Noticias de África 1 - Una dimisión saludable

Cuando a finales de 2018 hagamos balance de los acontecimientos más relevantes sucedidos a lo largo del año, recordaremos que el 15 de febrero dimitieron los más altos mandatarios de Sudáfrica y Etiopía. Por la mañana nos despertamos con la del presidente sudafricano, Jacob Zuma, al que se habían dirigido pocos días antes los obispos católicos del país "para que actúe como un estadista sabio y ponga en primer lugar el bien de país". A mediodía llegó la noticia de la renuncia del primer ministro etíope, Hailemariam Desalegn, quien después de varios meses de protestas y enfrentamientos callejeros, ha puesto punto final, obligado por la situación, a su mandato.

El 21 de Noviembre del año pasado también dimitía el incombustible y anciano presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, después de 37 años en el poder. Unos meses antes, el que fue presidente de Angola durante 38 años, José Eduardo dos Santos, cedía el paso a causa de su precario estado de salud.

Ante esta catarata de renuncias, es obligado recordar el sufrimiento que está ocasionando la resistencia a no levantarse del sillón presidencial de Joseph Kabila, presidente de República Democrática de Congo desde 2001. La lista de presidentes africanos sine díe, que encabeza Teodoro Obiang Nguema en Guinea Ecuatorial desde 1979, es todavía muy larga. ¿Tan difícil es dimitir cuando el pueblo pide a gritos que quiere cambios en el poder? Todavía quedan bastantes y harían un gran favor a sus ciudadanos si conjugaran ese verbo en primera persona. La dimisión es un instrumento avanzado en las sociedades democráticas que agiliza muchos procesos políticos.

África sigue haciendo su camino en la instauración de regímenes democráticos, pero todavía tiene un gran peso en muchas zonas la figura del jefe tradicional; el jefe con poderes reales que transmite a sus hijos y descendientes una autoridad heredada y casi de inspiración divina. La figura de estos jefes tradicionales sigue vigente en muchas culturas, porque aseguran valores como la tradición, el consenso del grupo étnico y la unidad. Ni que decir tiene que también se dan casos de abusos por parte de este tipo de poder tradicional que no tiene nada que ver con las ricas tradiciones africanas, en las que el jefe personaliza consensos, voluntades políticas e, incluso, ejerce funciones de reconciliación.

Se trata de saber enlazar elementos tan concretos y definidos como tradición y democracia. Un ejemplo de este esfuerzo de integración se da en Sudáfrica, donde el nuevo presidente, Cyril Ramaphosa, tendrá que seguir dando espacio a la Asamblea Nacional de Líderes Tradicionales, un órgano consultivo no electo que asesora al Gobierno sudafricano en materia de leyes y costumbres tradicionales de grupos étnicos y sociales del país. Creado en 1994 cuando Sudáfrica abrió su nuevo camino hacia la democracia, con las primeras elecciones multirraciales de su historia, debe jugar ahora un papel importante en el país.

Quizás la constitución de asambleas nacionales de líderes tradicionales pueda mantener viva la rica tradición africana en medio de los nuevos modelos de democracia parlamentaria. Voz sin voto, pero con la sabiduría que emana de líderes locales que, en un determinado momento, podrían aconsejar a los políticos que se perpetúan en el poder acerca del merecido respeto a la voluntad popular y de la necesidad de desarrollar políticas de consensos que devuelvan el poder al pueblo. Sí, dimitir es siempre sano, sobre todo cuando se hace a tiempo y devuelve la salud a la democracia.