Acabo de llorar viendo el castillo en el cielo.
Lo que duele de ver estas películas es el trasfondo que queda siempre al final de estas: nada cambia, las conclusiones de las tramas solo un mero bache, pero siempre habrá una nueva oportunidad de llevar a la humanidad a un estado más miserable.
Se ve mucho de cómo es Hayao en sus obras: un hombre modesto, entregado a su trabajo, amante de la naturaleza, de los aviones y de su patria; un hombre que denosta la guerra y que refleja el terror de las bombas nucleares que vivió la generación de sus padres (y las consecuencias que viviría la suya propia, teniendo que reconstruir un país consumido por las ansias imperialistas que no se detuvieron hasta que se perdieron más de una centena de millón de almas).
Es un hombre que vanagloria el trabajo duro, la vida austera, la adaptación al ambiente y el respeto a las formas de vida más sencillas. Fue la impronta que le dejó su contexto, lleno de dificultades y visicitudes varias.
Veo en miyazaki a un hombre que denosta a cualquier forma de poder, mientras que se centra en la vida de la gente de a pie. Los estados terminan siendo el origen del mal en todas sus películas.
Con tendencias misántropas, pudiere parecer que tiene algún tipo de ímpetu neulodita, pero nada más lejos de la realidad, pues él mismo admira muchas invenciones del hombre, mientras que solo denosta aquellas que permiten a los hombres ejercer la violencia sobre otros.
Sí, sin duda lo más doloroso que se puede ver en sus películas es que, en el fondo, no hay salvación. Lo que hace palpitar mi corazón de su trabajo, no es sino el hecho de que te permita soñar por un mundo mejor que, para la triste verdad, es irreconciliable con la realidad.
Lo vemos en la guerra de Ucrania, donde los viejos de Occidente y los viejos jerarcas asiáticos están enviando a morir a cientos de miles de chavales como si fuesen meros animales; en Palestina ya no queda espacio para la carne quemada y los escombros, mientras las élites terroristas viven escondidas en Europa, los estados de la península arábiga y Estados Unidos, con toda clase de lujos; las élites israelíes aprovechando la situación para extender sus asentamientos después de todo el circo montado por los payasos de Hamás, pisoteando las vidas de muchas personas que, para la buena verdad, solo quieren vivir en paz. Que los hay que quieren guerra, y muchos, probablemente la mayoría; pero no por ello hay que olvidar que también los hay muchos que solo querrían tener una vida decentes y amar a sus hijos.
Opinar y meterse en las guerras de otros ya no tiene sentido. Para la buena verdad, nadie va a detener todo eso hasta que uno se rinda o el otro extermine al contrincante. Eso si es que no terminamos todos yendo a morir por una causa que no es la nuestra.
Porque nuestra causa es nuestra patria, nuestra familia y nuestra raza.
Dejemos la guerra para los demás y tratemos de cambiar las cosas aquí.