Un tema es determinar quién es dueño de cada cosa, y otro muy distinto es cuantificar el precio de esa cosa.
El inversor es dueño de su dinero.
El empresario es dueño de sus acciones.
El empleado es dueño de su talento.
El inversor cambia con el empresario dinero por acciones. ¿Cuánto?, eso ya es cosa del mercado, pero lo que debe quedar claro es que el inversor deja de ser dueño de su dinero y el empresario deja de ser dueño de sus acciones.
Posteriormente el empresario coge ese dinero (que ya es suyo) y lo cambia por el talento del empleado. ¿Cuánto?, pues igualmente eso es cosa del mercado, pero también debe quedar claro que el empresario deja de ser dueño del dinero (que lo tendrá que ingresar en mi cuenta en concepto de nómina) y yo dejo de ser dueño de mi talento.
Firmadas esas relaciones, el inversor es dueño de las acciones, el empresario del talento, y el empleado de la pasta.
Cuando un empleado reclama el producto de su talento, después de haber cobrado la pasta, es porque no tiene claras estas simples relaciones.
Igual que cuando un inversor reclama no comerse el riesgo (caso preferentes), o un empresario reclama horas que no paga.
Sobre este punto, pues si viviéramos en un mercado libre cada uno podría alcanzar el precio que realmente vale.
Pero partiendo de que el propio dinero está politizado,
Que hay miles de regulaciones artificiales contra el libremercado.
Que el propio Estado puede ser tu competidor (o tu aliado) usando contra ti (o a tu favor) todo el poder de una sociedad.
Que el precio de las cosas está distorsionado por su carga fiscal.
Que existe un dumping laboral importando ilegales.
Que mucho empleo es público y está fuera de mercado y de competencia.
O que hoy en día es necesario refugiarse en el enchufismo porque si no ni en Mercadona te cogen.
Pues mal lo tenemos.
Y sobre este otro punto ya sabéis lo que yo pienso: si tuviera derecho a un nivel de vida determinado haciendo las cosas que me gustan, y no aquellas que son útiles a los demás, me pegaría la vidorra haciendo conciertos de pedos:
Que ni sé hacerlo ni nadie lo necesita, pero coño, tengo derecho a una vida digna con un salario digno. La Constitución no dice que a cambio deba entregar a los demás un servicio digno de ser pagado así.