Brindo por la hembra brava,
que es orgullo de esta tierra,
por la inocencia que encierra
en su desnudez de esclava.
Por su majestuoso porte
y su blanquísimo pecho,
su amor fatídico lecho,
del tímido que la ignora,
que en sus brazos gime y llora
y de angustia desespera.
Brindo por los placeres
del que sabe conquistarla
del que sabe que el amarla
es morir cuando ella quiera.
Y el placer de los audaces
es gozar de sus entrañas,
es un amor que no daña
el deslizarse por sus flancos
o por sobre su vientre blanco.
Brindo, por la Montaña.