Noticia El misterio del cadáver descuartizado de Pablo Casado hallado en Madrid +ABC

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    El misterio del cadáver descuartizado de Pablo Casado hallado en Madrid +ABC

    El misterio del cadáver descuartizado de Pablo Casado hallado en Madrid en 1929

    En una caja guardada durante meses en los depósitos de la Estación del Mediodía se descubrió un cuerpo mutilado sin cabeza


    Ricardo Fernández Sánchez fue condenado por la muerte de Pablo Casado - Josep Brangulí

    Hacía días que los empleados de los depósitos de mercancías de la Estación del Mediodía -la actual Atocha- habían advertido un mal olor. Era algo a lo que estaban acostumbrados. A esos almacenes iban a parar los envíos que nadie había reclamado en meses y con frecuencia se encontraban con pescados, aves o embutidos en descomposición. Los mozos habían buscado la causa del hedor y al encontrarse con una caja que contenía una gallina muerta y otra con un ave de rapiña, dedujeron que aquel era el origen. La pestilencia, aunque mitigada en parte, continuó, pero no buscaron más. La fecha para la subasta pública de todos aquellos paquetes y cajas olvidados estaba próxima y los almacenes pronto se vaciarían.

    Fue precisamente durante los trabajos para preparar dicha subasta, cuando los empleados, al mover una caja de embalaje, vieron que había dejado marcada una oscura huella en el suelo. Era una caja de pino armada con clavos larga y estrecha, de poco más de un metro de largo, algo menos de 40 centímetros de ancho y de unos 60 centímetros de profundidad, que llevaba cuatro meses y medio allí, de pie. Aparecía consignada como maquinaria, así que lo primero que pensaron es que la mancha sería grasa. Nada más lejos. Apenas quitaron los primeros clavos, un hedor nauseabundo se extendió por todo el almacén.

    «Mire usted que si se tratara de algún "fiambre"...», dijo el jefe que dirigía la operación aquel 1 de mayo de 1929. «¡Hombre, por Dios!», le respondió el interventor del Estado allí presente. Pero el primero estaba en lo cierto. Al levantar la tabla vieron unos papeles y un montón de algodón con manchas negruzcas. «Aquí, hay una pierna humana con su pie», informó impresionado el mozo que apartó el algodón.

    Inmediatamente se alertó al Juzgado de Guardia que se hizo cargo de la investigación. En aquella caja facturada en Barcelona en diciembre del año anterior, entre papeles, algodones y sábanas, se encontró un cadáver descuartizado en avanzado estado de descomposición, al que le faltaba la cabeza. Eran los restos de un hombre de unos 30 años al parecer fornido, ancho de espaldas, alto y moreno. El cuidadoso pulimentado de sus uñas, la finura de sus manos y algunos otros detalles de la ropa que llevaba -una camiseta y un calzoncillo- y de las sábanas con las había sido embalado hacían pensar que no era un jornalero. El cuerpo no presentaba ninguna lesión, por lo que se supuso que había muerto de algún golpe en la cabeza y ésta se había hecho desaparecer para dificultar la investigación y la identificación del cadáver. Pronto un detalle llamó la atención. En la mano izquierda, aún conservaba un mechón de pelo oscuro.

    Según los datos de facturación, la caja había sido enviada en la noche del 10 de diciembre por un tal José Pérez y debía ser recogida en Madrid por José Gómez, pero nadie había preguntado por ella. En la Estación del Mediodía no se recordaba ningún caso parecido. Solo en la del Norte se habían descubierto años atrás huesos humanos en un baúl, que resultó ser un traslado fúnebre algo irregular, aunque no delictivo.


    La estación del Mediodía en 1920 - Julio Duque

    Las primeras indagaciones revelaron, como era de esperar, que en la dirección del remitente no vivía ningún José Pérez. Tampoco se encontró al Gómez que figuraba como consignatario. Una vez interrogados los mozos de carga y facturación, que no recordaban nada raro relacionado con aquel envío, la Policía comparó los datos con los que se tenían de personas desaparecidas antes del 10 de diciembre de 1928.

    En Barcelona se había alertado de la desaparición del dueño de una fábrica de cajas de cartón cuya descripción encajaba con la del muerto. Vivía en una casita de la calle Orteu, con un criado que haber alertado de su ausencia, se encontraba también desaparecido. Mientras, en Madrid, una joven, que llevaba tiempo extrañada porque un amigo suyo de Barcelona había dejado de escribirle sin motivo alguno, se puso en contacto con la Policía al leer el suceso del macabro hallazgo e identificó a su amigo en la fotografía enviada desde la ciudad condal. Para disipar cualquier duda, en uno de los papeles que envolvían el cadáver se descubrió su nombre. «Trátase de D. Pablo Casado de las Navas, de treinta y dos años, natural de Porcuna (Jaén), que estuvo en Madrid trabajando en una fábrica de cartones del señor Ochoa, en el Puente de Segovia y marchó después a Barcelona, donde instaló análogo negocio», informó ABC.

    Otra mujer apareció entonces en escena. Sara Cristelly dijo haber estado prometida con Casado, aunque habían decidido aplazar su boda. «¿Cuál pudo ser la causa del crimen? Lo ignoro. Únicamente sé que en aquella fecha Pablo debía cobrar 30.000 pesetas...», declaró a este periódico.



    Casado había sido visto por última vez almorzando en compañía de un amigo, José María Figueras, sobre quien recayeron las primeras sospechas. También fue investigado Antonio Aragón, que tenía tratos con la víctima y que, tras su desaparición, se llevó diversas de sus pertenencias en pago por una deuda. Aunque el principal sospechoso siempre fue su criado, Ricardo Fernández Sánchez, al que se le había logrado detener en casa de Enrique de Génova, donde prestaba sus servicios por aquel entonces.

    Ricardo Fernández inventó historias folletinescas sobre unos enmascarados, entre los cuales se encontraba una mujer, que le habían obligado a sacar una caja de embalaje de la casa y que le habían amenazado si los denunciaba a la Policía. El criado se contradecía en sus declaraciones al explicar, por ejemplo, por qué limpió toda la casa para hacer desaparecer las huellas del crimen (aunque no logró borrar del todo las manchas de sangre de la habitación y la cocina) o por qué compró un colchón nuevo, que pagó de su bolsillo, al poco de la desaparición de Casado.

    La confesión del criado
    El 23 de mayo, acabó confesando que la noche del 8 de diciembre discutió con la víctima y le dio un golpe en la cabeza con una plancha eléctrica, dejándolo muerto. Al día siguiente, le cortó la cabeza con un cuchillo grande de cocina y con una sierra mutiló el resto del cadáver. Metió los restos en una caja de embalaje y tras acomodarlos con los papeles y el algodón, la cerró perfectamente. Aquellos macabros trabajos le llevaron todo el domingo.

    Tras limpiar la casa y el taller, el lunes salió de la vivienda llevando en la mano la cabeza de Casado envuelta en periódicos y atada con un hilo, como si fuera un paquete. Con este tétrico bulto se subió en varios tranvías hasta llegar al puerto, donde lo arrojó al mar. A mediodía, aprovechando que las obreras de la fábrica estaban comiendo, sacó la caja de la casa en una carretilla que había pedido a Figueras y la paseó por Barcelona hasta la hora en que abría la facturación de los ferrocarriles. La facturó con el primer nombre que se le ocurrió y se volvió a la casa, donde permaneció aún varios días y de la que se llevó una cadenita de plata y la cartera de Casado, así como diversas ropas y pertenencias.




    Los buzos buscaron durante varios días la cabeza de la víctima en las profundidades del puerto, aunque sin éxito, por lo que no se pudo comprobar que la agresión descrita hubiera sucedido así. Los informes médicos concluyeron, eso sí, que la decapitación se había producido después de la muerte.

    También sobre el motivo de la discusión surgieron dudas. El criado dijo haberse enfadado porque Casado le había despertado de madrugada para que le hiciera la cena, pero un matrimonio alemán, los señores Ruvenal, aseguraron que la víctima les había comunicado su decisión de despedirle.

    Los análisis realizados a los cabellos encontrados en la mano izquierda de Casado confirmaron que no eran de la víctima, ni tampoco del criado, lo que apuntaba a la participación de alguna otra persona en el crimen. Pero este extremo nunca llegó a aclararse.

    Durante el juicio, Ricardo Fernández se desdijo de su confesión anterior y se declaró inocente, revelando «una sexualidad invertida» de Casado y sugiriendo que mantenía relaciones íntimas con su amigo Figueras, que éste desmintió indignado. El 18 de febrero de 1930 fue condenado a 16 años de cárcel como autor de un delito de homicidio y a tres meses más por hurto.

    https://www.abc.es/archivo/abci-mist...7_noticia.html

  2. #2
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    buff tio mucho tocho a estas horas

  3. #3
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    Te falta una coma, no te voy a decir dónde

  4. #4
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    Joder pero si has escrito un libro pedazo mierda inmunda

  5. #5
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    Un clásico, el asesino era el mayordomo.

  6. #6
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    Cuánta letra junta.

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