A comienzos de los noventa, en el instituto, tuve un colega que me pasaba cintas jevis.

Mientras nosotros nos poníamos al día escuchando los primeros de Metallica, lo último de G'n'R, los recopilatorios con lo mejor de Motörhead y elegíamos nuestra etapa favorita de Maiden o Judas priest, el hermano de mi colega (ahora más que cuarentón) tenía dos debilidades en el campo del heavy metal: OZZY OSBOURNE y MÖTLEY CRÜE.

Después de escuchar Black Sabbath y los primeros de Ozzy, comprendí que fuese tan devoto de los discos del susodicho. Lo que no llegué a comprender nunca fue la pasión por los Crüe, y esto es debido a que cuando yo los pillé estaban ya de capa caída y, bueno, había demasiados grupos buenos y demasiados estilos diferentes a mitad de los noventa como para prestarles atención.

Hoy, que la música que sale es bastante mierdolera, utilizo el trayecto en coche hacia mi trabajo para darle una oportunidad a esos discos que no escuché en su día por sobresaturación. Total, que esta semana descubrí de dónde le venía la pasión a aquel tío por los Mötley Crüe, y es por culpa del SHOUT AT THE DEVIL.

La portada no me llamaba mucho, pero como ahora mismo estoy leyendo "Los trapos sucios", la autobiografía del grupo, le quise dar una oportunidad y me he encontrado con una joyaza.

Es un pepino de disco, muy trallero y muy reescuchable.