Crítica La invasión de los ultracuerpos de 1978

Una joya del cine de ciencia ficción que, si bien tiene sus fallos, logró convertirse en un clásico. Vamos a destripar esta película con la misma pasión que un alienígena destriparía a un ser humano para suplantarlo.




La trama gira en torno a una invasión extraterrestre en la que unas misteriosas vainas plantan clones desalmados de los habitantes de San Francisco. Los alienígenas no destruyen ciudades ni lanzan rayos láser, sino que optan por la jardinería interplanetaria. Y por supuesto, esos clones no tienen emociones, lo cual es bastante conveniente porque las emociones humanas en esta película son más rígidas que una puerta de madera.




El elenco es liderado por Donald Sutherland, quien parece haber pasado todo el rodaje preguntándose si hizo bien en aceptar este papel. Su cara de incredulidad es más una prueba de su confusión personal que del terror ante la invasión alienígena. Y luego tenemos a Brooke Adams, cuyo rango emocional oscila entre “ligeramente perturbada” y “ligeramente más perturbada”. Jeff Goldblum, en uno de sus primeros papeles, ya da indicios de que su verdadera vocación no es la actuación, sino susurrar verdades incómodas al oído de la humanidad desde papeles secundarios.




Lo más inquietante de todo es Leonard Nimoy, que cambia sus orejas puntiagudas de Spock por un papel de psiquiatra que parece necesitar más terapia que sus propios pacientes. Nimoy logra lo imposible: hacer que un extraterrestre sin emociones parezca más cálido y humano que su personaje en esta película.


Los efectos prácticos, ¡ay, los efectos prácticos! Si uno pudiera describirlos con una palabra, sería “pegajosos”. Las escenas de la creación de los clones son una mezcla entre una mala resaca y una visita al buffet de gelatina más repulsivo del mundo. Las criaturas que emergen de las vainas parecen diseñadas por un estudiante de arte que estaba harto de la vida y decidió canalizar su frustración haciendo figuras de plastilina en mal estado. Pero, hay que darles crédito por intentarlo. En la época en que no había CGI, hacer que una flor se convierta en tu peor pesadilla debe haber requerido bastante creatividad y un buen lote de lubricante.




Y sin embargo, a pesar de su casting confuso y sus efectos prácticos que parecen sacados de un taller de manualidades para niños con problemas de atención, La invasión de los ultracuerpos es una película que se ganó su lugar en la historia del cine. ¿Por qué? Porque captura a la perfección la paranoia de la época, el miedo a lo desconocido y la pérdida de identidad en una sociedad cada vez más homogénea. Así que, sí, al final del día, es una buena película para su época. Claro, si puedes pasar por alto los efectos que parecen hechos con chicle mascado y el hecho de que Sutherland parece estar a punto de renunciar a su carrera en cada escena. ¡Un clásico imperecedero, sin duda!

La teneis disponible en PrimeVideo.

Iniciado por pink floyd

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por supuesto, las grandes obras siempre tienen varias lecturas.

Paea esa epoca el riesgo de la inflitración comunista seeataba viendo ya desplazado por el del peligro de la guerra atómica y la subsecuente radiación.