Para la sociedad actual, ser infeliz es sinónimo de tener la actitud mental inadecuada. Y no comulgar con las directrices del grupo, estar fuera de la realidad. Pero hay una realidad que no quieren ver: los incels.

Si es correcto que el 60% de los hombres follan sin pagar, eso significa que casi la mitad no puede hacerlo. Si es cierto que el grupo es la mayoría, los que no pueden follar gratis son el grupo de la directa oposición.

Sólo un tonto aceptaría la idea de que la felicidad dependa de la correcta actitud. Depende de las circunstancias. Y éstas pueden ser de mayorías absurdas. Véase Alemania durante el nazismo. Imaginen todos esos buenos alemanes, que los había, que pese a no ser judíos tampoco eran arios en el caniforme sentido que empalmaba a Hitler. Alemanes simplemente Europeos. No muy distintos de cualquier italiano, español, portugués o griego. Del campesino mediterráneo. Del pacífico y sociable. Muchos de ellos se dejarían llevar por el idealismo del " triunfo de la voluntad". Pero otros estarían agobiados dándose cuenta de lo peligroso de las tendencias. Esa gente no podría ser tachada de neurótica amargada si la presencia de huestes de descerebrados patrios, jugando a neanderthales, les hubiese hecho sentir como sin futuro. Ni ellos, ni los que coincidiendo más con el ideal genético de la raza tuvieran, no obstante, otros puntos de vista. La sociedad alemana nazi se polarizaba a un idealismo. Y no ser de dicho movimiento era peligroso. Y percibir esa coyuntura, amargante y decepcionante. ¿ Eran inadaptados o víctimas de una sociedad enferma?.

Pues lo que le puede suceder a un país, le puede suceder a un género. En España el cuarenta por ciento de un género es sexualmente no receptiva y tendente a quemar su vida en busca de la pareja ideal más allás de toda duda razonable. Se las pasa el arroz y, a ellos, en consecuencia, también ( sin irse de putas).

No se puede hablar del fracaso de casi la mitad de la población masculina ( eso es el cuarenta restante frente al " triunfal movimiento" de los sesenta que mojan) sin hablar del fracaso de esa nutrida población de mujeres a las que, en razón de lo visto, cabría recetarles lubricante y pastillas. Y sin resultar misógino, al menos sí un cartel que pusiera: " ¿ realmente lo vales tanto como para pasarte la vida entera así?".

La realidad de los incels es muy simple: tienen toda la razón de ser del mundo. Ya que son la reacción esperable a la fracasada rebelión de las mujeres supuestamente libres. Fracasada porque ha sido una contrarevolución. ¿ Que te pegan? ¡ ama!. ¿ Que te respetan? ¡
desprecia!. ¿ Harta de los cristianos? ponte el burka y llámalo amor...

Las mujeres occidentales se han entregado más todavía a los culpables y han borrado de un plumazo a los que sí que de verdad deberían haber tenido en cuenta. Incluido, por supuesto, cambiar a esa sofocante iglesia católica patriarcal y casamentera por ese islam que alecciona de como pegarle a las tías sin dejar marcas.