Última hora La peor decisión de mi vida +mi mala suerte +tocho

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  1. #31
    AutoBanned Avatar de Comunistoide
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    Ahora mismo me lo leo enterito

  2. #32
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    Estimados foreros he desarrollado un algoritmo capaz de analizar tochos, sacar contenido clave y con ello elaborar un buen resumen digno de Estiven Joukins:


  3. #33
    ForoParalelo: Miembro Avatar de viviana
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    Joder, tio, no me apetece leer tanto tocho, lo siento

  4. #34
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    JAAJaja para cuando la pelicula? sigue contando mas xé.

  5. #35
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    Joder ni la enciclopedia de Diderot

  6. #36
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    Ahí,dando el cante...

    Haber dicho por lo menos que sois independistas... Y los miren mal a ellos...

  7. #37
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    Ni con tus ojos xD

  8. #38
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    Resumen:

    Soy un matao que intenta disimular su micropene y falta de autoestima montándose películas baratas ya que no puede montar otra cosa.


















    Nah, eres un correcto guionista.

    8/10

  9. #39
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  10. #40
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    Pillo sitio para leerlo mañana qu tengo las retinas algo cansadas Ya

  11. #41
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    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    flood de mierda

    https://www.forocoches.com/foro/show....php?t=5604367

    A ver puesto las fotos almenos.

    @Shurmana

    Y encima de uno de mis foreros de FC favorito, sus historias son la caña, con paints demigrantes incluidos. El de El Peor Vuelo de mi vida es mítico, de lo más divertido que he leído en ese foro.

  12. #42
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    Pues yo me lo he leido y no tiene desperdicio

  13. #43
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  14. #44
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    flood de mierda

    https://www.forocoches.com/foro/show....php?t=5604367

    A ver puesto las fotos almenos.

    @Shurmana
    En el original al menos hay resumen

  15. #45
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    Dejando bien arriba la marca España

  16. #46
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    Cuando salga el DVD con el montaje del director la vere

  17. #47
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    ¿A quién se le ocurre hincharse a sushi para cenar cuando normalmente no lo cenamos?

  18. #48
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    Cita Iniciado por Centurion Ver mensaje
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    En primer lugar voy a aprovechar para poneros en situación. Aunque muchos ya lo sabréis trabajo para una multinacional del sector de IT que da soporte a numerosas empresas de todo el mundo. Yo, concretamente, dedicado a un grupo de ellas con sites en APAC (Asia-Pacífico), Japón, Corea, Hong Kong, etc. Así puede que suene muy "cool", pero como también he comentado en alguna ocasión es un trabajo que no me llama la atención en absoluto pero el tiempo y haber avanzado profesionalmente han provocado que a día de hoy no pueda abandonar, pues las condiciones laborales son muy buenas. Lo de viajar -y esto va dirigido a aquellos que sueñan con tener un trabajo que les permita desplazarse en business como en las pelis- está bien los primeros meses. Hasta que un día te das cuenta de que has estado dos semanas en París y te has vuelto sin ver la Torre Eiffel. Yo vuelo en turista, btw.

    Entré en esta empresa hace ya varios años de la mano del co-protagonista de la historia del avión, el que detectó mi olor a heces como un aguililla. Tendríamos veinticinco años, él ya tenía un puestecillo bastante decente y me enchufó en otro departamento. El tiempo quiso que yo ascendiera más que él y, cuando eso ocurrió, lo primero que hice fue engancharle -no homo- y traerlo conmigo. Estuvimos dos años en Frankfurt y después, ya en el mismo departamento como número uno y número dos, dimos el salto a Estados Unidos para encargarnos de lo que hoy en día nos encargamos. Yo soy el número dos del departamento y él, por decirlo de alguna manera, el dos (bis). Tenemos un jefe que vemos una vez al año y que vive en la India así que somos los que cortamos el bacalao.

    Vayamos pues al asunto en cuestión. A principios de octubre del año pasado Jesús me comentó que había recibido un e-mail de una de las empresas a las que damos soporte, japonesa, invitándonos a una especie de conferencia-meeting que iban a organizar en Osaka. Daba la impresión de ser una especie de reunión de gente de la empresa con empresas afines y colaboradoras, donde todos pudieran comerse la polla mutuamente y decir lo bien que les iba y lo bien que funcionaban. Obviamente nos pagaban el viaje, los billetes, la estancia y demás. El inconveniente era que tendríamos que intervenir en una charla-coloquio para informar de nuestros resultados, nuestra relación con ellos, etc. Aparentemente parecía una invitación poco formal así que decidimos obviarla. "Te va a llamar el indio", me dijo Jesús. "Qué va, si a este ni se lo han dicho".

    Ese mismo día al filo de la media noche me llamó mi jefe. ¿Adivináis para qué? Leer con acento de Apu: "Oh tenemos que asistir, es importantísimo, es un gran evento, tenemos que estar representados allí, bla bla bla". Hoy pienso que tal vez podría haberle convencido de mandar a otras personas, pero no se me ocurrió ¡Cojonudo!

    Al día siguiente tras el consiguiente "te lo dije" de Jesús di el "ok" para que nos sacasen billetes y buscasen alojamiento. Lo único positivo del viaje era que, al ser unas "jornadas organizadas", serían solo por la mañana y tendríamos el resto del día libre durante los cinco días que íbamos a estar allí. "Sounds like a good plan", me dije a mi mismo.

    A mediados de noviembre, no recuerdo la fecha exacta sólo sé que era fin de semana, salimos hacia Osaka. Jamás olvidaré el tramo de ida, pues el primer vuelo, directo desde Dallas a Tokio, duró catorce putas horas. Y mira que estoy acostumbrado a vuelos largos como es obvio, pero de nueve o diez horas. ¿Catorce? "Bueno te ves un par de pelis". No, si te ves un par de pelis de dos horas, siguen quedando diez. Bueno, es igual. Eso sí, el avión era un 787 muy moderno y tal y cual. Después en Tokio cogimos otro avión a Osaka, apenas una hora y algo.

    Cuando llegamos era ya casi de noche así que dejamos las cosas en el hotel (Intercontinental Hotel, una pasada la verdad, se lo curraron al menos) y nos fuimos a cenar. Y bien, ¿qué cenas al llegar a Japón? Yo quería ir a un simple McDonalds pero Jesús insistió: ¡Una de sushi! Y allá que fuimos. Preguntamos al menda que nos recogió en el aeropuerto y volvió a recogernos para llevarnos a aquel lugar. Típico restaurante que te sientas en la barra y el sushi va pasando en platos de colores. Según el color, el precio. Nos pusimos las botas. Como anécdota recuerdo que uno de los platos, huevas de erizo de mar, olía a podrido, como si estuviera malo. Hice un aspaviento de rechazo y una vieja sentada a mi lado me recriminó el acto, cruzando sus dedos (así dicen "no"), muy ofendida. "Que esto está malo señora", le dije en un perfecto Castellano. No lo entendió y se giró nuevamente. Por supuesto no me comí esa mierda.

    Otra cosa graciosa es que el menda que nos llevó había quedado en recogernos, pero no se nos ocurrió pedirle un número de teléfono. Así que cogimos un taxi, le enseñamos la tarjeta del hotel y nos llevó. Un par de horas más tardé llamó el menda y le dijimos que ya estábamos en el hotel, se sintió muy ofendido por no haberle avisado. Así son estos japoneses.

    Al llegar al hotel, nos despedimos -no homo- y cada uno se fue a su habitación a masturbarse -supongo que él también- y a dormir para estar descansados al día siguiente.

    La pesadilla no tardaría en comenzar. Serían las tres de la madrugada cuando de repente me desperté. Estaba sudando como un cerdo, flotando literalmente en un charco de sudor y -como me daría cuenta después- completamente pálido. Parecía un fiambre recién lanzado al Ganges. No tardé en descubrir a qué se debía la repentina interrupción del sueño: me cagaba. Me iba por la pata. Se asomaba la tortuga. ¿Tortuga? Fue como abrir el grifo del agua en un campamento de refugiados congoleños. Joder qué mal me sentía. No me cabía la menor duda de que había sido cosa del puto sushi.

    Seguí así durante toda la noche, yendo al baño cada diez minutos, sin poder dormir, algo terrible. Miré el Whatsapp a ver si Jesús tenía alguna conexión reciente, con la esperanza de que ese hijo de perra estuviera igual de jodido que yo, el que quiso cenar sushi. Por mi mente pasaban imágenes de cuartos de libra con ojos y boca sonriente corriendo por verdes prados con música clásica de fondo.

    La noche se hizo interminable, creo que pude conciliar el sueño dos horas seguidas como mucho. La mañana siguiente me duché, me arreglé y bajé al hall donde había quedado con el del sushi. Se retrasó un poco, le hablé por Whatsapp pero no contestaba. Al final, quince minutos tarde apareció pálido como Eduardo Manostijeras y la cara desencajada. Yo, con la misma cara, puse una mueca de felicidad. La imagen debía ser lamentable. "Esta noche vamos al maco", me dijo. "Me cago en tu santa madre", le respondí. Verídico.

    Vino a recogernos "el menda". Que conste que le llamo menda porque su nombre, además de no recordarlo, era absolutamente imposible de pronunciar para una lengua normal sin acabar escayolada. Nos subimos al coche y cuando apenas llevábamos unos pocos metros sobrevino el preludio del desastre. De repente, Jesús se tiró un pedazo de eructo totalmente indescriptible. De verdad, sobrecogedor. Un sonido similar al que hacen las ballenas seguido de un puto pestazo a muerto que no os podéis imaginar. Cómo si hubiese soltado una puta gamba gigante y descompuesta por la boca. El coche empezó a apestar, el aire se volvió irrespirable. Imaginaos hasta qué punto que el pobre menda, disimuladamente, bajó su ventanilla en un desesperado intento por sobrevivir. Lógicamente nosotros hicimos lo mismo. Ahora lo recuerdo y me parto, pero en aquel momento fue una situación algo embarazosa, pues "el menda" era el chofer habitual de un jefecillo de allí.



    Pero ojalá se hubiese quedado solo en eso. Porque la peor parte, como no, me la iba a comer yo. Aunque en ese momento no lo sabía, me encontraba seconds from disaster.

    Pues bien, a partir de ese momento se avecinaba una serie de acontecimientos cada cual más patético y desastroso que convertirían aquel pequeño viaje en un auténtico juego de supervivencia cuyo único objetivo sería llegar de vuelta al aeropuerto para coger el avión a casa.

    El trayecto hasta el Umeda Sky Building, donde iba a celebrarse la convención, se hizo eterno. Avanzando a paso de tortuga entre el salvaje tráfico de la ciudad el apestoso hedor del esperpéntico rutio proferido por mi compañero se había adherido a la tapicería. Acojonado por si se producía alguna réplica hacía mis cálculos sobre si cabría por la ventanilla en caso de necesidad. El tiempo perdido en abrir la puerta, visto lo visto, podría suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Jesús iba dando cabezadas, con una sobada encima incluso peor que la mía. Finalmente llegamos a nuestro destino sin más percances.

    Nos despedimos del menda completamente avergonzados. Ellos son muy correctos, por nada del mundo habría hecho un mísero aspaviento o recriminado aquel ataque químico a traición, pero por dentro aquel pobre hombre debía estar deseando soltar a ese par de despojos europeos para ir a lavar -o quemar- la tapicería del coche. Los alrededores del edificio parecían los aledaños del Santiago Bernabéu en un partido de Champions en versión japonesa. Centenares de hombres -apenas había alguna que otra mujer- trajeados, con sus móviles echando humo, y todos iguales. Nosotros con camisa, vaquero y abrigo normal y corriente, parecíamos dos asteriscos en una fiesta de puntos. Dos asteriscos muertos, porque nuestro semblante era lamentable.

    No se me ocurrió otra cosa entre aquella marabunta que encenderme un cigarro. Acto seguido, como si hubiera dejado caer una granada de mano, se hizo un vacío a mi alrededor y la gente, en silencio, se fue apartando hasta dejarnos a Jesús y a mi abandonados en una especie de cráter. "Apaga eso tío, no se debe poder fumar aquí", me dijo con su puto rostro de muerto viviente. "¿Dónde lo pone? Yo no veo ningún cartel". Cabe destacar que Jesús es un cagado de tomo y lomo. En Malasia siempre va acojonado porque la gente tiene "mala pinta". No tienen mala pinta tío, son malayos joder, son oscuros y con pinta de moro. En Japón el tabaco está muy mal visto, incluso en Tokyo está prohibido fumar en la calle y hay "zonas de fumadores" repartidas por ahí, al aire libre. Pero ni estabamos en Tokyo ni estabamos en el centro de Osaka. Entonces un señor viejo y diminuto se me acercó con una especie de cacharro metálico en la mano. El cabrón, salvando las distancias por su origen nipón, se daba un aire a Cañita Brava. Al principio pensé que me iba a decir que le debía seis mil pesetas de whisky. Lo que llevaba era un cenicero portátil y, con una sonrisa, cruzando los dedos en señal de negación, me hacía gestos para que introdujese el cigarro. Yo, que me había comprado el paquete la tarde anterior en un 7-eleven y me habían apuñalado no recuerdo la barbaridad, apagué el cigarro recién encendido en uno de los bordes y volví a guardarlo en la cajetilla como buen español. Después nos señaló un cartel, gigante, como el marcador electrónico de un estadio de fútbol, en el que se leía perfectamente "Prohibido fumar" en unos siete idiomas. "Te lo dije", me recriminó manostijeras.



    El siguiente paso era encontrar a Hidefumi. Su nombre lo recuerdo porque trato con él con relativa asiduidad y ya le había visto en otras ocasiones. Claro que visualmente no era distinto a cualquiera de los doscientos tíos que había allí. Me sentía como en un libro de "¿Dónde está Wally?" pero con la dificultad añadida de que aquí el objetivo no iba con un jersey de rayas rojas y blancas. No sé si alguno tendréis la experiencia de tratar con japoneses hablando inglés, pero joder no hay quien les entienda. A ningún asiático en general. Le llamé y le entendí algo así como que entrásemos al hall, que él estaba allí con unos de mi empresa, técnicos onsite que vivían allí y que también conocía por foto aunque no personalmente.

    Recuerdo estar entrando al hall, mirar de refilón a Jesús y verle hacer un amago de eructar, como una especie de arcada. Le pregunté si estaba bien y tapándose la boca con la mano asintió con la cabeza. Avanzamos por un largo pasillo y al fondo reconocí la corpulenta figura de Hidefumi. El cabrón es como una versión japonesa de Jesús Gil. Él me vio e hizo un gesto. Y justo en ese instante, me entró el apretón. ¡Mi puta vida! ¿Os dais cuenta de ese ruido en la boca del estómago que precede al chaparrón? ¿Esa señal de alarma tras la que solo puedes echar a correr? Pues eso hice. Me giré hacia Jesús y le espeté un "me cago" para después salir corriendo. Corría como un pollo sin cabeza, no sabía ni en qué dirección correr. Por supuesto corría en modo Anton Fiz, en modo marcha, pues con el repartidor llamando a la puerta tenía que evitar que ésta se abriese y se cayese el paquete pero al mismo tiempo debía apresurarme. En resumen, la imagen debió ser como ver a Chiquito de la Calzada abriéndose paso a toda hostia entre hordas de japoneses trajeados. Os juro que durante al menos un minuto caminé sin rumbo, me daba igual, estaba como perdido. Al final encontré unos baños y me lancé en plancha. Mi puta madre, qué sensación, qué libertad. Os prometo que pensé que no llegaba. Hubo un instante que di por hecho que volvía al hotel con los pantalones cagados.

    Culminada la faena abandoné la escena del crimen y me di de bruces con uno de esos técnicos que os había comentado. "Konichiwa" me dijo el desgraciado sin saber que acababa de sobrevivir por los pelos a un tsunami de mierda que habría arrasado con las ocho primeras plantas de aquel rascacielos. Le pregunté por Hidefumi y que si por favor me llevaba hasta él. "Hai, Hai". El caso es que empezamos a andar en dirección contraria a donde había dejado a Jesús y había visto a Hidefumi. Entramos en un gran salón, me invitó a sentarme y se sentó a mi lado. Y se calló. "¿Hidefumi?", pregunté. "Hai, hai". Y nada. Así pasaban los minutos y allí no aparecía nadie. No sabía muy bien como escapar de aquella situación, estaba claro que en inglés no íbamos a entendernos. Así que le dije: "Toilet, ¿ok?". "Hai, Hai". Me cago en tu santa madre qué me estaba poniendo muy nervioso ya con el hai, hai.

    Recorrí el camino de vuelta al principio y vi un pequeño revuelo. No podía creer lo que estaba viendo. Jesús, cuyo rostro había pasado de un pálido Eduardo Manostijeras a un grisáceo Mr Freeze, estaba sentado en una butaca, rodeado por dos azafatas y un gigantesco charco de vómito en el suelo con Hidefumi a su lado. Tierra trágame. Qué cojones. ¿Pero sabéis lo peor de todo? Que me dio la puta risa. Solté una carcajada atronadora, de estas que duran lo justo para que todo el mundo se quede mirándote. Los japoneses no ven ninguna gracia en eso, ni aunque se hubiera cagado encima, son problemas de salud que requieren la máxima seriedad. Pero yo me había descojonado. Por primera vez descubrí como era la mirada de un japonés cabreado/indignado. Pero es que no me jodas, parecíamos los protagonistas de "Dos tontos muy tontos", se nos estaba yendo de las manos. Me acerqué y recuperé un semblante normal. "hijo de perra", me dijo. No tardó en venir una chica con una fregona -heteropatriarcado- y dejar aquello como los chorros. Sorprendentemente Jesús solo se había manchado un poco los zapatos y lo que más me duele a día de hoy es haberme perdido el momento en el que echó toda la potada, que seguro fue similar a ese gif que habéis puesto por ahí. De pronto apareció el señor Hidefumi, se interesó por nuestro estado y me presentó a los dos técnicos. Fue entonces cuando dije: ¿Pero qué coño? Ninguno de ellos era el señor "hai, hai". ¿Quién coño era aquél tío? Le había confundido con uno de estos dos. ¿Pues sabéis quien era? Un tío de la organización, luego me lo encontré con una chapita que llevaba su nombre acompañado de dos chavales jóvenes europeos que supongo estarían en prácticas o qué se yo. Por lo visto él también me había confundido a mi.



    Jesús estaba jodido. Jodido de verdad. Y yo estaba avergonzado porque los españoles tenemos fama de fiesteros, y estoy seguro de que alguno allí pensó que la noche anterior nos cogimos un buen pedo. ¡Puto sushi! Hablé con Hidefumi, acordamos que yo me quedaría ese día pero que Jesús volvería al hotel. Allí querían llevarle a un hospital. Finalmente Jesús volvió y yo me quedé. Esa fue la peor decisión de mi vida. Bueno yo creo que ir a ese viaje lo fue, en general.

    Tomé asiento dentro de la sala donde se iba a desarrollar la conferencia con mi cara de cadáver. Inmediatamente después de poner mi culo sobre aquella butaca supe que me iba a sobar. No podía con mi vida, estaba muerto de sueño, y me esperaban varias horas de escuchar a gente hablar sobre cosas que me importaban una mierda. Efectivamente me sobé. Igual que Jesús en el coche yo iba dando cabezadas interrumpidas por los aplausos. Resumiendo, esa fue la escena durante al menos tres horas y media en que salí un par de veces a cagar y beber agua. Estas cagadas ya más relajadas. Yo seguía pensando que tenía que haberme ido al hotel y pasar de toda esa mierda. Nunca mejor dicho.

    Una tanda de aplausos me desveló una vez más y a continuación anunciaron mi intervención: "Supositolio, flom Ilitri Compiutel Colpolation". Me despegué de la butaca y me dirigí hacia el atril situado en medio del escenario. Como diría Íker, hasta aquí, todo normal. Pero tras el atril, dos grupos formados por dos hileras de japoneses aplaudiendo sin control ni coordinación alguna me ponían nervioso. Qué cojones, me ponía de mala hostia. Estoy sobradamente acostumbrado a hablar en público, pero no escoltado por la guardia personal de ninjas del Emperador Hirohito. Básicamente mi intervención consistía en leer una presentación que me habían preparado en la oficina comentando unos gráficos que irían saliendo en la gigantesca pantalla de detrás. Cuanto menos, sorprendente.

    Subí al atril y me presenté. La eterna sonrisa y la mirada rasgada de perpetua sospecha de la unidad samurai que tenía a mis espaldas se clavaba en mi nuca.



    Yo empecé a notar una extraña sensación, un leve mareo. Mi exposición avanzaba tranquilamente cuando de repente ocurrió. Me tire un pedo. Joder, un pedo horrible. ¿Pero sabéis que es lo peor? Que me lo tiré a drede, plenamente consciente. Un pedo con dolo, de "quiero peerme y me peo". De los que piensas, no sé por qué extraña razón, que no van a oler, que simplemente van a desahogarte. Y una polla como una olla amigos. Era de esos pedos pegajosos, mochileros, de los pedos Rexona -que no te abandonan- que se quedan flotando alrededor de tu cintura como si una extraña fuerza gravitatoria les mantuviese ahí. Y empezó a oler. Se estaba expandiendo, como una Estrella que se expande para morir, como la onda expansiva de una bomba química. Y me empecé a poner nervioso: "Joder los ninjas se están comiendo mi pedo que puede cortarse con cuchillo", pensaba yo. Estaban justo detrás, no tenían escapatoria. Y los cabrones aguantaron el tipo con dos cojones que parecían espartanos más que japoneses. Yo empece a titubear, a dudar, a pasar mal las diapositivas, por un momento se me olvidó el inglés. Miraba de reojo a los ninjas, en dos filas, y les veía retrasarse como la barrera de un equipo de fútbol cuando lanzan una falta y quieren ganar metros, pero hacia atrás, como queriendo acercarse a la portería. Y cuando les miraba de reojo, paraban. Dios era como jugar al escondite inglés. ¡Eich! ¡Tú, te has movido!



    Estaba haciendo el ridículo. Una intervención bochornosa. El olor no se iba, no se iba a ir el muy hijo de perra. Terminé la intervención a duras penas, la paranoia era tal que me daba la sensación que los de las primeras filas -que estarían como a diez metros- estaban poniendo muecas de asco, que lo estaban oliendo. Mi rostro pálido debía ser verde a esas alturas. Cuando finalicé mi patético discurso no pude evitarlo y tiré de veteranía para justificarme: lamenté públicamente que mi compañero no pudiera estar con nosotros por una indisposición médica -la gran potada que les había dejado en el pasillo- y mostré mi preocupación por ello. Y aunque no me importaba una mierda, pues Jesús estaría en el hotel viendo transexuales asiáticas en Tinder -él siempre cree que son tías de verdad y que se fijan en él, tal vez un día os cuente un episodio que vivimos en Bangkok-, a mi me sirvió para descargar presión por el ridículo tan espantoso que había realizado en términos profesionales. Cuando me bajé del atril y me alejé, los ninjas me despidieron con un aplauso, yo creo que de alivio. Me pareció ver como a alguno se le caía incluso alguna lágrima. Es coña esta gente no llora.

    Salí de allí sin mirar atrás, con mi pedo aún a cuestas. Atravesando la multitud y con la sensación de que a mi alrededor la gente se iba desplomando sin conocimiento. Llegué al hotel, me di una ducha, me puse un chandal -la auténtica salud- y fui a ver a Jesús. A día de hoy aún no le he contado lo sucedido y continuo riéndome de él por el episodio de la potada.

    Los dos días siguientes no pasó nada fuera de lo normal, fuimos ambos, por las mañanas, a hacer el subnormal y tratar de superar la vergüenza por los episodios tan lamentables que habíamos vivido. Tuve que repetir la intervención una vez más, pero esta vez lo clavé y además no tenía escoltas ninjas a mis espaldas.

    Y en fin, por supuesto en tono jocoso, tal vez realizar este viaje fue la peor decisión de mi vida, pues el ridículo generalizado que realizamos ambos y la vergüenza que pasé fue inconmensurable.

    Lo siento por aquellos que esperasen algo mejor, pero prefiero no inventarme nada y contar mis movidas tal y como son.
    Resume tío, que he tenido oposiciones a neurocirujano con menos materia.

  19. #49
    ForoParalelo: Miembro Avatar de Empecinado
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    Vaya flood de mierda

  20. #50
    MiticoDestroyer
    Avatar de MiticoDestroyer
    Yo solo digo que Elvemon tambien hace historias sobre cagar en sitios random pero sin dar tanto la turra
    Cabronazo

  21. #51
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    Cita Iniciado por Shurmana Ver mensaje
    El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
    Y encima de uno de mis foreros de FC favorito, sus historias son la caña, con paints demigrantes incluidos. El de El Peor Vuelo de mi vida es mítico, de lo más divertido que he leído en ese foro.
    Ya que hace flood almenos que de a citar y asi copia las imágenes xD

  22. #52
    ForoParalelo: Miembro Avatar de Manolo
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    Me lo he leído y me he reído. Espero que sea una historia troll, por que menuda vida has descrito hijoputa.

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