La “Descosaquización” que llevaron a cabo los bolcheviques en Rusia, fue considerada por muchos historiadores de la época como la otra gran persecución étnica de principios del siglo XX. Justo por detrás del exterminio perpetrado por Turquía durante el Genocidio Armenio en la Primera Guerra Mundial, las deportaciones y matanzas hacia los cosacos fue motivada por un condicionante completamente xenófobo de carácter cultural.
Originario de las regiones de los Ríos Don, Kubán, Volga y Terek, el pueblo cosaco constituía una de las comunidades más importantes de Rusia por su destreza y valentía en el manejo de las armas y la caballería, así como por la rica cultura y valores tradicionales que conservaban orgullosamente sus habitantes. Sin los cosacos Rusia jamás se hubiera convertido en potencia, ya que al fin y al cabo fueron ellos la pieza clave en frenar la agresión de Suecia en 1709 durante la Batalla de Poltava y la invasión de la Francia Napoleónica durante la “Gran Retirada de Moscú” en 1812, lo que facilitó a la nación convertirse en el Imperio Ruso.
Vasallos del zarismo hasta la Revolución Bolchevique de 1917, los cosacos que cumplían 36 años de servicio en el Ejército Imperial Ruso recibían un total de 30 hectáreas de campo para que lo trabajasen ellos y su familia. Tal cosa desde el punto de vista revolucionario y más aún del Partido Bolchevique de Vladimir Lenin, no encajaba en la nueva ideología comunista ausente de propiedad privada, lo que como era de esperar generó el odio de las nuevas autoridades hacia los cosacos.
Toda la represión hacia los cosacos comenzó a principios de 1918 cuando el Partido Bolchevique suprimió el estatus de honor al pueblo cosaco, dejando de ser un cuerpo de élite y prohibiendo a sus habitantes cualquier derecho a propiedad. Acto seguido se procedió al embargo de sus bienes, tierras y pertenencias, las cuales fueron entregadas a los nuevos habitantes rusos desplazados mientras los cosacos fueron expulsados de sus hogares y aldeas hacia un futuro incierto. Por si fuera poco todo símbolo de identidad cosaca fue abolido y sus tradiciones en muchos casos prohibidas, algo que sin duda despojó a los cosacos de su dignidad.
Oficialmente los primeros ataques de la Guardia Roja contra las aldeas cosacas de la estepa, las conocidas como “stanitsas”, comenzaron entre Marzo y Abril de 1918. Sometidos sus habitantes a una violencia atroz, cientos de cosacos fueron asesinados, muchos de ellos mutilados en vivo tras cortarles las manos, romperles la mandíbula, extraerles los genitales o decapitarles la cabeza.
Simultáneamente en Petrogrado el Presidente de los Soviets, Vladimir Lenin, quién hasta ese momento había consentido los ataques aislados contra la integridad moral y física de los cosacos, preparó la siguiente fase consistente en aniquilarles como pueblo. Así lo reflejó en un documento oficial fechado el 24 de Enero de 1919 que rezaba: “Es necesario reconocer como única medida políticamente correcta una lucha sin compasión, un terror masivo contra los ricos cosacos, que deberán ser exterminados y físicamente liquidados hasta el último”.
Por suerte las matanzas contra los cosacos fueron suspendidas a mediados de 1918 cuando el Ejército Rojo se vio en la necesidad de contar con la popular caballería cosaca entre sus filas como fuerza de choque contra el Ejército Blanco en la Guerra Civil Rusa. De este modo miles de cosacos fueron encuadrados en la Caballería Roja, concretamente en el I Ejército de Caballería del general Semión Budionny, donde se distinguieron luchando en Ucrania y Polonia junto a los bolcheviques y protagonizando heroicas cargas a sable contra el enemigo en la Guerra Polaco-Soviética de 1919.
Mientras unos cosacos luchaban junto al Ejército Rojo, otros tantos en sus áreas de los Ríos Don y Kubán continuaron siendo perseguidos en la retaguardia. Por ejemplo entre Febrero y Marzo de 1919 un total de 8.000 cosacos fueron asesinados y diversas aldeas saqueadas por los Guardias Rojos y la Cheka. Nada más saberse de esta noticia, muchos cosacos que combatían dentro del Ejército Rojo se rebelaron y se cambiaron al bando del Ejército Blanco del general Anton Denikin, donde recuperaron grandes porciones de su territorio ocupado por los bolcheviques.
Cuando el Ejército Rojo recuperó en Febrero de 1920 las zonas cosacas en los Ríos Don, Kubán, Volga y Terek, el primer castigo que infligieron a los cosacos fue requisarles prácticamente todos los medios de subsistencia, no únicamente la comida, sino también las pertenencias, dinero e incluso la ropa y calzado. Ni siquiera se salvaron los cosacos que habían servido en el Ejército Rojo, ya que todos ellos fueron expulsados de las fuerzas armadas y devueltos a sus hogares sin ninguna recompensa económica.
Hacia mediados de 1920, la Cheka organizó una serie de tribunales militares denominados “Troikas” encargados de juzgar un supuesto levantamiento de la etnia cosaca contra el Gobierno del Partido Bolchevique, lo que constituyó uno de los primeros casos de la etapa soviética en que se definió a un grupo étnico como “totalmente culpable”. Así fue como se condenaron a muerte a cientos de cosacos sumariamente, siendo el mes más sangriento Octubre de 1920 tras resultar asesinadas 6.000 personas.
Increíblemente todas las brutales medidas tomadas hacia el pueblo cosaco fueron todavía consideradas insuficientes por los mandos bolcheviques. Fue entonces cuando Lenin llegó a la conclusión de que la única manera de someter al pueblo cosaco era castigarlo a través una progresiva aniquilación, mediante la cual los supervivientes y futuros descendientes quedasen tan estigmatizados que no tendrían más remedio que aceptar el nuevo poder bolchevique emergente. De esta forma se eligió al comisario Sergei Ordzhonikidze para llevar a cabo la macabra tarea que muy pronto sería conocida como “Descosaquización”.
Entre finales de 1920 y principios de 1921, la Rusia Bolchevique puso en marcha la “Descosaquización” mediante tácticas de terror contra todos los civiles cosacos ya fuese a modo de matanzas, destrucciones o saqueos. Un ejemplo ocurrió la localidad de Piatigorsk cuando en un solo día fueron ejecutados públicamente 300 cosacos. Peor suerte corrieron las víctimas del Hospital de Kislovodsk, quienes permaneciendo ingresadas por heridas o estando enfermas, resultaron salvajemente asesinadas por los miembros de la Cheka. También la aldea de Kalinovskaya sufrió un destino similar después de ser completamente incendiada y un buen número de sus habitantes fusilados.
Las deportaciones a campos de concentración representaron una de las peores fases del exterminio cosaco. Primeramente se procedió a sacar a miles de familias cosacas a la fuerza de sus hogares, para luego obligar a los varones de entre 18 y 50 años a subir a trenes de ganado. Acto seguido se los deportó a la cuenca minera de los Donets para trabajar como esclavos hasta que fallecieran muertos por exhaustación. Una vez eliminados los varones más viriles y físicamente mejores, les tocó el turno a las mujeres, niños, ancianos y bebés cosacos que fueron deportados en tren hacia Asia Central y Siberia a lo largo de un trayecto que se cobró las vidas de los más pequeños debido a las extremas condiciones. Sin embargo lo más triste sucedió dentro de los campos de concentración porque el frío, el hambre y las enfermedades, sumados a las torturas de los guardias y los castigos mediante fusilamientos, terminaron por quebrantar la integridad física y mental de todo el colectivo cosaco. Bastaron unos pocos meses para que decenas de miles de cosacos perecieran en los campos de concentración.
Grandes regiones y pueblos fueron vaciados de cosacos y a continuación poblados por ciudadanos de nacionalidad rusa. Todas las pertenencias y tierras robadas a los cosacos fueron repartidas entre los miembros de la Cheka a modo de botín, o bien requisadas por el mismo Estado. Muchas otras localidades se dejaron enteramente sin población, siendo las más destacables Kalinovskaya con 4.220 deportados, Ermolovskaya con 3.218, Romanovskaya con 3.200, Samachinskaya con 2.900 o Mihaílovskaya con 2.800, así como otras muchas con centenares de habitantes dispersos y secuestrados.
El proceso bautizado como “Descosaquización” terminó a finales de 1921 cuando todo el pueblo cosaco quedó sometido al nuevo poder bolchevique y posteriormente a la Unión Soviética. Hasta entonces habían muerto 500.000 cosacos de los 3 millones de habitantes iniciales, lo que constituyó el 25% de su población total.