Junqueras vs. Puigdemont

Dos han sido las caras visibles de la movida independentista. Carles Puigdemont, agraciado por el dedo de Artur Mas y protagonista circunstancial de la revolución catalano-burguesa, y Oriol Junqueras, un convencido de las bondades del separatismo que en todo momento ha manifestado su firme convicción de que lo mejor para Cataluña sería constituirse en estado independiente siempre y cuando todo lo demás quede igual, claro está.

Pero en realidad poco tienen que ver estos dos personajes. Junqueras es un político auténtico en su forma de pensar y muy tramposo en su manera de actuar. Embustero, tergiversador y trilero, se diría que ha planteado la pugna secesionista como una guerra sin violencia en la que todo vale con tal de lograr el objetivo. A pesar de que debía ser consciente de las dificultades, parece que no adivinó que lo fuesen tanto. Sus pretensiones han quedado muy, muy lejos de hacerse realidad, y él mismo ha terminado en prisión y lo que es peor, bastante olvidado por sus compañeros de trinchera. Últimamente se diría que la constatación de una realidad terca y persistente y su situación personal podrían estar provocando que se replantee su estrategia rupturista "sin matices". Y es que tantas horas de soledad en una celda dan para mucha reflexión.

Puigdemont es otra historia. Prófugo con ínfulas de fugitivo, cobarde disfrazado de maqui de la jet set, es un megalómano al que solo le importa su caché. Incapaz de asumir ni el más mínimo atisbo de derrota, y confundiendo soberbia con persistencia, en todo lo que plantea, conjetura o decide siempre hay un apartado dedicado a intentar joder a las instituciones españolas como sea. Cataluña y el daño que pueda sufrir con sus actuaciones han pasado a un plano totalmente secundario para él. Ya solo quiere desestabilizar, dar por culo y sobre todo que se hable de su divina persona. Resulta increíble que la derecha catalanista, que incluso los propios independentistas de base, lo contemplen de esa manera siendo como es un bocazas impenitente, un mártir de mariscada, casoplón y tarde de taberna viendo los partidos del Girona. Un magnífico referente para el nacionalismo de opereta, de jaula y cruz amarilla que tanto satura los espacios comunes de Cataluña. Al nacionalismo catalán no le vendría mal dar un paso atrás, pero no como muestra de retroceso (Dios me libre de proponerles semejante cosa) sino para ganar en perspectiva.