Los verdaderos ALFAS lo demuestran en las ROTONDAS

Me encantan las rotondas. Sobre todo las más concurridas. No puedo evitar esbozar una sonrisa de SUPERIORIDAD cuando al aproximarme a una, me percato de cómo los BETAS más DÉBILES de la sociedad accionan sus intermitentes para ocupar apresuradamente el colapsado CARRIL DERECHO, tratando torpemente de buscar un puesto lo menos indigno posible en la cola de los FRACASADOS.

Hay algo filosófico en todo ese ritual. Pareciera que esa DESBANDADA general hacia su diestra quisiera dejar paso al majestuoso transitar de los verdaderos ALFAS; los LÍDERES que toda sociedad necesita para sentirse a salvo; del mismo modo que el resto de la manada se postra ante el LEÓN cuando regresa a casa en señal de PLEITESÍA.

Así, yo puedo recorrer un camino EXPEDITO; libre de inmundicia vial y moral que obstaculice mi conducción. Huelga decir que cuando giro mi cabeza a la derecha, en esos escaso 30 metros antes de acometer la rotonda, el panorama es DESOLADOR: loosers y flanders se confunden entre un marasmo de marujas y pensionistas mimetizándose con ellos; TIESOS que rezan porque su flamante DACIA nuevo salga indemne en esta jungla de asfalto que es la gran urbe; y por supuesto no faltan poseedores de un bmw de QUINTA (5ª) mano cuya mirada de las mil yardas esconde el VACÍO existencial que se siente al escuchar por enésima vez la discografía completa de CAFÉ QUIJANO mientras esperan con conformista resignación que el embotellamiento sea benevolente con ellos y les conceda, más pronto que tarde, su triste turno en la nutrida lista de los PERDEDORES.

Soy consciente de que todas las miradas de esos pobres diablos se clavan en mi TUPIDA cabellera cuando me ven rebasarles por el CARRIL IZQUIERDO con la celeridad de un relámpago. Muchos de ellos se preguntarán irremediablemente por qué yo y no ellos, pregunta que tendrá una respuesta tácita cuando, con un fugaz vistazo de retrovisor, contemplen a los tres churumbeles con SOBREPESO que se agolpan en la parte de atrás de su PICASSO color nevera; mientras que aquellos más HATERS, se atragantan en su propia BILIS con infructuosos ruegos que imploran poder verme algún día en mitad de una colisión para así autoconvencerse de que sus absurdos MIEDOS infantiles son fundados.

Afortunadamente el contacto con la PLEBE social y moral dura un suspiro. En décimas de segundo se convierten en diminutas manchas que embellecen mi retrovisor derecho para pasar al olvido cuando con extrema pericia NEGOCIO la rotonda colándome por el interior, ante la mirada atónita de alguno de esos MEQUETREFES que han dejado si quiera un mínimo resquicio entre su coche y el que les precede.

Otra vez será, pequeños betas MIEDOSOS. Gracias por allanarme el camino.

Y los que cogemos las rotondas de lado?