Populismos, nacionalismos y otras lindezas del siglo XXI: ¿El regreso del bipartidismo?
Este fin de semana se han celebrado dos Congresos de partidos políticos que podrían cambiar el rumbo de la política nacional, y en ambos, casualmente, han perdido las mujeres que presentaban candidatura, y con esto no quiero hablar de machismo, porque sinceramente creo que han concurrido otros factores, pero sí me gustaría hacer una pregunta retórica: ¿por qué siguen asistiendo muchas mujeres a los eventos de sus maridos y no viceversa? Ahí lo dejo.
En el caso del Partido Popular, el triunfo de Pablo Casado promete un giro a la derecha en la ideología del partido, es decir, el retorno a la ideología, aunque no es de prever que se abandone el centro, ya que ese amplio espectro es el que puede garantizar el número suficiente de votantes como para ganar elecciones. Veremos si logran realmente que los ahora partidarios de Ciudadanos, debido a la corrupción y la actuación frente al independentismo, les devuelvan la confianza a los “renovados” populares. Pronto sabremos si, como pienso por cómo se están desarrollando los acontecimientos, asistiremos al renacer del bipartidismo, que en el caso de España nunca dejó plenamente de existir.
Al fin y al cabo, el propio Pedro Sánchez ganó las primarias del PSOE haciendo bandera de la ideología de izquierdas que dio origen al partido. Y continúa subiendo en las encuestas desde que ya en el Gobierno sigue trabajando por liderar la socialdemocracia, que es la izquierda que verdaderamente puede triunfar en Europa. Todo ello a costa de la caída de Podemos, que pierde fuelle tras haber tenido diversas metidas de pata que los alejan de los votantes de centroizquierda que les habían prestado el voto. Los devaneos con el independentismo catalán lo dejaron claro en las pasadas elecciones autonómicas, y cosas como el chalet o el desacierto de Pablo Iglesias en la gestión del Consejo de RTVE van también haciendo mella en su liderazgo.
Pero, además, gobernar con un Parlamento excesivamente fragmentado solo ha ocasionado que se detengan proyectos y avances, ya que no ha traído como consecuencia real los beneficiosos acuerdos que algunos preconizaban, sino todo lo contrario. Y eso es muy probable que vuelva a despertar el fantasma del voto útil. Lo cierto es que los nuevos partidos no pretendían un Parlamento fragmentado, simplemente querían ser los sustitutos del anterior bipartidismo. Algo que no les ha dado tiempo a conseguir.
En este sentido, se equivocan aquellos que creyeron que el “aval” que dieron Zapatero y Susana Díaz a Soraya fue porque la preferían como contrincante, todo lo contrario, el viaje a la derecha de Casado puede terminar siendo un gran motor para que los socialistas recuperen votantes huidos a Podemos. La supervivencia como partidos de Gobierno, tanto el PP como el PSOE, depende de que ambos partidos recuperen votantes que se sintieron atraídos por la novedad. Si hacemos caso a las encuestas, lo están logrando, pues los nuevos partidos pierden fuelle una vez que la ideología vuelve a ser determinante a la hora de votar (no debemos olvidar que tanto Podemos como Ciudadanos comenzaron su andadura declarando que las ideologías habían muerto, y que no eran ni de izquierdas ni de derechas).
Así que cabe esperar que la vuelta a la hegemonía del bipartidismo no esté lejos. Tras diversos experimentos populistas y nacionalistas bastante desastrosos (como el Brexit, Trump, y algunos otros), los líderes que centran su discurso en el equilibrio y el progreso ganan adeptos. No hay más que ver cómo Francia se alejó de las promesas de Marie Le Pen (populismo), o cómo el Reino Unido intenta desesperadamente suavizar ese alarde de nacionalismo que fue el Brexit.
Los delirios de Puigdemont que acabarán con lo que queda del procés
Más preocupante para la política nacional a corto plazo es que en la Asamblea del PdeCat hayan descabezado sin piedad a Marta Pascal, obligándola a renunciar y entregándole en bandeja la formación a Puigdemont, partidario de retirar su apoyo a Pedro Sánchez, o como mínimo a hacérselo pagar muy caro. No es casual que Puigdemont no haya aparecido de forma virtual, como tanto le gusta, en la apertura de la Asamblea del que teóricamente es su partido, y que Quim Torra tampoco se haya acercado.
Con su renuncia, Pascal evitó que una votación televisase la evidente división en las filas convergentes, algo que preocupaba de forma especial a los alcaldes, que se enfrentarán a elecciones dentro de un año. Pero ha abierto la puerta a que el partido se eche en los brazos de la Crida Nacional per la República, el nuevo invento dirigido por Puigdemont, aunque descaradamente copiado de la Llamada que hizo Macron en Francia, cuyo fin es que la antigua Convergéncia acabe desapareciendo y se declare “de forma inmediata” la independencia (aunque de momento las bases han decidido, por apenas 9 votos de diferencia, que esta declaración sea efectuada “lo antes posible”), mientras él observa los destrozos desde el palacete de Waterloo (Bélgica), donde piensa trasladarse en breve, cual Nerón contemplando cómo arde Roma desde lejos. La política no ha cambiado demasiado desde entonces.
El populismo caudillista que guía los anhelos de hiperliderazgo del hasta no hace demasiado tiempo anónimo alcalde de Gerona es peligroso, tan peligroso como el de otros líderes delirantes a los que parece haber llevado a la cima la crisis del siglo XXI. Pues no hay nada más peligroso que creerse que verdaderamente eres el designado para llevar al pueblo a la Tierra Prometida, sea cual sea esa tierra.
Habrá que esperar a ver cómo reaccionan los votantes de la antigua Convergència cuando toque decidir en las urnas (en las votaciones de la Asamblea ha quedado patente la ruptura casi en dos del partido), y fundamentalmente cómo reacciona ERC, que el pasado miércoles ya hizo ver su descontento en el Parlament, al no querer que Puigdemont fuese tratado de forma diferente y privilegiada al resto de los diputados imputados, que deben abandonar temporalmente su escaño por la inhabilitación del Supremo.
En esa ocasión, el president del Parlament, Roger Torrent (ERC), negó haber llegado a un acuerdo en ese sentido con JXCat, como ellos afirmaban, y finalmente se optó por desconvocar el pleno sine die antes de incumplir la sentencia de inhabilitación emanada del Alto Tribunal. No en vano fuentes cercanas a Esquerra, conscientes de que el procés nació muerto, apuntan que es el momento de apostar por abandonar la vía unilateral y optar por soluciones posibilistas que no acaben en Estremera y menos aún que pasen por el liderazgo delirante de Puigdemont.
Estamos a punto de volver a ver ruedas de prensa del expresident con continuas amenazas de declaraciones de independencia unilaterales (a pesar de que cuando tuvo la oportunidad de hacerlo salió por patas), pero no creo que pase mucho más, pues en esta nueva etapa hay una pequeña diferencia: los políticos catalanes, Quim Torra incluido, ya saben que a la Fiscalía (incluso con Sánchez en la Presidencia) y el Tribunal Supremo no les temblará el pulso a la hora de encarcelar a quienes lo hagan efectivo.
Además, los líderes en lontananza tienen poco recorrido, pues recordemos que, a pesar de apuntarse un tanto al no ser extraditado por rebelión, Puigdemont (y los demás diputados en el exterior) acaba de ser desterrado a vivir 20 años lejos de territorio español, y la espera de Penélope mientras Ulises se empeña en llegar a Ítaca no suele ser la realidad de quienes pretenden mantener el mando lejos del trono.
En definitiva, no va a ser fácil lograr acuerdos para legislar ni en el Parlamento español, y quizás tampoco en el Parlament catalán, pero tampoco está el horno como para convocar elecciones. Como decía, estas son las cosas de tener parlamentos tan fraccionados.
Los populismos nacionalistas y autocráticos del siglo XXI
Hugo Chávez fue el primer iluminado del siglo, y aunque parezca muy extemporáneo traerlo a colación, si analizamos las estrategias sobre la comunicación política y la manera de ejercer el liderazgo de todos los “elegidos” son prácticamente iguales.
Te buscas un enemigo externo, un demonio al que liquidar, porque es el culpable de todos los males del pueblo, al que, por supuesto, son otros quienes le roban; prometes imposibles, da igual, porque siempre tenemos un enemigo externo a quien culpar si no se puede cumplir lo prometido; te deshaces de los amigos críticos que pueden poner piedras en el camino a tu hegemonía, a los enemigos ya habrá tiempo de derrotarlos; lanzas una campaña de comunicación victimista, muy bien “engrasada”, en la que, por supuesto, tú eres el líder de paz y bondad, solo comparado con Ghandi, al que todos pretenden doblegar con fuerza y violencia; y construyes un relato a tu medida, lo vuelves historia, aderezada con tintes de opresión, colonialismo, oligarquía y autodeterminación de los pueblos, y avalada, eso sí, por algunos intelectuales de cierto prestigio previamente “convencidos”.
Os invito a que os toméis unos minutos para aplicar esta fórmula cambiando a Chávez por Puigdemont, a Puigdemont por Le Pen, a Le Pen por Putin, a Putin por Trump, a Trump por Pepe Grillo… y decidme si hay alguna diferencia en sus métodos para hacerse con el poder hegemónico y caudillista, amparados en elecciones muchas veces muy lejos de ser consideradas democráticas (que no es el caso de Cataluña, siempre que no tomemos en cuenta las ventajas de contar con la televisión pública como arma de propaganda y las modernas fakenews, que de modernas solo tienen que ahora se hacen por internet).
Como colofón
No quisiera despedirme hoy sin comentar que la huelga de los trabajadores de Amazon se está extendiendo por Europa. Pues es imprescindible recordar que el gran cómplice de estos populismos son las multinacionales esclavistas que someten la capacidad de decisión de los ciudadanos preocupados por sobrevivir, y alimentan muy convenientemente el relato de que el mundo no tiene remedio, caldo de cultivo excepcional para la resignación y el auge de mesías populistas. Confío en que cunda el ejemplo y recuperemos la memoria de que solo con derechos sociales y democracias sanas la humanidad tiene sentido.
Y también quisiera celebrar que finalmente escuchamos hablar en los medios sobre Nicaragua, aunque de manera bastante tímida todavía. Cuando la izquierda europea abandone la errónea postura de que debe defender a todo aquel que se declare de izquierdas aunque en realidad solo sea un delirante corrupto que se aprovecha del poderío militar y paramilitar, quizás la democracia regrese a países como Venezuela y Nicaragua, a los que, por su obcecada cerrazón, acabarán entregando sin remedio y por pura supervivencia a los brazos de poderes verdaderamente imperialistas, gracias a que los corruptos populismos han dejado a cero las arcas públicas. Que se lo pregunten a Brasil y Argentina si tienen alguna duda.
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