El problema de Marco Frei, siempre el mismo, es que con cuatro ideas cogidas con alfileres ya quiere redescubrir la pólvora.
En primer lugar, nada garantiza que un incremento del ahorro vaya a traducirse automáticamente en un aumento de las hipotecas por el mismo importe. Los bancos, que son agentes fundamentales del mercado financiero, invertiran ese mayor ahorro en aquello que les ofrezca una combinación más óptima de liquidez, solvencia y rentabilidad. Las hipotecas tienen una liquidez muy baja salvo que se titulicen y pasen al mercado secundario como producto financiero. Esta técnica está en el origen de la gran crisis financiera de la que aún estamos pagando los platos rotos. Cómo digo, nada garantiza que ese mayor ahorro no provoque, por ejemplo, un aumento de las cotizaciones bursátiles si el dinero (o al menos una parte de él) se invierte ahí. Si los valores cotizados suben los tipos de interés bajarán, pero eso no garantizará que el banco conceda más hipotecas, o las conceda en la misma medida que aumenta el ahorro.
Durante la burbuja inmobiliaria, al igual que pasó con la crisis financiera, se dejó hacer. El precio de la vivienda estaba en un continuo alcista y mucha gente empezó a especular. La vivienda, que debe comprarse para usarse, paso a ser un bien de inversión. Llegamos a tener en España casi 3,5 millones de viviendas vacías. Eso equivale a un parque residencial suficiente para acoger a casi 11 millones de personas, es decir, cerca del 25% de nuestra población (contando con el ratio de 1,34 hijos por matrimonio, tenemos que en cada vivienda se acogería en promedio a 3,34 personas). Hasta ahí llegó el disparate, y cuando ese proceso especulativo finalizó, frenado en seco por la crisis financiera (el mercado inmobiliario es totalmente dependiente del crediticio) nos encontramos con un excedente de viviendas que ha habido que acopiar y racionalizar a largo plazo para no hundir a años vista un sector tan estratégico para nuestra economía como es el de la construcción. Al final, como pasa siempre, es el intervencionismo público el que debe entrar a corregir los desmanes de los mercados si no queremos caer en un colapso económico.
Además, la liquidez del sistema viene condicionada por otra crisis, la de deuda. En ella han participado directamente los países, financiando el estado del bienestar no con impuestos sino endeudandose. Son ellos los que sin lugar a dudas han vivido por encima de sus posibilidades. Cuando, y esto entronca con la crisis financiera directamente, su deuda empezó a tener problemas para colocarse en el mercado, el BCE (en nuestro caso) abrió la barra libre de descuento de forma que los bancos compraban deuda y la "revendian" al BCE con un coste financiero ridículo o incluso del 0%. Esto ha estado apuntalando todo el sistema, pero no podía mantenerse eternamente y ahora toca a su fin sin que nadie sepa exactamente lo que va a pasar.
En resumen:
- La vivienda no debe ser un bien de inversión puramente especulativo. Se debe comprar para habitar, no para revender. Así evitaríamos procesos perniciosos como el que hemos vivido recientemente. Habría que implementar medidas incentivadoras/penalizantes en ese sentido.
- El mercado financiero está para facilitar el acceso a la financiación. Es otro pozo de especulación en el que el dinero es una mercancía en sí mismo, y no debería ser así. Las inversiones y las operaciones de crédito en apoyo de la economía real deberían ser incentivadas y las que solo producen sobrecostes artificiales penalizadas. El dinero es un instrumento y así debe ser utilizado en primerisimo lugar. La economía real debe tener a la financiera a su servicio y no al revés.
- El acceso a la vivienda es fundamental. Un factor decisivo para que una pareja pueda desarrollar su proyecto común de futuro, y esto no puede ser analizado solo en términos económicos o financieros, pues debería ser considerado un bien de primera necesidad. Desgraciadamente el precio de la vivienda dificulta mucho acceder a la misma con los medios propios, por lo que la política debe intervenir. Cómo se haga es un tema complicado, porque hay un espacio de intervención muy amplio, que va desde los estímulos hasta la banca pública. Pero hay que procurar que la dinámica de los mercados inmobiliario y financiero vaya en sintonía con las necesidades de vivienda de los ciudadanos. Ni más, ni menos.
Dicho todo esto en términos muy simples, dada la complejidad de los asuntos siempre que se habla de decisiones económicas.
Lo que comenta Marco Frei es una chorrada, como casi siempre. El ahorro es bueno para la economía pero el consumo también, y a la gente tampoco se le puede obligar a ahorrar. Se puede estimular el ahorro, especialmente a largo plazo, pero es una magnitud que puede variar por múltiples motivos. Últimamente el consumo familiar estaba aumentando, pero como comprobó el Banco de España en la misma medida, más o menos, que disminuía el ahorro. Esto, que es signo de aumento de la confianza (se ahorra más cuando hay inseguridad de cara al futuro) pone de manifiesto que no es algo fácilmente controlable.
Marquito ha hecho una versión hipotecaria del cuento de la lechera. Divertido, pero extremadamente simplón, casi infantil diría yo, como todo lo que suele traernos por aquí. Pero bueno, al menos le puede quedar la pequeña satisfacción de que es, cómo decirlo...
"diferente".