Adolf Hitler. Por su megalomanía, su don de la oratoria y su profundo pensamiento.
Sin duda, yo elegiría a Alejandro Magno, el ambicioso y aguerrido rey de Macedonia y fundador de uno de los primeros y mayores imperios de la historia. A una temprana edad, tuvo el coraje y la capacidad de sobreponerse a un imperio como el persa de forma despiadada. No obstante, esa imagen de guerrero feroz sólo la conservaba en los campos de batalla, pues más allá de las contiendas era un tipo que promovía la paz y el mantenimiento de la identidad cultural, ya que se negó a imponer el ideal macedonio en los territorios conquistados. De hecho, asumió las costumbres típicas de los persas, hecho por el que fue criticado y que provocó alzamientos en distintos puntos de su vasto imperio.
De él se dicen cosas como ésta: "En lo que se refiere a los pensamientos exactos que había en la mente de Alejandro, ni soy capaz de adivinarlos ni estoy interesado en hacerlo, pero esto es lo que creo que puedo afirmar: que su intención no debió ser en absoluto común ni mezquina; que no se habría contentado con ninguna de sus conquistas, ni aun si hubiera añadido las Islas Británicas a Europa; que siempre habría ido más allá, en busca de lo desconocido, y que si no hubiera existido ningún otro competidor, Alejandro habría competido consigo mismo" (Flavio Arriano, en su obra Expedición de Alejandro 7, 1).
¿Y vosotros, admiráis a algún personaje del pasado?
Coincido contigo.El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
Contaba contigo y con don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel.El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
Sin duda a Hitler por su ambición, me gustaría haberlo conocido en persona, haber sabido todos sus pensamientos y debilidades. No quiere decir que lo apoye ni que le critique, sólo es mera curiosidad shurs. Aparte también otro dictador como Mussolini
Al señor Mercader.
Me imagino filosofando con él, ambos con un buen traje, en torno a una mesita circular, uno a cada lado, con un vaso de agua para él y otro de güisqui con hielo para mí, y un guardaespaldas comiendo espaguetis sobre su rodilla al lado de la mesa. Empezaríamos hablando de las diferencias sociales en los distintos países de Europa, la cosa degeneraría y acabaríamos abordando la esencia misma de una sociedad civilizada, qué es necesario para que funcione.
En lo más álgido de la discusión, yo le diría: "vamos a ver, rey del pollo frito, toda estructura necesita de una base grande y sólida para sostenerse, ahí entran los parias; para facilitar su estabilidad, lo mejor es que la parte superior de la estructura sea menor que la base, ahí entran los superhombres; y para evitar que parte de la base suba y todo se desestabilice, hace falta un martillo y pegamento para fijarla bien en su sitio, ahí entran los esbirros". En esa tesitura, Ramoncín ya se habría puesto rojo y tendría la vena hinchada, pero se controlaría, porque es un chico decente; lamentablemente, soy un bocazas, por lo que diría: "me caen bien los revisionistas, porque estás como ausente".
Llegados a este punto, se pasaría la servilleta suavemente por la comisura de los labios (algo absurdo, ya que él no comería espaguetis porque sólo le habríamos pagado un agua, que en realidad habríamos pedido del grifo, aunque le dijéramos lo contrario por aparentar un cierto nivel adqusitivo), pediría disculpas y enfilaría hacia los servicios. Allí, buscaría en la cisterna del primer inodoro por la izquierda y encontraría una pistola que le habrían dejado los hombres de su hermano Sonny. Saldría por la ventana del aseo y se acercaría a la primera tienda de material de alpinismo, donde le descerrajaría tres tiros al dependiente y cogería un piolet (de mientras, yo miraría con impaciencia mi muñeca izquierda sin saber qué hora sería, ya que no tengo reloj; mi guardaespaldas iría por el quinto plato de espaguetis, pero no le habría permitido utilizar la mesa durante las dos horas que Ramón llevara en el lavabo, porque eso sería confraternizar con los subalternos, que no son más que gentuza).
Una vez de vuelta, Mercader entraría por la puerta del café-restaurante, pasaría de largo nuestra mesa, entraría en los servicios y, ahora sí, saldría con cara de loco corriendo hacia nosotros para me clavarme el piolet en la cabeza. El esbirro se llevaría la mano a la pistolera (con esos reflejos innatos de la gente de acción, un minuto después de que yo estuviera ya pajarito con el sombrero metálico coquetamente colocado en la sien izquierda), pero moriría de un infarto provocado por semejante esfuerzo físico, ya que sería el típico gordo spaghetti que utilizan los mafiosos de poca monta como protección.
Definitivamente, pocos personajes históricos pueden darle a uno una sobremesa más llevadera que don Ramón.
Se agradece el aporte, creoEl mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
No soy titoísta ni defiendo el modelo yugoslavo.El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
Yo "tampoco" lo soy, aunque yo no me oculto y SÍ defiendo a Nixon.El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
edit.: washington me gustaria haber conocido
Yo no defiendo a Nixon.El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
Yo si, y tu tambien, o quieres que te violen 4 niggas del bronx con una camiseta del che?El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
¿De que hablas?El mensaje está oculto porque el usuario está en tu lista de ignorados.
A Oscar Wilde. Iríamos a un fumadero de opio para pillarnos un buen colocón. Después iríamos a una casa de masajes donde dos samoanas enormes nos darían un final feliz y para rematar la noche haríamos un cruce mágico de meadas. No necesito más para ser feliz.
Lo cierto es que e estado pensando un rato y a los dos que mas me hubiese gustado conocer es a:
Cleopatra: melafo por sus oros
Einstein: puto amo
Conde Dracula: me gustaria saberlo todo sobre su leyenda
A exploradores cómo Livingtone o Marco Polo. Tendría que ser una pasada escucharles hablar de sus viajes y de sus experiencias.
Luego hay otros muchos: Hernán Cortés, Pizarro, Quevedo (que seguro que era un tarado), Hitler, Stalin...