Tema serio Pluviadores

Hace dieciséis años que España no tiene organismo estatal. Hoy, está lloviendo.

En los charcos que se acumulan en la ciudad, se escuchan chapoteos. Botas impermeables juegan como hacían otrora los niños. Salvo que ahora son adultos.

Los llamados pluviadores se dedican a recorrer la ciudad y trazar oportunos sistemas de desagües que aprovechen el agua. Una vez abolido el gobierno, la jurisprudencia de las ciudades recayó en los ciudadanos. Escuchar chapotear a los pluviadores, era lo más cerca que estarían de escuchar el petróleo chapotear.

Un pluviador en concreto, Jeremías, había encontrado un hueco en una calle prometedor. Llevaba trazando días un complejo sistema de reutilización de la lluvia ambiental, y se encontraba mirando un formidable torrente que corría calle abajo, con destino a alguna alcantarilla, que lo acabaría reconduciendo a la potabilizadora, donde se malgastaría mucha energía en reutilizar un agua que, a priori, es limpia.

Jeremías se había hecho con los derechos provisionales de patente de un sistema de compuertas: es decir, era accionista. Además, había contactado con varios pluviadores famosos, que le habían aconsejado aprovechar los terrenos elevados como forma de acumular altura. Aquello iba en contra de todo conocimiento pluviador: cualquiera sabe que a más corre el agua, más se aprovecha el cauce al final. Pero era un conocimiento infundado, pretecnológico: a más altura se tiene, más terreno se tiene debajo para poner maquinaria.

Jeremías siguió el cauce que marcaban aquellos paralelos entre edificios. Hasta que otro pluviador lo mató sin compasión. Incorporando su sangre a la corriente que estaba siguiendo: uniéndolos en peculiar destino.

La ansia asesina de los homínidos es una virtud que siempre agradecemos los narradores. Quizás seamos una especie de profetas que perpetúan la maldad.

Pluviadores
Sixteen years ago that Spain does not have a state agency. Today is raining.

In puddles that accumulate in the city, splashes are heard. Waterproof boots play as children once did. Except that now they are adults.

The so-called "pluviadores" are dedicated to touring the city and designing opportune drainage systems that take advantage of the water. Once the government was abolished, the jurisprudence of the cities fell to the citizens. Listening to the rainbows, it was as close as they would be to hear the oil splash.

A particular plumber, Jeremiah, had found a hole in a promising street. He had been tracing days a complex system of reuse of environmental rain, and was looking at a formidable torrent that ran down the street, to some sewer, which would eventually lead to the water treatment plant, where much energy would be wasted in reusing water that, a priori, it's clean.

Jeremiah had taken over the provisional patent rights of a gate system: that is, he was a shareholder. In addition, he had contacted several famous pluviologists, who had advised him to take advantage of the elevated terrain as a way to accumulate height. That went against all pluvial knowledge: anyone knows that the more water runs, the more the channel is used at the end. But it was an unfounded, pretechnological knowledge: the higher you have, the more land you have below to put machinery.

Jeremiah followed the channel that marked those parallels between buildings. Until another plumber killed him without compassion. Incorporating his blood into the current he was following: uniting them in a peculiar destiny.

The murderous hunger of hominids is a virtue that narrators always appreciate. Maybe we are a kind of prophets that perpetuate evil.