Lectura Corto relato de mis aventuras matutinas.

Bien, sólo por practicar, y porque de verdad me apetecía, puse por escrito, de una forma que no sé si llegar a considerar literaria lo que hice esta mañana. Quiero vuestra opinión y, sobre todo, vuestras críticas. Gracias.



Me desperté cansado de dormir y de estar echado; tenía que estirarme, me apetecía desperezarme y hacer algo. Como la noche anterior había terminado el libro que hasta entonces leía, decidí que sería buena idea ir a por otro a la biblioteca, por lo que ya tenía motivo para saltar de la cama, ducharme, desayunar, y bajar al asfalto.
Lo de «saltar de la cama» no fue tal cual, pues no había acabado de posar un pie en el suelo, decidí hundir mi cara de nuevo en la almohada (algún tipo de extraña atracción generan esas cosas, que da igual qué estación sea o lo tarde que llegues a tus quehaceres, que siempre logran arrancarte unos minutos más) y después, dar un par de vueltas más, mientras me seguía estirando en posiciones que en estado normal no tengo flexibilidad suficiente para alcanzar. Después de arrastrar mis pies hasta la cocina, descubrir que sólo quedaban cuatro galletas rancias, comerlas con desidia mientras pasaba canales del televisor, asearme, afeitarme, limpiarme la sangre de la cara y cubrirla en bálsamo relajante, peinarme, vestirme, volver a peinarme y parar a Red Fang*, ya estaba listo para deleitar a las calles con mi presencia.

Llegué a la biblioteca casi sudando, aun a pesar de haber salido, esta vez, en pantalón corto y haber evitado las calles en las que más pegaba el sol. No es que hiciera tanto calor, pero creo que mis sensores térmicos, en ese sentido, están atrofiados; además de que si voy solo, camino a un ritmo más alto del que lo haría de no estar con mi mente en otros apasionantes mundos. Pero no lo puedo evitar...
Al no encontrar lo que buscaba (Rayuela), fui a preguntar si es que no lo tenían, pero, afortunadamente, sí que guardaban un ejemplar (o lo que quedaba de él) en el depósito.

Emprendí triunfal el camino a casa, y me acordé al pasar por delante de una tienda de chinos que tenía que comprar un CD y una cinta de casete, ambos vírgenes, a fin de grabar unos temillas para el coche. Surf instrumental, por si os lo estáis preguntando.
El compacto fue fácil encontralo, pero la cinta (no quiero pensar que por su condición femenina), no tanto. Después de dar un par de vueltas buscando, llegué a casa, me quité la empapada camiseta, los sudorosos calcetines y el resto de mi ropa, y me metí en la ducha para devolverle a mi cuerpo el pulcro aspecto y aroma que se merece.

Como colofón a una bonita mañana, me esperaba para comer un plato de espagueti con queso y tomate del que di cuenta inmediatamente, no sin saborearlo tan plenamente que un par de lágrimas me arroyaran por las mejillas.


*

Red Fang

El texto no me gusta pero he de decir que me acabas de descubrir un temazo