Me siento dolido. Traicionado.
A lo largo de mi vida he sido capaz de superar los diferentes vaivenes, contratiempos del destino con fortaleza y templanza; para que os hagáis una idea he sobrevivido a pestes como cruzarme con la "música" de Mecano, ver en televisión las caras del satánico de Zapatero, del payaso insufrible de Wyoming, la reelección de Rajoy como presidente, el estreno de Anaconda 2 o Borjamari y Pocholo, y a bobos aplaudiendo desde el balcón a las ocho porque les prohibían salir y vivir, pero creo que nada de eso es comparable a esto. Creo que no voy a poder superar esto. Puede parecerte gracioso pero yo ESTOY SUFRIENDO.
Os pongo en situación: hoy he ido a efectuar una de mis compras semanales a un supermercado que me pilla lo suficientemente lejos de casa para plantearme por qué tengo que ir hasta allí en vez de saquearlo un día y quedarme en casa tranquilo hasta agotar existencias, pero qué mas da eso (tal vez más adelante cuando regularicen a los moros). Volviendo al tema allí estaba yo comprando junto a los lúmpenes que pueblan este país. Cuando me preparaba para dirigirme hacia la caja escuché que algo me llamaba en el pasillo de los cereales. Era como un "pssssst" de esos que te dirigen los viejos en los parques cuando eres menor y te ven solo sin compañía de un adulto, pero sin viejo verde fusilable, inexistente y a modo de susurro lejano en mi interior. Algo o alguien me llamaba desde ese pasillo.
Poco a poco la intriga se fue apoderando de mi y de las ruedas del carrito que llevaba, ese carrito que algún segurata habría colocado media hora entes en la fila de carritos, junto a la entrada. Girando las ruedas lo dirigí hacia el pasillo de las graminias y semillas. Y empecé a recordar la ilusión que de pequeño se sentía al pasar por toda esa mierda edulcorada y hasta arriba de ese súper alimento llamado cacao. Y de pronto, sin previo aviso, allí estaba esa famosa caja de CHOCOS con la marca en rojo. Pero él no estaba.
Algún hijo de perra lo ha robado, usurpado, modificado, canjeado,... eliminado. Mi oso grandote y fortachón en el que te convertirías si ingerías ese maravilloso producto ya no estaba.
Por si fuera poco, me lo han cambiado para poner un jodido vinicius racista con mensajes nacionalistas:
Yo quiero que me traigan de vuelta a mi oso. A mi alter ego chocolatero.
Ese que amenazaba con meterte un bofetón mientras te sonreía porque te estabas volviendo gilipollas o peor aún: un puto progre de mierda.
Reíros pero yo ESTOY SUFRIENDO. A partir de ahora he decidido no volver a pasar por ese pasillo y no descarto tomar medidas que os comunicaré, previamente, a su debido tiempo.
El Piro