro grito era de él. Por los movimientos, su cara y cómo se tocaba, deduje que el tío se acababa de correr. Joder, tres segundos había durado el menda, no me extraña que la rubia buscase otro rabo...

    Seguimos follando en diversas posturas. Ella no paraba de mirarle a él, diciéndole "Mira cómo me folla, mejor que tú", o "Qué polla tiene, me vuelve loca, mejor que la tuya". La experiencia fue muy morbosa, terminé cuando ella me dijo "Córrete en mi boca, llénamela de leche". Se puso de rodillas, con la lengua fuera, y allí lo solté todo. Cuando terminé, ella tenía la boca llena, porque no había tragado. Se levantó y sin decir palabra se fue a él y le besó, pasándole toda mi corrida. Yo había pasado del morbo al descojono total. "Menudo betazo homo", pensé. Ella empezó a vestirse, mientras yo me quedaba en pelotas diciendo "Bueno, no ha estado mal..." pero ella me cortó. Mirando al tío, dijo:

    - Dáselo. Venga.

    Miré alternativamente a uno y otro, sin entender muy bien qué me tenía que dar o qué pasaba. Él se metió la mano en el bolsillo del vaquero y me tendió algo. Miré hacia abajo sin entender y vi que era dinero. Solo distinguí un billete de 50€ hecho un turulo.

    - Pero, qué... -dije yo, sin entender muy bien.
    - Cógelo, es tuyo. Cógelo y no digas nada -me dijo ella.

    Y lo cogí. Me dijeron "hasta otro día" y se marcharon, desplegué el billete y no era uno, si no tres. Ciento cincuenta euros. Seguía sin entender nada, suponía que era parte del morbo entre ellos, el follarme a su novia y encima pagarme.

    Estuvimos una semanay media sin vernos, por un viaje mío de trabajo. Cuando volví, retomamos la rutina de vernos uno o dos días a la semana, correr y follar. Ella seguía subiedo de tono las cosas que me pedía. Empezamos con el sado y la sumisión extrema. Llegué a meterle el puño, azotarla, tenerla atada durante horas en las que cada vez que me apetecía "descargar", fuese el fluido que fuese, simplemente me iba a ella y la utilizaba. Le pregunté varias veces por el novio, pero siempre me daba evasivas.

    Otro día en que no follamos, ya que me pidió que la azotase mientras tenía un consolador en el culo y otro en el coño, volvió a preguntarme.

    - Oye, una cosa... Verás, me estoy follando a otro tío y también me ha pedido vernos... ¿Querrías? -me dijo con aquella carita de niña buena, de no haber roto un plato.
    - ¿Otro? -pregunté asombrado. -Pero joder, tía, ¿a cuántos te follas tú? Madre mía, tu novio, ya puede tomar calcio, ya...
    - Si te parece, hacemos como la otra vez, que venga a la puerta de casa, le ves, si quieres que pase... Lo único es que este también quiere que se la chupe mientras. Pero tranquilo, a que a ti no te toca -añadió al ver que yo ponía una cara rara.

    Aquello ya me daba un poco de mal rollo. No sé, ya no me cuadraba esa intensidad sexual. Vale que en la cama era la ostia, pero aquello ya olía un poco raro. Y llegó el día en el que habíamos quedado con "el nuevo". Llegamos de correr y en la puerta de mi casa había aparcado un impresionante Mercedes negro. Dentro había alguien esperando. Al llegar a su altura, ella se acercó y le saludó. Se bajo un señor. Pero un señor, señor. De sesenta años o más. Con solo pelo en la nuca, bien vestido, pero ya rozando lo que podríamos llamar "yayo".

    Aquello ya sí que me descolocaba. Me descolocaba y me daba un tufo rarísimo. No me cuadraba nada. Me entró muy mal rollo, porque el tío la miraba con cara muy desagradable, mientras le decía que qué rica se ponía para correr, le daba pellizcos en el culo. El colmo fue que el tío sacó la lengua como diez centímetros y ella empezó a comérsela. Me dio un asco de la ostia. Y no pude.

    - Mirad, perdonad... Pero creo que lo vamos a dejar aquí -les dije, evitando poner más cara de asco de la que tenía.
    - No me jodas, que he venido hasta este puto pueblo para nada -dijo él, mirándonos a los dos, con evidente muestra de estar enfadado.
    - Espera, espera, tranquilo, que verás cómo lo pasamos bien, tú tranquilo -me decía ella en tono tranquilizador.
    - Mira... No, de verdad, no me mola esto -dije yo, cada vez más convencido.

    Y entonces, él miró a la rubia y dijo algo que hizo que entendiese de qué iba todo aquello.

    - Mira, guapa... Me has cobrado 600€ y si no te folla él, pasamos y te follo yo.

    Pues sí, mi amiguita rubia, la veinteañera inocente, era puta. Pero, como diría Torrente, puta de las de cobrar. Y yo... Pues bueno, no sé si calificarme de pringado o de afortunado. Por un lado, me la follé todo lo follable, haciendo cosas que no había hecho con ninguna tía. Por otro, pues me la había dado con queso. Es más, luego me confesó que muchas de las cosas que me había pedido que le hiciese, en realidad era solo para "aprender y hacerlo con clientes". No sé, quid pro quo.

  24. #54
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  25. #55
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    Esta es otra loca del coño de manual, aunque en este caso tengo que añadir que, además de puta loca del coño, era una inmadura.

    También la conocí en una App de contactos. Nos hicimos match y en las fotos aparentaba estar bastante bien. El caso es que cuando me llegó su match, un domingo por la mañana, yo estaba justo conectado, así que estuvimos hablando por el chat, luego por whatsapp y ese mismo día por la noche, ya con conversaciones muy calentitas, le dije "No hay ovarios a que me vaya esta misma noche a dormir a tu casa". Entre risas y demás, le dije que si iba, aunque no hubiera feeling, me tenía que dejar dormir en su casa, porque me pillaba lejos de la mía y al día siguiente trabajaba. Y ella, pues aceptó.

    Llegué a su casa, en un pueblo del sur de Madrid, y me recibió "con lo de dormir" puesto, que no era otra cosa que una camiseta vieja, sin sujetador y en braguitas. Y Dios... Tengo que reconocer que es una de las tías más buenas que me he follado en mi vida. Treinta y nueve años y un cuerpo y una cara de quitar el hipo. Morena, con ojos oscuros, una boca con unos labios tremendos, las mejores tetas que he visto en mi vida, tanto de tamaño como de bien puestas, piernas preciosas, muy alta, un culo increíble. La tía era un puto diez.

    Pasé a su casa entre risas y me invitó a una cerveza... Y cinco minutos después, la tenía en la cama, diciendo lo de "es la primera vez que me acuesto con un tío nada más conocerle", solo que en este caso era verdad. En sus treinta y nueve años, solo había estado con un tío, su ex-marido, con el que había estado de los catorce a los treinta y seis. Esa noche lo pasamos muy bien, salvo que a ella le costaba horrores llegar al orgasmo y había que recurrir a estimuladores del clítoris, comidas de coño y follar durante una hora. Pero bueno, ese cuerpo lo compensaba.

    Todo fue bien esa noche y los dos estábamos bien, por lo que aquello pasó de ser un polvo de una noche a querer quedar de nuevo. Y todo parecía bien, ella era un poco simplona pero buena tía, simpática, con lo que parecía que eso podía cuajar. Pero, claro, pronto empezó a aflorar su verdadero carácter en los siguientes días que quedamos.

    Salimos a cenar una noche y luego nos fuimos a tomar una copa. Yo había dejado el coche en mi trabajo y luego nos habíamos movido en taxi, tanto al restaurante como al sitio de las copas. Y al terminar, me dijo "Oye, quiero pasear, vamos andando donde el coche".

    -Espera, el coche está muy lejos de aquí -le dije yo-, y con esos tacones... Va a ser una hora andado.
    -Que sí, que sí, que yo aguanto -se empeñó.

    Y empezamos a andar. Y no llevábamos ni diez minutos y empezó a quedarse atrás. Yo la veía jodida con los zapatos, pero pensé que por orgullo no iba a decir nada. Así que intentando ser amable y evitando el "te lo dije", pensé en algo para descansar.

    -Oye, en la calle de al lado hay un bar con unos bocadillos de calamares de la leche -dije, aunque en realidad no me apetecían y era una excusa para parar y que descansara los pies.
    -¡Hay que desviarse mucho! ¡No quiero! -me chilló ella. Y digo chilló, y cuando lo digo es porque lo dijo con un tono medio histérico, que me dejó un poco perplejo.
    -Pero mujer, si es en la calle de al lado, si nos pilla casi de camino y es un minuto más -le dije yo, pensando que no había visto dónde le decía.
    -¡NO! ¡JOLÍN, QUE NO QUIERO IR! -volvió a gritar, esta vez casi con lágrimas en los ojos.
    -Si no es por el bocadillo... Si es que lo digo por parar y que descanses un poco los pies -insistí, intentando poner un tono de comprensión y mirando a sus pies.
    -¡QUE ME DEJES EN PAZ CON LOS PIES! -me gritó, haciendo que todo el mundo que pasaba se diera la vuelta a mirarnos.
    -Vale, vale, no te preocupes... No pasa nada, seguimos -dije, evitando discutir por aquella tontería y viendo que estaba perdiendo los papeles.

    "Menuda cabezota orgullosa es esta", iba pensando para mí. Y no hacía más que pensar en que todavía quedaba casi una hora de camino y ya estábamos así. Y no habían pasado ni DOS minutos y al pasar por delante de un bar, el típico bar cutrísimo y de viejos, que extrañamente estaba abierto a esa hora, me suelta:

    -Quiero parar.

    Yo no sabía si me estaba vacilando, pero antes de poder reaccionar me cogió de la mano y tirando de mí, entramos al bar. En el bar estaba un señor calvo atendiendo, cuatro borrachos en la barra y nadie más. Todos se quedaron mirando, sobre todo a ella. Yo di las buenas noches y ella, directamente, dijo "¿Y el baño?". El camarero le indicó que fuera al final del bar y ella se marchó. Se me quedó mirando y sin saber muy bien que pedir, le pregunté qué tenía de picar.

    -Lo que ves en la barra es lo único que queda -me dijo amablemente.

    Elegí una tapa de chapiñones al ajillo y pedí una Cocacola Zero para acompañar. Calentó la tapa en el microondas y, mientras el microondas giraba, me puso la Cocacola. Y en esas llegó ella del baño.

    -¿Has pedido eso? -me preguntó, con tono de queja y asco.
    -Sí, por pedir algo -le dije yo...
    -¡Jo! ¿Para qué pides nada? ¡Yo quiero irme a casa! ¿Para qué pides esta mierda? -volvió a quejarse. Pero, eso sí, mientras cogió el tenedor y se llevó una buena parte de la ración de champiñones a la boca.
    -Bueno, no pasa nada, pago y nos vamos -le dije, medio riéndome, porque para ser "esta mierda", bien que la había probado.
    -¡Tampoco hay tanta prisa, jolín! ¿Por qué te quieres ir ya? -me dijo ella, dejándome de nuevo estupefacto. Pero, coño, si acababa de echarme la bronca por haber pedido nada. Y siguió quejándose, eso sí, de que había pedido una mierda. Y mientras seguía quejándose, no soltaba el tenedor y seguía comiendo champiñones.
    -¿Estaban buenos? -le pregunté cuando terminó con la tapa, con cierto toque ácido en mi voz, porque no había soltado el tenedor ni un momento y yo ni los había podido probar.
    -Normales -dijo ella, con cara de perdonarme la vida.

    Pagué y salimos a la calle. Y nada más salir, le escuché un "¡Ay, jolín!", mientras la veía llevarse la mano a los pies.

    -Anda, vamos a pedir un taxi, que todavía queda mucho y ya tienes los pies destrozados -dije yo, suspirando porque ya me estaba empezando a desesperar. Y ya la loca del coño se desató.

    -¡NO QUIERO TAXI!¡NO QUIERO!¡NO QUIERO!¡YO QUIERO IRME A CASA! -me gritó, llorando y berreando como un niño de cinco años al que han quitado el juguete. Yo no supe ni qué decir, ante semejante berrinche de niño pequeño. No sabía si calmarla, si gritar yo también, si darme el piro... Finalmente, recordando cómo hacía con mis sobrinos cuando les daba un berrinche, le dije "Bueno, pues nada, yo me voy al coche, cuando se te pase y te comportes como una persona normal, hablamos".

    Y así seguimos andando. Yo escuchando "¡Jo!", "¡Ay!" y cosas así cada cinco minutos. Y cada vez que pasaba un taxi libre, la miraba y le decía "¿Lo cogemos?", y ella vuelta a chillar que no, que no. Así que así hicimos lo que quedaba de camino hasta el coche, la llevé a su casa y le dije "Bueno, ha sido un placer. Adiós". Y me marché.

    Durante el camino, el móvil no paraba de sonar con el aviso de llegada de Whatsapp y, por las horas que eran, me imaginé que era ella. Pero pasé de leerlos ni cuando llegué a casa, así que me acosté y me dormí porque eran como las cuatro de la mañana.

    A la mañana siguiente, comprobé el número de mensajes de ella y superaba el centenar. Medio muerto de risa los abrí. Comprobé que había pasado por todas las fases típicas. Primero, diciéndome que era un cabrón, que cómo había permitido que fuese andando hasta el coche (tiene cojones). Luego, que no quería volver a verme, por egoísta. Luego, que le daba pena que lo dejáramos así. Luego, que se había enamorado de mí y que había sido tonta. Luego que la perdonase, que iba borracha, que no sabía qué le había pasado. Luego, que por favor, que le gustaba mucho, que no lo dejáramos así. Luego, que era un hijo de perra por no contestarla, que ella estaba pidiendo perdón. Luego que me bloqueaba, que no quería gente tóxica en la vida. Luego, que la perdonase, que había sido tonta y que estaría durmiendo. Y así se repetía el bucle una y otra vez.

    En fin, que yo di por finiquitada la relación y me dispuse a ignorarla y no volver a hablar con ella. Pero al día siguiente recibí un nuevo Whatsapp de ella. Volvía a pedirme perdon, a pedirme otra oportunidad... Y lo acompañaba de una foto suya, desnuda, con un "Te estoy esperando...". Y yo, que a veces me pierde la polla, miré ese cuerpo, esas tetas... Y contesté.

    Llegué a su casa y me recibió desnuda y nos fuimos directos a follar. Terminamos y me dijo "Venga, que te invito a cenar y lo celebramos". Acepté y le dije que se vistiera y me dijo "Me tengo que duchar". Le dije que sin problemas y en esas estábamos cuando la lavadora empezó a sonar. Estaba puesta cuando llegué y acababa de terminar.

    -¡Ay! Tengo que tenderla, no puedo dejarla con la ropa dentro e irnos a cenar -me dijo ella.
    -Venga, no te preocupes, que te la tiendo yo mientras te duchas -contesté, arremangándome para que viera que iba en serio.
    -¿Te importa? -me dijo, dándome un beso. -¡Eres un cielo!

    Y se metió en la ducha. Tendí la ropa en su tendedero, uno de esos metálicos plegables, y me senté a esperar que terminara de prepararse. Por fin salió del baño y vino al salón. Miró a la ropa tendida en la terraza y se giró a mí.

    -PERO... ¿QUÉ HAS HECHOOOOOOO? -me dijo con un grito desgarrador. Yo no sabía de qué hablaba. Pensé en que la ropa se había volado o algo, pero miré el tendedero y, aparentemente, estaba tal y como lo había dejado. No entendía nada.
    - ¿Qué pasa? ¿Qué? -le pregunté, sin tener la menor idea de qué pasaba.

    Y entonces ella se volvió totalmente descompuesta, la cara desencajada.

    -¿TE PARECE NORMAL? -me dijo chillándome, con la mayor cara de desesperación que he visto en mi vida.
    -¿El qué, pero qué he hecho, qué pasa? -le pregunté de nuevo, mirando alternativamente al tendedero y a ella, sin entender nada.
    -¡ESTO! -gritó, señalando a uno de sus tangas. Miré perplejo. No lo veía, no tenía ni puñetera idea de qué coño hablaba.
    -¿Esto qué? -volví a preguntar, viendo como le faltaba echar vapor por las orejas.
    -¡LA ROPA INTERIOR SIEMPRE SE TIENDE A LOS LADOS, NO EN EL CENTRO, TODO EL MUNDO LO SABE! -me gritó de nuevo, develando, por fin, la causa de tamaña desgracia y enfado. Y estallé, claro.
    -¡Venga! ¡No me jodas! ¿De verdad que te pones así por dónde he tendido un puto tanga? ¿De verdad? -dije, creo que ya más enfadado que ella.- Mira -añadí,- no te preocupes, de verdad, que ahora cojo el puto tanga y lo cambio de sitio.
    -¡NO! ¡YA NO VALE! ¡NO VALE! ¡NO VALE! ¡NO VALE! -gritó, llorando a moco tendido, otra vez totalmente fuera de sí, como una niña con un berrinche.

    Cogí mi cazadora, me despedí con un "Que te den, puta loca del coño", y me marché.
    Última edición por Zurullo; 25/02/2020 a las 12:22

  26. #56
    ForoParalelo: Miembro Avatar de BoredMan
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    Cita Iniciado por Zurullo Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    La verdad es que, aún sabiendo que es inútil pedirlo aquí, me gustaría que alguien me animase a seguir con el hilo y reconociese que se entretiene leyéndolas. Es un curro escribirlas y algún comentario positivo entre los "me follo a tu madre" se agradecería.
    estan cojonudas shur 10/10

  27. #57
    ForoParalelo: Miembro Avatar de McNulty
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    Más uno a que sigan esas historias

  28. #58
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    me he echADO UNAS RISAS EN LA UNI MIS DIESES

  29. #59
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    Me encantan estas historias, todas las tias que he conocido que tenían gato, les faltaba un hervor de estos, el problema es que hoy en dia te pueden meter en un embolado de cojones con sus paranoias chocheriles.

  30. #60
    7 inch clit! Avatar de Ruiseñorita
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    tu santa madre se va a leer ese tocho

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