La ausencia de la necesidad de una búsqueda del sentido propio

Tras años de lectura e investigación, he llegado a la conclusión de que lo único que premia en la existencia es la voluntad propia y el conocimiento exterior y propio.

Del los taoístas extraje la vacuidad, el equilibrio, la ausencia, un nuevo sentido de la divinidad y múltiples enseñazas para el día a día a través de sus relatos; de los budistas, el desapego y la búsqueda de la paz interior; de los neoplatónicos, de Spinoza y de Schopenhauer, concebí una nueva idea de Dios y de la existencia, y de Albert Camus, un nuevo sentido de la esencia propia. Cayeron en mis manos también otros autores, como Epicuro, del que saqué la búsqueda de virtud a través de los placeres intelectuales y espirituales y la felicidad a través de placeres más mundanos, como el vino, la comida y los amigos, experimentados con mesura. Estoicos pasaron también ante mis ojos, pero ellos no tuvieron exceso calado, más allá de ciertas enseñanzas y pasajes de Zenón, Epicteto y, en menor medida, Marco Aurelio. De Kant, aprendí los límites del conocimiento humano.

Nietzsche, Michel Onfray y otros tantos también han alimentado mi forma de ser a lo largo de la última década. Es un conocimiento valioso, sin lugar a dudas.

Trayendo de vuelta todo el conocimiento adquirido, supuse que lo que verdaderamente diferencia a los muertos de los vivos, es el triunfo de la voluntad (sin hacer alusión a la película propagandística de los años 30, la cual no he visto). Amigos, no hay finalidad. Lo que produce infelicidad al final del día es centrarnos en estos vacíos existenciales que no llevan a ninguna parte; creernos víctimas supremas de las circunstancias, cayendo en depresión o en ansiedad a base de torturarnos conjeturando realidades que no se acercan a la verdad ontológica.

Tu mundo es una ficción constante de tu cabeza. Tu limitado cerebro trata de comprender una naturaleza externa a cada paso que das, que realmente no existe de esa forma. Tu lenguaje, tus creencias, tu propia persona... Todo eso es producto de una narrativa que has ido creando a lo largo de tu vida en base a tus recuerdos, empujados por tus propias manías naturales.

Por ello te digo que reflexiones, amigo.

En Dark souls la premisa está bien llevada: solo pierdes cuando dejas de jugar. Solo pierdes cuando lo das por imposible y apagas la consola y dejas el juego de lado. Sí, un videojuego te ha vencido, pero la vida también funciona así: el mundo es un lugar duro y sin vida en el que la vida es la excepción de la regla. Tú tienes la posibilidad de jugar en un universo tan basto que imaginarlo es misión imposible. Tú estás sano, no pasas hambre, estás cuerdo, tienes una posibilidad.

Nuestra existencia carece de sentido, y el simple hecho de buscárselo es un absurdo. Necesitas crear una narrativa: una ideología política, una forma de fe, creencias místicas... Da lo mismo. Y en parte es inevitable, porque somos seres que hemos desarrollado conciencia, pero nuestras capacidades no nos permiten analizar bien el mundo, la cosa en sí, el noumeno kantiano.

En dicho juego, los principales enemigos son los huecos. Son seres que han abandonado su humanidad, y ya no tienen un lugar en el mundo. Todo por la pérdida de voluntad. Me parece un símil bastante bonito.

En fin, lo que quiero decir es que no perdáis la voluntad, que no claudiqueis. La voluntad y el conocimiento son la mejor combinación para estos tiempos oscuros. Voluntad sabiendo lo que haces, retractándote cuando te equivocas, creando nuevos objetivos y horizontes. Siempre podrás empezar de nuevo hasta que mueras, y nunca sabes cuándo llegará ese momento realmente.

La única fe real, es la fe en ti mismo, la fe en que las cosas podrán salir bien aunque estés sumido en la mierda.

Que paséis buena noche.