LOS FUEROS
A) ASPECTO FILOSÓFICO
La modernidad se funda sobre dos hechos cardinales:
1. La idea del hombre como ser abstracto.
2. Concepción mecanicista del ordenamiento político.
Sin embargo, el carlismo invoca el corpus mysticum de los clásicos, una visión conjunta de los individuos pertenecientes a una comunidad tradicional concreta. Esta actitud se cristaliza en los fueros, como manifestación legal y política de esta visión.
a.1) Evolución del concepto fuero:
La palabra castellana fuero viene de la latina forum, nombre del lugar en que se administraba la justifica; mas tarde pasó a connotar el conjunto de leyes privativas de una ciudad o un estamento; y, al final, vino a adquirir el significado de: conjunto de normas peculiares por las que se rige cada uno de los pueblos españoles.
a.2) Los supuestos filosóficos del fuero:
Los fueros implican las siguientes tesis:
1. Que el hombre es un ser concreto, y no un ente abstracto como creen las ideologías modernas
2. Que las libertades, es decir, los círculos de actividad de cada hombre, según sus circunstancias, se enmarcan en cada pueblo dentro de los cánones legales y sociales producidos por su tradición peculiar, en normas foradas y no en las leyes dictadas por la modernidad y sus pensadores.
3.Que en la pugna “libertad contra igualdad” que corroe el pensamiento revolucionario, es preciso afirmar la primicia de la libertad.
4.Que frente a la libertad abstracta de la modernidad son preferibles los sistemas de libertades concretas basadas en las tradiciones hispánicas.
5. Y que los fueros son la única garantía de auténtica libertad política y no las declaraciones de derechos ni las constituciones de papel.
6.Que los textos legales redactados en forma de derechos y constituciones albergan el pensamiento de unos pocos intelectuales del momento histórico, mientras que los fueros son consecuencia de siglos y generaciones de tradición.
Lo que sigue es una explicación de las anteriores tesis filosófico-políticas:
a.3) El hombre abstracto de la modernidad:
El sofista griego Protágoras hacía al hombre medida de todas las cosas.
Rosseau idealiza hasta lo perfecto al hombre abstracto, al salvaje carente de tradiciones, por definición bueno.
Manuel Kant exalta la perfección del hombre en sí, independizado de tradiciones culturales, creándole capaz para entender el cosmos en uso de los datos que manipula su razón pura y capaz de realizar lo justo con el simple ejercicio de voluntad autónoma.
Y los hombres del 89, en vez de declarar los derechos del francés, formulan los del hombre y ciudadano, entes abstractos por desprovistos de la raíz de las tradiciones.
Para la Europa revolucionaria, el hombre carece de historia: está desprovisto de pasado vivo. Y la marcha actual de las ideas gira bajo idéntico signo:
En la democracia igualitaria, cada hombre posee un voto, sin atención a su valor ni a su cultura, porque de antemano se autoriza a todos por iguales, ya que nada cuenta la condición histórica o sociológica concreta de cada cual, sino tan solo su abstracta condición humana. Las democracias inorgánicas que hoy triunfan, dan, en teoría, por supuesta la condición del hombre abstracto.
Tampoco el totalitarismo distingue entre los hombres, asumidos en la dimensión omnicomprensiva del Estado. También para el totalitarismo son todos los hombres iguales. Sólo que, en vez de igualarlos a la hora de votar, los equipara para obedecer las órdenes de un dictador.
Pero ambas corrientes parten del mismo planteamiento filosófico: la idea del hombre abstracto.
a.4) El hombre concreto de la cristiandad.
Sin embargo, en los siglos de la cristiandad, la sociedad cristiana poseía una ordenación jerarquizada y orgánica. Cada hombre se enmarcaba en un complejo de grupos sociales:
Religiosos, como órdenes y cofradías
Militares, como órdenes de caballería y cuerpos territoriales del ejército
Políticos, como estamentos y brazos
Económicos, como hermandades y gremios
…
Y aquello, según el tradicionalismo, no significaba que la sociedad fuera inmovilista: el esfuerzo personal encauzado por el servicio a la comunidad en las armas, las letras, el sacerdocio y las funciones públicas permitía el acceso del inferior a los grados superiores del cuerpo místico social; protegiendo, en cambio, a los que ya habían subido de descensos producidos por desfases coyunturales o situaciones anómalas.
Todo ello proporcionaba a la cristiandad una solidísima estructura social, ya que dentro de ella cada miembro era parte de una orden y elemento componente de una jerarquía.
a.5) La crisis del organicismo:
La pérdida del sentido orgánico de la sociedad se inicia en Italia, al sustituirse la estructura vertical de los estamentos concretos por la estructura horizontal de las agrupaciones según criterios ideológicos.
Los condottieri, que en Florencia o en Siena pugnaban por apoderarse del Gobierno de la cittá, buscaban favorecedores en cada uno de los sectores sociales que la componían. De ese mondo arrastraron a clérigos, comerciantes, artesanos y letrados, y, de esta manera brota una nueva “división” política del cuerpo social. Así, cuando un Sforza o un Medici ascienden al poder, lo primero que hacen es fundar un stato, o un aparato de fuerza para continuar mandando, quiéralo o no la comunidad.
De manera tan simple se consuma el ataque a la libertad política del orden cristiano. Y el instrumento de este ataque son los bandos, las banderías: imagen primera de lo que después serán los partidos políticos.
a.6) La configuración del espíritu moderno:
Poco a poco, crece y se robustece la idea del hombres abstracto en Europa:
El Renacimiento y el espíritu del Imperio Romano brinda al absolutismo de los reyes la ocasión de deshacer la composición orgánica de la sociedad, generando la contraposición entre el poder infinito del estado y el poder despreciable del individuo aislado.
El Luteranismo aporta la independencia de lo humano, respecto a lo divino.
Desde la filosofía, Descartes comienza a fabricar un mundo para cada yo abstracto, intento traducido por Kant en sistema.
a.7) Libertades políticas concretas
Cara a actitudes mecánicas y abstractas de la modernidad, sabe el Carlismo que el hombre no nace, cual animales, para devorar alimentos o para imponerse violentamente en la competencia intraespecífica, sino para ganar un paraíso arriba y edificar abajo la ciudad terrena por la continuación de una línea histórica concreta.
Según el Carlismo, la misión política no consiste en definir abstracciones irrealizables, sino en hacer posible para cada hombre el ejercicio de la libertad en modo y manera que no resulte lesiva para sí ni para el orden social del que forma parte con sus prójimos. De esta manera, el Carlismo apoya la realidad histórica de los fueros como sistemas de libertades concretas.
Pues los fueros expresan las libertades nacidas orgánicamente de la maduración del ayer en el presente histórico. Por eso no son libertades apriorísticas y abstractas, porque resultan de la tradición viva.
Los fueros no son garantías mecánicas, defendidas por contrapesos políticos de poder o por equilibrios de grupos de presión.
Un manuscrito del siglo XIII con parte del texto de los Fueros de Aragón, donado a la Biblioteca Nacional
a.8) Liberalismo, totalitarismo, tradicionalismo:
El pensamiento liberal lo centra todo en el individuo abstracto, por definición bueno, negando valor alguno a las instituciones sociales, a las que constituye por su Estado de papel. Para el liberalismo la libertad es abstracta y el hombre un número que vota. De esta manera ignora la realidad social viva, encuadrando la sociedad en un apegado de individuos.
El pensamiento totalitario céntralo todo en el Estado, porque cualquier libertad dejada al hombre habría de ser mal usada por él, y también a la sociedad, a la que sustituye por organismos burocráticos. El totalitarismo transforma al hombre en pieza de la máquina colectiva, negando la libertad para postular la igualdad, e ignora la realidad social, a la que recorta a masa esclavizada del Estado omnipotente.
La tradicionalista, en cambio, acoge la libertad individual lo mismo que las funciones políticas estatales. Pero coloca el eje del ordenamiento colectivo en una sociedad constituida por instituciones autárquicas e independientes, que sirven de barrera contra las extralimitaciones del Estado, al mismo tiempo que de cauce para las libertades concretas de los individuos. Así, considera las libertades concretas, únicas que salvaguardan la dignidad ontológica igual a todo hombre, fomentando la desigualdad ética con el estímulo al ascenso por el servicio y la virtud. Para el tradicionalismo el hombre es un ser concreto: padre de familia, vecino de municipio, catedrático, empresario, obrero, agricultor o comerciante; y recoge la realidad social tal como es.
En definitiva, el liberalismo tiende a la anarquía, el totalitarismo a la tiranía, y el tradicionalismo se enmarca al orden universal regido por las reglas dimanadas de Dios.
De esta manera, el tradicionalismo se considera la única perspectiva comedida, cristiana, atendida a la realidad de la naturaleza humana y a la de las estructuras sociales; que recibe la historia sin deificar ni animalizar al hombre que la historia hizo; y que sitúa al hombre en el puesto que le corresponde ontológicamente en el cosmos, y étnicamente en el seno de una sociedad libre.
a.9) Barrera y cauce:
Todo esos son los fueros para el Carlismo: la encarnación jurídica y política de la sociedad concebida con arreglo a criterios tradicionales.
Son barreras defensoras del círculo de actividades que a cada hombre corresponde según su puesto en la vida social: padre de familia, miembro de un municipio, trabajador de una profesión...
Son cauces por las que fluye la libre acción de los individuos, enmarcadas en los límites del seno de la vida colectiva.
Finalizamos así, el aspecto filosófico de los fueros con una cita de Rafael Gambra:
“Si se quiere volver al hombre a su medio y liberar su futuro de gigantescas
empresas deshumanizadoras, es preciso sustituir esa organización puramente
racional de la sociedad que seca sus raíces naturales, y tornar a lo que podríamos
llamar un empirismo político; es decir, a la idea de que la sociedad, como todos
los órdenes de la naturaleza, contiene en sí un dinamismo y unas leyes de vida
que escapan a una organización geométrica”