Hemos definido la pérdida de control como una acumulación de factores que hacen que la parte irracional de nuestro cerebro tome el control.
Esta definición es válida, pero pasa por alto una cosa muy importante, la pérdida de control es una consecuencia de
otra cosa. Esta
otra cosa son las emociones.
Para entender mejor la pérdida de control tenemos que entender mejor las emociones. Podemos dividir el funcionamiento de nuestro cerebro en dos grandes bloques:
Nuestra parte racional, que nos permite razonar y tomar las mejores decisiones en función de la información que tenemos disponible.
Nuestra parte irracional, que cuando toma el control anula totalmente a nuestra parte racional y está regida por las emociones. La parte irracional se caracteriza por tomar decisiones en función de las emociones que sentimos en un momento dado.
Espontáneos
Son aquellos causados por una explosión de emociones y a causa de los cuales perdemos rápidamente el control. Son fáciles de detectar puesto que emociones como la rabia, la ira o la frustración causan grandes perturbaciones en nuestros actos.
Para poder ir detectando la pérdida de control que te embarga y las causas, necesitas pensar en la emoción que intenta dominarte. Esto te ayudará a paliar sus efectos racionalizando lo que está ocurriendo.
Proceso de racionalización
A continuación vamos a detallar paso a paso las acciones que debemos tomar para poder racionalizar y calmar nuestras emociones:
Identificación
El primer paso es identificar y reconocer el sentimiento que nos está intentando dominar. ¿Es rabia, es miedo, es inseguridad? Depende del tipo que sea necesitaremos actuar de una forma u otra, por lo tanto es importante saber a qué nos enfrentamos.
De esta forma, el primer paso, una vez más, es detectar e identificar nuestros disparadores.
Un buen consejo sería crear una lista con estos
disparadores para no olvidarlos nunca.
Una vez hemos detectado los disparadores tenemos que relacionarlos con la emoción que desencadenan, con esto conseguiremos relacionar una situación determinada con la emoción que desencadena, información indispensable para trabajar en el aspecto psicológico de nuestra vida. Si hemos hecho bien nuestro trabajo, tendremos una lista de disparadores y hacia qué emociones nos lleva cada uno.
Acción de ruptura
Una vez identificado el disparador y el sentimiento que genera, tenemos que hacer que no siga creciendo. Necesitamos hacer algo que rompa este proceso y detenga el aumento de intensidad de la emoción. Es lo que llamamos una
acción de ruptura.
Una acción de ruptura no es más que una herramienta psicológica que nos permiten atajar un sentimiento antes de que nos domine completamente.
Para entenderlo mejor veamos un ejemplo:
Un ejemplo de acción de ruptura sería respirar profundamente durante unos segundos cuando uno de los disparadores que has detectado ocurre. Resulta muy útil porque permite calmarte si estás empezando a sentir ira, ayuda a concentrarte si estás disperso y consigue motivarte si estás perezoso.
Racionalizar
Ahora que hemos dado el primer paso para frenar nuestras emociones, vamos a aplicar algo de lógica para que retroceda y no nos moleste más. A esto lo llamamos
racionalización.
La racionalización consiste en decirnos y convencernos a nosotros mismos de que lo que está pasando es normal, tiene una razón lógica y, por tanto, no debe afectarnos.
Este proceso no es fijo ni exacto, cada persona debe aplicar la respuesta que más le ayude en cada caso. Para encontrarla es bueno que nos fijemos en el disparador, ya que muchas veces la respuesta estará muy relacionada con él.
Resumen
- La racionalización es el arma que utilizamos para controlar nuestras emociones.
- Para atajar una emoción negativa, lo primero es aprender a identificarla y saber que la provoca.
- Racionalizar cada situación que provoque emociones negativas nos ayudará a superarlas.