En muchos pisos alemanes no es extraño encontrar un cartel en el baño en el que se puede leer "Bitte hinsetzen" (por favor, siéntese). "Es que en esta casa está prohibido mear de pie. Es una norma del piso", contestan. De primeras, suena a excentricidad, pero esconde todo un tema de Estado. El principal motivo, aunque no el único, por el que se realiza este requerimiento tiene que ver con la higiene. Parece lógico asumir que en un baño en el que todos orinan sentados se ensucia mucho menos. También que la manera de solventar la mala puntería de muchos hombres, es decir, pasar un trocito de papel por esa gota de orín que ha salpicado la taza, es más parecido a esparcir que a limpiar.
De ahí que, en cada vez más familias, y generalmente por imposición de la figura materna, se esté empezando a educar a los niños varones en la costumbre del sitzpinkeln u orinar sentados. Este asunto tiene dividido y en una auténtica guerra social a algunos sectores del país germano desde hace ya algún tiempo. Allí, los stehpinklers (hombres que defienden seguir haciendo pis de pie) se rebelan contra lo que consideran la enésima imposición de lo políticamente correcto que, en este caso, encarnan los sitzpinklers (aquellos que se sientan para miccionar).
Para muchos 'resistentes', los sitzpinklers no son más que "calzonazos" postergados a un ideario "feminazi" que sólo busca la humillación sistemática del varón. En este caso, a través de la imposición de lo que los stehpinklers consideran una "postura antinatural" y "ridícula".
Uno de ellos es el que tuvo lugar en la ciudad de Radeburg en el año 2000. Allí, un casero obligó a sus inquilinos a elegir entre orinar sentados o pagar el recambio de los radiadores del cuarto de baño. Lo hizo después de que los peritos confirmaran que la oxidación de los radiadores había sido provocada por las salpicaduras sistemáticas que habían dejado los stehpinklers.Otro de los más mediáticos se produjo en 2004 en la localidad de Düsseldorf, donde un casero y un inquilino acabaron en los tribunales después de que el primero decidiera quedarse con la fianza del segundo. Según alegó el demandado ante el juez, este se vio obligado a quedarse el depósito tras conocer que la razón por la que tuvo que cambiar todo el mármol que rodeaba el inodoro no era otra que la ingente cantidad de orín que el arrendado había desparramando por la zona afectada durante años. Así constaba en el informe de obra.
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