Si el cine español tiene una joya escondida en el baúl de los años 90, esa es Makinavaja, el último choriso. Porque sí, jambo, esto no es solo una película, es una oda a la picaresca, un himno al buscavidas y un homenaje al choriceo bien ejecutado. Olvídate de guiones pretenciosos y planos cargados de simbolismo: aquí lo que hay son hostias, filosofía de bar y una Barcelona que huele a calimocho y Ducados.


El arte de ser quinqui con clase

Andrés Pajares, que ya era un maestro de la comedia macarra, se mete en la piel de Makinavaja como si hubiera nacido para ello. Y lo borda. Su Maki es un poeta del hampa, un filósofo de barra de bar, un ladrón con código ético que nos recuerda que el sistema está podrido y que, si hay que robar, que sea con estilo. Porque aquí el crimen no es un fin, sino un arte.
A su lado, el gran Jesús Bonilla como Popeye y el inigualable Pedro Reyes como El "pira" forman un trío de buscavidas que te caen bien aunque los veas desplumando a un pringado. Son delincuentes, sí, pero con más honor que un banquero y más ingenio que un ministro de economía.

Un guion que es oro puro, jambo

El humor de Ivá, que en paz descanse, está aquí en su máxima expresión. Diálogos afilados, irreverentes y callejeros, de esos que hacen soltar la carcajada sin pedir permiso. Cada frase es oro, cada conversación es un duelo de sabiduría barriobajera. Aquí nadie habla con florituras, pero todos sueltan verdades como puños.
Y qué decir de los secundarios… La madre de Makinavaja (la genial Mary Santpere) es un monumento a la ternura chunga, y los bares y antros que desfilan por la película tienen más vida y autenticidad que cualquier decorado de Hollywood.


Barcelona, la otra protagonista

La ciudad condal de los 90 es un personaje más: sucia, llena de vida, con callejones que huelen a fritanga, meados y oportunidades para el que sabe moverse. No hay skyline de postal, hay bares con serrín en el suelo y tascas donde la cerveza y la filosofía fluyen por igual.
Un clásico del cine macarra

Makinavaja es mucho más que una peli de rateros: es una sátira afilada y cachonda de una España donde los ladrones de verdad llevan corbata y los chorisos de barrio tienen más dignidad que muchos políticos. Una comedia que no envejece, con un guion de oro y un reparto que lo da todo.
Si no la habéis visto, jambos, coged una litrona, preparaos un bocata de chopped y dadle al play.
Porque, como diría el propio Maki: “Ser delincuente no es ninguna ganga, pero ser honrado es un atraco.”