Yo siempre he sido declaradamente heterofílico en mis gustos sexuales. Dado que soy de estatura media ( 1,77 jeje...) la talla corporal es la única cosa en la que me gusta que la mujer sea igual a mí ( face to face). Ya que en esa característica pertenezco al dato medio. En lo demás me gusta la diferencia complementaria posible. Ya que soy endoectomorfo ( primero vigoroso y luego mental, la fuerza la reconstituyo con voluntad y talento entre extremos) me gustan las mujeres mesoectomorfas ( con mente pero fuertes y no vigorosas: mediana o mediana-pequeña pero delgada y fibrosa). De joven me gustaban maduras y... ¡ ahora no he cambiado! porque ahora me gustan jóvenes. El criterio en realidad sigue siendo el mismo: lo opuesto. O sea: las jovencitas.
Yo pensaba, cuando me veía tierno, que una dómina madura sería mi límite. Porque entendía que el criterio de jovencita para el sexo era el de la lolita de nabokov ( sin chistes, que no tengo culpa del nombre del autor del libro). Es decir: la adolescencia como algo mancillable por el horror adulto. Lo que cantaba el Miguel Bosé en " Linda". Me imaginaba que una dómina sólo podría ser una cabrona de treinta mirando a jovencitos para ajusticiarles o, en un caso más extremo, alguna profesora cincuentona con ganas de jarana. Pero ¡no!. Craso error...
A la sociedad le puede costar entenderlo. Porque es rizar el rizo. Pero hay infinidad de chicas jovencitas ( que terminan bolleras por la asquerosa presión moral social de la tribu: moral de la degeneración) que sueñan como verdaderos " chicazos" en pillar a un osito de peluche añado y " canearle"
La actitud descrita en el último párrafo cuenta con una doble dificultad:
1º la oposición de la sociedad a las relaciones con diferencia de edad ( que no pasa nada si la vieja es ella, la ley ampara a las hembras)
2º la oposición de la sociedad a las relaciones con cambio de rol ( todavía lo entienden menos si resulta que es " la niña" la que quiere " putear" a su papi...)
Desde siempre existió la relación hombre adulto-chica joven. Se veía como un " protectorado". Pero la ley sólo se ha ocupado, en los últimos tiempos, de bendecir la contraria de moda actual ( la de una Mrs Robinson madura y feminazi liberada con su tierno graduado moro-mena) en la medida que persiguiendo su modelo contrario anterior " favorable" al hombre. A la que se folle a un mena le van a decir " olé tus ovarios, hermana". Y si el mena se trae a sus amigos menores marroquíes y violan a una, particularmente si es joven, entonces saldrán en seguida con el " yo si te creo, hermana". La ley actual es hembrista. Y existe un revisionismo histórico sobre nosotros.
Pero se han olvidado de lo de siempre: la complejidad. Porque no sólo hay que darse cuenta de que las relaciones entre edades diferentes son igual de discutibles, o de no discutibles, en cualquiera de los casos. Que no se puede establecer el paradigma hombre mayor-
estupro-abuso por la diferencia de edad/ mujer mayor-libertad sexual de la mujer ¡ olé tus ovarios!-cátedra para el chico. La sospecha o la no sospecha debería ser igual en ambos casos. Pero no lo va a ser. En la época de la mala literatura de las sombras en donde ellas reclaman su derecho a ser civilizada, humana y retribuidamente caneadas en una sesión de sado. Mientras al hombre se le llama enfermo porque todavía tiene una memoria en el cerebro que reacciona a lo que ven sus pupilas... También, como decía, se han olvidado del otro aspecto no planteado: los juegos de cambio de rol ya existen en la mente de cualquiera desde bien pequeño. El angelito de criatura que menstrúa en su casa puede estar soñando con putear papis. Pero se hará bollo, probablemente, porque, en el colegio, los degenerados de izquierda le han enseñado que " eso" si que está bien.